100 años del Hno. Romano Maran: «Caridad y misericordia»
Gran fiesta en Castel d’Azzano (Verona) el 1 de agosto, con motivo del centenario del hermano Romano Maran. Estuvieron presentes el padre Tesfaye Tadesse (en la foto), superior general, el padre Fabio Baldan, superior provincial de Italia, el alcalde y miembros de la administración municipal de Castel d’Azzano, representantes de la parroquia local, numerosos miembros de la familia comboniana –padres y hermanos de la comunidad de la Casa Madre y de la comunidad de Padua, religiosas combonianas, seculares combonianas, laicos misioneros combonianos y un nutrido grupo de sobrinos nietos del hermano Romano. A todos se unieron los combonianos residentes en la comunidad de Castel d’Azzano (unos sesenta), junto con el personal sanitario.
El programa de animación, que comenzó a las 16.00 horas, se desarrolló de forma ágil y amena, jalonada de intervalos musicales. Para solemnizar la fiesta, una carta personal del obispo de Padua, Mons. Claudio Cipolla, leída por el padre provincial, y la bendición del Papa Francisco, entregada al hermano Romano por el padre Tesfaye.
Después del agasajo, los saludos, el corte del pastel y los brindis, todos se trasladaron a la gran capilla del Centro para la celebración eucarística, presidida por el padre Tesfaye.
El padre Tesfaye habló con personas que conocieron al hermano Romano y le aseguraron que “Romano siempre ha vivido en profunda comunión con Dios, rezando mucho y guardando silencio ante Él”. Comenta: «Sé que el hermano Romano sigue haciéndolo aún hoy. Ya no puede hacer la misión activamente… pero sigue siendo un hombre de oración y de escucha de la Palabra. Si esto no es una misión, ¿qué otra cosa es?». Y concluye exhortando a todos los hermanos a imitarlo, “dedicando todas sus fuerzas a la evangelización directa cuando somos jóvenes, e intensificando nuestra oración de intercesión misionera cuando nos faltan fuerzas”.
El hermano Romano, parcialmente superado por las fuertes emociones vividas durante la “fiesta”, accede a decir unas palabras sobre su vida como misionero. Unas pocas palabras, que sin embargo resumen no sólo la homilía del celebrante, sino toda su vida en síntesis. Dice: «100 años de vida… 100 años de caridad y de misericordia… Eso es lo que quiero decir».
Breves notas biográficas
El Hno. Maran nació en Selvazzano, en la provincia de Padua. Creció en una familia cristiana, donde aprendió a orar y trabajar. A los 15 años empezó a sentir el primer deseo de ser misionero. A los 19 años, en 1942, entró en el noviciado de los Misioneros Combonianos en Venegono Superiore (Varese), donde hizo su primera profesión religiosa el 7 de octubre de 1944. Eran años de guerra y todas las salidas hacia África estaban bloqueadas.
Finalmente, en 1947 el hermano Romano pudo partir hacia Sudán, donde trabajó durante 17 años: primero en el norte (1947-1956, en Jartum, donde hizo sus votos perpetuos el 7 de octubre de 1950), luego en el sur de el país (1957-1964). Él también experimentó el dolor agónico de la expulsión, cuando, entre el 27 de febrero y el 9 de marzo de 1964, numerosos misioneros y misioneras fueron declarados “persona non grata” por el gobierno de Jartum y obligados a abandonar sus misiones, con la única acusación de difundir la Evangelio y ayudar a las personas más necesitadas.
Después de una estancia de tres años en Italia, el hermano Romano partió para Uganda, donde pasó otros 16 años (1967-1983). La tercera etapa, en Malawi-Zambia, fue la más larga: de 1984 a 2009.
El Hno. Romano tenía 86 años cuando volvió a Italia, “cargado” por 58 años de actividad misionera en África. Primero vivió en la Casa Madre de los Combonianos en Verona, y luego se trasladó a Castel d’Azzano, en el Centro “Hermano Alfredo Fiorini” para misioneros combonianos enfermos y ancianos.
Favorecido por una buena claridad mental y una salud moderada, dedicaba su tiempo a la oración durante el día y hasta bien entrada la noche, alternando entre rosarios y largos ratos de adoración ante Jesús Eucaristía. Él dice: «La misión nunca termina. Todos lo llevan en el corazón. Yo la presento cada día en la oración, al Señor -que es el Maestro de mies- para que suscite nuevas vocaciones para las misiones y ayude a todos los misioneros en la ardua pero apasionante obra de la evangelización”.
¡Gracias, Romano, por el testimonio de tu vida!