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Trata de personas: Informe anual de Talitha Kum

Con motivo del Día Internacional contra el Trabajo Infantil, que se celebró el pasado 12 de junio, y en vista del Día Mundial contra la Trata de Personas, a celebrarse el próximo domingo día 30 de junio, Talitha Kum, la red global de hermanas, aliados y colaboradores establecida en 2009 en la Unión Internacional de Superioras Generales (UISG), ha publicado hoy su informe anual de actividades.

Rico en datos, historias, testimonios y análisis críticos, detalla el último año de actividad de Talitha Kum y se propone como herramienta de trabajo para todas las personas comprometidas contra la trata.

El informe de 2022 muestra un crecimiento fenomenal, cualitativo y cuantitativamente, en las áreas de prevención, atención a las víctimas, acceso a la justicia y creación de redes. Talitha Kum se ha convertido en una red de redes que llega a 560.606 personas en todo el mundo. Esto supone un aumento del 40% respecto a 2021. De estas 560.606 personas alcanzadas, 34.463 eran víctimas o supervivientes, 442.276 se beneficiaron de acciones de prevención y 83.867 participaron en actividades de creación de redes, formación y trabajo en red. Aunque se ha producido un gran crecimiento de las actividades, ha habido un ligero descenso de miembros activos y colaboradores 5445 (unas 554 unidades – un 9% menos).

Otro aspecto destacado es la estrecha colaboración de Talitha Kum con otras religiones o grupos interconfesionales, con un crecimiento del 31% en 2022, a escala local, regional e internacional, sobre todo en Asia, África y Oceanía.

Como iniciativa internacional contra la trata y la explotación de personas, Talitha Kum promueve la colaboración entre redes organizadas a escala nacional, regional y continental, que apoyan activamente a víctimas, supervivientes y personas en situación de riesgo. El informe refleja esta estructura multinivel y recoge la contribución de todas las coordinaciones y miembros de la red.

“El año pasado fue uno de los más difíciles debido a muchas crisis interrelacionadas, como el impacto de la pandemia de Covid-19, los conflictos en muchos países, por ejemplo en Myanmar, Sri Lanka, Siria, Burkina Faso, Venezuela, la guerra en Ucrania, que ha causado angustia a millones de personas, y los devastadores desastres naturales como consecuencia del cambio climático. Todas estas crisis están teniendo un impacto directo en la trata de personas en todo el mundo. Además, mientras reflexionamos sobre los retos de la transición de liderazgo y la complejidad de los tiempos que vivimos, vemos que la red Talitha Kum sigue comprometida con su misión, caminando unos con otros en el cuidado de las personas heridas por la explotación, y actuando contra la trata de personas. A pesar de los retos de los que hemos sido testigos, los miembros siguen respondiendo a la Llamada a la Acción cuidando, curando, empoderando e implicándose en las vidas de las víctimas y los supervivientes, y de las poblaciones que corren el riesgo de ser víctimas de la trata y la explotación”, declara la Hermana Abby Avelino, MM, Coordinadora Internacional de Talitha Kum.

“Los incansables y proféticos esfuerzos de Talitha Kum por sensibilizar y combatir la trata de personas, en sinergia y colaboración con miles de personas de todo el mundo, hacen que su misión tenga sentido y responda a los retos de cada tiempo y cada realidad. Luchar contra la explotación humana y erradicar todas las formas de esclavitud es un llamamiento cada vez más necesario. La Llamada a la Acción, redactada y lanzada el año pasado, es vibrante e inspiradora y sigue ofreciendo una perspectiva profunda a la hora de crear nuevas propuestas para promover un mundo más justo y solidario en el que cada persona pueda vivir con dignidad”, declara la hermana Nadia Coppa, ASC, presidenta de la UISG.

Este año, el análisis de datos ha contado con el apoyo del profesor Giulio Guarini, catedrático de Economía de la Universidad de Tuscia (Viterbo, Italia); la profesora Ilaria De Benedetti, titular de Estadística Económica de la Universidad de Tuscia (Viterbo, Italia); y Silvia Di Risio, estudiante del máster “Economía y Comunicación para la Gestión y la Innovación” de la Universidad Sapienza de Roma y la Universidad de Tuscia (Viterbo, Italia). El informe ha sido elaborado por Talitha Kum en colaboración con Global Solidarity Fund.

La red Talitha Kum está formada por congregaciones religiosas femeninas, entre las que se encuentran ma Hermanas Misioneras Combonianas.

Crédito: Talitha Kum

A propósito del Día del Niño Africano…

Por: P. Pedro Pablo Hernández, desde Etiopía

“¿Cuánto me cobras por lustrar?”, le pregunté al chico que se acercó con su caja de bolear en la mano y me señaló con el dedo los zapatos mientras caminaba por la orilla del lago. Me dijo que 20 birrs, en la moneda local (que equivalen a menos de 40 centavos de dólar). Me senté en el banco y le pregunté: “¿Y cuánto me cobras por lustrar un sólo zapato?”. Abrió los ojos sorprendido, sin saber qué responder inmediatamente….. Creo que es la primera vez que una persona le pide que le lustre uno sólo. Así que le dije, mostrándole el lateral de mi zapato izquierdo: “Mira, sólo tengo este sucio que metí accidentalmente en el barro delante de una capilla a la que fui el domingo pasado”. El limpiabotas reaccionó y, con la inocencia de un niño de su edad, dijo: “Bueno, si es sólo uno, son 10 birrs”. Yo sonreí, dándome cuenta de que no había entendido mi broma, y le dije: ‘Bueno, puedes lustrar los dos, por favor’. Y nos pusimos a charlar mientras él hacía su trabajo: se llama Zirahun, es de la etnia vecina y lleva cuatro meses lustrando zapatos. Le dije que me llamo Abba Petroos (Padre Pedro), que soy sacerdote misionero y que, de niño, también hice ese trabajo durante un tiempo, lustrando zapatos en la calle. Levantó la cabeza para mirarme y, con ojos incrédulos, sonrió. Añadí que también trabajé como “vendedor ambulante”, yendo de casa en casa vendiendo cuadernos y lápices con uno de mis hermanos (Rafael), para ganar algo de dinero. Entonces me atreví a sugerirle un par de consejos para convertirse en “profesional”. Le dije: “Zirahun, creo que deberías empezar por levantarle un poco el pantalón al cliente para que no se manche, también podrías llevarte dos o cuatro trozos de cuero o cartón para poner cerca de los tobillos y así no ensuciar los calcetines con el cepillo, y además, creo que sería bueno que le quitaras los cordones de los zapatos para limpiarlos con un paño húmedo y también limpiar las lengüetas de los zapatos”. A cada sugerencia que le hacía, levantaba la cabeza para mirarme, sonreía con cierta timidez y, para cada recomendación, decía: “Sí, claro”. Charlamos un poco más y, cuando terminó, le di un poco más de lo que me había pedido por su buen trabajo. Me dio las gracias y antes de irse me preguntó: “¿Volverás otro día?”. Le contesté: “Tengo otro zapato solo que necesita ser limpiado y, por supuesto, con la voluntad de Dios, volveré”.

Día del niño africano

El 16 de junio se celebra el Día Internacional del Niño Africano, una fecha en la que se trata de hacer reflexionar a cerca de las necesidades y problemas graves que tienen muchos niños en el continente africano.

Esta celebración tiene su origen en la matanza de cientos de escolares de Soweto, en Sudáfrica, el 16 de junio de 1976. Los escolares tomaron las calles protestando por la ínfima calidad de la educación que recibían. Fueron tiroteados y en las protestas que siguieron durante dos semanas más, más de cien personas murieron y más de mil resultaron heridas.

Para honrar su memoria, La Organización para la Unidad Africana estableció en 1991 que el 16 de junio de cada año se celebre el Día Internacional del Niño Africano.

La Familia Comboniana (Misioneros Combonianos, Misioneras Combonianas, Misioneras Seculares Combonianas y Laicos Misioneros Combonianos) que trabajan en África, dedican buena parte de sus energías en favor de los niños, dándoles educación, sanidad, acogida y buscando caminos para que sean protegidos en todos sus derechos. Hoy los recordamos con especial cariño.

Mensaje del Papa para la jornada mundial de los pobres

«No apartes tu rostro del pobre».
En su mensaje para la séptima Jornada Mundial de los Pobres, que se celebrará el próximo 19 de noviembre y que acaba de ser hecho público, Francisco exhorta a no apartar la mirada de los que están en dificultad, como los niños que viven en zonas de guerra, los que no llegan a fin de mes, los que son explotados en el trabajo y los jóvenes prisioneros de una cultura que les hace sentirse fracasados: todos son nuestros prójimos, necesitamos un compromiso político y legislativo serio y eficaz.

Benedetta Capelli, Vatican News

La mirada de un pobre cambia el rumbo de la vida de quien se cruza en su camino, pero hay que tener el valor de quedarse en esos ojos y luego actuar ayudando, no según nuestras necesidades o nuestro deseo de librarnos de lo superfluo, sino según lo que el otro necesita. Este es el concepto que subyace en el Mensaje del Papa para la séptima Jornada Mundial de los Pobres, el próximo 19 de noviembre, «signo fecundo -escribe Francisco- de la misericordia del Padre». El texto se ha difundido el martes 13 de junio.

En el Mensaje sobre el tema «No apartes tu rostro del pobre», en referencia al Libro de Tobías, el Papa ofrece una interpretación de la realidad que parte de reconocer en los más frágiles «el rostro del Señor Jesús», más allá del color de la piel, de la condición social y del origen. En él hay un hermano que hay que encontrar, «sacudiendo de nosotros la indiferencia y la banalidad con las que escudamos un bienestar ilusorio».

La realidad en la que vivimos, subraya el Papa, está marcada por el volumen excesivo de la llamada a la opulencia y, por tanto, por el silenciamiento de las voces de los pobres. «Se tiende a descuidar todo aquello que no forma parte de los modelos de vida destinados sobre todo a las generaciones más jóvenes, que son las más frágiles frente al cambio cultural en curso», escribe el Santo Padre, agregando:

«Lo que es desagradable y provoca sufrimiento se pone entre paréntesis, mientras que las cualidades físicas se exaltan, como si fueran la principal meta a alcanzar. La realidad virtual se apodera de la vida real y los dos mundos se confunden cada vez más fácilmente».

«Los pobres», escribe el Obispo de Roma, «se vuelven imágenes que pueden conmover por algunos instantes, pero cuando se encuentran en carne y hueso por la calle, entonces intervienen el fastidio y la marginación». Sin embargo, la parábola del buen samaritano, subraya Francisco, interpela el presente. «Delegar en otros es fácil; ofrecer dinero para que otros hagan caridad es un gesto generoso; la vocación de todo cristiano es implicarse en primera persona», dice el Pontífice.

Actuar frente a políticas ineficaces

Recordando el párrafo 6 de la Pacem in Terris de Juan XXIII, escrita hace 60 años, el Pontífice recuerda que aún queda mucho trabajo por hacer para asegurar una vida digna a muchos, para que aquellas palabras del Papa Roncalli se hagan realidad, «por medio de un serio y eficaz compromiso político y legislativo».

Francisco espera el desarrollo de «la solidaridad y la subsidiariedad de tantos ciudadanos que creen en el valor del compromiso voluntario de entrega a los pobres, no obstante los límites y en ocasiones las deficiencias de la política en ver y servir al bien común». En definitiva, el Santo Padre pide no quedarse de brazos cruzados, esperando recibir algo «de lo alto». «Quienes viven en condiciones de pobreza también han de ser implicados y acompañados en un proceso de cambio y responsabilidad», escribe Bergoglio.

Las nuevas pobrezas

En el texto de Francisco, la mirada se amplía a los nuevos pobres. Recuerda a los niños que viven un presente difícil y ven comprometido su futuro a causa de la guerra. «Nadie podrá acostumbrarse jamás a esta situación -observa-; mantengamos vivo cada intento para que la paz se afirme como don del Señor Resucitado y fruto del compromiso por la justicia y el diálogo».

En el corazón del Papa están también quienes, ante el «dramático aumento de los costes» se ven obligados a elegir entre alimentos o medicamentos, de ahí procede la invitación a alzar la voz para que se garantice el derecho a ambos bienes, «en nombre de la dignidad de la persona humana».

Trabajo inhumano y jóvenes «frustrados»

Así, también piensa en los niños, las familias, pero también los trabajadores obligados a un trato inhumano con un salario insuficiente o el peso de la precariedad, o «las excesivas víctimas de accidentes, provocadas a menudo por una mentalidad que prefiere el beneficio inmediato en detrimento de la seguridad». Asimismo, hay una gran preocupación por los jóvenes: «Cuántas vidas frustradas e incluso suicidios de jóvenes, engañados por una cultura que los lleva a sentirse ‘incompletos’ y ‘fracasados’», exclama.

«Ayudémosles a reaccionar ante estas instigaciones nefastas, para que cada uno pueda encontrar el camino a seguir para adquirir una identidad fuerte y generosa», es la invitación de Francisco.

Los «vecinos de casa»

Rostros, historias, corazones y almas: estos son los pobres para el papa Francisco. El Sucesor de Pedro exhorta a compartir con ellos la mesa de sus casas en señal de fraternidad, al tiempo que reconoce la constante atención y dedicación de muchos «vecinos de casa» que no son «superhombres», sino personas capaces de escuchar, dialogar y aconsejar. «La gratitud hacia tantos voluntarios pide hacerse oración para que su testimonio pueda ser fecundo», afirma el Papa.

«’No apartar el rostro del pobre’ conduce a obtener los beneficios de la misericordia, de la caridad que da sentido y valor a toda la vida cristiana», asegura el Pontífice. Para concluir, citando a santa Teresita del Niño Jesús 150 años después de su nacimiento, Francisco recordó que «todos tienen derecho a ser iluminados por la caridad» y pidió mantener nuestra mirada siempre fija en la faz humana y divina de nuestro Señor Jesucristo.

El mensaje completo AQUÍ

P. David Domingues: «25 años que han valido la pena»

P. David Costa Domingues, misionero comboniano, celebrará su jubileo sacerdotal el próximo 9 de agosto. Nació y creció en el seno de una familia numerosa en Calvão, Portugal. El 1 de julio cumplirá 51 años. Hizo los estudios de teología en Chicago (1994-1998), EE.UU., y después de la ordenación trabajó en Famalicão (1998-2003), norte de Portugal. De 2003 a 2022 estuvo en Filipinas (desde el 1 de enero de 2017 como Superior de la Delegación) hasta que fue elegido Asistente General durante el Capítulo General de Roma en junio de 2022. Hoy es Vicario General del Instituto Comboniano. Dice: “Al recordar estos 25 años de sacerdocio, puedo decir que los he vivido con el corazón lleno, entre alegrías y tristezas, y también con algunas dificultades y fragilidades, pero siempre con el corazón lleno”.

“Recordar es vivir”, dice la gente. Y tienen razón. En efecto, recordamos no sólo para recordar o tener historias que contar, sino para revivir, celebrar y acoger el presente con renovado vigor. Así, construyendo sobre los cimientos del pasado y viviendo intensamente el presente, podemos renovar la esperanza en un futuro cada vez mejor. Es en esta perspectiva que escribo estas líneas, para recordar, con profunda y sentida gratitud, y celebrar mis 25 años de servicio sacerdotal en esta familia misionera, creada y bendecida por San Daniel Comboni, que son los Misioneros Combonianos.

Todo comenzó para mí a la tierna edad de doce años. Crecí en la religiosidad sencilla pero profunda de mi familia, y con una cierta curiosidad por el mundo misionero, entonces todavía muy vaga. Dios quería tocar mi corazón, no haciendo resonar su voz desde lo alto, sino utilizando sus caminos “extraordinarios”. Iba al catecismo y, un día, el catequista hizo la siguiente pregunta: “¿Quién quiere ser misionero?”, “¡Yo!”, respondí. A partir de ahí empezó todo.

Decir adiós a la familia, a los amigos y a mi equipo de fútbol juvenil en Calvão no fue fácil. Pero yo quería algo más serio y duradero. Así que, en 1984, entré en el Seminario de Misiones de Viseu. No estaba solo. A esta nueva aventura se unió un buen grupo de compañeros de colegio y el equipo de fútbol. Lo que más me animaba era tener amigos con los que jugar al fútbol.

Durante los muchos años de mi educación, vi a mis compañeros tomar otros caminos. Seguí adelante. Después de 14 años de estudios, el 9 de agosto de 1998 fui ordenado sacerdote en la parroquia de Calvão, rodeado de mi familia y de la comunidad cristiana que me había visto nacer y crecer.

Desde entonces han pasado 25 años de gracia, que me llevaron primero al norte de Portugal, a Famalicão, durante cinco años (1998-2003), y después al desconocido mundo de Asia, donde permanecí casi 20 años (2003-2022). Si todo dependiera de mi voluntad, ¡sin duda seguiría allí! Pero no somos misioneros para hacer lo que queramos. Por eso, en junio de 2022, acepté dejar Asia para venir a Roma, donde ahora me encuentro realizando un servicio diferente: esta vez, a todo el Instituto comboniano.

De las muchas y hermosas experiencias que he vivido aquí en los últimos 25 años, contaré una que me ha marcado de modo particular. Poco después de llegar a Manila, en Filipinas, no podía cerrar los ojos ante la realidad de tantos pobres que viven y duermen en la calle y que luchan por sobrevivir, muchas veces con lo que encuentran en la basura producida por los ricos.

Así que empecé a acercarme a ellos llevando bolsas de comida y ropa. Poco a poco, esto se convirtió para mí en una agradable costumbre de comunión con estas personas acostumbradas a ser ignoradas y rechazadas y que, por vergüenza, preferían salir por la noche a buscar entre la basura su alimento diario.

En uno de estos vertederos, un día me encontré con un chico que rebuscaba entre la suciedad. Le ofrecí la bolsa de comida que llevaba conmigo y me detuve a intercambiar unas palabras con él. En ese momento, se acercó una joven embarazada y dijo: “Tengo mucha hambre”. El chico la miró, bajó los ojos a la bolsa que yo acababa de darle y, sin dudarlo, se la ofreció. “Cógela”, le dijo. La joven abrió la bolsa, cogió un puñado de arroz crudo y empezó a comerlo con avidez. ¡Qué hambre sentía!

Fueron experiencias como ésta las que me dieron fuerzas para seguir viviendo mi vida misionera. Pero soy consciente de que el bien que he podido hacer sólo ha sido posible gracias a la preciosa colaboración de tantas personas que, de un modo u otro, han compartido este compromiso mío de comunión y solidaridad con los más necesitados. Tantos amigos y bienhechores, cercanos y lejanos, han sostenido, con gran amor y generosidad, esta aventura que, para mí, ha durado casi 20 años y me ha marcado para siempre.

Al recordar estos 25 años de sacerdocio, puedo decir que los he vivido con el corazón lleno, entre alegrías y tristezas, y también con algunas dificultades y fragilidades, pero siempre con todo mi corazón. Precisamente por eso, celebro este jubileo con mucha gratitud. Han sido muchas las experiencias de misión que he vivido a lo largo de estos años, muchas de ellas inolvidables. He conocido a muchas personas que, de distintas maneras, han formado -y siguen formando- parte de mi camino. A todas ellas siento que debo decirles: “¡Gracias de todo corazón!

Un agradecimiento especial a mi familia, por todo el apoyo que me han prestado y por estar siempre a mi lado.

Hoy conmemoro con gran alegría mis 25 años de misión. Es verdad: recordar es vivir; recordar ayuda a perpetuar todo lo que el buen Dios ha hecho por mí y a través de mí, a pesar de mis debilidades.

Oh sí, es bueno recordar, y siempre regenera el espíritu.

P. David Domingues

Jornada Mundial de la Juventud

Jornada Mundial de la Juventud

Por: P. Roberto Pérez, mccj

La JMJ es un evento internacional en el que chicas y chicos provenientes de muchos países del mundo se encuentran para compartir sus culturas, idiomas, costumbres, experiencias de vida y sobre todo compartir y crecer en la fe. Además, la Jornada es una oportunidad del Papa para encontrarse con los jóvenes, ahí se dirige especialmente a esta parte de la Iglesia acogiéndolos y dándoles un mensaje de alegría y fraternidad. En este encuentro también se fortalece la esperanza y caridad de los muchachos, que representan a muchos otros de sus diócesis de origen.

La JMJ es un espacio para confirmar que la fe no es personal, sino un acontecimiento, familiar y comunitario, en donde se reconoce que no estamos solos para seguir a Jesús, sino que somos parte de un grupo, capilla, parroquia y diócesis; donde también se muestra que los desafíos experimentados son los mismos que lleva quien está a nuestro lado.

Por eso la fe crece y aumenta cuando nos encontramos, compartimos y celebramos la presencia de Jesús en nuestras vidas. Esa que nos impulsa a reconocer que Dios es un Padre amoroso y misericordioso que nos cuida y nos ama. Además, nos da la certeza de que Él está de nuestro lado para participar y anunciar su proyecto de vida.

El deseo de tantos jóvenes en un mundo más fraterno es la esperanza, un lugar en el que estamos llamados a vivir en plenitud con todo lo que somos; la esperanza también nos permite saber que otro mundo es posible, que existe otra manera de relacionarse y en el que el dinero no determina las relaciones personales, nacionales o internacionales, sino que debe estar al servicio de todos, para que nadie posea todo ni que otros tengan lo mínimo necesario para sobrevivir.

En la preparación profesional, no sólo se busca tener un estilo de vida más cómodo y confortable, sino que ofrezcamos nuestros servicios a los más necesitados, incluso si éstos no pueden pagarnos o retribuirnos. La esperanza nos ilumina para que las telecomunicaciones no sólo den información de lo que sucede minuto a minuto en nuestro mundo, sino para reconocernos hermanas y hermanos que habitamos el mismo planeta, y lo que nos hace más cercanos son las muestras de respeto, fraternidad y solidaridad.

Esta confianza nos lleva a buscar nuevos caminos ante el dolor y sufrimiento de las guerras; la violencia y la venganza no son la única manera de resolver conflictos o diferencias entre personas o países. La esperanza a la que nos remite Jesús, «Yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia» (Jn 10,10b), es el proyecto de Dios para toda la humanidad, para toda la creación.

En esta JMJ, el Papa y toda la Iglesia quieren decir a los jóvenes, como san Pablo a los corintios, que «ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas tres. Pero la mayor de todas ella es la caridad» (1Cor 13,13). La caridad a la que llama esta Jornada es la misma que ha empujado a María a ir presurosa al encuentro de Isabel. María, la Virgen de Nazaret, después de haber recibido el anuncio del Ángel, inmediatamente se pone en camino para servir, ayudar y compartir la gracia y el amor que ha recibido.

El Anuncio empuja a María a servir a quien necesita ser acompañada, escuchada y ayudada. Y cuando dos personas que sienten la gracia de ser visitadas por Dios, se encuentran, entonces cosas maravillosas empiezan a suceder, el Reino de Dios ha sido inaugurado.

Así como María, los jóvenes son llamados a poner sus dones y virtudes al servicio de los demás, especialmente con quienes están golpeados, abandonados a la orilla del camino, como hizo Jesús al cuestionar al maestro de la Ley cuando le pregunta: «¿Quién de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los salteadores?» (Lc 10,36).

A propósito de esto, hay un proverbio árabe que reza: «El hombre es enemigo de lo que ignora: enseña una lengua y evitarás la guerra. Expande una cultura y acercarás un pueblo a otro». En esta JMJ, los participantes vivirán el encuentro con otros que, como ellos, vienen de diferentes culturas, lenguas y naciones. Así se podrán romper esquemas y paradigmas que dividen o separan.

Es la caridad y el servicio a los demás lo que puede salvar al mundo y puede unirnos para romper esquemas que dividen al mundo en países, religiones, etnias, lenguas, etcétera. Pedimos para que en esta Jornada Mundial de la Juventud, los participantes estén abiertos a la voz de la Iglesia, a la voz del mundo que llama a vivir en alegría, paz y fraternidad.