Santos y capaces
Con una misa de acción de gracias en la Basílica de Guadalupe, los combonianos clausuraremos el 14 de este mes de octubre nuestro año jubilar por los 75 años de presencia en México. A lo largo de todo este año hemos ido publicando artículos y reflexiones sobre este acontecimiento, así como por los 70 años de nuestra revista Esquila Misional. Este reportaje es el fruto de un viaje a modo de peregrinación por las que fueron las misiones de los combonianos en Baja California Sur, donde todo comenzó.
Por: P. Ismael Piñón, mccj
El intenso y bochornoso calor que asola Baja California Sur (BCS) en pleno mes de agosto no fue impedimento para que nos atreviéramos a recorrerla de norte a sur, pasando por los numerosos puestos de misión en los que trabajaron los Misioneros Combonianos. Las ciudades de La Paz y San José del Cabo fueron las primeras que asumieron nada más al aterrizar en esta región de México a inicios de 1948. A partir de ahí se irían expandiendo hasta llegar al extremo norte, en Vizcaíno, Guerrero Negro o Bahía Asunción, entre otras. De los inicios y de la presencia de los combonianos en la ciudad de La Paz ya dimos cuenta de manera extensa en el reportaje publicado en mayo (ver Esquila Misional, mayo 2023, pág. 21 a 28), por lo que iniciamos nuestra peregrinación en Las Pocitas, misión a la que se retiró el padre Juan Giordani –monseñor Giordani, como le llaman todos– tras la creación del vicariato apostólico de Baja California Sur. Acompañados por el sacerdote Renato Mazzon, misionero comboniano italiano que trabajó durante muchos años en varias de las misiones de BCS y que hizo las veces de chófer y de guía, iniciamos nuestro recorrido.
Las Pocitas, memoria de monseñor Giordani
A unos 100 kilómetros de La Paz, camino al norte por la carretera transpeninsular, se encuentra el pequeño pueblo de Las Pocitas. Ahí, en la iglesia parroquial de San Antonio de Padua, pervive el recuerdo del que fue uno de los pilares no sólo de la presencia de los combonianos en BCS, sino del nacimiento y desarrollo de lo que hoy es su Iglesia local. Monseñor Juan Giordani es recordado y venerado como un verdadero santo. Tras terminar su misión como prefecto apostólico al crearse el vicariato en 1976 y ser nombrado monseñor Gilberto Valbuena Sánchez como primer vicario apostólico, se retiró a este pequeño pueblo con la misión de atender sus innumerables rancherías. Su estilo de vida sencillo y pobre queda bien reflejado en la pequeña casa-museo que aún se conserva con sus objetos personales y que el padre Bernardino Girón, actual párroco, cuida con esmero.
Muchas son las anécdotas y relatos que la gente que lo conoció cuenta de él, como la ocasión en la que se aventuró a cruzar el río con su viejo automóvil tras una crecida que se había llevado todo por delante, cuando se quedaba sin gasolina en mitad del desierto y siempre, como si un ángel de la guarda lo acompañara, llegaba a su destino de manera milagrosa. Los últimos años de su vida misionera los pasó recorriendo las decenas de rancherías que conformaban y siguen conformando la parroquia, hasta que la enfermedad y su avanzada edad le obligaron a retirarse a La Paz, donde falleció en enero de 2001, poco antes de cumplir los 95 años.
Ciudad Constitución: Parroquia de Lourdes y el Santuario de Guadalupe
Continuando por la carretera transpeninsular, a otros cien kilómetros al norte de Las Pocitas, está Ciudad Constitución, a donde los combonianos llegaron en 1958 y asumieron la que hoy es la parroquia de Nuestra Señora de Lourdes. De entre las muchas capillas ahí fundadas por los combonianos, destaca el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, construido por el padre Pedro Luis Cadé, quien a sus 91 años vive todavía en una residencia para misioneros mayores en Italia.
Lo que hoy es un gran santuario, surgió como una capilla auxiliar de la parroquia Nuestra Señora de Lourdes, impulsada en 1971 por los sacerdotes Juan Pedro Pini y Antonio Marrocchi. Con el tiempo y ante el fuerte crecimiento de la población, la diócesis vio conveniente transformar la capilla en un centro-misión. La antigua capilla, construida por los padres Domingo Zugliani y Marcelo Trotta, se demolió y se construyó un templo más amplio. En 1988 el sacerdote Cadé es destinado al centro-misión Nuestra Señora de Guadalupe y comienza el proyecto de construir el templo que conocemos hoy. Es un hermoso edificio de forma circular con el techo en forma de estrella de seis puntas. El propio Cadé publicó un pequeño folleto en 1996 en el que explicaba, a modo de catequesis, todos los elementos constitutivos del templo, tanto en el exterior como en el interior. Siendo un santuario guadalupano, es visitado constantemente por fieles que acuden a rezar, a confesarse o a rendir culto a la Madre de todos los mexicanos.
Camino de la Costa
Continuamos por la transpeninsular, siempre hacia el norte, y llegamos a Ciudad Insurgentes, donde los combonianos se establecieron de manera permanente en 1963, fundando la parroquia de Nuestra Señora de Fátima, aunque ya la atendían desde Ciudad Constitución. Tras una breve visita a la iglesia tomamos la dirección de la costa, rumbo a Loreto, misión fundada por los Jesuitas en el siglo XVII y confiada a los combonianos en 1977, siendo el padre Marcello Panozzo, que formaba parte de la comunidad de Ciudad Constitución, su primer párroco. Los historiadores la consideran como la «cabeza y madre de las misiones de Baja California», ya que de ella partieron la mayoría de las expediciones que fundaron las demás misiones de la península. Antes de llegar, nos desviamos para visitar la misión de San Francisco Javier. Ahí estuvieron presentes por un breve periodo algunos combonianos, aunque la escasa presencia de cristianos hizo que pronto dejaran de asistirla, salvo en la fiesta patronal o algunos otros eventos. San Francisco Javier está considerada una de las joyas históricas de las misiones de los Jesuitas en México. Está bastante bien conservada y cuenta con un pequeño museo en el que se muestra la historia de la misión.
Siguiendo la carretera en dirección a Guerrero Negro se encuentran las misiones de Mulegé y de Santa Rosalía, dos lugares considerados también como joyas de las misiones jesuíticas. Santa Rosalía fue asumida por los combonianos al poco tiempo de su llegada, en 1949, siendo sus primeros pastores los sacerdotes Mario Franco y Amadeo Ziller. Ahí se encuentra la iglesia de Santa Bárbara, muy conocida porque fue diseñada en 1884 por el famoso ingeniero francés Gustave Eiffel, autor de la famosa torre parisina. Construida en 1887, estuvo expuesta en París junto a la torre. Luego fue desarmada y trasladada a Santa Rosalía, donde fue instalada entre 1895 y 1897. Desde Santa Rosalía los combonianos comenzaron a atender también la misión de San Ignacio, conocida como «la misión del oasis», por el lugar en el que se encuentra. En ella se establecería poco después una comunidad.
Vizcaíno, Guerrero Negro y Santa Gertrudis
Llegamos prácticamente de noche a Villa Alberto Andrés Alvarado, en Vizcaíno. Fue la primera misión del sacerdote Renato Mazzon, mi chófer y guía. A pesar de haber pasado varios años en la región, apenas reconoce el lugar. Han pasado muchos años y lo que era un pequeño pueblo con apenas unas cuantas casas se ha convertido en una urbe con nuevas construcciones, comercios y restaurantes. Gracias a una antigua amiga suya que nos muestra el camino conseguimos llegar a la misión, la parroquia San Antonio de Padua. La presencia comboniana en esta zona nació en lo que hoy llaman «El Ejido», un pequeño pueblo llamado Gustavo Díaz Ordaz, en el que habitaba una colonia de trabajadores y que comenzaron a atender desde San Ignacio los padres Dante Bronzato y Primo Bentivoglio. Luego el sacerdote Octavio Raimondo comenzó una presencia más continua, iniciándose la parroquia de San Juan Diego, cuya iglesia fue construida en 1971 por el sacerdote Gabriel Chiodi, que por entonces era párroco de Guerrero Negro, desde donde atendía las comunidades de Vizcaíno. Al marcharse los trabajadores, la parroquia se trasladó a Villa Alberto Andrés Alvarado, donde se encuentra en la actualidad. En esta misión trabajaron varios sacerdotes combonianos, además del propio Renato Mazzon, Juan Fumach, Dario Girardi y Daniel Magaña, que fue quien construyó la casa cural. Como es domingo, ayudamos al párroco en las celebraciones dominicales, tanto en el centro de la misión como en algunas rancherías. En todas ellas siguen guardando un gran recuerdo de los combonianos.
Al día siguiente y gracias a la generosidad de una familia amiga del sacerdote Renato, que dispone de una buena camioneta, visitamos Guerrero Negro y nos aventuramos por el desierto para llegar a la misión de Santa Gertrudis, ya en territorio del estado de Baja California (Norte). Las tres horas de viaje por caminos de terracería, piedras y arena bajo un sol abrasador merecieron bien la pena. La misión de Santa Gertrudis fue fundada en 1737 por el jesuita Fernando Consag y restaurada, al igual que la misión de San Francisco de Borja, por el comboniano padre Mario Menghini. En una placa situada en el atrio de la misión se puede leer lo siguiente: «En 1737 el jesuita Fernando Consag fundó la misión de Santa Gertrudis, sentando las bases del hoy estado de Baja California. Amor, fe, esperanza y audacia fueron los valores que trajo y con los que llevó a cabo una labor profundamente humana y fecunda entre los indios cochimi».
En el interior de la iglesia, bien cuidada por un matrimonio que vive permanentemente ahí, se puede ver un pequeño cuadro con la foto y un texto de agradecimiento al sacerdote Mario Menghini por su empeño y dedicación en la restauración de la misión.
La presencia comboniana en Guerrero Negro se remonta a 1966. Desde ahí se atendía, además de Vizcaíno, las misiones de Bahía Tortugas y Bahía Asunción, las cuales no tuvimos tiempo de visitar y que llegaron a tener también una presencia permanente de una comunidad comboniana. La lista de padres y hermanos que trabajaron en esta región desértica en el extremo norte del estado es numerosa. Al recorrer esa remota región por caminos llenos de polvo, piedras y cactus, uno no puede menos que admirar la audacia de aquellos misioneros que a pie, a caballo o a lomos de una mula fueron capaces de soportar el calor y la dureza del entorno para llevar el Evangelio a sus habitantes.
Camino del Sur
Regresamos a La Paz y al día siguiente tomamos la ruta de Los Cabos, al extremo sur de la península, para visitar las misiones de Todos Santos, Cabo San Lucas y San José del Cabo, que fueron, junto con la parroquia de La Paz, las primeras misiones que asumieron los combonianos en 1948, apenas recién llegados. Los padres Pedro Vignato y Bruno Adami y el hermano Francisco di Domenico, llegaron a La Paz el 15 de febrero de 1948 y, apenas tres días después, continuaron su camino hacia San José del Cabo. Por su parte, el sacerdote Amadeo Ziller y el hermano Arsenio Ferrari, que llegaron el 24 de abril, fueron destinados enseguida a la misión de El Triunfo-Todos Santos, mientras que los padres Elio Sassella, Luis Ruggera y Antonio Piacentini y el hermano Gino Garzotti permanecieron en la misión de La Paz.
Cuenta el padre Domingo Zugliani en su libro «Comboni también vibra por México» que cuando los misioneros llegaron a San José del Cabo, se encontraron con que la iglesia tenía el techo de palma y permanecía cerrada, mientras que la casa cural no tenía puertas ni ventanas. Todas las iglesias y demás edificios de las misiones se encontraban en un estado deplorable. En los archivos parroquiales conservan todavía un viejo papel en el que figuran los nombres de los párrocos, desde 1768 hasta 1967. En dicha lista aparecen los nombres de los combonianos que se hicieron cargo de ella desde su llegada en 1948. Poco más de un año después, y gracias a la llegada de nuevos misioneros, los combonianos asumieron la misión de El Triunfo, desmembrando la de Todos Santos, la de Santiago, la de San José del Cabo, además de las de San Ignacio y San Luis Gonzaga, en el norte. A las grandes dificultades de los inicios, se irían añadiendo otras, como la trágica muerte del padre Luis Corsini en Todos Santos. Sin embargo, poco a poco los esfuerzos de aquellos intrépidos misioneros fueron dando sus frutos. Así, el Seminario Sagrado Corazón de La Paz, fundado por monseñor Giordani, vería la luz en 1963; o el grupo de los Pequeños Hermanos de María, fundados por el sacerdote Antonio Piacentini en Todos Santos en 1971, ya está reconocido como asociación internacional de fieles de derecho pontificio.
Santos y capaces
Tras casi dos semanas de viaje y peregrinación por tierras californianas, no logramos visitar todos los lugares que en algún momento tuvieron presencia comboniana. Misiones como La Purísima, Las Virgencitas, Comondú, Bahía Tortugas o Bahía Asunción entre otras, quedarán para otra ocasión. Queda, además, todavía mucho por visitar e investigar, ya que apenas tres años después de su llegada a Baja California, los combonianos dieron el salto al continente asumiendo la vicaría de Tepepan y abriendo una comunidad en la colonia Moctezuma, debido a la necesidad de tener una presencia en la capital para todos los trámites burocráticos y de migración; además de disponer de un lugar para acoger a los primeros seminaristas aspirantes a misioneros. En 1953 se abriría el seminario de Sahuayo, después el de San Francisco del Rincón, luego en Xochimilco… Pero eso merece ya un capítulo aparte.
Lo que sí nos permitió este viaje fue constatar la entrega y el heroísmo de unos misioneros «santos y capaces» como los quería Comboni. Unos hombres entregados en cuerpo y alma a llevar el Evangelio a los lugares más remotos de la península californiana que habían estado abandonados durante siglos. Por cada lugar por donde íbamos pasando, los testimonios de las personas que llegaron a conocer a aquellos misioneros daban fe de una entrega total a la misión y a la gente. Ellos son parte de nuestra historia, de la historia de los combonianos, de la historia de la Iglesia en México y de la historia de Baja California Sur.