Fecha de nacimiento: 18/12/1921
Lugar de nacimiento: Grezzana (VE)/I
Votos temporales: 13/06/1943
Votos perpetuos: 02/06/1949
Llegada a México: 1948
Fecha de fallecimiento: 21/01/2025
Lugar de fallecimiento: Guadalajara/MEX

Comboniano, alegre, humilde y sencillo

Recordar al hermano Arsenio en estas líneas es como cerrar la última página de una historia maravillosa de la presencia del carisma comboniano en México. Con él se ha ido el último testigo de un grupo de misioneros muy combonianos que llegaron a nuestras tierras a inicios del año 1948. Alguno de ellos con el corazón partido, pues su llegada a tierras californianas había significado renunciar a su misión en África. Para otros, como fue el caso del hermano Arsenio, significó el inicio de una misión vivida en otro contexto, pero con la misma pasión y entrega que muy pronto dio sus frutos, haciendo que floreciera una comunidad cristiana en medio del desierto, entre el mar Bermejo y el océano Pacífico.

El hermano Arsenio ha sido el testigo de la presencia Comboniana en México desde sus inicios. Su larga vida nos hacía pensar que había llegado para quedarse, pues por 72 años su presencia fue compañera de muchos momentos y experiencias de lo que hoy es historia de la presencia del carisma Comboniano que ha asumido rostro mexicano.

Arsenio Ferrari había nacido en Grezzana, en la región de Verona el 18 de diciembre de 1921 y sólo permaneció en su tierra pocos años, antes de iniciar su camino a la misión.

Muy joven ingresó con los Misioneros Combonianos. Su formación profesional lo capacitó en el campo de la Agricultura y obtuvo su diploma en ciencias agropecuarias. Luego la vida se encargó en prepararlo en muchos artes y oficios que supo ejercer con gran capacidad, demostrando muchas habilidades e ingenio para resolver los imprevistos en sus diferentes trabajos.

En los años de 1941 a 1943 estuvo en el noviciado en Venegono, en el norte de Italia, en donde hizo su primera profesión religiosa misionera como hermano misionero Comboniano el 13 de junio de 1943.

De ahí pasó a sus primeras destinaciones, siempre como hermano por su consagración y por el espíritu fraterno que siempre lo caracterizó, en las comunidades de Italia.

De 1943 a 1945, años de la Segunda Guerra mundial, estuvo en la comunidad de Rebbio, muy cerca de la frontera con Suiza, encargado de la acogida y el cuidado de los misioneros ancianos y enfermos.

A partir de julio de 1946 hasta junio del 1947 desempeñó su servicio en la comunidad de Thiene, que durante muchos años fue la casa de formación de muchos hermanos misioneros, y de ahí salió para su nueva misión en México a finales de 1947 a la edad de 26 años. Era uno de los más jóvenes del grupo de siete misioneros que llegaron a La Paz, Baja California en febrero de 1948.

A partir de esa fecha el archivo de los Misioneros Combonianos registra una larga lista de lugares y de comunidades en donde el hermano Arsenio estuvo presente, sobre todo en la misiones de Baja California en donde trabajó en la construcción de iglesias, casas misión, escuelas y muchas otras obras de la naciente misión Comboniana.

Trabajo misionero y deporte

Al recordar hoy al hermano Arsenio, la imagen que aparece espontáneamente en nuestra memoria es la de una persona dedicada al trabajo duro, sacrificado y exigente durante muchas horas en las obras de construcción; pero al mismo tiempo lo vemos rodeado de una multitud de jóvenes empeñados en actividades deportivas.

En cada lugar a donde llegaba el hermano Arsenio en pocos días se veía surgir un club de deportistas jóvenes que participaban a las actividades organizadas por el hermano. Al igual no faltaban los juegos, columpios y volantines hechos muchas veces con desechos de fierro y de madera que el hermano ingeniosamente transformaba en instrumentos de alegría para los niños de la misión.

A través del deporte y de muchas actividades recreativas y educativas, el hermano Arsenio desempeñó una actividad de pastoral juvenil que para sus tiempos fue algo

muy innovador y por le cual se le puede considerar un pionero. Su intuición consistía en brindar a los jóvenes oportunidades de acercarse a los valores que les abrirían caminos seguros en el futuro de sus vidas por medio del deporte y muchas personas que pasaron a través de esas iniciativas hoy se sienten agradecidas y recuerdan al hermano Arsenio como un gran formador de juventudes.

Siempre fue admirable y sorprendente ver cómo, después de una jornada agotadora de trabajo, el hermano sacaba energías extraordinarias para dedicar horas, hasta tarde por la noche, para acompañar a los jóvenes en sus actividades deportivas y formativas. Esos encuentros era algo que lo llenaba de alegría y se convertía en energía que lo movía para vivir su entrega misionera.

Sus misiones en México

Pasando por las distintas misiones de lo que ha sido la provincia de los Misioneros Combonianos en México, no existe un lugar en donde no encontremos un recuerdo del hermano Arsenio.

En lo que hoy es la diócesis de La Paz, en Baja California Sur, desde Los Cabos hasta Norte, en las misiones de la costa en Bahía Asunción y en Bahía Tortugas. En todas partes, existe alguna obra o alguna persona que recuerda la entrega silenciosa y oculta de un misionero que pasó haciendo el bien, sin hacer mucho ruido. Casi como recordándonos aquellas palabras de San Daniel Comboni que dicen que sus misioneros tienen que ser como piedras escondidas en los cimientos de la gran construcción.

En la diócesis de Tuxtepec, Oaxaca y en particular en la parroquia de San Felipe Usila, ahí quedó para siempre la fachada de la Iglesia parroquial construida con enormes sacrificios por el hermano Arsenio.

En los años 1986 al 1988 estuvo en la parroquia de Valle Nacional y de ahí cambiaría de un contexto entre la población indígena chinanteca a la gran periferia de la ciudad de México, concretamente en la misión del Valle de Chalco.

En la diócesis de Chalco muchas personas jamás olvidaron un viejo Jeep rojo que pasaba por las polvorientas calles del Valle de Chalco en donde el hermano Arsenio con el hermano Amancio Galerón iban levantando las primeras capillas que serían más tardes la enormes parroquias en donde hoy viven más de un millón de personas. Ahí fue donde los volantines y los columpios hechos artesanalmente por el ingenio del hermano Arsenio se revelaron como lo más exitoso entre los niños que vivían en donde terminaba el mundo.

También en la Arquidiócesis de México muchos se acuerdan de él. bastaron dos años (1964-1966) de presencia del Hno. Arsenio en la comunidad comboniana del Artesanado, allá por los rumbos de la salida a Puebla, para que la gente hablara de él como una persona espléndida. La comunidad se encargaba de una pequeña obra de formación para jóvenes que eran rescatados de la correccional y eran acogidos con gran cariño por la comunidad comboniana coordinada por el padre Santiago Piccinelli. El Hno. Arsenio les pareció a todos como un gran formador de jóvenes y niños, gracias a sus conocimientos técnicos y a su pedagogía para preparar, enseñar, formar y adiestrar las personas transmitiendo el conocimiento para la elaboración y ejecución de las actividades con la competencia y las técnicas apropiadas.

Trabajador humilde y sencillo

Como muchos hermanos de su tiempo, Arsenio fue alguien que vivía su entrega a la misión sin hacer mucho ruido y sin muchas exigencias personales. Era hombre de trabajo y nada le asustaba. Se mantenía alegre y entusiasta levantando muros o aplanando pisos, compartiendo la fatiga y el cansancio con albañiles y ayudantes que consideraba compañeros de trabajo.

Su trato con los demás siempre era cordial y amable, aunque no escondía que también tenía su carácter y una energía interior que le ayudaba a imponerse cuando era necesario.

En las comunidades en donde le tocó vivir siempre marcó su presencia como buen hermano y era capaz de mantener amistades fraternas con quienes estaban a su lado. Era de los hombres que no tenían grandes exigencias personales y sabía conformarse y agradecer todo lo que ponían a su disposición para ir adelante y ejercer su ministerio. Sin pretender subirlo a los altares, creo que todos los que lo conocimos siempre nos sentimos atraídos por su sencillez de vida y por su ejemplo de entrega entusiasta a la misión haciéndonos sentir muy de cerca el orgullo que sentía de ser comboniano.

Misionero pobre y austero

La vida del hermano Arsenio se puede resumir en pocas palabras y ciertamente la pobreza y la austeridad lo acompañaron toda su vida. La pobreza no sólo la veíamos en su estilo de vida, se manifestaba sobre todo en la disponibilidad para ir a donde la misión lo necesitaba. Sus pertenencias se reducían a una cuantas herramientas y una maleta personal en donde siempre sobraba espacio. No era exigente y se conformaba con lo que la Providencia le iba poniendo a su disposición. Por las noches lo veíamos poner en una sartén todos los restos de la comida y eso se convertía en su cena adornada con unas rebanadas de cebolla y jitomate.

Ciertamente, su corazón no estaba apegado a las cosas y su corazón se mantenía libre de toda atadura que le impidiera ser todo para su misión.

Hombre de oración

Quienes conocimos al hermano Arsenio sabemos que detrás y como apoyo a toda la actividad que acompañaba su vida ordinaria había una profunda experiencia de fe y de oración. No era extraño encontrarlo temprano en la capilla de las comunidades haciendo su oración personal y participando en la eucaristía.

Ciertamente no era hombre de pasar muchas horas en la capilla, pero como muchos hermanos amaban decir, el taller o el lugar de las construcciones se convertían para él  en la capilla en donde la entrega y no pocos sacrificios se convertían en oración silenciosa y vivida alegremente.

En sus actividades con los jóvenes se preocupaba por iniciarlos en ese espíritu y era común verlo iniciar las actividades deportivas con un momento de recogimiento y de oración junto con todos sus muchachos.

La última misión

En el año 2005 el hermano Arsenio había regresado a Italia y durante un año estuvo en Verona para controles y tratamientos de salud. Algunos compañeros le habían sugerido que ya se quedará en su provincia de origen considerando su edad y algunos quebrantos en su salud. La respuesta fue siempre la misma, expresando su deseo de volver a su misión en México.

En mayo del 2006 se integró a la comunidad del seminario de Guadalajara y de ahí pasó a la nueva comunidad del Oasis cuya construcción estaba concluyendo. Ahí el hermano Arsenio volvió a sentirse en su ambiente, aunque las fuerzas iban disminuyendo considerablemente. En julio del 2010 regresó a Italia para controles médicos y aunque sabía que no podría recuperar las fuerzas del pasado, insistió en volver a México y dos mese después volvió a integrarse a la comunidad del Oasis, esta vez como uno de los miembros ancianos y enfermos que necesitaría de cuidados.

Oasis Daniel Comboni. Guadalajara. Fiesta de 100 años del Hno. Arsenio Ferrari

Poco a poco fue necesitando de mayores cuidados y las enfermedades le fueron impidiendo moverse y comunicarse, pero su mente estaba siempre viva y reaccionaba al contacto con los demás miembros de la comunidad con la expresión de su rostro que se mantuvo sereno hasta el final.

Durante muchos años la misión del hermano Arsenio, en esta última etapa de su misión entre nosotros, consistió en recordarnos el valor de la fidelidad a una opción hecha para toda la vida. Su presencia nos recordaba que lo importante de la misión no está en lo mucho o en lo poco que podamos hacer, sino en la capacidad de vivir dándonos cada día con generosidad y alegría.

Los últimos años de su vida, totalmente dependiente de la ayuda y la atención de los demás, nos invitaban a reconocer que lo que nos hace grandes en la misión consiste en ir hasta el final dejándonos llevar por los caminos que el Señor ha preparado desde el principio para cada uno de nosotros.

Su última misión fue la misión del silencio y del total abandono y seguramente la más fecunda porque, a través de su presencia, dejó que el Señor siguiera manifestándose como el verdadero protagonista de toda misión.

El hermano Arsenio, fue siempre un hombre de gran disponibilidad y no encontramos en el testimonio de su vida ningún momento en el que haya rechazado el plan de Dios, aún en la enfermedad y en desaparecer de las energías.

Hoy podemos decir de él que fue un misionero alegre y siempre entusiasta que supo vivir el carisma comboniano con una gran pasión y que supo decirnos con su vida lo orgulloso que se sentía de ser un hijo de san Daniel Comboni.

Pasó entre nosotros y se nos concedió tenerlo por muchos años entre nosotros como testigo de la belleza de la vocación misionera y hoy nos toca decir gracias porque en el hermano Arsenio se nos dio el regalo de un misionero alegre, entusiasta, humilde y sencillo.

El recuerdo de su vida, seguramente, se convertirá en ejemplo que nos reta a vivir con pasión y sin recortes el don de nuestra vocación misionera comboniana.

Gracias hermano Arsenio por haber dejado entre nosotros lo más bello de tu vocación misionera comboniana y el don de tu larga vida.

P. Enrique Sánchez G. mccj


El Hno. Arsenio Ferrari nació el 18 de diciembre de 1921 en Grezzana, en la diócesis de Verona, Italia. Ingresó al noviciado de Venegono (Italia) el 1 de agosto de 1941 e hizo sus votos temporales como Hermano comboniano el 13 de junio de 1943. Estuvo en Italia los primeros cuatro años de su vida religiosa (1943-1947) como responsable de mantenimiento de las casas de Rebbio y Thiene. En 1948 su sueño de partir a la misión se hizo realidad. Su destinación no fue África, como sucedía con la mayoría de los combonianos de aquel tiempo, sino México, al Vicariato de la Baja California.

Formó parte del primer grupo de combonianos que partieron de Nápoles el 3 de enero de 1948 rumbo a Baja California Sur. El grupo estaba integrado por los Padres Elio Sassella (superior del grupo), Pedro Vignato, Amadeo Ziller, Antonio Piacentini, Luis Ruggera y Bruno Adami, y los Hermanos Gino Garzotti, Francisco di Domenico y el propio Arsenio Ferrari.

Llegaron a Nueva York el 17 de enero, donde fueron recibidos por el P. Barbisotti. Prosiguieron hacia Cincinnati y de allí, el día 20, partieron hacia Los Ángeles acompañados por el P. Accorsi. El 22 de enero llegaron a Tijuana con la misión de abrir una nueva etapa en la historia del Instituto iniciando la presencia comboniana en México.

El 25 de abril, junto con el P. Amadeo Ziller, llega a La Paz. Ambos iban acompañados por el  Superior General, P. Todesco, en visita a la nueva misión asumida por el Instituto. Tras un viaje de más de cinco horas, el P. Ziller y el Hno. Arsenio llegan a la misión de El Triunfo el 24 de mayo. Fue su primera misión.

El 2 de junio de 1949 hizo sus votos perpetuos y en noviembre del mismo año, se traslada a la misión de La Purísima, acompañado por el P. Antonio Piacentini. Su entrada no es que fuera precisamente triunfal, la gente se mostró más bien fría e indiferente. Cuando preguntaron dónde iban a alojarse, les mostraron un cuartito de cuatro metros de ancho con tres puertas, sin ventanas y privado de todo. Se instalan como pueden, tomando prestados dos catres. Ante este panorama, los dos misioneros escriben en su diario: «Aquí el Señor ha hecho su morada sacramental, así que nosotros también podemos instalarnos en la habitación contigua contentos de parecernos a Él en su pobreza». El Hermano Arsenio se pone de inmediato a reparar el local y hacerlo más digno y habitable.

En 1950 lo encontramos en La Paz, en el orfanato que luego se convertiría en la Ciudad de los Niños. Allí puso en marcha una carpintería y comenzó a educar y atraer a los niños y jóvenes especialmente con el deporte. En 1958 va a Italia de vacaciones, por primera vez desde que llegó a México, tras 11 años ininterrumpidos de trabajo misionero. Allí estuvo cerca de un año. Desde 1960 hasta su fallecimiento permaneció siempre en México. En Baja California, el Hno. Arsenio trabajó también en Vizcaíno y Bahía Tortugas.

En el interior de la República el Hno. Arsenio pasó por varios lugares, desde Sahuayo hasta el Valle de Chalco, pasando por las misiones de Jalapa de Díaz, Ojitlán y Usila. En todas ellas dejó un gran recuerdo, especialmente entre los jóvenes que lo conocieron.

El 11 de febrero de 2008 se inauguró en Zapopan, Guadalajara, el Oasis San Daniel Comboni con la finalidad de acoger a los misioneros ancianos y enfermos. El Hno. Arsenio sería uno de sus primeros moradores. En 2021 cumplió los 100 años rodeado de muchos amigos y hermanos de congregación. En aquella ocasión, el P. Enrique Sánchez, entonces Superior Provincial, afirmó en la misa de acción de gracias que «el Hermano Arsenio fue y sigue siendo una bendición para la misión y para el instituto de los combonianos. Su sola presencia en medio de nosotros es un motivo de agradecimiento y un testimonio por tantos años entregado a los demás».

El 21 de enero de 2025, a la edad de 103 años, regresó a la casa del Padre. Aunque ya nos haya dejado, sigue siendo una bendición para nosotros. Quienes le conocieron y tuvieron la dicha de convivir con él lo recuerdan como una persona sencilla y entregada a los demás. Ya no está entre nosotros, pero desde el cielo seguirá intercediendo por este pueblo que tanto amó.

P. Ismael Piñón. Esquila Misional


Hno. Arsenio Ferrari, apóstol de México

La historia de la misión se hace y se escribe con personajes reales que viven su vocación siguiendo a Jesús con pasión en la misión y al servicio del pueblo de Dios. Uno de estos misioneros es el hermano Arsenio Ferrari que cumplió 100 años de edad el 18 de diciembre de 2021 y que ha gastado 73 años de su vida misionera en la evangelización del pueblo mexicano, sólo 5 años ha estado en su natal Italia. El hermano Arsenio llegó a Tijuana, México con el primer grupo de misioneros combonianos en 1948. Con gran energía, entusiasmo y creatividad ha servido al pueblo mexicano en los diversos trabajos y lugares donde ha prestado su servicio misionero.

Todo comenzó en 1947 cuando el Capítulo General de la “Congregación de los Hijos del Sagrado Corazón” (hoy Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús) decidió expandir su servicio misionero a otros países fuera del continente africano (cfr. MCCJ BOLLETTINO, n. 24, Fiesta del Sagrado Corazón, 1947, p. 500). En septiembre de ese año se informó a la Congregación de Propaganda Fide la disponibilidad del Instituto de realizar su labor misionera en otros continentes. En esos día acababa de llegar a Roma Monseñor Felipe Torres Hurtado, M.Sp.S, Administrador Apostólico del Vicariato de la Baja California que estaba buscando el apoyo de alguna congregación misionera que lo auxiliara en la labor evangelizadora de la parte meridional de la Península de la Baja California. Propaganda Fide puso en contacto a Monseñor Torres Hurtado con la Congregación. En octubre, Monseñor Torres Hurtado y el P. General Antonio Todesco formalizaron un acuerdo en el cual la congregación se comprometió a enviar un primer grupo de misioneros, seis sacerdotes: Elio Sassella, superior del grupo, Pedro Vignato, Amadeo Ziller, Antonio Piacentini, Luis Ruggera y Bruno Adami, y tres hermanos: Gino Garzotti, Francesco Di Domenico y Arsenio Ferrari (cfr. MCCJ BOLLETTINO, N. 26, enero 1948, pp. 588-589).

El hermano Arsenio nació el 18 de diciembre de 1921, en Rezzana, Italia. Ingresó al noviciado el 1 de agosto de 1941 e hizo los primeros votos religiosos el 13 de junio de 1943. Estuvo en Italia los primeros cuatro años de su vida religiosa (1943-1947) como responsable de mantenimiento de las casas de Rebbio y Thiene. En 1948 su sueño de partir a la misión se hizo realidad. Su destinación no fue África, como sucedía con la mayoría de los combonianos de aquel tiempo, sino México, al Vicariato de la Baja California. Una misión que a pesar de ser en el continente americano presentaba grandes retos, pero al mismo tiempo suscitaba un gran expectativa y entusiasmo en el hermano Arsenio y el resto de los misioneros porque eran los pioneros de una presencia nueva en un país donde el instituto nunca antes había realizado ningún servicio misionero.

El territorio del Vicariato era toda la península de la Baja California que tenía una longitud de 1.247 km, una extensión total de 143.390 km², además la gran parte del territorio era desértico o semidesértico, la población era de alrededor de 400 mil personas, las comunidades vivían muy aisladas unas de otras y abandonadas en todos los aspectos debido a la carencia de medios de comunicación y la falta de sacerdotes. Por eso es que monseñor Torres Hurtado buscó un instituto misionero que lo apoyara en su labor evangelizadora. A nuestro instituto se le confió la mitad del vicariato, la parte sur, lo que hoy es el estado de la Baja California Sur y una población de alrededor de 150 mil personas. El Superior General después de su primera visita describió la situación con las palabras siguientes: “Confieso que sentí un fuerte dolor en mi corazón al ver cómo esta pobre gente necesita sacerdotes y un apostolado activo” (MCCJ BOLLETTINO, n. 27, julio 1948, p. 650).

Cuando el hermano Arsenio llegó a México (Tijuana), el 22 de enero de 1948, apenas había cumplido 26 años de edad (el 18 de diciembre de 1947) y por lo tanto llegaba lleno de energía, entusiasmo, generosidad y mucha creatividad, estas actitudes y cualidades suyas caracterizaron toda su vida misionera, así lo describió Francisco López Gutiérrez, historiador sudcaliforniano: “Hablar del hermano Arsenio Ferrari es hablar de “fuerza, carácter y carisma”. Fuerza para iniciar y terminar cualquier tipo de trabajo; carácter para no doblegarse frente a las dificultades y la carencia de insumos materiales; carisma para atraer y entusiasmar a los jóvenes al trabajo y al deporte, en el contexto difícil de los años 50’s a los 70’s del siglo XX”. El realizó muchos trabajos y servicios misioneros diversos, pero supo combinarlos e integrarlos en su visión de misión con el fin de favorecer el desarrollo integral de la persona.

Él contribuyó a la formación de obreros calificados en los diversos campos de la construcción a través de los talleres de artes y oficios, principalmente en el de La Ciudad de los Niños, en La Paz, donde asistía estudiantes residentes y externos. El P. Zelindo Marigo fue el creador de esta obra social adjunta al Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe con el fin de acoger niños desamparados. El P. Marigo daba formación religiosa y espiritual a los niños mientras que el hermano Arsenio se encargaba de enseñarles oficios, artes y deportes. Él también trabajó en la reconstrucción y remodelación de varios templos parroquiales y capillas, logró mejorarlos sacarlos del estado deplorable en que se encontraban. El concibió y colaboró con el hermano José Menegotto en la construcción de un estadio deportivo adjunto al santuario y la ciudad de los niños.

Sin embargo, su labor no se redujo a las instituciones y estructuras creadas por los misioneros. Él por las tardes al terminar sus trabajos o los fines de semanas salía a las calles, a los parques, a los lugares donde se reunían niños y jóvenes para encontrarse con ellos. A través de la música y del deporte se relacionaba con ellos con el fin de acercarlos a la Iglesia y alejarlos de los vicios, para que siguieran los caminos de Dios y no los del mundo. Tenía un equipo de sonido adaptado a su camioneta, recorría las calles tocando música mexicana, cuando los jóvenes se acercaban les proponía reunirse para practicar algún deporte y, después, asistir a la Iglesia. De esta manera organizó torneos de fútbol, béisbol, voleibol y otros deportes con los jóvenes que encontraba y los de la Ciudad de los Niños.

Los domingos cuando iba a las capillas pasaba por las calles sonando la trompeta de su camioneta, luego en el patio de la capilla colocaba un volantín (juego infantil) que él había creado para la diversión de los niños que se divertían mucho, luego acompañaban al hermano a ir casa por casa invitando a la gente a las actividades de la capilla: temas, oraciones, deportes. En la Paz hay muchas personas que recuerdan con cariño al hermano Arsenio y como a través de este método los ayudó a crecer sanos y en la fe. Él aplicó esta metodología en los diversos lugares donde sirvió. Gente en el Valle de Chalco, a las afueras de la ciudad de México, recuerdan también como de esta manera el hermano los ayudó a crecer en su fe.

El hermano Arsenio gastó la mayor parte de su vida en las misiones de la Baja California: San José del Cabo, Todos Santos, El Triunfo, La Purísima, La Paz, Santa Rosalía, San Ignacio, Bahía Tortugas, Bahía Asunción y El Vizcaíno donde sirvió con entusiasmo y generosidad. Pero también hizo su labor misionera en otras comunidades de México: Usila, Oaxaca; Valle de Chalco, Estado de México; San Francisco del Rincón, Guanajuato; Guadalajara, Jalisco. Los últimos años residió en el Oasis san Daniel Comboni, en Guadalajara, casa para los misioneros ancianos y enfermos. A pesar de la edad y enfermedad nunca perdió su alegría ni optimismo rasgos típicos de su personalidad y espiritualidad. Dedicó los últimos días de su vida terrena a la oración.

Cuando la noticia de su cumpleaños número 100 se dio a conocer en las redes sociales la noticia fue reenviada en México y otros países y muchas personas enviaron felicitaciones al hermano Arsenio y comentaron la manera en que realizaba su ministerio misionero y la manera en que les ayudó a ser mejores personas y mejores católicos, en estos mensajes describen rasgos de la personalidad, espiritualidad y metodología misionera.

El hermano Arsenio creía profundamente en el llamado que le hizo Jesús, además, era un hombre plenamente feliz porque vivió su vocación con humildad, confianza en Dios y generosidad, esto se deduce de la entrevista que le hicieron en 2009 (parte final de la entrevista):
“¿Cuáles han sido las mayores dificultades que ha pasado en su vida misionera? – Ninguna, porque siempre he tenido fe. – Si pudieras volver al pasado y cambiar de vida, ¿escogerías la misma? – La misma. Una vez le dije sí al Señor y siempre he sido fiel, así quiero permanecer hasta la muerte. Hermano, ¿eres feliz? Siempre, siempre he sido feliz en mi vocación”.

Él era el único misionero comboniano vivo del primer grupo de nueve misioneros combonianos que llegaron a México en 1948. Ellos nunca se imaginaron que su apostolado misionero produciría muchos frutos para el Reino de Dios y para el bien del Instituto. La presencia comboniana no permaneció sólo en el Vicariato de la Baja California, pronto se extendió al interior de México con diversas comunidades y servicios misioneros: pastoral indígena, pastoral urbana, pastoral social, animación misionera, promoción vocacional, formación. Junto con estas obras y servicios misioneros crecieron grupos de bienhechores que con generosidad han apoyado la obra misionera comboniana en México y en el mundo.

En la persona del hermano Arsenio agradecemos a ese grupo de misioneros pioneros que haciendo a un lado su sueño de ir África, siguiendo los pasos de nuestro fundador, aceptaron con fe y alegría el reto de venir a México para iniciar un nuevo servicio misionero fuera de África, pero siguiendo el carisma heredado de nuestro fundador de servir a los más pobres y abandonados y hacer causa común con ellos.

P. Fernando González Galarza, mccj
comboni.org