Fecha de nacimiento: 05/12/1931
Lugar de nacimiento: Veracruz / México
Votos temporales: 09/09/1971
Votos perpetuos:
Fecha de ordenación: 14/07/1957
Fecha de fallecimiento: 03/03/1974
Lugar de fallecimiento: Gilgil / Kenia
El domingo 3 de Marzo de 1974, en la misión de Gilgil, Kenya, moría a consecuencia de una volcadura en la carretera el P. Manuel Vázquez Nolasco. Al día siguiente el provincial de Kenya, P. Rafael Cefalo, informaba a la Provincia de México: Estarán esperando más detalles sobre la muerte del P. Manuel. El domingo 3 de Marzo el Padre salió acompañado del catequista Carlos Omolo rumbo a Kiboko donde celebró la santa misa. De allí partió para celebrar una segunda misa en Mbogo. El catequista de 60 años, fiel colaborador del Padre y único testigo de todo, es el que nos ha informado de los detalles del incidente.
“Después de celebrar la misa en Mbogo, regresábamos a casa a comer para ir luego a Elementaita, donde el Padre tenía que celebrar una tercera misa. Íbamos por una brecha no muy buena, a una velocidad moderada y sin saber cómo ni por qué, nos encontramos fuera de la carretera. El carro dio varias maromas y no supe más de mí. Hacia las 2 de la tarde, al recobrar los sentidos, me di cuenta que el Padre no estaba en el carro. Lo encontré a unos veinte metros. Supongo que, al volcarse el vehículo, lo aventó por la ventanilla. Lo oí quejarse: me siento mal; me duele el pecho; creo que me voy a morir; ¡Ayúdame! Traje agua, pero no pudo beber. Media hora más tarde pasó un camión de carga y nos auxiliaron. En el camino, antes de llegar al hospital de Gilgil, el Padre arrojó sangre por la boca y por la nariz y expiró”.
Al practicársele la autopsia resultó que varias costillas le habían perforado el pulmón causándole una fuerte hemorragia. Los funerales se celebraron en la catedral de Nakum con la participación de 40 sacerdotes y presidiendo la concelebración el obispo Mons. Rafael Ndingi. En las exequias fúnebres que se le hicieron en Gilgil se vio un mar de gente, como nunca. Quisieron que se destapara el féretro para ver al Padre por última vez. Su funeral reveló el cariño y simpatía de que gozaba en el poco tiempo que estuvo entre su gente. Fue sepultado en Nairobi.
El P. Agostoni, Superior General, en una circular a los combonianos de Kenya, hizo esta reflexión: Dios nos llama a colaborar en sus obras no porque tenga necesidad de nosotros para llevarlas a cabo, sino para brindamos la oportunidad de servirle. Y como él es dueño absoluto de todo actúa a veces de una manera que nos desconcierta: no espera los frutos, sino que recoge inesperadamente el árbol.
Para nosotros la vida y la muerte del P. Manuel no tiene sentido más que si sabemos leerla así: en clave de fe.
El P. Manuel Vázquez era poblano. Había entrado en el Instituto comboniano a la edad de 39 años, después de servir durante trece años en el ministerio como sacerdote diocesano.
Había nacido en Chachapa, Puebla, el 5 de diciembre de 1931. Ordenado sacerdote para la diócesis trabajó como vicario cooperador en Izúcar de Matamoros y en Tepeaca. Posteriormente, durante once años, fue párroco en Japala, Puebla, y en Xochitlán. Pero como sentía que Dios lo llamaba insistentemente a dedicar su vida a las Misiones, el 28 de noviembre de 1969 habló con el Arzobispo Mons. Octaviano Márquez acerca de su vocación.
El Arzobispo no sólo me dio permiso, sino que me alentó en mis anhelos. Pero como es muy difícil proveer de sacerdote a una parroquia así de inmediato, me indicaba que le deje unos meses para enviar a mi sustituto y me proponía dejar todo listo para después de la Semana Santa, esto es para la segunda quincena de abril. De hecho, no llegó a Xochimilco sino el miércoles 22 de julio para empezar el noviciado el 9 de septiembre de 1970.
En la quietud del noviciado de Xochimilco y dedicado a las tareas propias de los novicios, el Padre Manuel no perdía de vista lo que era el anhelo de su vida: las Misiones. El 9 de septiembre de 1971 hizo la profesión religiosa. En carta a los superiores del Instituto había manifestado sus opciones:
Mi anhelo más ardiente es ejercer el ministerio sacerdotal en algún país del continente africano cuya lengua oficial sea el inglés. Por lo tanto, deseo ir a aprender dicho idioma donde sea mejor y a la vez pueda estudiar lo concerniente al país a misionar, para mejor prepararme y hacer el mayor bien posible a mis hermanos de África.
Como tengo ya trece años de sacerdote y 39 de edad me parece que urge apremiar la preparación y estar disponible para ayudar en algo a los hermanos sacerdotes que se están desgastando por Cristo en tierras africanas.
Los superiores lo destinaron a Inglaterra para un curso de inglés. El 2 de enero de 1972, en la catedral de Puebla, el Arzobispo Octaviano Márquez presidió el rito de envío y le entregó el Crucifijo de misionero. El Padre se despidió de la familia y de su tierra y apenas diez días después iniciaba en Londres el estudio del inglés.
Terminado el curso de inglés y habiendo esperado en vano el permiso de entrar a Uganda, los superiores lo destinaron a la nueva misión de Kenya.
Por fin, gracias a Dios, me encuentro ya en el campo de la realidad misionera: África. Actualmente nos están lavando el cerebro con la lengua swahili, metiéndonosla a alta presión: pero como nos es indispensable estamos respondiendo con gusto y más o menos satisfactoriamente.
Para los amigos de Esquila Misional el Padre describía así su llegada a la misión de Gilgil, el día 8 de septiembre:
Amanece un día primaveral. Todo invita a la alegría, al entusiasmo, al trabajo. Nos despabilamos tempranito el P. Santiago Jiménez y yo. Es hoy precisamente cuando tenemos que llegar a nuestro nuevo campo de apostolado.
Nuestras primeras palabras son otras tantas preguntas: ¿qué tal te sientes? ¿Qué sorpresas tendremos? En realidad, sentimos, no miedo, pero sí una cierta dosis de zozobra ante la incertidumbre de lo desconocido. Sin duda hemos tenido alguna preparación, pero no del todo suficiente como para darnos una seguridad frente a la idiosincrasia totalmente distinta a nuestra cultura occidental.
Celebramos la santa misa en compañía de otros misioneros. Tomamos un frugal desayuno y, despidiéndonos de todos, emprendemos el camino hacia Gilgil.
Llegamos, pero ni quien se haya dado cuenta de nuestra llegada. Dos tipos más que llegan a vivir aquí, en medio de este conglomerado de tribus. Buscamos la casa donde vive el P. Eduardo, misionero irlandés a quien hemos venido a sustituir. Nos saluda franca y cordialmente y nos da la más cálida bienvenida.
En carta al provincial, el P. Manuel da noticias más detalladas de la misión: Gilgil se encuentra a 120 kilómetros de Nairobi, sobre la carretera asfaltada. No tiene iglesia ni casa parroquial. En esta área habitan 30.000 personas, de las cuales apenas el 1% son cristianos.
Estoy muy contento. Es cierto que debemos empezar desde cero, pero abrigamos una enorme fe en Cristo que nos ha traído a este lugar y estamos ensayando poner la gran dosis de buena voluntad con que contamos al servicio de estos hermanos nuestros. Apenas seis meses después, esa llama de entusiasmo y de buena voluntad se apagaba repentinamente al encontrar el Padre la muerte a consecuencia de una volcadura en la carretera. Era el primer mexicano del Instituto que Dios llamaba a su reino y el primer comboniano que ofrendaba su vida en la nueva misión de Kenya.
P. Domingo Zugliani
El mexicano P. Manuel Vázquez Nolasco falleció en Gilgil (Kenia) el 3 de marzo de 1974, tras sufrir un accidente de tráfico. Volvía a la misión desde una capilla en la que ejercía su ministerio los domingos cuando perdió el control del coche a causa del barro: el coche volcó y el P. Manuel recibió un golpe en la cabeza y murió en el acto; el catequista que le acompañaba sufrió una fuerte conmoción, pero resultó ileso.
P. Manuel nació en Veracruz, diócesis de Puebla, el 5.12.1931; fue ordenado sacerdote en su diócesis en 1957 y luego ingresó a nuestro noviciado en Xochimilco en 1970 e hizo sus votos el 9.9.1971.
Tras un periodo de estudio de inglés en Inglaterra (octubre de 1971 – agosto de 1972), estuvo en Roma y partió hacia Kenia en febrero del año pasado (1973).
Después de terminar el curso de swahili, fue asignado a la parroquia de Gilgil, diócesis de Nakuru, Kenia, donde el Señor lo llamó a sí mismo. Es el primer misionero que ofrece su vida en nuestras misiones en Kenia y también el primer comboniano mexicano que regresa al Padre. Que el Señor acepte este sacrificio por el bien de las nuevas misiones y nos consiga muchas nuevas vocaciones de México.
Nos deja un gran ejemplo de bondad y dedicación a las misiones.
De Famiglia Comboniana nº 275, 10 de marzo de 1974, pp. 11-12