Fecha de nacimiento: 14/09/1953
Lugar de nacimiento: Los Camichines / México
Votos temporales: 21/04/1979
Votos perpetuos: 17/12/1982
Fecha de ordenación: 23/07/1983
Fecha de fallecimiento: 09/07/2020
Lugar de fallecimiento: Ciudad de México (M)

Conocí al P. Jorge García Castillo hace muchos años, en la redacción de Esquila Misional y Aguiluchos. En ese momento trabajaba como editor y estaba al comienzo de un trabajo que lo acompañaría hasta las últimas horas de su vida y que lo convirtió en un gran misionero a través de la prensa. En todos estos años, el ser misionero y la labor del periódico han sido inseparables en la persona del P. Jorge. Su misión, a pesar de haber conocido la realidad pastoral de zonas de primera evangelización, ha estado siempre marcada por su ministerio de comunicador del Evangelio a través de revistas y libros, principal instrumento de su predicación.

El padre Jorge nació el 14 de septiembre de 1953 en Los Camichines, en la parroquia de los Guajes, cerca de Juchitlán, Jalisco. Desde muy joven vivió la experiencia de la pobreza y de los grandes sacrificios y de aquí nació el primer deseo de vida sacerdotal y de servicio a los demás. Ingresó al seminario de Autlán, donde el mundo se le revelaba con horizontes más amplios, que traspasaban los estrechos límites de su diócesis, y sintió que Dios lo invitaba a aventurarse en el camino de la misión. En 1975 ingresó al postulantado comboniano de Xochimilco donde continuó sus estudios como filósofo antes de ingresar al Noviciado de Cuernavaca, Morelos, para la primera experiencia de vida religiosa que culminó con su consagración a las misiones.

Siguieron los años en Roma, donde estudió teología. De regreso en México, fue ordenado sacerdote el 23 de julio de 1983 y destinado al centro de animación misionera. Ese mismo año inició sus estudios de periodismo en la escuela Carlos Septién, donde se graduó. En 1990 fue enviado a Perú para dirigir la revista Misión sin Fronteras. En esos años vivió su labor no sólo informando sino que, sintiéndose interpelado por las situaciones de pobreza e injusticia, asumió su misión de profeta informando y denunciando. Para ello tuvo que cargar con la cruz de la incomprensión y el castigo que lo obligó a dejar la misión que tanto amaba. De 2001 a 2007 tuvo la oportunidad de dedicarse a la pastoral, en contacto directo con la gente, en contextos muy diversos. Pasó unos años en las montañas de Guerrero, entre los mixtecos.

En la pastoral urbana se desempeñó en la comunidad de los Mártires de Uganda, en la colonia Moctezuma, Ciudad de México. En 2008 los superiores lo llamaron a Roma como responsable de la Secretaría General para la Animación Misionera del Instituto. Volvió así al mundo de la comunicación, siguiendo a todos los misioneros que se dedican a transmitir el Evangelio a través de los medios de comunicación. A menudo se le veía salir con su cámara y carné de periodista para cubrir acontecimientos en los que la Iglesia estaba presente en su compromiso con los más pobres. Estaba feliz de llevar el chaleco con la inscripción “Comboni Press”. En 2017 regresó a México con los primeros síntomas de enfermedad y sufrimiento por unas intervenciones quirúrgicas a las que tuvo que someterse. pero esto no le impidió seguir corriendo por todas partes en busca de alguna noticia o testimonio de la presencia del Evangelio entre los marginados. Asumió con entusiasmo la responsabilidad de dirigir las revistas Esquila Misional y Aguiluchos a las que dedicó su tiempo y su corazón: unos días antes de su muerte quiso reseñar el último número de la revista, listo para imprimir, casi como para decirnos que el misionero se está muriendo en el campo.

El P. Jorge era un hombre pequeño de estatura pero con un corazón inmenso. Era una de esas personas que pasan desapercibidas en un grupo, pero cuya presencia se hace sentir cuando se convierte en ausencia. Quienes lo conocimos siempre lo recordaremos como una persona sencilla, humilde, abnegada, de gran bondad, que con sus gestos de bondad y atención hacia los demás creaba una empatía que se traducía en amistad capaz de perdurar en el tiempo. El P. Jorge fue un hombre enamorado de su vocación sacerdotal. Vivió el sacerdocio como un gran don que Dios le había dado para ponerse al servicio de los demás. Le encantaba celebrar los sacramentos y siempre estaba disponible cuando alguien le preguntaba.

Echaremos de menos sus palabras, sus consejos, su presencia. Pero estamos seguros que seguirá estando presente entre nosotros porque el amor no conoce tiempo, ni fronteras, ni presente, ni futuro y Jorge fue una gran persona en la experiencia de amar.

(P. Enrique Sánchez G., mccj).