Fecha de nacimiento: 11/05/1934
Lugar de nacimiento: Angangueo – MÉXICO
Votos temporales: 19/03/1958
Votos perpetuos: 09/09/1961
Fecha de ordenación: 07/04/1962
Fecha de fallecimiento: 13/11/2009
Lugar de fallecimiento: Ciudad de México, D.F
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El P. Manuel es un legítimo pionero comboniano. Nacido el 11 de mayo de 1934 en Angangueo, Michoacán, entró joven en el seminario Palafoxiano de Puebla. A los 22 años, ya cursado el primer año de teología, entró en el Noviciado comboniano de Tepepan, D.F., bajo la dirección del P. Luis Ruggera, misionero comboniano de vanguardia. Los Combonianos habíamos llegado a la Ciudad de México en 1951 y el P. Manuel convivió con el veterano de África P. Pedro Vignato, apóstol también en San José del Cabo introduciendo el método africano del safari, rancho por rancho.

Convivió luego con el otro apóstol misionero de La Purísima, P. Antonio Piacentini, fundador de los Pequeños Hermanos de María. Formidables también los ejemplos del Hno. Alejandro Gritti, callado pero activísimo. Forjó así su vida misionera en ambiente de fervorosos misioneros, y profesó sus votos religiosos temporales el 19 marzo 1958. Luego fue enviado al escolasticado de Venegono Superiore (Norte de Italia) a terminar la teología. Tres años después el 9 de septiembre de 1961 hizo su profesión perpetua y el siguiente año recibió el sacerdocio en la Catedral de Milán el 7 abril 1962 a manos del Card. Giovanni Battista Montini.

Joven sacerdote, ejerció en la Ciudad de México por 5 años predicando Días Misionales en las parroquias y fomentando vocaciones misioneras entre los jóvenes.

En 1969 fue destinado a las misiones de Mozambique (África portuguesa) tras un año de estudio del idioma portugués en Lisboa. Fue párroco en Buzi, diócesis de Beira en plena guerra civil del FRELIMO contra los Portugueses colonizadores. Aquí reveló toda su capacidad para aprender idiomas que explayó ampliamente en misión.

En 1973 regresó a México para unas merecidas vacaciones. Aquí fue nombrado padre maestro en Cuernavaca de 1974 a 1978. Pero su corazón había quedado en su misión. Siempre que podía hacer alguna rifa o kermés era para su Mozambique. Luego suplicó volver a misiones y los superiores le encomendaron la asistencia de los refugiados mozambiqueños en Malaui de 1979 a 1994.

El P. Luigi Casagrande lo recuerda así: “Su permanencia en Malaui-Zambia puede dividirse en tres momentos. El periodo de actividad apostólica en la zona sur de Malaui en la frontera con Mozambique. Este periodo se caracteriza por la organización de la misión de Chiringa con la institución de muchas comunidades cristianas y la construcción de varios centros de oración. El periodo de la actividad apostólica en el Valle de Lisungwe, en contacto con la gente pobre de aquella zona, gente que necesitaba ser visitada constantemente para ser animada. El trabajo es arduo sobre todo en tiempo de calor que gasta tantas energías. El periodo de trabajo misionero en la misión de Lirangwe en donde se dedicó a la catequesis organizada, a la formación de los animadores de las pequeñas comunidades cristianas y a la atención del catecumenado de los adultos.

Puedo afirmar que encontré un comboniano identificado con su vocación apostólica, con el Instituto, con su carisma y con el Fundador. Siempre estaba disponible al cuidado de sus compañeros. Era amante del orden y de la precisión, se exponía a las bromas de los hermanos y las aceptaba con humor. De vez en cuando manifestaba cierta timidez, inseguridad y reserva. En ocasiones acusaba cierta rigidez que lo conducía a posturas impopulares. Con el pasar de los años alcanzó un buen equilibrio entre la atención a sí mismo, el trabajo apostólico y la vida de oración”.

Luego fue asignado a las Misiones de Sudáfrica hasta el 2000, años que recordaba con emoción en sus charlas de sobremesa. El P. Giuseppe Sandri escribe: “El P. Manuel Gutiérrez llegó a Sudáfrica el 22 de septiembre de 1993. Después de algunos meses en varias localidades para aprender el zulu, ayudó en la parroquia de Nelspruit durante unos 6 meses. Fue enviado primero a la comunidad comboniana de Nhlasatshe, luego asignado a la parroquia de Mt. Frere, en la diócesis de Kokstad, donde permaneció hasta julio del 2000 cuando volvió definitivamente a México. El P. Manuel se mostró en Sudáfrica como un misionero disponible, humilde y comprometido en la primera evangelización tanto en Elukwatini como en Mt. Frere. Participó siempre fielmente en las iniciativas de la provincia comboniana y de la Iglesia local”.

En 2001, ya enfermo por varios achaques contraídos en la misión, fue asignado a nuestra provincia mexicana y enviado a La Paz, como Rector del Templo Expiatorio del Sagrado Corazón de Jesús y ayudante del P. Pedro Luis Cadé, superior.

Lamentablemente, cada tres meses tenía que volver a que lo viera el médico que lo había operado en la Ciudad de México. Empezó así su Vía Crucis que llevaba con serenidad. Su vida, hasta la muerte, fue toda ella entregada al ministerio de las confesiones y al de los enfermos, sobre todo en el cercano Hospital Salvatierra. Era muy sensible a los problemas de los empleados de la casa y de los pobres que acudían a él en sus necesidades. Además era el procurador de la casa y, en su vida, nunca nos faltó nada en la cocina y alimentación. ¡Gracias, Manuel!

De carácter muy tranquilo, fue estimado y amado por los feligreses quienes amaban sus sermones apacibles en la Misa de la tarde reservada a él; y buscaban su dirección espiritual. Ahora lo extrañan y se encomiendan a su intercesión. En julio fue a la Ciudad de México para su visita médica de rigor y ya no pudo regresar a La Paz. Operado al hígado, a pesar de todos los esfuerzos, fue invadido por metástasis agresivas y serenamente pasó a la Casa del Señor el viernes 13 de noviembre a las 10:45 p. m. a los 75 años y seis meses de edad.

Fue velado en nuestra capilla de Xochimilco, D.F., y luego sepultado en nuestra cripta comboniana, en el camposanto cerca de nuestra Casa.

En la Misa de exequias, celebrada por el P. Provincial Rafael González Ponce, resaltó de la vida del P. Manuel su gran amor a la Palabra de Dios y a la celebración de la Liturgia; “cuidaba con esmero el decoro y belleza de las celebraciones; nunca hacía una homilía sin prepararse a conciencia y escribir sus notas bíblicas”; junto a su lecho de muerte estaba un comentario bíblico y un libro sobre los pensamientos de San Daniel Comboni.

Tenía un gran amor a África: deseaba siempre regresar allá y le costó mucho obedecer y quedarse este tiempo en México. Aquí mismo siempre animó los grupos misioneros y buscó trasmitir el ideal de las misiones. Amó el movimiento de los scout para formar en los valores a los jóvenes; fue fundador de estos grupos en varios lugares y participó a nivel internacional; algunos de nuestros sacerdotes encontraron su vocación misionera comboniana a través de él por este ministerio.

(P. Mario Menghini)