Compartiendo el ideal misionero “ad gentes”
Po. P. Rafael González Ponce
Apenas llegados al interior del país, los misioneros combonianos experimentan un llamado vehemente a compartir su vocación misionera. Fue por lo que inician la publicación de una hoja sencilla titulada: “Amigos de las Misiones Africanas”. En el mes de enero de 1953 aparece el primer número de la revista “Las Misiones”, que ocho meses más tarde toma el nombre de “Esquila Misional”. El 1 de enero del 1966 nacerá “Aguiluchos” que tanto bien sigue haciendo entre la niñez y adolescencia mexicana.
El P. Elio María Sassella, superior de los combonianos, aparece como primer director de Esquila, aunque en realidad fue el P. Antonio Piacentini quien estuvo preparando el material durante los primeros seis años. Con el trascurrir del tiempo, estas dos revistas resultarían instrumentos providenciales para el fortalecimiento de la conciencia misionera de la Iglesia local y el nacimiento de numerosas vocaciones misioneras para México y el mundo.
Al principio las cosas no fueron tan fáciles. No se sabía exactamente lo que había que hacer, pero se contaba con gran entusiasmo y confianza en Dios. La generosidad de un señor que tenía un offset por la calle de Colombia en el centro de la ciudad permitió que se imprimieran, cada dos meses, de 500 a 1000 ejemplares. Las direcciones había que escribirlas a mano y se llegó incluso a ofrecer la revista de casa en casa. Como no había recursos suficientes, los números no siempre salían a tiempo y por ello los meses no siempre coincidían. “Los números de la segunda mitad de 1957 –leemos en un reporte– se distinguen por lo mal hechos. Ese año, con muchos esfuerzos se había logrado comprar una imprenta y, como parte de su formación, se pidió a un grupo de aspirantes a Hermanos Misioneros que aprendieran su funcionamiento. Se logró ir adelante por la buena voluntad de todos esos jóvenes”.
Con la llegada del P. Enrique Faré como Provincial, la revista había de conocer un cambio radical. En enero de 1959 asume una fisonomía de tabloide. Inicia como director el P. Juan Pedro Pini, quien se dedicaría no solo por unas horas sino a tiempo completo. A partir de enero de 1962, Esquila aparece con su portada a colores. Al mismo tiempo, se va formando un equipo de redactores, corresponsales y diseñadores. Igualmente, el sector de la administración y difusión iba creciendo. Debido a la oportuna gestión del P. Luis Butera y numerosos bienhechores, se inició la construcción de un nuevo edificio. El 21 de septiembre de 1976 se abrieron las puertas del CAM en la Calle Ponciano Arriaga 10 en pleno centro de la Capital. Años más tarde, se llegarían a editar con calidad profesional hasta 70 mil ejemplares mensuales (varios millares para Centroamérica y Perú), sin contar la edición de libros misioneros y audiovisuales.