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Mons. Eugenio Arellano, doctor honoris causa

Mons. Eugenio Arellano (en la foto, a la derecha), misionero comboniano y vicario apostólico emérito de Esmeraldas, ha sido nombrado doctor honoris causa por la Universidad Católica de esta ciudad de Ecuador. El título le ha sido otorgado también a Mons. Antonio Crameri, actual Vicario Apostólico de Esmeraldas y sucesor de Mons. Arellano (en la foto, al centro).

Mons. Eugenio fue consagrado obispo el 20 de agosto de 1995, a manos del por entonces Nuncio Apostólico en Ecuador, Francesco Canalini. Ejerció como presidente de la Conferencia Episcopal de Ecuador entre 2017 y 2020. El 5 de julio de 2021 el papa Francisco aceptó su renuncia al gobierno pastoral del vicariato, un año después haber cumplido 75 años, edad que el Derecho Canónico establece como límite para el desempeñó de cargos episcopales.

Actualmente ejerce su ministerio pastoral ayudando en la Parroquia la Resurrección de Tumaco, en Colombia, parroquia atendida por los misioneros combonianos.

Sagrado Corazón de Jesús

“El corazón abierto y expuesto de Jesús que contemplamos en la imagen del Sagrado Corazón no es otra cosa más que la invitación continua de Dios que nos llama a acercarnos a su corazón para poder entender cuál es nuestra identidad, cuál es nuestra llamada, nuestra vocación, y cuál es nuestro compromiso y nuestra responsabilidad con ese amor que no se cansa de buscarnos y de esperarnos.
Sagrado Corazón de Jesús

Por: P. Enrique Sánchez, mccj

Dice San Juan en su evangelio que “Nadie ha visto jamás a Dios” (Jn 1,18) y ciertamente nuestras experiencias de Dios no nos permiten describirlo o definirlo con nuestros criterios ni con nuestras categorías. Tampoco lo podemos hacer con nuestras maneras de pensar o de sentir. De Dios podemos decir muchas cosas, podemos hacernos muchas ideas; pero nunca podremos pretender tenerlo atrapado en nuestro mundo.

Sin embargo, esto no significa que es un desconocido o alguien de quien no podamos decir nada, pues el mismo San Juan afirma en su primera carta que “Dios es amor” (1Jn 4,7) y es el encuentro con ese amor lo que nos permite entrar en su mundo, haciéndonos familiares y conocidos suyos. Es él quien nos entiende y nos conoce.

A Dios nunca lo veremos con nuestros ojos carnales y humanos, pero eso no quiere decir que se convierte en alguien inalcanzable o escondido en su misterio. Todo lo contrario, Dios ha querido darse un rostro para que pudiésemos reconocerlo. No sólo eso, el mismo ha querido estar en medio de nosotros haciéndose el Emmanuel, el Dios que comparte nuestra humanidad y que entra en nuestra historia como el padre bueno que nos ama a través de su hijo Jesucristo. Y el amor de Cristo, que no es otra cosa que el amor del Padre por cada uno de nosotros, ha querido hacerse comprehensible a través del icono, de la imagen de ese corazón abierto y traspasado de donde brota el amor inagotable de Dios por cada uno de nosotros. Ese corazón abierto se presenta a la humanidad como el lugar en donde todos tenemos un espacio reservado para habitar en él y para hacer en él la experiencia de descubrirnos amados.

El corazón abierto y expuesto de Jesús que contemplamos en la imagen del Sagrado Corazón no es otra cosa más que la invitación continua de Dios que nos llama a acercarnos a su corazón para poder entender cuál es nuestra identidad, cuál es nuestra llamada, nuestra vocación, y cuál es nuestro compromiso y nuestra responsabilidad con ese amor que no se cansa de buscarnos y de esperarnos. En el corazón de Jesús todos somos invitados a escuchar aquellas palabras del Señor que dicen: “Vengan a mí todos los que andan cansados y agobiados, y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, que soy tolerante y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su vida. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. (Mt 11, 28)

Vengan y vivan porque el amor todo lo hace posible. El amor, y en particular el amor de Dios, es lo que hace posible que vivamos. Es lo que le da sentido a nuestra existencia y lo que nos permite tomar la medida justa de todo lo que nos va aconteciendo. Porque, como dice San Pablo en su carta a los Corintios, “el amor es paciente, es servicial, no es envidioso, ni busca aparentar, no es orgulloso ni actúa con bajeza, no busca su interés, no se irrita, sino que deja atrás las ofensas y las perdona, nunca se alegra de la injusticia y siempre se alegra de la verdad. Todo lo aguanta y todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta. El amor nunca terminará”. (ICo 13, 4-8)

Contemplar y confiar en el Corazón de Jesús es darnos la oportunidad de entrar en el misterio de Dios que se entiende y se vive desde el corazón; porque el amor no se entiende de otra manera más que amando. Eso quiere decir, saliendo de nosotros mismos, aceptando que el verdadero sentido de nuestras vidas no lo encontramos cuando nos encerramos en nosotros mismos o cuando vivimos agobiados por nuestra necesidad de acaparar y de acumular.

Actuar de esa manera nos impide entender y experimentar que la vida se conquista sólo cuando la entregamos, que nos hacemos dueños de todo únicamente cuando aprendemos a desprendernos de todo y principalmente de nosotros mismos. Cuando nos hacemos libres para recibir todo y a todos como don y gracia. Cuando decimos: Sagrado Corazón de Jesús en ti confío, estamos haciendo la experiencia más sencilla, pero al mismo tiempo más profunda del amor que llevamos dentro. Y es ese amor es el que nos hace capaces de vivir libres de todo apego y abiertos para poder recibir la vida como una gracia que no merecemos, pero que se nos otorga simplemente porque somos amados.

Este es el regalo más grande que recibimos del Corazón de Jesús, descubrirnos amados por Dios de tal manera que no exige nada a cambio. Sólo pide que nos dejemos amar por él con las consecuencias que esto implica. Es decir, que aceptemos hacernos personas que obran bien y que se comprometen a ser testigos de la bondad de Dios que sólo vive para amarnos. Creo que es ahí en donde nace nuestra vocación y nuestro compromiso misionero.

Para amar verdaderamente necesitamos confiar y nadie ha confiado más en nosotros que Dios. Ha confiado tanto que nos ha dado lo que más amaba, a su Hijo, al único.

En Jesús, Dios nos ha amado tanto que él mismo se ha entregado y se sigue entregando cada día para que tengamos vida y la tengamos en abundancia. Porque como Jesús mismo nos dice: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para que quien crea en él no muera, sino tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar el mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él”. (Jn 3, 16-17)

A nosotros nos toca únicamente corresponder a ese amor comprometiéndonos a ponerlo en práctica y alejándonos de todo aquello que nos empuja a vivir en el egoísmo y en la indiferencia ante los demás.

El amor del Corazón de Jesús nos recuerda que su amor pasa a través de la experiencia que hacemos de amarnos entre nosotros. Pues si es verdad que a Dios no lo vemos como quisiéramos, él se nos hace cercano y se nos manifiesta en el hermano que tenemos a un lado. A Dios no lo vemos, pero vemos al hermano en quien Dios está presente y a través del cual nos va manifestando su amor.

Dice san Juan: “Queridos, amémonos unos a otros porque el amor viene de Dios; todo el que ama es hijo de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, ya que Dios es amor… En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y envió a su Hijo para que, ofreciéndose en sacrificio, nuestros pecados quedaran perdonados”. (Cfr. IJn 4, 7-21)

El secreto que nos abre al amor de Dios está en que primeramente nos descubrimos amados incondicionalmente por un Padre que vive sólo para amarnos y ese amor lo experimentamos únicamente cuando aceptamos que para corresponder a ese don tenemos que aprender a amar a nuestros hermanos. Si decimos que a Dios no lo vemos, él nos enseña que se nos hace cercano en el don y la riqueza que representa cada persona en su originalidad y en el ser única. Dios nos habla a través del hermano que tenemos cerca y en todo aquel que muchas veces es marginado, abandonado, pero que también necesita ser amado.

Por otra parte, el Corazón de Jesús nos enseña que, en el tema del amor, es Dios quien toma la iniciativa y nos introduce en su mundo, en esa realidad en la que se existe sólo para buscar la felicidad de los demás. En donde se aprende a ser felices cuando nos hacemos capaces de producir la felicidad en los demás. Porque a amar se aprende amando y sólo se ama cuando somos capaces de romper con todo aquello que nos tiene atrapados en el egoísmo, que nos impide reconocer que dentro llevamos la huella de un amor que no podemos contener y nos obliga a compartirlo.

Para nosotros misioneros, acercarnos al Corazón de Jesús significa ir a la fuente de nuestra vocación. Es ahí en donde entendemos el valor y la profundidad de nuestra llamada. Nos damos cuenta de que hemos sido llamados a ir por el mundo como testigos del Amor porque primero nos hemos sentido amados.

El Señor no es un capataz que distribuye las tareas y se encarga de los trabajos. El nos ha llamado para hacernos sentir el cariño que nos tiene y para que estemos con él. No se trata de una función que se nos confía, sino de una manera nueva de vivir y de estar presentes en el mundo, como testigos suyos, testigos del Amor.

Desde el Corazón abierto de Jesús entendemos la pasión de Dios por toda la humanidad y la ternura y cuidado que tiene por los más pobres y los más abandonados. Dios existe para amar y en ningún momento pone condiciones para merecer su amor. Él lo da gratuitamente y pacientemente porque a todos nos cuesta abrirnos al don de su amor.

La misión en este sentido se transforma en algo que nos obliga a ser presencia del amor de Dios en cada persona y nos empuja a salir de lo confortable que pueda ser nuestra vida para ir a quienes más necesitan descubrirse hijos amados de Dios. Tal vez no se trata de hacer mucho por los demás, sino amarlos mucho, para que de esa manera se sienta en ellos la presencia del Señor que hace posible todo lo que vamos necesitando en nuestro caminar.

Si nos acercamos a San Daniel Comboni nos damos cuenta de que él veía el Corazón de Jesús como el lugar en el que todas las personas de la misión que le había sido confiada podían encontrar un espacio para ser acogidas, justamente en el amor de Dios.Y la energía que le acompañó en todos los momentos de su experiencia misionera nació en él de la convicción de ser profundamente amado por Jesús y de la certeza de que su misión era una obra amada por el Señor.

Finalmente, todos sabemos que amar y servir son dos experiencias que van de la mano. No se puede amar y pasar indiferentes ante el dolor y el sufrimiento del hermano o de la hermana. No se puede amar sin ser solidarios de quienes viven marginados y alejados de la posibilidad de una vida digna. No se puede amar haciéndonos sordos a los gritos de tantos hermanos y hermanas nuestras que viven siendo víctimas de la violencia y de la guerra. No se puede gozar del amor de Cristo si no estamos dispuestos a compartirlo con los demás.

Qué el Corazón de Jesús despierte en nosotros una conciencia más viva de la necesidad que tenemos de trabajar en la construcción de una humanidad más fraterna y que la confianza puesta en el amor de Dios nos ayude a vivir con alegría y entusiasmo nuestra vocación misionera como posibilidad de entrega de nuestras vidas amando a los demás.

Asamblea europea de la Misión

Asamblea Europea de la Misión reunió en Roma (6-10 de junio de 2023) a una treintena de hermanos y representantes de la Familia Comboniana que trabajan en los campos de la Animación Misionera, la Evangelización, la JPIC y los migrantes. Recordamos el encuentro anterior en Maia, en marzo de 2017. Los informes de las diversas circunscripciones y el del Consejo Europeo de Misión nos permitieron revisar el trabajo realizado durante este tiempo.

Mensaje de los participantes

El encuentro con realidades misioneras presentes en la diócesis de Roma nos ayudó a captar sugerencias y provocaciones del trabajo de otros, especialmente laicos, comprometidos con el anuncio del Evangelio y la promoción humana.

Los desafíos que Europa nos plantea hoy, tanto sociales como eclesiales, fueron explorados gracias a la intervención de Serena Nocetti, teóloga, de Mons. Roberto Repole, arzobispo de Turín, y a las reflexiones de algunos cohermanos. Ahora somos más conscientes de los retos y cambios que la Iglesia y la sociedad europea nos imponen a todos.

Del trabajo en grupo y de la puesta en común de los participantes han surgido algunas instancias y propuestas que queremos compartir con ustedes.

Creemos que es necesario clarificar personal y comunitariamente el sentido de la misión en la Europa de hoy. Alcanzar una visión compartida nos ayudaría a transformar nuestra mentalidad, a trabajar en armonía unos con otros y a presentarnos ante la comunidad eclesial y la sociedad con una identidad específica. Este camino de reconversión debe ser el resultado de una formación permanente destinada a hacernos comprender mejor los lenguajes y la metodología de la sociedad actual.

Un camino particular que se abre ante nosotros es el sinodal. Es un camino que las Iglesias europeas ya están emprendiendo y que nos permitirá cambiar nuestras lecturas y percepciones de la misión y de la sociedad. Es un proceso que requiere investigación, que debe hacerse a la luz del Espíritu y en comunión con los demás. Confiamos en que, renovando nuestra identidad y redescubriendo nuestra misión, seremos más capaces de presentar los valores del Reino a las personas con las que nos encontremos.

La misión en Europa hoy exige que pensemos nuestra acción como colaboración. Tenemos el reto de desarrollar una reflexión/visión cualificada, identificada con una praxis compartida.

También somos conscientes de que, como todo camino, el nuestro también necesita una evaluación continua. Pensamos que el consejo europeo de la misión también tiene la tarea de ayudarnos a realizar una retroalimentación continua y estimularnos siempre a avanzar en la dirección correcta.

Hemos hecho algunas propuestas. En el ámbito de los medios de comunicación, consideramos prioritaria la formación de personal competente para nuestro sector. Esto significa elegir personal y ofrecer cursos profesionales o de reciclaje que preparen a las personas para el servicio que se les pide. Que los directores de los distintos medios reanuden los encuentros continentales, refuercen Southworld.net para un servicio continental y con vistas a un centro europeo de medios de comunicación.

Organizar un curso europeo de animadores misioneros para mejorar la competencia y los conocimientos de los animadores (antropología, análisis crítico político-económico, etc.) para darles las herramientas necesarias para presentar de manera competente las exigencias de la misión, en Europa y en otros continentes.

Deseamos que en cada provincia se forme al menos una comunidad inserta en un contexto pastoral (parroquia/rectorado) que promueva una pastoral misionera cualificada. Debería ser internacional, capaz de cooperación y acción fraterna, según los valores expresados en el último Capítulo (AC 2022, #16). Dicha comunidad podría prever la acogida de jóvenes que deseen conocer y vivir nuestro carisma. El personal tendría que estar cualificado para el servicio misionero en Europa. Esto contribuiría también a la formación misionera del clero diocesano y de los laicos, ayudándoles a vivir la sinodalidad. Debería haber una persona de contacto para el área “parroquias” en el secretariado provincial de misiones.

Observamos que existen algunas experiencias de colaboración. Estas deberían ser fomentadas y apoyadas. Consideramos importante continuar el camino iniciado con el Foro Social de la Familia Comboniana. Queremos formar y/o fortalecer las comisiones nacionales de la Familia Comboniana.

Favorecemos el encuentro anual, en cada país, de los consejos provinciales y del equipo coordinador de la familia comboniana para organizar el servicio misionero y la reflexión en cada circunscripción. Proponemos también un encuentro anual de todas las familias combonianas presentes en cada país para reflexionar, orar y celebrar, y pensar en acciones comunes como familia comboniana.

La opción de trabajar en el área de JPIC y junto a los migrantes es una opción en línea con nuestro carisma. Es necesario crear competencias para este trabajo, siendo ayudados por personal capacitado, no sólo combonianos que ya trabajan en este campo. La persona responsable de esto debería ser a tiempo completo. En 2024 debería organizarse un encuentro europeo de JPIC y migrantes en Castel Volturno, y nuestras provincias deberían comprometerse más con los temas de justicia, paz y la plataforma Laudato si’.

La formación permanente del continente ofrece vías para preparar al personal destinado a Europa para el servicio activo, dándole las herramientas necesarias para interactuar con una realidad compleja, nuevas culturas, dinámicas inter-generacionales y el trabajo en red con la Iglesia local y la sociedad civil.

Adaptaciones litúrgicas desde los pueblos indígenas de México

La Dimensión Episcopal para la Pastoral de Pueblos Originarios y Afromexicanos de la Comisión Episcopal para la Pastoral Social (CEPS) organiza el próximo 14 de junio un webinar titulado “Adaptaciones litúrgicas desde los pueblos indígenas de México”. Su objetivo es dar a conocer el proceso de elaboración, el contenido de la propuesta y el resultado de la presentación del proyecto adaptaciones litúrgicas para los pueblos indígenas ante el pleno de la CEM y dimensionar su eventual impacto y retos para la pastoral y para las celebraciones litúrgicas entre los pueblos indígenas.

El webinar será transmitido en directo por su página de Facebook y está abierto a todos. Para inscribirse ver AQUÍ

Encuentro de los Consejos de la Familia Comboniana

Como cada año, los Consejos Generales de la Familia Comboniana nos hemos encontrado para seguir creciendo como familia. Este año nos han acogido las misioneras combonianas en Roma, donde nos hemos sentido como en casa. Gracias por vuestra atención y el de toda la comunidad.

Por: Alberto de la Portilla, LMC

Durante este año han habido muchos cambios en los equipos pues las religiosas y religiosos combonianos han celebrado su capítulo y elegido un nuevo consejo general. Por ello, la primera parte del encuentro la dedicamos a un rato de presentación personal.

El resto de la tarde tuvimos la oportunidad de profundizar sobre la homilía de Comboni en Jartum. Partir de cómo nos resuena en nuestro corazón y a la vez cómo nos desafía como familia misionera. Un bonito momento para reconocer como el carisma nos sigue uniendo y animando conjuntamente.

Tras la cena y algo de conversación nos retiramos a descansar para recuperar fuerzas tras el viaje realizado durante la mañana.

El día siguiente lo dedicamos a ponernos al día de dónde estamos cada una de las ramas de la familia. Una presentación pausada y con tiempo de preguntas que nos ayuda a conocernos mejor y entrar en la actualidad de cada uno. Un momento importante sin duda, especialmente para los nuevos equipos y que nos ayuda a todos a entrar en conocimiento y situación de las realidades que estamos viviendo.

Comenzaron las misioneras seculares compartiéndonos la ilusión de unos primeros votos en África, del camino recorrido hasta llegar a ellos y de la ilusión que supone para todos estas nuevas vocaciones, aun sabiendo que están en un primer estadio. También compartieron el devenir de sus compromisos tras su asamblea de hace dos años y cómo están empeñándose en los diferentes países donde están presentes. Mención especial a la reflexión que están teniendo sobe la animación misionera, el replanteamiento de la misma conforme a los nuevos tiempos es algo que nos desafía a todos como Familia comboniana y que nos interpeló bastante.

Luego fue el turno para los Laicos Misioneros Combonianos. En este tiempo nos centramos en lo que han supuesto los encuentros continentales de América en Lima-Perú y África en Cotonou-Benín, el trabajo realizado durante esas semanas y la marcha de los diferentes grupos y comunidades misioneras en los continentes. Han sido momentos de refortalecimiento, tras los años más duros de la pandemia, el poder reencontrarnos. Muy importante para los nuevos grupos, que les permite de primera mano contrastar su camino con el de los demás, pero también para los más antiguos que seguimos enriqueciéndonos con las experiencias que desarrollamos en los otros países, intentando dar finalmente algunas pistas de trabajo dentro del propio continente.

También hubo tiempo para presentar los objetivos de la futura asamblea europea de octubre, que se desarrollará en Polonia y de compartir las prioridades que como Comité Central tenemos para el próximo año antes de volcarnos en la preparación de la futura asamblea LMC internacional de finales del 2024.

Ya en la tarde escuchamos a los misioneros combonianos que nos compartieron sobre su capítulo. Partiendo de una nueva metodología que han seguido en el mismo que les anima a soñar sobre donde es su lugar y las prioridades para 2028. También delimitar varias líneas principales de trabajo y sobre ellas trabajar planes operativos que les permitan desarrollarlas. Este es un trabajo que deberá ser desarrollado a todos los niveles, partiendo de cada mccj, pasando por cada una de las comunidades y llegando a nivel provincial. Todo ello confirmará el plan sexenal que les permita llevar adelante los sueños expuestos en el capítulo.

También ha sido un momento importante los votos religiosos este año de 50 nuevos combonianos que anima al instituto en este caminar misionero.

En último lugar, las hermanas combonianas nos compartieron su pasado capítulo y lo que han supuesto estos meses de poner en marcha todo. Cabe destacar la valentía en la reestructuración que les hará pasar de 19 a 7 circunscripciones; así como la reconfiguración de la dirección general con el apoyo de cuatro coordinaciones que ayudarán a desarrollar las propuestas capitulares.

Todos estos cambios son un gran reto y una valiente apuesta de su parte para adaptar la organización a la realidad del instituto y las necesidades de la misión, que sigue cambiando y necesita de respuestas nuevas.

Ya el domingo nos adentramos en la toma de determinadas decisiones y de comenzar a pensar en el futuro. Por un lado el hermano Alberto Lamana nos ayudó a recopilar el camino realizado por la comisión de la ministerialidad, las propuestas de trabajo futuro y demás, y por nuestra parte corroboramos lo dicho en anteriores reuniones. Lo importante del trabajo realizado en estos años y el ejemplo de colaboración que supone este trabajo de ministerialidad como familia comboniana nos hace estar contentos.

También estuvimos reflexionando sobre el trabajo realizado como equipo de familia comboniana que conformamos como Consejos y reforzamos la idea de que esto no se debe a que las personas presentes estemos más conscientes de ello sino que es algo por lo que apostamos desde las diferentes ramas, por ello nos marcamos la tarea de elaborar un pequeño directorio que nos ayude a trabajar mejor en estas reuniones. Y es algo que trabajaremos de aquí al próximo año.

Igualmente tuvimos un tiempo para reflexionar sobre el camino como familia que comparte el carisma, compartiendo la experiencia de los encuentros que se están celebrando en Roma por parte de diferentes familias, donde religiosos, religiosa, institutos seculares y movimientos laicales que comparten carisma se empiezan a reunir e intercambiar experiencias. Creemos que escuchar estas experiencias y compartir la nuestra nos puede ayudar a seguir creciendo. También compartimos la idea de identificar los diferentes grupos de laicos que están cercanos a la familia comboniana o a alguna de sus ramas. La importancia de acompañar a estos laicos que quieren compartir el carisma de diferentes maneras, ayudarles a crecer en esta vocación, ayudar que estas propuestas de vocaciones no se solapen, las unas con las otras, para que así en el futuro podamos seguir ayudando a tantas personas que ven en Comboni una inspiración para sus vidas.

Terminamos nuestro encuentro con la celebración de la eucaristía con toda la comunidad de hermanas. Sin duda los momentos de oración y esta eucaristía final nos han ido ayudando mucho durante este encuentro. Han sido momentos significativos de testimonios de vidas combonianas y de búsqueda de lo que el Señor nos va pidiendo como familia comboniana.

Nos volveremos a encontrar el próximo mes de junio en Verona, pero mientras y a lo largo del año seguiremos en contacto y trabajando los retos que nos hemos marcado.

Un saludo a todos y todas

Alberto de la Portilla, coordinador Comité Central LMC.

Fallece el obispo comboniano Mons. Max Macram

El pasado 4 de junio falleció en Mechanicsburg, Pennsylvania, EE.UU, Mons. Max Macram Gassis, misionero comboniano y obispo emérito de El Obeid, en Sudán. Mons. Macram, de 84 años, llevaba varios meses enfermo.

Mons. Macram nació en Jartum, en 1938. Fue ordenado sacerdote en 1964 y nombrado administrador apostólico de El Obeid en 1983, diócesis de la que sería consagrado obispo en 1988. En 1990, tuvo que salir exiliado después de que el gobierno de Jartum le llevara ante los tribunales tras su testimonio ante el Congreso de Estados Unidos sobre las atrocidades cometidas por el gobierno sudanés contra su pueblo. Desde entonces vivió principalmente en Kenia, pero no dejó de viajar a Europa y Norteamérica para pedir ayuda en la defensa de los derechos humanos en Sudán. Informó a la opinión pública sobre la persecución religiosa contra la población cristiana, el bombardeo de asentamientos humanos y el terrorismo mediante el hambre y el asesinato. Gran defensor de los derechos humanos, llegó a ser propuesto para el Nobel de la Paz en el año 2012.

También promovió proyectos humanitarios de diversa índole destinados a la creación de pozos y hospitales y a la educación de las poblaciones locales. En el momento de su fallecimiento se encontraba en Mechanicsburg, EEUU, en casa de unos familiares.