El pasado mes de marzo la parroquia Sagrado Corazón de La Paz, en Baja California Sur (BCS), celebró el 75 aniversario de la llegada de los Misioneros Combonianos a México, coincidiendo con la fiesta del nacimiento de san Daniel Comboni. Esquila Misional tuvo la oportunidad de estar presente y hacer un interesante viaje a los orígenes de la presencia comboniana en la República Mexicana. 75 años después, la semilla plantada por aquellos intrépidos misioneros llegados desde Italia ha dado un hermoso fruto.

Por: P. Ismael Piñón
Esquila Misional, mayo 2023. pp. 21-28

El primer grupo de misioneros combonianos llegó a La Paz en febrero de 1948. Comenzaron de manera sencilla en la parroquia Nuestra Señora de la Paz, la única de la ciudad en aquel entonces. Hoy, aquella pequeña iglesia se ha convertido en la catedral de una diócesis floreciente que cuenta con cerca de 60 parroquias. Cuando uno entra se encuentra un edificio hermoso, bien cuidado, en el que se celebra la liturgia diaria con música que suena a través de un buen sistema de megafonía; nada que ver con los pobres medios con los que contaban los primeros misioneros que llegaron hace 75 años.

En una de sus capillas, al pie del sagrario que guarda celosamente el Santísimo Sacramento, se halla la tumba del padre Juan Giordani o, como lo conocen ahí, monseñor Giordani, ya que fue nombrado prefecto apostólico en 1958 y dejó gran huella entre los sudcalifornianos.

Desde La Paz y la ciudad de San José del Cabo, los combonianos pusieron manos a la obra para recuperar la fe y la vida religiosa de una población que había estado abandonada durante años, pero que conservaba muchos valores de la religiosidad popular. Se trataba de reconstruir un edificio que estaba totalmente en ruinas, pero que conservaba buenos cimientos. Con un gran amor a la misión, mucha paciencia y un enorme entusiasmo, ya que apenas podían expresarse en español –todos eran italianos–, fueron convocando a la gente para la instrucción religiosa, las catequesis, la preparación a los sacramentos o las celebraciones litúrgicas. Cuenta una de las feligresas que el padre Luis Ruggera recorría las calles con su camioneta y con una bocina que repetía «¡a la rotina…a la rotina!». Y todos los niños comprendían que debían dirigirse a la iglesia para la «doctrina», aunque la pronunciación del padre no fuera del todo correcta.

Muy pronto los combonianos se ganaron el corazón de los sudcalifornianos, asombrados y agradecidos por el espíritu de sacrificio de unos misioneros que lo habían dejado todo para estar con ellos. El padre Arturo García, primer sacerdote diocesano, lo confesaba en la homilía de la misa que presidió para dar gracias por los 60 años de la fundación del seminario: «Los combonianos dejaron sus hermosas tierras de Italia para venir a darlo todo a estas tierras. Signo de su enorme amor a Dios y a los demás, es decir, a estas tierras y a esta gente».

Capillas y centros de catecismo

Una de las prioridades de los combonianos fue la creación de comunidades en las que se pudiera realizar la labor de evangelización a través de la catequesis. En poco tiempo fundaron, tan sólo en la ciudad de La Paz, más de 40 centros de catequesis. Muchos de esos centros terminaron siendo capillas y, al día de hoy, ya son parroquias. Entre ellas, merece una especial atención la del Inmaculado Corazón de María. Fue construida por el padre Luis Ruggera, cuyos restos mortales reposan en ella. Cuando se cumplieron los 50 años de la llegada de los combonianos, la gente construyó un monumento a Comboni que se puede ver frente a la entrada del templo, hoy hermosamente reconstruido y reformado. Hicieron también un busto en bronce del misionero, pero desgraciadamente fue robado y hoy sólo queda el pedestal que lo sostenía. Actualmente es la parroquia castrense, dedicada a la atención pastoral del personal militar y de seguridad.

El padre Luis era muy conocido porque se desplazaba siempre en motocicleta. De hecho, encontraría la muerte en un accidente de circulación. Así cuentan las crónicas cómo fue su entierro: «El funeral, celebrado en su iglesia del Corazón de María, fue un triunfo. Al menos 7 mil personas pasaron por su féretro llorando y rezando. Rosario continuado. La ceremonia fúnebre comenzó a las 15:30 horas, partiendo desde la iglesia hacia el auditorio. Pero la gente también ocupó la gran plaza y las calles aledañas. De las 60 ofrendas florales, 26 procedían de familias, 21 de distintas comunidades y el resto de otras parroquias. El nuncio apostólico, monseñor Justo Mullor, de vacaciones en La Paz, presidió la eucaristía con el obispo de La Paz, monseñor Rafael Villegas y unos 70 sacerdotes. Misa de blanco, canto de Gloria. El obispo pronunció una espléndida homilía y el nuncio habló con cariño de los Misioneros Combonianos y de su trabajo. Cantos pascuales y toques de trompeta en la consagración… una verdadera apoteosis».

La iglesia del Inmaculado Corazón de María no fue la única. Tanto en la ciudad de La Paz como en su periferia, están sembradas iglesias, capillas e incluso pequeñas ermitas que fueron construidas por los combonianos y hoy siguen siendo lugares de culto y de encuentro para las comunidades cristianas: María Auxiliadora, San Daniel Comboni, San José Obrero, San Vicente de Paul, Santísima Trinidad, Santa María Goretti, la Ermita de la Guadalupe o Corpus Christi, sólo por citar algunas, auténticas semillas que han dado un abundante fruto. De entre todas ellas hay que destacar el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, un hermoso templo dedicado a la Patrona de México y Emperatriz de América, y que actualmente se encuentra en fase de renovación.

Tanto La Paz como San José del Cabo fueron el inicio de una presencia que se extendió por todo el territorio de Baja California Sur (BCS): El Triunfo, Todos Santos, La Purísima, Villa Insurgentes, Ciudad Constitución… hasta Guerrero Negro o Bahía Tortugas, en el extremo norte del Estado, fueron acogiendo a los misioneros que iban llegando, principalmente de Italia, pero luego también de otros países, como España, Inglaterra o Alemania.

Otro de los frutos de la presencia comboniana en Baja California son los Pequeños Hermanos de María, fundados por el padre Antonio Piacentini en Todos Santos en 1971 y que han sido reconocidos por el Consejo Pontificio para los Laicos como asociación internacional de fieles de derecho pontificio. Hoy cuenta con más de 21 mil miembros extendidos por todo el mundo. La huella dejada por los combonianos sigue presente hoy y la semilla plantada por ellos ha dado mucho y buen fruto, señal de que cayó en tierra buena.

Obras sociales

No puede haber una verdadera obra evangelizadora si el anuncio de la Palabra de Dios no va acompañado de obras concretas que mejoren la calidad de vida de la gente. Eso lo tenían muy claro los combonianos que llegaron a Baja California y, de la mano de grandes misioneros como los hermanos Arsenio Ferrari o José Menegotto, entre otros, surgieron infinidad de actividades lúdicas, deportivas, de educación o de formación profesional. La más conocida de ellas fue la Ciudad de los Niños y las Niñas, orgullo de BCS, iniciada por el padre Zelindo Marigo en 1954 y continuada por el padre Carlos Toncini y otros. Fue en dicho orfanato donde surgió en 1958 «La Imprenta» (escuela-taller), que contribuyó enormemente al desarrollo cultural del territorio, gracias al hermano José Menegotto y que sigue aún en funcionamiento. Fue ahí también donde el padre Bernardo Becchio construyó en 1964 la primera cámara de fotomecánica de BCS. Muchos intelectuales, empresarios o funcionarios públicos que pasaron por la Ciudad de los Niños guardan un buen recuerdo y un eterno agradecimiento a los combonianos por su entrega y dedicación a formar niños y jóvenes. Uno de los más recordados es el hermano Arsenio Ferrari, que a sus 101 años de edad sigue siendo, junto al hermano José Menegotto, de 96, un testimonio vivo de aquella época. Ambos viven en El Oasis, la residencia que los combonianos tienen en Guadalajara para atender y cuidar a los misioneros ancianos o enfermos. Los primeros equipos de beisbol y de otras disciplinas deportivas o las primeras imprentas profesionales de BCS deben su origen a estos dos grandes misioneros.

Otro centro fundado por los combonianos y muy apreciado y reconocido en La Paz es el Colegio Anáhuac, recuperado por el padre Zelindo Marigo en 1950. Se trata de una antigua escuela situada justo detrás de la catedral, que había sido tomada por el gobierno y que los combonianos consiguieron recuperar y reconstruir. Los antiguos salones se utilizan hoy para la catequesis y las actividades pastorales, mientras que el colegio, que comprende desde primaria hasta el bachillerato, se encuentra actualmente en un nuevo edificio mucho más moderno y equipado. Desde 1969 está a cargo de las Hermanas Siervas de Jesús Sacramentado.

Además de centros de educación, los combonianos crearon también una casa para ancianos en San Vicente de Paul y otra en Santa Rosalía. En la ciudad de La Paz se apoyó la construcción de un dispensario para la atención médica de los más pobres, entre otros muchos centros de salud que hoy son clínicas y hospitales.

El Seminario

El carisma de san Daniel Comboni y su lema de «salvar África con África» se dejó sentir desde el principio en la labor misionera de los combonianos que llegaron a Baja California. Cuando el padre Juan Giordani fue nombrado prefecto apostólico en 1958, su primera preocupación fue la creación de un seminario diocesano para dotar a la Baja California de un clero autóctono que pudiese tomar el relevo y continuar la enorme tarea de evangelización de aquel inmenso territorio mexicano. Apenas un año después, en 1959, se iniciaba, de manera provisional, en los anexos de la parroquia Nuestra Señora de la Paz. Tras muchos esfuerzos y negociaciones para encontrar un terreno adecuado y encontrar los medios materiales, el 10 de agosto de 1962 se puso la primera piedra de lo que hoy es el Seminario Sagrado Corazón de la Paz. El 15 de agosto de 1963, fiesta de la Asunción de María, el seminario era solemnemente inaugurado. Los pioneros en la formación de los primeros seminaristas fueron los padres Carlos Pizzioli, que todo el mundo llamaba «Carlitos», y Constante Ferranti. Doce años después, en 1975, era ordenado el primer sacerdote diocesano: el padre Arturo García, que guarda un enorme amor y agradecimiento a los que hicieron posible que BCS tenga hoy sus propios sacerdotes diocesanos.
Hoy, 60 años después, aquella pequeña semilla ha dado grandes frutos en forma de una iglesia diocesana bien formada y madura, un gran centro de formación que comprende el ciclo de introducción o propedéutico, un seminario menor y un seminario mayor, en los que una treintena de jóvenes se preparan para el sacerdocio. Además, el seminario ofrece semanalmente un ciclo de formación en pastoral para laicos. Todavía hoy, en todas las iglesias de La Paz, después de la comunión se hace una oración por las vocaciones, y sigue dando sus frutos.

Y la semilla dio fruto

El 11 de marzo de 1976, el papa Pablo VI erigió el Vicariato Apostólico de La Paz, nombrando a monseñor Gilberto Valbuena Sánchez como primer vicario apostólico. Monseñor Giordani entregó en un solemne acto de comunión eclesial, la catedral, el seminario y las tres parroquias que existían entonces, y se puso inmediatamente a disposición del nuevo vicariato retirándose a Las Pocitas, donde siguió trabajando como un misionero más al servicio de los más alejados, con una vida de oración y pobreza y donde hoy hay un museo dedicado a él.
El 26 de mayo de 1988 el Vicariato Apostólico de La Paz era erigido Diócesis, siendo nombrado obispo titular el mismo monseñor Gilberto Valbuena. Desde entonces, la presencia de los combonianos ha ido disminuyendo a medida que iba creciendo el número de sacerdotes diocesanos. Hoy sólo queda la parroquia Sagrado Corazón como única presencia comboniana en BCS. Ahí comenzó todo, pero la presencia de los combonianos en otros territorios de México, el número de vocaciones misioneras que ha dado México y la vitalidad de la Iglesia de BCS, dan testimonio de que la semilla sembrada por los combonianos ha dado muchos frutos, y no sólo por la entrega de los misioneros, sino también, y sobre todo, porque aquella semilla cayó en tierra buena.


«Un recuerdo con inmensa gratitud»

Por: P. Arturo García, primer sacerdote diocesano de La Paz

Nací el 19 de junio de 1951 en Tlazazalca, Michoacán, de donde son originarios mis padres. Por trabajo, mi padre se trasladó a Baja California Sur en 1955. Estuve internado en el poblado Benito Juárez para cursar el cuarto año de primaria. En ese entonces asistí en dos ocasiones a la misa celebrada en un tejabán por el padre Marcelo Panozzo, mccj. En agosto de 1963 el padre Marcelo nos habló sobre el seminario a un grupo de adolescentes. Yo manifesté inquietud por la vocación sacerdotal y muy amablemente me invitó a la bendición del Seminario Menor del Sagrado Corazón de Jesús el 15 de agosto. En septiembre de ese año ingresé al seminario. Me acompañó desde Ciudad Consitución el padre Constante Ferranti. Éramos un grupo de 17 chamacos procedentes de distintas parroquias de la prefectura apostólica.

Es admirable la actitud y el ejemplo del padre Carlos Pizzioli –Carlitos, como le llamábamos todos– quien a sus 66 años de edad asumió el compromiso formativo por casi diez años, acompañándonos en las distintas actividades, además de enseñarnos canto religioso y griego. Con frecuencia platicaba con nosotros a nivel personal y grupal con entera confianza. En una ocasión le dije que me gustaría ser misionero comboniano y el me contestó inmediatamente: «Oh no, el Señor te quiere para que seas sacerdote en BCS; además, te digo, que si quieres ser un buen sacerdote en esta tierra, tienes que tener corazón misionero». Desde entonces me quedé tranquilo en ese aspecto vocacional. En esa etapa nos impartían clases maestros laicos como Salvador Landa y Vicente González; pero también los padres Iafet, Humberto, Juan Fortuna y Guillermo Bousíguez. ¡A todos recuerdo con inmensa gratitud!

Recuerdo esa etapa de mi formación con mucho gusto, pues sentí que formaba parte de una nueva familia donde los misioneros se preocupaban por apoyarnos y acompañarnos lo mejor posible en un ambiente de sencillez y sobriedad, de sana disciplina y espiritualidad adecuada a nuestra edad. El padre Humberto nos proyectaba filminas de África, vidas de misioneros y santos y otras películas ejemplares, y organizaba concursos para crecer en las virtudes y buenos propósitos con motivo de las fiestas de la Virgen María. Procurábamos celebrar las solemnidades litúrgicas, como el día de san Pedro y san Pablo, recordando y orando por el Papa.

Monseñor Giordani me envió al Seminario Mayor de Mazatlán para iniciar la Filosofía. Luego fui a Du-rango para la Teología, etapas que me fortalecieron en mi opción vocacional. Doce años después de la apertura de nuestro seminario, fui ordenado sacerdote el 15 de agosto de 1975 en la Catedral de Nuestra Señora de La Paz.

En esos planes inescrutables de Dios, siendo administrador diocesano, junto con el padre Dario Girardi, mccj, estuvimos cercanos a monseñor Juan Giordani en sus últimos momentos de vida en este mundo y en su partida a la Gloria de Dios. Era el 8 de enero de 2001. Está sepultado en la capilla del Santísimo Sacramento en la Catedral de la Paz.

¡El Señor Jesús siga bendiciendo al Instituto de los Misioneros Combonianos del Sagrado Corazón de Jesús con muchas vocaciones misioneras!

¡El Señor Jesús siga bendiciendo nuestra diócesis de La Paz con muchas vocaciones sacerdotales y misioneras!