Mensaje final del VI Congreso Americano Misionero CAM6

¡Buenas tardes, Iglesia de América!

El Señor Jesús nos ha convocado una vez más en asamblea, como familia misionera, en el Caribe, en la Isla del Encanto: Puerto Rico. Su fuego abrasador nos ha hecho sentir el calor humano de la acogida y fraternidad de nuestros hermanos boricuas. Es en esta región geográfica del continente donde el Paráclito nos ha permitido vivir el Sexto Congreso Americano Misionero, mejor conocido por sus siglas: CAM6. Agradecemos profundamente a la Tercera Persona de la Trinidad por la efusión de sus dones en estos días que han estado repletos de gracias y múltiples bendiciones.

También, nuestro agradecimiento sube hasta el Cielo por la presencia de cientos de hermanos y hermanas de América, que se han dado cita aquí, y de decenas de misioneros del resto del mundo que nos han acompañado en esta celebración de animación, formación, cooperación y espiritualidad misionera. El agradecimiento a Dios por la presencia de todo el Pueblo de Dios, representados en sus pastores, los Obispos; en los sacerdotes, religiosos, religiosas, consagrados, consagradas y en la abundante presencia laical, que confirma una vez más nuestro deseo de evangelizar en sinodalidad hasta los confines de la tierra.

Somos los testigos de Cristo, más de 1,300 participantes de 42 países, y poco más de 900 voluntarios, que nos hemos dejado impulsar con nuevo ardor a la misión ad gentes de la Iglesia, caminando juntos a la escucha del Espíritu, para ser testigos de la fe en Jesucristo en la realidad de nuestros pueblos hasta los confines de la tierra.

En este mes de noviembre de 2024, aquí en Ponce, Ciudad Señorial de esta hermosa isla caribeña, nos hemos sentido acompañados por Dios, celebrando la riqueza del intercambio cultural y eclesial, con participantes desde Canadá en el norte, hasta Chile en el sur, congregados en las Antillas y acompañados por África, Europa y Asia; representados con hermanos de Italia, España, Vietnam, Filipinas y otros.

Este CAM6 es un proceso de reflexión misionológica sinodal construido en tres grandes ejes temáticos que provienen del objetivo del Congreso: Impulsados por el Espíritu, Testigos de Cristo y Hasta los confines de la tierra. Estos ejes han servido para trabajar cada uno de los días del encuentro en dos grandes bloques:

1. Iluminación Misionológica en las mañanas; y
2. Reflexión y Discernimiento Metodológico en las tardes.

Cada día inició con 3 momentos de iluminación misionológica: dos ponencias y un testimonio misionero. En cada espacio se procuró provocar la reflexión teológica sobre la misión ad gentes, la que se hacía concreta con la experiencia vivencial de misioneras en territorios específicos de primera evangelización.
Las tardes se convirtieron en el eco o resonancia de lo que el Espíritu ha querido suscitar a través de tres estrategias metodológicas:

1. Conversación en el Espíritu del Instrumentum laboris;
2. Proyectos y Experiencias, y
3. Testimonios.

Por medio de un intercambio fraternal que permitió compartir profundamente en grupos los desafíos que nuestra realidad misionera tiene en todo el continente y buscar juntos propuestas para ser respuesta testimonial en nuestras Iglesias locales, y más allá de nuestras fronteras.

Esta metodología utilizó como punto de partida los ejes de acción de las Obras Misionales Pontificias: Cooperación, Animación, Formación y Espiritualidad. Todo esto fue acompañado de una efervescente animación misionera que se intercalaba entre los distintos momentos y anunciaba el fruto de la alegría en el Espíritu.

La presencia vivaz de los jóvenes, las presentaciones folclóricas locales, la acogida en los distintos hogares y centros, las experiencias de misión en las periferias urbanas y rurales de la Diócesis, y los encuentros culturales complementaron tan profundo momento de acontecimiento eclesial.

Estos días en el Congreso nos han permitido retomar lo reflexionado en los Simposios Internacionales Misionológicos, y descubrir lo que el Espíritu ha ido confirmando en lo compartido, en tantos grupos, a saber, la percepción del retardo de América en su respuesta ad gentes al mundo. Si bien es cierto, que han sido enviados misioneros más allá de nuestras Iglesias locales, algo que hemos constatado con la riqueza de los testimonios compartidos en la mañana y en los conversatorios de la tarde; este envío no ha sido en la proporción de católicos de nuestro continente, del que desde hace mucho se espera una respuesta más significativa. Esta toma de conciencia nos invita a pedir perdón a nuestros hermanos más lejanos y pobres que aún esperan el anuncio del mensaje liberador del Evangelio en los confines de la tierra.

Intuimos como gran desafío de esta reflexión misionera, que existe aún una resistencia hacia la misión ad gentes, fundamentada por varios aspectos:

a) una introversión eclesial que hace mirar especialmente hacia lo interno de las respectivas realidades: grupos, movimientos, parroquias, diócesis;
b) falta de gratuidad hacia los misioneros y misioneras ad gentes que existen, y que muchas veces parecieran invisibles para sus Iglesias locales y parroquiales;
c) falta de formación misionológica en nuestras Iglesias locales en todos los niveles; y
d) poca infraestructura y estrategia económica, y de recursos humanos, que apoye la salida misionera.

Frente a esto, también se han ido intuyendo propuestas que brotan de lo compartido, tales como:

a) promover desde las Iglesias locales, la constante salida, como ha pedido el Papa Francisco, dando desde nuestra pobreza;
b) conocer y animar a nuestros misioneros, manteniendo una estrecha comunicación con ellos, promocionando su trabajo y apoyándolos con la oración, nuestros servicios y nuestros bienes;
c) dar a conocer los centros formativos misionológicos y las diferentes facultades, promoviendo e invitando constantemente a patrocinarlos. Crear redes internacionales de cooperación entre los mismos para abrir al pueblo de Dios el mayor acceso a ellos. En cada Iglesia local se debe insistir en proveer una formación actualizada y permanente de la misión a todo el cuerpo eclesial; y
d) la cooperación misionera no puede reducirse a una sola jornada anual, sino que debe nutrirse de distintas iniciativas para un apoyo concreto mayor. Debe promoverse una participación más activa de todos los miembros del pueblo de Dios; incentivando a los laicos y las familias, y sobre todo reconocer el espacio vital de los jóvenes en esta realidad.

Vamos vislumbrando en este CAM6, la propuesta para impulsar una animación misionera que se concrete en una cooperación misionera a través de la construcción de redes entre las Iglesias locales y las realidades misioneras existentes.

Lo vivido en el Congreso nos ha interpelado y mostrado que:

Vivimos en un mundo fragmentado y dolido, donde aún la mayor parte del mundo no es cristiano. Aunque compartimos muchos pesares, nos une sobre todo la esperanza porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado, y nos impulsa como testigos;
El encuentro con Jesús, quien es el Reino, es y sigue siendo el camino para la transformación personal y social, en una continua tensión escatológica;
Cristo es el camino propuesto por el Padre para la plenitud de toda experiencia religiosa y espiritual, su anuncio, por tanto, no es una “invasión” ni un “colonialismo”, sino luz y vida para las inquietudes más profundas de todo ser viviente. Es la Vida que atrae a los vivientes;
La misión nos hace, nos configura. Por ello:
Estamos llamados a una conversión integral misionera;
Debemos insistir que la Iglesia existe porque existe la misión, y la misión es la manifestación del Dios Uno-Trino. La Iglesia de Cristo es misionera. La misión no es una opción entre otras, sino la opción primera y frontal. Todos los recursos deben dirigirse a llevar adelante la misión.
El espacio misionero se ha ampliado más allá de un criterio meramente geográfico: es cósmico y existencial. El espacio real no son los lugares, sino que son las relaciones, por lo que estamos llamados, ante todo, a tocar a Cristo en la carne de los hermanos, sobre todo en los más pobres, marginados y excluidos.
La respuesta a nuestra realidad parece dirigirse a una cooperación misionera que hoy nos invita a construir redes con sus respectivo “nudos” e interacciones.
Es necesaria una sinodalidad ministerial: cada vocación, nacida del bautismo, está en función de la misión y llamada a integrarse con todas las otras para así manifestar la riqueza del vasto misterio de la Encarnación.

Se intuye en las diferentes resonancias que la misión hoy tiene como gran desafío:

El miedo y la indiferencia hacia a misión misma, que se traduce en un temor a salir de la zona de comodidad personal y pastoral.

Frente a los desafíos, se constatan propuestas:

a) Un nuevo método para reflexionar y construir caminos, llamado a integrar las diferencias y las experiencias y vivencias de los creyentes.
i. Un método que sea, ante todo, un arte que logre plasmar la Belleza Creadora en un mosaico de diferencias que buscan un fin compartido, a saber, la plenitud de vida en el Viviente, llamada a expresarse en una mayor relación íntima con el Dios Trinitario, a través de la oración y la contemplación activa y transformadora.
b) La misión amplía las particularidades impulsando, con la ayuda del Espíritu, la búsqueda de convergencias, y de ahí, durante el congreso, hemos evidenciado un proceso latente:
i. Ad gentes: Se insiste siempre en ir, porque la Iglesia está siempre “en salida”,
ii. Inter gentes: Salir para encontrarse, para estar “con”,
iii. Cum gentibus: Integrar y aprender de los “mundos otros”, en una clave relacional dinámica,
iv. Omnes gentes/omnes creaturas: Salir a todos y a todo, sabiendo que todo está interconectado y, por ende, se trata de un compromiso de ecología integral.
c) Deriva de todo es un modelo misionero por atracción, que parta de la presencia, el acompañamiento, la cercanía, el diálogo, el reconocimiento y la valoración de unos y otros. La forma de hacer misión es a través de la relación con Cristo, y desde Cristo con el otro como su “sacramento”.

El Congreso nos permitió recoger entre los distintos momentos metodológicos alrededor de 400 aportaciones o resonancias, divididas en desafíos y propuestas, y sectorizadas en los pilares de las Obras Misionales Pontificias (Cooperación, Animación, Formación y Espiritualidad). Esto requerirá ahora un camino de discernimiento y análisis, para acoger lo que el Espíritu Santo quiso comunicar para la misión ad gentes desde el continente y para el mundo.

El fruto de esa reflexión se complementará en la próxima etapa de este proceso, la cual se realizará y materializará en el Post-CAM6, en marzo de 2025 en Costa Rica; y en la que se compartirá la síntesis de este camino misionero a modo de orientaciones generales para toda la Iglesia en América.

Nuestro CAM6 se ha realizado en el contexto del Sínodo de la Sinodalidad, por lo que han resonado sus ejes temáticos: Comunión, Participación y Misión, algo que hemos vivido a plenitud en estos días.

A las puertas del próximo Jubileo, Peregrinos de la Esperanza, nos orientamos a un nuevo Pentecostés misionero en nuestro continente americano, para ser con nuestro testimonio, don de Dios al mundo.

¡América, con la fuerza del Espíritu, testigos de Cristo!

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