Fecha de nacimiento: 07/07/1961
Lugar de nacimiento: Irapuato (MEX)
Votos temporales: 14/05/1983
Votos perpetuos: 20/06/1986
Fecha de ordenación: 09/05/1987
Fecha de fallecimiento: 27/01/2018
Lugar de fallecimiento: León (MEX)
Esta mañana, poco después de las once, cuando nos disponíamos a celebrar la Eucaristía, recibí la noticia del fallecimiento de nuestro cohermano Rogelio. Su hermana Paty, con inmenso dolor, me contó que poco antes, el padre Rogelio había sufrido un colapso pulmonar y había fallecido. Rogelio había sufrido un colapso pulmonar y nos había dejado. Fue una de las noticias más duras de mi vida y siento una gran pena. Se iba un hermano que marcó nuestra vida con su entusiasmo, su alegría, su pasión misionera y su gran amor por el Instituto comboniano.
Se podrían escribir muchas páginas sobre Rogelio, recogiendo la historia de una vida caracterizada por la sencillez, la alegría, el entusiasmo, la entrega, la pasión misionera, la entrega generosa e inteligente y el amor al carisma y al Instituto.
Formación
Rogelio nació el 7 de julio de 1961 en el seno de una familia numerosa, donde sus padres, Jesús y María de la Luz, supieron transmitir y sembrar en el corazón de sus hijos esos valores y esa fe que no se aprenden con muchas lecciones, sino que se viven en los retos y dramas de la vida, y que forjan personas capaces de vivir abriendo su corazón a los demás.
Inmediatamente después de la secundaria, Rogelio ingresó al seminario comboniano de San Francisco del Rincón, donde ya había estado uno de sus hermanos mayores y que sería la puerta de entrada a toda su vida como sacerdote misionero y comboniano. Ahí dio sus primeros pasos, abriendo su corazón a la misión con la que se identificó a través de las diferentes etapas: el seminario menor en Guadalajara, donde hizo sus estudios de bachillerato, en Xochimilco, como postulante y para el estudio de la filosofía, en Cuernavaca, donde hizo su noviciado y primera profesión religiosa.
Siempre fue un seminarista sereno, feliz con su vocación y viviendo el carisma comboniano. Su carácter jovial, alegre y bromista le permitió siempre forjar relaciones de amistad y fraternidad que perduraron en el tiempo. Era un hombre atento a los detalles, de palabras amables y presencia discreta: incluso su última maleta, como tantas otras antes, estaba llena de recuerdos y pequeños regalos para las personas que encontraría en su visita a la provincia centroamericana. Rogelio era una persona que pensaba en los demás y hacía sentir su presencia, poniendo algo de la bondad de su corazón.
En 1983 nos conocimos en Florencia, donde acababa de llegar como neoprofeso para estudiar italiano y vivir su experiencia como estudiante de teología, que terminó con su ordenación sacerdotal el 5 de septiembre de 1987 y su licencia en moral. Desde el principio se vio que era un joven inteligente y capaz, que sabía aplicarse y trabajar con seriedad y responsabilidad.
En México
A su regreso a la provincia de México, en 1988, fue destinado al seminario menor de San Francisco del Rincón, donde trabajó con entusiasmo, demostrando su capacidad para acompañar a jóvenes bachilleres que iniciaban su camino misionero. Algunos de ellos son ahora sacerdotes.
En San Francisco del Rincón, Rogelio vivió años muy intensos como formador y como profesor de la propedéutica de La Salle, implicándose mucho con los jóvenes. Fueron años de intensa labor pastoral en el centro y periferias de San Francisco del Rincón. En poco tiempo se ganó una gran estima y el aprecio de muchas personas que, gracias a él, se convirtieron en amigos y bienhechores del seminario y de las misiones.
Durante sus años de servicio en la Provincia de México, fue asumiendo cada vez más tareas y responsabilidades. Siempre trabajó con entusiasmo en el área de formación y fue miembro del consejo provincial. Además de su capacidad, era evidente su disponibilidad para todo lo que se le encomendaba.
En 1996 comenzó otra etapa importante de su vida: partió para su primera misión en Perú, donde se puso al servicio de los estudiantes de teología. Como formador de teólogos estuvo algo más de ocho años; al mismo tiempo enseñaba en el ISET (Instituto Superior de Estudios Teológicos) y se dedicaba a la pastoral en los barrios de la periferia de Lima. También fue superior provincial durante dos mandatos, hasta 2011, cuando fue destinado de nuevo a la provincia de México.
En México se le confió la tarea de administrador del CAM, el centro de animación misionera, donde una vez más pudo poner sus talentos al servicio de la provincia: sensible y capaz de promover la animación misionera, fue atento y gentil con los bienhechores. Dejó este servicio cuando fue elegido Asistente General durante el último Capítulo General de 2015 en Roma.
Asistente General
Como Asistente General encargado del continente americano y Asia, estuvo siempre atento y solícito a la vida de nuestras provincias y delegaciones. Su puerta siempre estaba abierta y sus respuestas no se hacían esperar, vivía con participación las situaciones no siempre fáciles que le planteábamos y buscaba la manera de implicarse y encontrar una solución.
Si tuviéramos que describir los rasgos característicos de Rogelio, diría que era una persona alegre, que sabía vivir con sencillez cada momento de su vida misionera. Una persona que mantuvo la chispa del buen humor hasta los últimos días de su enfermedad, y que nos dejó un rostro sonriente como recuerdo de que la misión se vive en la alegría, que sólo se consigue cuando nos entregamos con generosidad. Rogelio se nos ha ido, pero lo que nos dejó nunca nos abandonará. Su testimonio de consagrado feliz, misionero entusiasta y comboniano hasta la médula, esto no se irá.
Testimonio del P. Arnaldo Baritussio
Lo conocí durante sus años de escolasticado, aquí en Roma, y recuerdo su diligencia y responsabilidad en los estudios, y su delicadeza y serenidad en las relaciones dentro de la comunidad y en sus experiencias pastorales en algunas parroquias de la ciudad. Me gustaría destacar la corrección con la que aprendía y se expresaba en lengua italiana, mostrando respeto, interés, estima y deseo de conocer y relacionarse con personas y una cultura diferentes a la suya.
Más tarde le perdí de vista. Pero utilizo el testimonio de uno que lo conoció muy bien, el P. Teresino Serra, que me permite leer todo lo que el P. Rogelio vivió en clave misionera. En el Capítulo General de 2009, ante la pregunta de los capitulares: «¿Quién ha estado en misión?», Rogelio levantó tímidamente la mano y respondió: «Mi misión ha sido siempre obedecer a mis superiores aceptando los lugares y tareas que me asignaban». Desde su especialización en moral, en la Academia Alfonsiana de Redentoristas, donde enseñaba un tal Bernard Häring, padre de la teología moral conciliar, lo encontramos en el seminario menor de San Pancho, en medio de los muchachos: poco para alguien que podía dar mucho. Aquí se distinguió porque implicó a la ciudad en la ayuda al seminario y en la animación misionera. El seminario menor, a través de él, se convirtió en el seminario misionero de la ciudad. Otro de sus méritos fue restablecer las relaciones con otros institutos religiosos, hasta el punto de que nuestra casa se convirtió en lugar de encuentro de sacerdotes y religiosos diocesanos. Entabló amistad con el obispo local y con los obispos de las diócesis vecinas, de modo que el seminario fue considerado realmente una expresión de la Iglesia local. Otro mérito fue el de haber cultivado una hermosa y constructiva relación con las Hermanas Combonianas, que mantuvo allí donde fue llamado a trabajar.
Más tarde, recibió una obediencia difícil, para la que él mismo no se sentía preparado: el Escolasticado de Lima. Su deseo era ser destinado a una misión pastoral, pero era una emergencia: apretó los dientes y el corazón y aceptó ir entre los estudiantes al lado del P. Pallaro. Primero ecónomo y luego asociado. Se ganó la confianza de todos por su mentalidad abierta, su atención a las personas, su optimismo, sus constantes intentos de recomponer las relaciones. En resumen, se ganó el consenso general; ¡también era un poco diplomático! De hecho, fue elegido Superior Provincial de 2005 a 2010. Hay que recordar el ambiente de comunión y entendimiento con todos que sabía crear, con una palabra, una sonrisa, una expresión para quitarle importancia. E incluso en este puesto… se implicó hasta el fondo, por el cuidado, la amistad y la implicación con que siguió a algunos de sus hermanos, incluso por caminos difíciles. Puedo confirmar este punto, recordando cuando, como Procurador del Instituto, tuve que contar con su colaboración para resolver algunos problemas nada fáciles de hermanos en dificultad en su provincia. Siempre encontré en él a un hermano con autoridad, delicado, discreto, objetivo en su información y colaborador. Reconocí en él un genuino interés por las personas, atento a comprender y decidir después de mucho diálogo y contacto. Le estoy muy agradecido por ello.
Hablando de implicarse hasta el fondo, podemos recordar su actitud durante el devastador terremoto que asoló Perú el 15 de agosto de 2007, con 2.300 heridos y unos 600 muertos. Rogelio cargó su camioneta con productos de primera necesidad y partió hacia la zona más afectada: Chincha Alta. En un momento dado tuvo que parar para pedir información, cuando volvió al coche… su pick-up había desaparecido, ¡robada!
Cuando terminó su estancia en Perú, regresó a México, donde no quiso ser elegido Provincial. Declinó porque estaba demasiado cansado. En el Capítulo General de 2015 fue nombrado Asistente General. El resto es la dolorosa historia de estos días. Añadiré sólo un aspecto más que he podido constatar durante estos dos años, aquí en Roma: por la mañana temprano, lo encontraba a menudo en oración, absorto y ensimismado. Me parecía que, no sólo no había olvidado lo que se decía en el Escolasticado, sino que estaba dotado de una interioridad segura para poder desempeñar una función, como la de Asistente General, que exige visión, capacidad de pensar juntos e ingenio. (De la homilía pronunciada en la misa de sufragio, en la capilla de la Curia general) La memoria del P. Torquato Paolucci, Rogelio era uno de los Asistentes generales del Instituto, por lo que era nuestro guía, un verdadero hermano. Era agradable encontrarle por la casa y verle siempre sonriente (y con la carga de problemas que conllevaba su misión… ¡no debía ser fácil!). Además de sonreír, siempre tenía una pregunta sobre el trabajo que hago, sobre la salud. Mostró una gran disposición al diálogo y siempre estaba dispuesto a echar una mano a quien lo necesitara. Y, de hecho, estaba ayudando en casa, en casa de su hermana, con este estilo suyo, cuando se cayó de una escalera y, después de un mes de sufrimiento, el Padre le llamó.
P. Enrique Sánchez G., mccj.
Del Boletín Mccj nº 278 Suppl. In Memoriam, enero 2019, pp. 10-15