Fecha de nacimiento: 13/05/1922
Lugar de nacimiento: Tassullo I I
Votos temporales: 07/10/1943
Votos perpetuos: 24/09/1948
Fecha de ordenación: 11/06/1949
Llegada a México: 1950
Fecha de fallecimiento: 27/12/2012
Lugar de fallecimiento: Verona/I
Buen número de los Combonianos de pertenencia radical a la Provincia de México conocieron al P. Primo tanto en el seminario como posteriormente en las comunidades según los diversos sectores, especialmente en el de la animación misionera; es alguien sobre cuya vida y labor, aunada a la de otros tantos, creció y se alzó lo que hoy somos como provincia.
Introducción general a la vida y trabajo del P. Primo
Hijo de Primo Bentivoglio y de Elena Valentini. Nació en Tassullo (Trento) en el hermoso Valle de Non el 13 de mayo de 1922; en ese valle también nació el gran jesuita misionero de las Californias, el P. Eusebio Chini (Kino en México).
Ingresó al noviciado de Firenze el 10 de octubre 1941 donde hizo sus primeros votos el 7 de octubre de 1943. Fue ordenado sacerdote 6 años después en Milán, el 11 de junio de 1949.
Después de un año de Animación Misionera en Venegono, fue destinado a México a la entonces prefectura apostólica de Baja California Sur, donde pasó casi 36 años en diferentes comunidades y periodos. Donde más duró fue en la misión de San Ignacio; casi ocho años.
En el interior del País mexicano trabajó 17 años; once de los cuales como ecónomo y animador misionero en Sahuayo, estado de Michoacán. Los últimos nueve años de su vida los pasó en Italia; cinco en Arco y sus últimos cuatro en Verona.
De la Parroquia a la economía y la animación misionera y viceversa
En 1950 fue destinado a lo que sería la misión de su vida: Baja California Sur, México. El primer servicio que dio ahí fue como vicario en la Parroquia de Santa Rosalía del 1 de julio de 1950 hasta el 30 de junio del 51. Después le nombraron párroco de La Purísima del 1 de julio de 1951 a 1954. Realizó el trabajo como ecónomo en el seminario de Sahuayo durante siete años.
Posteriormente regresó a la prefectura apostólica de Baja California Sur, donde se desempeñó como Párroco de Santiago del 1 de julio del 61 al 30 de junio de 64. El siguiente día le asignaron la parroquia de La Purísima, donde trabajó por dos años.
El 1 de julio de 1966 asumió la labor de ecónomo y animador misionero del seminario de Sahuayo durante tres años más. Los siguientes dos años fue ecónomo en la Ciudad de México.
“Para variar”, el 1 de julio de 1971 los superiores lo enviaron, nuevamente, como ecónomo y animador misionero del seminario de Sahuayo, cargo que realizó por casi un año.
El 1 de julio de 1972 volvió a la Ciudad de México pero ahora a cargo de la Parroquia de las Virgencitas hasta el 30 de junio del 1976. Durante el año de 1973, el P. Erasmo Bautista Lucas y el P. Rafael González Ponce trabajaron los fines de semana en el apostolado en esta parroquia. “Conservo -narra el P. Erasmo- un buen recuerdo de este gran sacerdote misionero comboniano, amable, afable y sumamente comprensivo con las personas confiadas a su cuidado; pastoral dedicación a la formación de los acólitos en el gusto por el servicio al altar; por todos los medios se esforzó por contagiar a la gente del cariño de la Providencia Divina manifestada en Cristo; llevo en al alma al P. Primo mirándolo ahora con el paso de muchos años, como un hombre contento y agradecido de su vocación a la vida consagrada y misionera”.
Tercer y mayor servicio en la Prefectura Apostólica de Baja California Sur (1976 a 2003)
De esta etapa se conserva una mayor correspondencia en español que hace posible, a la par que se narra lo sucedido, advertir con las palabras del P. Primo sus sentimientos.
El 1 de julio de 1976 le fue encargada, nuevamente en Baja California Sur, la parroquia de Mulegé que atendió hasta el 30 de junio del 1979.
Durante este tiempo, muy enferma su madre y viuda desde hace muchos años, en diciembre del 1978, el P. Primo viaja a su lugar natal para atenderla. Sobre este suceso el P. Primo contó: “Es una de las más grandes experiencias que hice en toda mi vida; de veras una experiencia de Fe, de Esperanza y de Caridad; he probado en varias ocasiones una gran gratitud a Dios y para con los hermanos -que me rodearon de mucha caridad- por el hecho de ser comboniano”. Después de la muerte de su madre, el P. Primo viajó a Fátima y luego regresó a su misión bajacaliforniana.
Habiendo estado en Baja California, el 1 de julio de 1979, el P. Primo fue delegado párroco de Ciudad Insurgentes, donde estuvo solo un año.
La Parroquia de San Ignacio
El 1 de julio del siguiente, el superior provincial Jaime Rodríguez puso la Parroquia de San Ignacio bajo la dirección del padre hasta el 30 de junio de 1988; fue aquí donde el P. Primo vivió el periodo continuo más largo de su ministerio y donde enfrentó una fuerte soledad familiar y espiritual.
Cuando inició esta nueva etapa de su vida, seguida de la muerte de su mamá que, según él, le hizo sentir derrotado pero, Dios mediante, no vencido, escribió al provincial: “Me encuentro aquí en San Ignacio, material y espiritualmente muy pobre, mas con el alma que reboza de alegría; pocas veces he sentido presente a Dios como en esta soledad; quisiera decirle que faltándome todo, me siento rico”. En esta ocasión también manifestó su preocupación por los futuros misioneros pues le dijo: “Quisiera que analizara en varios (novicios) la piedad hacia Dios y hacia los hermanos; evitar rebeliones en algunas obediencias, y el espíritu de sacrificio sincero, práctico, concreto más vivido”. Y cuestionó: “¿Y la pobreza tiene todavía valor en la práctica?”.
El estado anímico del P. Primo se fortalecía, cuando tiempo después de la muerte de su madre, el único hermano del P. Primo se encontró en coma. En este momento el P. Primo comunicó a su provincial: “Me estoy esforzando mucho de aparentar alegría y, sobre todo, con mucha sinceridad acepto lo que Dios quiera. A los dos años de la muerte de mi mamá, Dios me pide este otro sacrificio. Ahora, de seis (mi mamá enviudó a los treinta años), quedo sólo y fui el segundo de la familia. Con este último hermano nos tenemos mucho cariño y confianza. Padre no me encuentro ni infeliz, ni amargado. Dios me concedió asistir a mi mamá hasta la muerte, en mis cinco meses de vacaciones, hace dos años. Mis hermanitos murieron chicos, y están en la Gloria; las últimas palabras de mi papá fueron ‘ahí viene la Virgen por mí’ y espero que este último hermano, siempre muy católico, alcanzará el premio de su Fe y confianza en Dios. Habré quedado yo por más malo y para separarme poco a poco, de lo muy inútil y vano del mundo”.
Prontamente el P. Jaime le recomendó tener fe en la realidad de la promesa de la vida eterna pues la palabra de Cristo segura y verdadera. Y al mismo tiempo le recordó: “Ha perdido temporalmente un hermano, pero le quedamos muchos: la congregación”.
Pasado este adverso tiempo, el P. Primo en una postal hace ver que reafirmó su opción de vivir pobre pues aunque recibió una herencia familiar decidió no poseerla ni administrarla. En la misma manifestó también su certeza de que una buena vida comunitaria es lo que Cristo espera de los misioneros.
A finales de 1982 con una salud meridiana, el P. Primo pidió ir el siguiente año a Italia de vacaciones. En estas se asombró por el gran cariño y atenciones que le dieron su cuñada y sobrinos. También aprovechó para la animación misionera pues, visitando a algunos primos, reunió un grupo de personas en Ginebra que le ayudara en su misión para construir la Iglesia del Bonfil. Al finalizar sus vacaciones, de nuevo presentó disponibilidad para abandonar o continuar en lo que a él le parecía una “bonita misión” en San Ignacio.
A su regreso, a primeros de noviembre 1984, la tarea que le asignaron el P. Joaquín Orozco y su consejo fue la de Párroco en San Ignacio y vicario en Santa Rosalía, residiendo en esta última para la vida comunitaria y acudiendo a la primera para realizar su ministerio. Así transcurrieron un par de años serenos de servicio parroquial.
En el año 1987 el P. Primo en un telegrama a su superior le pidió salir de vacaciones a Europa con la intención de tomar un curso de aggiornamento y de celebrar en Verana su cumpleaños; a la vez, le aseguró su apertura para aceptar, a su vuelta, un mandato de cambio o continuidad en su servicio misionero en San Ignacio.
En el mismo telegrama el P. Primo manifestó que estaba ya muy cansado espiritual, moral y físicamente. A este cansancio se suman, los casi 17 años continuos en los que tuvo poco contacto con su comunidad religiosa.
La petición fue atendida por el superior provincial en turno, P. Manuel Casillas y su consejo. De este modo el P. Primo en la segunda semana de mayo de 1987 estuvo en su casa después de pasar por Verona. El curso se canceló, sin embargo, en Fai, tuvo la oportunidad de reencontrarse con sus cohermanos y de revalorar su camino compartiendo experiencias ya que el 24 del mismo participó de una reunión de Misioneros Combonianos y sus familiares. Este hecho lo confortó profundamente y dijo al respecto: “(…) algo bonito y más agradable todavía haberme encontrado con compañeros que no veía desde hace hasta casi cuarenta años; oírlos hablar de sus experiencias en Sudán, Uganda, Mozambique, etc. Bendito sea Dios … en México estamos en la gloria, si nos confrontamos con ellos”.
Al regreso del P. Primo, el superior y su consejo tenían en mente imitar a su Fundador, San Daniel Comboni, que no distribuía al azar a las personas en sus campos de trabajo, sino al contrario, tomaba muy en cuenta el carisma, condiciones y necesidades de cada uno y hasta donde era posible, trataba de poner a cada misionero en su lugar. Pero, a causa de una falta de personal en la Parroquia de Cd. Constitución, B. C. S. y contentos con el trabajo del P. Primo, los superiores decidieron que se integrara “por un tiempo” a dicha comunidad para colaborar con el P. Mario Negrini con la esperanza de que, habiéndose normalizado la situación, el padre sirviera en otra misión de Baja California, con ello finalizó su misión en San Ignacio.
La Paz, Mulegé y Guerrero Negro
Poco tiempo pasó y el 24 de octubre de 1988 le enviaran a la Casa Comboni de La Paz donde estuvo hasta febrero del 1993. Este envío produjo en él un agradecimiento tal que dijo: “Muy sinceramente agradezco la oportunidad que me ha dado de servir a Cristo Jesús en sus cohermanos enfermos, ancianos o de paso por esta casa; así mismo vivir más profundamente mi espiritualidad”. En esta comunidad fue superior, apoyó en la animación misionera y en la promoción vocacional. Además de ayudar a sus cohermanos cercanos en el ministerio los fines de semana y por un periodo pequeño en Santa Rosalía. Estando ahí, el P. Primo salió de vacaciones a Italia por tres meses donde se encontró con un homenaje al P. Eusebio Chini (Kino), SJ que trabajó en California y paisano suyo. A su regreso continuó en la Casa Comboni de La Paz de donde, por su habilidad, el 22 de enero de 1992, le confirman superior la comunidad por otro trienio, siendo en aquellos años provincial el P. Enrique Sánchez G.
Con el fin de ayudar en su servicio al P. Panozzo en Mulegé que sale de vacaciones, a partir del 25 de marzo, el P. Primo fue mandado a dicha parroquia hasta febrero de 1995. De este periodo de servicio cuenta: “Gracias de corazón por los días que pasé en Mulegé; siento que fueron de provecho espiritual -gracias al Señor- para los fieles y para mí”.
Mientras estaba en Mulegé se entregó esta misión al clero diocesano. Sobre este hecho el provincial escribió: “Los Combonianos, gracias a Dios, dejamos en Mulegé no sólo obras materiales, sino sobre todo un ejemplo de dedicación abnegada a favor de aquella población”, del cual había sido parte el P. Primo. En marzo del mismo año el superior provincial notificó al P. Primo que fuera nuevamente a La Paz pero a la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús, donde estuvo hasta 30 de junio del 97. Recién llegado a la Parroquia, el P. Primo muestra el cansancio que le producen las confesiones por su edad y porque su físico ya no le responde del todo bien. Tanto el provincial como el P. Primo confiaron que las próximas vacaciones de verano le ayudaran a recuperar energías. El P. Primo fue a sus vacaciones contento, muy cansado pero ante todo muy sereno.
En esas vacaciones, como en otras, suplió al señor cura de su pueblo por algunas semanas, trabajo que le gustó mucho por la experiencia y el silencio que tuvo en aquellos periodos. Estando de vacaciones, con miras a su regreso, el P. Primo vuelve a dar a conocer su disposición para servir en lo que el Espíritu Santo le ordene a través de sus superiores. De este modo, a su regreso, fue destinado a La Paz donde después de algunos meses suplicó se le cambiase de misión por inadaptación con un miembro de la comunidad, fuertes dolores de cabeza y mal funcionamiento del sistema nervioso.
Atendida esta petición, el provincial P. Enrique Sánchez y su consejo, el 30 de diciembre de 1997, formalmente, asignaron a la comunidad del Guerrero Negro al P. Primo para que atendiera, hasta donde pudiera, las necesidades de la Parroquia. El P. Primo estuvo agradecido con el P. Enrique y le informó que este cambio le sentó muy bien.
Casi un par de años después el provincial en turno, el P. Ramón A. Orendáin, escribió al P. Primo para felicitarlo por su trabajo en aquella comunidad, reconocer agradecido sus méritos que lo hicieron un miembro cabal de la provincia y cerciorarse de que su salud estuviera mejorando, cosa que así era. A mitad del año 1999 el P. Primo estuvo de vacaciones en Italia donde celebró su quincuagésimo aniversario sacerdotal.
A su regreso a Guerrero Negro, al P. Primo le tocó preparar la entrega de esta otra comunidad al clero diocesano, y consideró: “Misión cumplida en Guerrero Negro”. Por su parte, el superior provincial, el P. Ramón escribió al padre, en el 2001: “Aunque lentamente, el pueblo californiano está creciendo y madurando en la fe recibida en el bautismo ( … ) Demos gracias al Dueño de la mies por el privilegio y responsabilidad que usted y todos nuestros hermanos tuvieron al haber sido miembros de la comunidad comboniana que acompañó el nacimiento y crecimiento de las diferentes comunidades o capillas que forman la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe. Le doy a usted las gracias, en nombre del Consejo provincial”.
En las mismas líneas, el superior provincial informó al P. Primo que volvería a La Paz el 19 de diciembre del mismo año y se integraría a la comunidad comboniana de la Casa Comboni donde continuaría ejerciendo su ministerio hasta el 8 de julio del 2003, día en que dejaría la comunidad y, unos días después, las tierras mexicanas.
Retorno a su país natal
El 12 de julio del 2003, el P. Primo llegó a la Rectoría de Trento en calidad de pensionado. Ahí estuvo hasta el 30 de octubre del mismo, pues el 1 de noviembre le enviaron a Arco en la misma calidad donde habitó hasta el 31 de diciembre del 2007.
El 1 de julio del 2008 fue, por último, fue destinado a Verona donde vivió hasta el día de su muerte el 27 de diciembre del 2012. El seguimiento y envío del Mesías que realizó el P. Primo no cabe duda que lo llenó de satisfacción y alegría.
Aunque la vida del padre no estuvo exenta de sufrimientos, sin embargo con el corazón abierto a la gracia transformadora emprendió su camino de purificación que terminó en el anochecer de su vida terrenal y de donde confiamos amaneció para jamás fenecer.
El legado del P. Primo a la provincia de México
El P. Sergio Pendin, antes de morir, dejó unas líneas en memoria del P. Primo: “Tenía una especial capacidad para la Animación Misionera pero su preferencia era el trabajo pastoral. Fue un hombre de intensa y constante oración, meticuloso, parecía un buen novicio. Siempre disponible a tantos cambios con una obediencia casi escrupulosa de estilo perfeccionista que lo hizo sufrir. Tenía especial devoción al Sagrado Corazón y a la Virgen. Mantenía abundante correspondencia con los superiores provinciales a los cuales siempre se refería con admirable y reconocida disponibilidad”.
P. Erasmo Bautista, mccj
Tomado del mccj Bulletin nº 254 suplemento in memoriam, enero 2013