Desafío de la misión urbana
Por: P. Rafael González Ponce
Evangelizar en las ciudades, precisamente por su complejidad, representa un enorme reto que exige fe profunda, diálogo permanente con la realidad, trabajo comunitario y creatividad. Los Misioneros Combonianos, sin olvidar su carisma ad gentes, han ofrecido a la Iglesia, durante estos 75 años, su colaboración también en este compromiso misionero urbano.
Primero, asumiendo la vicaría de Tepepan y la rectoría Mártires de Uganda (colonia Moctezuma). Luego fue el Artesanado Nazaret, una obra social para rehabilitar a los jóvenes egresados de la Correccional con sede en Tlalpan y después en Santa Catarina. En 1972 se toma la responsabilidad de la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe en la colonia Virgencitas (Ciudad Netzahualcóyotl) y luego en Valle de Chalco, cuando estas zonas no eran sino conjuntos de casas precarias carentes de los servicios mínimos. Los niños y jóvenes de aquellos tiempos recuerdan con gratitud estas comunidades cristianas llenas de vitalidad que les ayudaron a construir, en fraternidad y esperanza, una vida digna.
No podemos dejar de mencionar el apostolado realizado constantemente desde nuestros seminarios o centros de animación misionera, en particular en las parroquias aledañas o con grupos marginados (Sahuayo, San Francisco del Rincón, Guadalajara, Xochimilco, Monterrey, Cuernavaca, y el CAM en pleno centro de la Ciudad de México). Actualmente la capilla San Daniel Comboni (adjunta al Oasis de El Colli en Zapopan, casa para nuestros misioneros ancianos y enfermos) presta sus servicios a las unidades habitacionales vecinas, al igual que la parroquia de Nuestra Señora de La Asunción en Temixco, Morelos.
Sabemos que sólo es una gota de agua en el océano, pero ciertamente es una muestra de amor al pueblo y a las diócesis de las que somos parte en la comunión eclesial misionera.