Recordando nuestra historia
El pasado 20 de mayo un grupo representativo en la Ciudad de México de nuestra familia misionera (combonianos, combonianas, laicos, bienhechores y suscriptores) nos reunimos en la Capilla Mártires de Uganda, ubicada en la alcaldía Venustiano Carranza, para celebrar los 75 años de la llegada de los Misioneros Combonianos a México y los 70 de la fundación de Esquila Misional. Ese mismo día se estaba celebrando el encuentro de exseminaristas realizado en Sahuayo, Michoacán, un encuentro emotivo y lleno de recuerdos. Como dice el padre Vittorio Moretto, misionero comboniano, «ser exseminarista no significa ser excomboniano», pues el carisma de san Daniel Comboni es algo que se queda impregnado en el corazón de las personas.
70 años de Esquila Misional
«Las raíces que nos llamaron, animaron y formaron»
–Una tierna y profunda mirada al pasado que
«sigue llamando» a la misión–
Por: Fernando de Lucio
Pequeña semilla, humilde campanilla, etcétera, son algunas metáforas para referirnos a la revista en sus inicios, y que hoy, se ha convertido, gracias a muchas personas (sacerdotes, hermanos y laicos), sobre todo gracias a su fieles lectores y bienhechores, en un árbol que sigue dando frutos y una campana que sigue resonando en nuestro corazón para invitarnos e involucrarnos a continuar edificando la memoria histórica y siempre viva de la misión.
El punto de encuentro fue en uno de los salones contiguos a la capilla Mártires de Uganda, en donde se redactaba y preparaba Esquila Misional hace 70 años; así, nos reunimos en el mismo lugar donde todo comenzó. Justo ahí nos congregamos para celebrar, comulgar y agradecer a Dios y a la comunidad de la colonia Moctezuma el apoyo a los Misioneros Combonianos para realizar esta gran obra de Dios, que, como muchos emprendimientos, inició de forma humilde, pero que, en nombre de Dios y del anuncio de la Buena Nueva, creció y se mantiene vigente hasta hoy como medio de comunicación de los combonianos para la Iglesia de América, y porque no, del mundo.
En un ambiente de fiesta y con el corazón desbordado, se agradecieron los «75 años recorridos con amor», con un video histórico y conmovedor sobre los frutos de tantos años en México, realizado por nuestra compañera Paulina Galicia, quien, desde 2021, le ha dado nuevo impulso a la Redacción con la fresca interacción audiovisual y el relanzamiento de la presencia y proyección de nuestras revistas en redes sociales y en el vasto mundo del internet, y que por cierto, todos vimos cómo transmitió el evento en vivo. Sin duda, esta es una renovada faceta que se suma a las lecturas y fotografías de las revistas impresas para continuar transmitiendo nuestra esencia y carisma misioneros en los nuevos «areópagos» (escenarios y medios).
El maestro de ceremonias fue el padre Ismael Piñón, misionero comboniano español y actual director de Esquila Misional (EM) y de Aguiluchos; él preparó una exposición de ejemplares de Esquila de diferentes épocas. Por ejemplo, el primer ejemplar cuando la revista se llamaba Las Misiones, el primer ejemplar con el nombre de Esquila Misional, de cuando el formato era tabloide, y cuando se editó la primera revista a color, entre otras. Asimismo, se engalanaron las paredes del salón con lonas que mostraban a los primeros combonianos en México y a los directores de EM, con escenas del trabajo cotidiano en la Redacción de la revista, la portada de los 70 años, etcétera. Destacó también la labor de los administradores del Centro de Animación Misionera (CAM), a quienes reconoció su trabajo «tras bambalinas» y externó un profundo agradecimiento.
Todo se realizó en un ambiente de gozo y alegría y con una mirada hacia el pasado, no para escuchar simples relatos nostálgicos, sino para enmarcar las valientes acciones emprendidas con una jubilosa mirada retrospectiva y que aún nos irradia desde aquellos inicios; punto de arranque que germinaba con grandes esfuerzos y confiando siempre a la bondad divina la misión de anunciar el Evangelio al estilo de san Daniel Comboni: «Tenemos lengua para insistir, pluma para escribir y valor para soportar los rechazos» (EM, enero 2013, p. 40).
El primer orador fue el padre Rafael González, quien nos contó que creció con «Las Aventuras de Humonegro» y que en el seminario diocesano le encantaba leer Esquila Misional, gracias a lo cual decidió ser misionero comboniano. Profundamente emocionado, afirmó que «las obras de Dios nacen pequeñas, pero con la fuerza del Espíritu Santo. Y EM nació con una pobreza extrema, porque los misioneros acababan de llegar a México, no conocían bien la cultura ni hablaban la lengua correctamente, pero tenían una pasión, como san Daniel Comboni, por contagiar a todos la misión… para despertar al mundo entero al llamado a la misión. La revista se vendía de casa en casa en la colonia Moctezuma». Asimismo, el padre Rafael dio a conocer los cuatro pilares que han sostenido a la revista en estos 70 años: «La primera fue ser una ventana para presentar el llamado misionero universal de la Iglesia, el segundo fue resaltar las realidades misioneras de la iglesia local, para presentar los desafíos misioneros de la iglesia de México; el tercero fue darle siempre un tinte comboniano, que es un carisma heredado por san Daniel Comboni y que es un regalo para la Iglesia; el cuarto pilar es ser vocacional para llegar a los jóvenes».
Después se presentaron testimonios de ex trabajadores, vecinos y amigos de EM. Primero fue Lourdes Gonzáles, quien trabajó con los combonianos durante 39 años. Ella se dijo profundamente misionera comboniana, pero desde «el escritorio», y nos contó cómo se hacía la revista de forma manual, con restirador, hasta el paso a lo digital, incluso nos platicó cuando se les borró el archivo de la primera revista diseñada en computadora; Lulú, como se le conoce, tuvo que armarla a mano y logró enviarla a tiempo a la imprenta. «Vale la pena trabajar por la obra de Dios y por san Daniel Comboni, a pesar de distintas dificultades la revista no ha dejado de publicarse», concluyó.
Luego participó la señora Aurora, ella comenzó a empacar la revista a los 7 años. Entró a las oficinas, en ese mismo lugar, a trabajar como secretaria a los 17 años. Sacó los permisos para la construcción del Centro de Animación Misionera. «Trabajar con los Misioneros Combonianos me marcó, lo que soy se lo debo a Esquila y Aguiluchos. Comencé a dar catecismo a los 10 años y ahora que tengo 71 años sigo dando catecismo. Desde niña nos invitaban a vender la revista afuera de la parroquia y hasta hoy soy gritona… Sigo llevando la Buena Nueva y estoy muy agradecida con los Combonianos».
El señor Eduardo Castillo nos contó que fue vecino de los combonianos, de niño acudía a empacar la revista EM, colaboró en el envío de las revistas a Pantaco (oficina de correos) y al Aeropuerto para su distribución nacional e internacional; él también fue el primer acólito del padre Primo Bentivoglio. «A los Misioneros Combonianos les debo toda mi formación y mi rectitud como persona», concluyó.
Siguió el turno de la señora Violeta, quien lleva muchos años leyendo la revista. «Los asistentes de hoy coincidimos en que amamos a los Combonianos, conozco Esquila desde hace muchísimos años. Para mí ha sido muy útil, leo todos los artículos, me fascina que nos lleve a otros lugares. En mi trabajo me ha servido mucho porque con lo que leo le doy ejemplo a mis muchachos. También he leído muchos libros de los combonianos. No me pierdo ningún número de la revista. Me gusta regalar las suscripciones y preguntar a quienes la leyeron qué les parece». Violeta se integró a los Laicos Misioneros Combonianos (LMC) y pudo ir a la misión, luego colaboró con otras congregaciones, pero dice que siempre fue «con la bandera de los Combonianos». Finalmente, recomendó «no se pierdan ningún número de EM».
El señor Agustín Guerrero pidió la palabra para compartir profundamente conmovido y al borde de las lágrimas, que él convivió con los sacerdotes combonianos italianos que estaban presentes cuando él era niño. Además nos contó que participó en el programa «La pregunta de los 64 mil», y ganó el primer lugar, obsequiando el premio a los Misioneros Combonianos.
Luego fue el turno del padre Antonio Delgado, quien fue el primero misionero comboniano de la Ciudad de México. Él creció en esa colonia, su abuelita fue de las fundadoras de las Damas Misioneras Combonianas. Ella lo llevaba a diversas actividades del grupo de Da-mas y le daba a leer Aguiluchos. De niño fue «reclutado» por el padre Agustín Pelayo para empacar la revista; a los niños que acudían al empaque, los dejaban jugar en las canchas de básquet y luego les daban un dulce. El padre Antonio sintió el llamado para ser misionero, pero no sabía si sacerdote o hermano. Precisó que de la colonia Moctezuma hubo como 14 jóvenes que fueron al seminario y puntualizó que se enamoró de los Misioneros Combonianos leyendo EM. «Hay muchísima gente detrás de los 70 años de la revista… la mayoría de los Misioneros Combonianos mexicanos conocimos el llamado a través de la revista, por los testimonios… mueve los corazones… es el medio por el cual se vale el Señor para llamar. La revista ayuda a abrir el corazón a la universalidad de la Iglesia, por eso los invito a difundir la revista porque pueden salir muchas vocaciones». Finalmente dio las gracias por todo el apoyo de la comunidad, por su amor a la misión.
Continuó Claudia Villalobos, redactora en jefe de EM y AG, quien lleva 25 años trabajando con los Misioneros Combonianos, y nos compartió que se siente «feliz y plena» por realizar su vocación comboniana a través de su trabajo.
Finalmente, el padre Ramón Orendaín, quien fue director de EM hace ya varios años, envió su testimonio a través de una carta que leyó el padre Ismael; no pudo estar presente por cuestiones de salud, pero el mensaje decía: «la celebración del 70 aniversario de EM es una oportunidad para recuperar la memoria histórica de nuestra fe en Cristo Jesús… Esquila ha sido para mí una ventana a la universalidad de la Iglesia y despertó en mí la vocación misionera».
Siguió la celebración eucarística, presidida por el padre Ismael Piñón y concelebrada por los padres Gustavo Covarrubias, Rafael González, Antonio Delgado, Gabriel Martínez y Rafael Huerta; la ceremonia fue animada con el canto de los novicios combonianos. Durante la homilía se agradeció a Dios por estos dos magnos eventos, los 75 de la llegada de los Misioneros Combonianos a México y los 70 años de la fundación de Esquila Misional, y por todo el apoyo de la comunidad. Al finalizar la eucaristía, se organizó una comida y un pastel, mismo que disfrutaron todos los asistentes.
El don de ser familia
Por: Neyzer Jesús Zambrano
El pasado 19 de mayo en la comunidad del seminario de Sahuayo, Michoacán, se realizó la reunión de exseminaristas, evento que congregó a más de 50 de ellos (algunos acompañados por sus familias), provenientes de diferentes partes de la República Mexicana, desde Monterrey hasta Chiapas, incluyendo participantes del extranjero. Había generaciones desde los años 60s, hasta el 2020, sin ser esto obstáculo para la convivencia.
Comenzamos en la tarde del viernes con el registro y la cena, pero la verdadera esencia del evento fue al día siguiente. Arrancamos la mañana del sábado con un momento de oración en la capilla, que es «el corazón de la casa», donde reconocieron sus vestigios como seminaristas. Luego, en el comedor se compartieron los alimentos, las experiencias y la propia vida. En ese momento, la mayoría ya había encontrado a sus compañeros de generación y se organizó una actividad de presentación e integración, con el fin de colocar un nombre a todos esos rostros.
La primera ponencia fue del padre Vittorio Moretto, misionero comboniano, quien expuso que «ser exseminarista no significa ser excomboniano», pues el carisma de san Daniel Comboni es algo que se queda impregnado en el corazón de las personas, y así lo proclamaban con orgullo cada uno de los asistentes al decir: «haber estado en el seminario cambió mi vida» y «gracias a ello ahora soy esta persona». Gracias al padre Moretto todos pudieron reconocer que forman parte de esta gran Familia Comboniana.
Después de comer, la segunda ponencia fue impartida por la psicóloga Mary Gutiérrez, quien permitió a los participantes transportarse hasta el año en que fueron seminaristas, para conectar con sus orígenes, recordar a las personas que los cuidaron, a sus compañeros, a sus formadores e incluso las travesuras que hacían. Todo esto con el objetivo de rescatar aquellas lecciones que aprendieron dentro del seminario y gracias a las cuales han podido enfrentar la vida; algunos decían: «gracias al seminario tengo una profesión», «gracias a ello ahora tengo una hermosa familia», «fueron los mejores años de mi vida», incluso «gracias al seminario sigo vivo»… y se escucharon un sinfín de historias que nos dejan entrever la gran riqueza de haber sido seminarista comboniano y de formar personas de calidad humana, a partir de los valores misioneros.
Para reforzar todo lo meditado, se realizó la actividad «máquinas del Reino», donde se formaron equipos que tenían el objetivo de crear una máquina humana, construida sólo con sus cuerpos y que expresara aquellas virtudes que marcaron más su paso por el seminario, dejando relucir valores como: comunidad, familia, humildad, trabajo, honestidad. Después realizamos actividades deportivas y recreativas. Y siguió la preparación para recibir a Jesucristo en la eucaristía, celebración presidida por el padre Darío Girardi, miembro de nuestra comunidad, y quien reforzó la importancia de volver al origen y cosechar lo sembrado.
Para concluir el día tuvimos una cena acompañada de música en vivo, degustamos tacos y burritos con su incomparable sazón sahuayense. Y comenzó el baile. La confianza establecida, convirtió la experiencia en una coreografía de almas libres y sinceras. Nadie tuvo miedo de ser quien es y eso es una característica funda-mental para el misionero.
Esta convivencia se realizó dentro de las instalaciones del seminario, en un lugar al que nos referimos como «la glorieta», la cual estaba iluminada por luces cálidas que abrazaban el alma, amenizando el espacio junto con la suave brisa de los árboles que plantaron esos hombres ahí reunidos y que han crecido tanto, alcanzando alturas de más de 20 metros.
El domingo por la mañana, acompañamos al pueblo de Sahuayo, en la celebración de la eucaristía en la parroquia de Santiago Apóstol, para dar las gracias por todo el amor y apoyo que ha brindado la comunidad sahuayense a los Misioneros Combonianos y en especial a todos esos seminaristas que fueron sustentados por la caridad de las personas. Aprovechando la ocasión, visitamos los restos de san José Sánchez del Río, que se encuentran dentro de la parroquia, y pasamos por la que fue su casa.
Ya de vuelta en el seminario compartimos nuevamente los alimentos, que tuvieron un sabor distinto a los anteriores; la diferencia fue que esta vez cada bocado era un sentimiento encontrado, producto de todo lo vivido en nuestro encuentro, emociones que cobraron mayor fuerza al saber que era la actividad conclusiva y que tendrían que volver a esperar mucho tiempo para reunirse de nuevo.
Un participante se puso de pie y externó su sentir, fue hermoso ver cómo el sentimiento no era sólo de él, sino de toda la comunidad, y así, uno a uno, se levantaron para poner en palabras todos los frutos que obtuvieron y lo agradecidos que estaban, además de algunas propuestas para reuniones futuras.
Después del momento tan conmovedor, fue hermoso mirar el rostro de cada uno de esos hombres, con sonrisas y lágrimas, que para nada significaban tristeza, sino un conjunto de alegría y nostalgia, y aún con las marcas del tiempo en sus rostros, siguen transmitiendo un espíritu jovial de mucha fortaleza, en especial, el fuerte latir de sus corazones por la misión. Se dieron un fuerte abrazo de despedida y concluyó la reunión de exseminaristas.
El reencuentro estuvo lleno de vida, porque fue como volver a casa, a ese lugar donde uno siempre es bienvenido y abrazado. El equipo organizador, dos laicas y tres seminaristas, estábamos muy emocionados por las actividades que tendríamos, creyendo que ellos vendrían aquí a aprender algo nuevo, pero esos hombres nos enseñaron cómo enfrentan la vida desde sus raíces combonianas. La verdadera esencia estuvo en su disposición, producto del fuerte anhelo que sentía cada una de esas almas.
Motivados por esto, de parte de la comunidad del seminario comboniano de Sahuayo, agradecemos a Dios por esta vivencia, enmarcada en las celebraciones por los 75 años de presencia comboniana en México. Pedimos la fuerza del Espíritu para seguir creciendo en amor a Cristo y a la misión y transmitirlo así desde nuestra comunidad.