La parroquia de San José de Comalapa, en el estado de Veracruz, acaba de cumplir 30 años de su creación. Ahí se encuentran los Misioneros Combonianos desde hace varios años. El pasado 16 de octubre quisieron unir en una sola celebración tres acontecimientos importantes: los 30 años de la parroquia, la fiesta de san Daniel Comboni y el Domingo Mundial de las Misiones.

Texto y fotos: P. Ismael Piñón

Comalapa es un pequeño pueblo en medio de las montañas, perteneciente al municipio de Zongolica, en la actual diócesis de Orizaba, Veracruz. Para llegar es necesario armarse de paciencia e ir serpenteando las hermosas montañas de la región repletas de una frondosa vegetación que llenan de color verde todo el paisaje. Ahí se encuentra la iglesia de San José, que antiguamente pertenecía a la parroquia de Zongolica, distante a unos 22 kilómetros, pero que parecen el doble debido a la infinidad de curvas, subidas y bajadas por la carretera que las une y que hace difícil y pesado el desplazamiento de un lugar a otro.

Un poco de historia

El 1 de septiembre de 1992 el arzobispo de Xalapa, monseñor Sergio Obeso, ya fallecido y que en 2018 había sido creado cardenal por el papa Francisco, decidió establecer una nueva parroquia con centro en Comalapa porque, debido a la distancia con Zongolica, se hacía cada vez más difícil acompañar a las más de 40 comunidades cristianas que forman la actual parroquia. El padre Francisco Chiquito González, sacerdote diocesano, fue su primer párroco. Durante los primeros años, fue atendida por sacerdotes de la diócesis de Orizaba. Según me comentaba un anciano del lugar, fueron tiempos bonitos, porque todos colaboraban y se creó un ambiente de parroquia muy bueno. Eso duró unos cuantos años, hasta que debido a una serie de dificultades con uno de los sacerdotes, la parroquia vivió una época «difícil y oscura», según algunos de los feligreses. Para buscar una solución el obispo pidió a los combonianos que asumieran el servicio pastoral de toda la parroquia. Los combonianos respondieron positivamente a la petición del obispo y comenzaron a ir de manera ocasional, desplazándose desde la Ciudad de México, para atender las necesidades pastorales de la parroquia, pero sin vivir en ella. Finalmente, el 3 de diciembre de 2016 se creó una nueva comunidad comboniana en Comalapa, siendo el padre José Luis Martínez Acevedo el primer párroco. Desde entonces, los Misioneros Combonianos tienen una presencia permanente ahí.

El P. Guillermo Aguiñaga con algunas de las mujeres que prepararon la kermés

Presencia comboniana

Actualmente son tres los combonianos que asumen el trabajo pastoral en la parroquia: el padre Guillermo Aguiñaga, como párroco, y los padres Armando Máximo Aquino y Mehari Abraha Iskias, este último de origen etíope. Con ellos estaban también en el momento de hacer este pequeño reportaje dos novicios combonianos realizando su experiencia de misión: el mexicano Martín Xalamihua Zopiyactle, originario de la misma parroquia, y Carlos Enrique Loor Vera, de origen ecuatoriano. Desde hace un año, más o menos, la parroquia cuenta también con la presencia de una comunidad de religiosas, las Misioneras de Guadalupe, que colaboran en la pastoral, especialmente en la catequesis y en la formación de catequistas.

Además de Comalapa centro, los padres atienden pastoralmente las 48 comunidades que pertenecen a la parroquia en otros tantos pueblitos dispersos por la montaña y en los que suele haber un mayordomo que anima y organiza la vida de la comunidad.

Con la llegada de los combonianos la parroquia pudo superar el momento de dificultad y poco a poco fue creciendo y organizándose, tanto en el centro, como en los diferentes pueblos y comunidades. Una vez al mes, los catequistas responsables y los mayordomos de cada pueblo se reúnen con el párroco para programar las actividades, las festividades y la pastoral que se hace en cada sector parroquial. Con la colaboración de las hermanas también se organizan sesiones y cursos de formación para los catequistas. Gracias a las mayordomías, elegidas por la comunidad, cada pueblo se puede organizar para las actividades del año, ya que al ser tan numerosas y dispersas, es difícil que el párroco pueda estar presente en todas de manera permanente. Los tres sacerdotes se van turnando para visitar con regularidad cada uno de los pueblos y comunidades, celebrar las misas y visitar a la gente. Tuve la oportunidad de ir a una de ellas para la celebración de la misa y de acompañar al padre Armando a otra. Pude apreciar la sencillez de la gente y su generosidad y espíritu de acogida hacia el padre que los va a visitar.

Tres fiestas en una

El domingo 16 de octubre fue un gran día para la parroquia. Los 30 años de vida como comunidad parroquial merecían ser celebrados. Aunque la fecha exacta de la creación de la parroquia fue un primero de septiembre, aplazaron la celebración por cuestiones prácticas y para hacerla coincidir con dos fechas muy significativas para las misiones: el 10 de octubre, fiesta de san Daniel Comboni, fundador de los Misioneros Combonianos, y el penúltimo domingo de octubre, Día Mundial de las Misiones.

La celebración comenzó con la misa de las ocho de la mañana, aunque el ambiente festivo se vivía ya desde varios días antes, con todos los preparativos, reuniones y programación de actividades para la kermés. La misa fue presidida por el padre Armando, con una iglesia abarrotada y decorada de manera especial para la ocasión, con una gran imagen de san José, el patrono de la parroquia, a un lado, y un enorme retrato de san Daniel Comboni al otro. Una vez terminada la misa, el padre Armando encabezó una procesión por todo el pueblo con las imágenes de san José y san Daniel Comboni mientras las campanas repicaban con fuerza. Tras la procesión comenzaron las actividades de la kermés, en la que no faltó de nada. Había puestos de carnitas, barbacoa, tacos, tortas, quesadillas, varios bazares en los que se podía comprar ropa y otros artículos, refrescos y otras bebidas y hasta una atracción de juegos inflables para disfrute de los niños.

A las doce del mediodía se celebró una segunda misa, con la iglesia también a rebosar de gente, y animada por un coro de niños que se desplazó especialmente desde la parroquia Zongolica para mostrar su comunión con la que en su día fue parte de ella y que hoy sigue su propio camino. La fiesta continuó todo el día. A las tres de la tarde se tuvo que celebrar una tercera misa debido a la gran afluencia de gente, que no dejó de estar presente hasta bien entrada la tarde. El día se completó con un baile festivo en la noche y los obligados cohetes que no dejaron de sonar durante toda la fiesta.