Acoger y acompañar refugiados en Centroáfrica
Texto y foto: P. Fernando Cortés
desde República Centroafricana
¿Qué sería de nuestras comunidades si nos faltara el ministerio de la animación misionera? Los cristianos que asumen este papel tienen la tarea de recordarnos que la vivencia de nuestra fe nos mueve a un mayor compromiso de cara a la sociedad, y a no mostrarnos insensibles frente a lo que pasa en cualquier parte del mundo, porque de cualquier modo termina por afectarnos. Nomás pensemos en la guerra de Ucrania que ha venido a desestabilizar la paz mundial, a encarecer los combustibles y los productos de primera necesidad, y a generar tantos refugiados que para salvar sus vidas han tenido que internarse en países vecinos.
En nuestra misión de Mongoumba, Centroáfrica, no somos ajenos a esta situación de refugiados que muchas personas viven. Luego del golpe de Estado, en 2012, muchos centroafricanos tuvieron que exiliarse en el país vecino de la República Democrática del Congo (RDC). Con el paso del tiempo, viendo que las cosas poco a poco se iban tranquilizado, han podido retornar a su país. Pues bien, nuestra parroquia es paso obligatorio para toda esta gente porque en Mongoumba, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ha establecido centros de acogida temporal y de envío para atender y proteger a los refugiados. Nuestra comunidad apostólica mantiene una cercana relación con los dirigentes de la ACNUR, algunos son provenientes de otras naciones inclusive, que en nuestra fraternidad misionera han encontrado un espacio donde se sientan bien recibidos y con confianza para descansar de sus actividades.
Cabe señalar que no son pocos los cristianos de nuestra parroquia que también se encuentran en calidad de refugiados, aunque vivan en sus localidades con sus familias, porque una vez por mes deben presentarse en su campo de refugio, de RDC, donde alguna vez estuvieron en los momentos más difíciles, para mantener un estricto control de su situación y recibir una ayuda económica. Este fenómeno de los refugiados, que nació de una delicada situación sociopolítica, vino a generar mucho dolor y división en la sociedad, tanto así que los obispos del país han hablado reiteradas veces en los últimos diez años de trabajar todos juntos por la cohesión social, sin distingos de ideologías políticas ni de creencias religiosas.
La dura realidad de los refugiados ha sido un tema recurrente en la formación de los animadores misioneros, que desarrollan su ministerio en cada una de nuestras diecisiete comunidades de la parroquia, para que como cristianos no seamos indiferentes frente a numerosos hermanos nuestros que se han visto en la difícil situación de abandonar sus tierras e internarse en un lugar extraño para poner su vida a salvo. Y partiendo de esta compleja situación, que a nadie se le desea por los abusos a los que uno se ve expuesto hasta no recibir protección, es que insistimos en la necesidad de llevar la semilla del evangelio a todas las personas para generar una cultura de paz y de fraternidad, hasta no ver al otro como un semejante con quien de la mano se pueda avanzar buscando el mayor bien para todos.
Indudablemente, en cada uno de nuestros ambientes parroquiales nunca faltarán ciertos desafíos que demandarán de nuestra parte una atención especial. Veamos entonces tales desafíos no como problemas en sí mismos, sino como una oportunidad que el Señor nos presenta para medir el compromiso de nuestra fe cristiana y también para ver qué tan capaces somos, como animadores, de involucrar a otros a que tiendan una mano ahí donde tantos hermanos nuestros están a la espera siquiera de un poco de nuestra atención, justo ahí donde el Señor nos quiere ver, no en una de confort, sin más interés que el de alentar a otros con la gracia de su Palabra, sin olvidar lo que dijera aquel gran animador de comunidades que fue el apóstol san Pablo: “Todos nosotros debemos agradar a nuestro prójimo y hacer las cosas para su bien y para la mutua edificación” (Rm 15,2). En efecto, no hay mejor forma de animarnos que animando a los demás.