Archives diciembre 2023

Falleció el P. Emilio Zanatta

Fecha de nacimiento: 25/11/1941
Lugar de nacimiento: Borno (Brescia) / I
Votos temporales: 09/09/1963
Votos perpetuos: 09/09/1966
Fecha de ordenación:
25/06/1967
Llegada a México: 1970
Fecha de fallecimiento: 29/12/2024

Lugar de fallecimiento: Castel d’Azzano / I

El Padre Emilio nació el 25 de noviembre de 1941 en Borno, diócesis de Brescia, en Italia. Hizo sus primeros votos el 9 de septiembre de 1963, fiesta de San Pedro Claver. Hizo los votos temporales el mismo día, en 1966 y fue ordenado el 25 de junio de 1967.

Llegó a México por primera vez en 1970. Trabajó en varios lugares entre 1970 y 1986, especialmente en la Chinantla y en San Francisco del Rincón. De 1986 a 1994 estuvo en Centroáfrica, donde fue ecónomo provincial. Tras un período de rotación en Italia (1995-2003) regresó a América, a la entonces Delegación de Centroamérica, donde permaneció hasta 2012, año en que regresó definitivamente a Italia. Falleció el pasado 29 de diciembre de 2023.


Emilio nació en Pian di Borno, provincia de Brescia, el 25 de noviembre de 1941. Siendo todavía un muchacho, ingresó en el seminario episcopal de Pordenone, donde cursó la escuela primaria y el bachillerato. El 1 de octubre de 1961 entró en el noviciado comboniano de Gozzano (Novara), donde emitió los primeros votos el 9 de septiembre de 1963. Para el escolasticado fue enviado a Verona, donde emitió la profesión perpetua el 9 de septiembre de 1966. El 25 de junio de 1967 fue ordenado sacerdote por Mons. Edoardo Mason, mccj, en la Casa Madre de Verona. Inmediatamente después, fue destinado como formador al seminario menor de Thiene. En julio de 1968, fue ecónomo de la comunidad de Bari. 

En 1970 fue destinado a México, donde permaneció dieciséis años, desempeñando diversos servicios: promotor vocacional en el seminario de San Francisco del Rincón (1970-76), encargado de pastoral en la parroquia de San Felipe Usila (1977-79), párroco de Tuxtepec (1979-81) y de nuevo en el seminario de San Francisco del Rincón como ecónomo, hasta 1986, año en que regresó a Italia para un período de vacaciones. 

Antes de salir de México, el padre Emilio escribe al padre Francesco Pierli, recién elegido superior general, presentándole la propuesta de un año sabático en su tierra natal, seguido de una experiencia misionera en África. Una vez en Italia, acude a Roma para entrevistarse con el padre Pierli, que le tiene preparado un sobre con el certificado oficial de su nuevo destino -la República Centroafricana- y una carta en la que el Superior General accede a su petición de un año sabático.  

En julio de 1986, ya está en París para asistir al curso de francés y a algunos cursos y seminarios sobre la cultura africana. Un año más tarde, en julio de 1987, viaja a África Central, donde es destinado a la parroquia de Dékoa, como vice párroco. En julio siguiente, fue párroco en Mongoumba. En 1990, fue nombrado ecónomo provincial y se trasladó a Bangui, donde tiene su sede la delegación comboniana. 

En 1994, regresó a Italia, destinado a la Casa Madre de Verona, a cargo del ministerio. Al año siguiente, fue destinado al Centro de Asistencia a los Enfermos. En 1997, estuvo en Cordenons, encargado de la animación misionera. “Después de diez años de exilio en Italia, aquí estoy de nuevo en la misión”, escribe en su felicitación de Navidad de 2003 a familiares y amigos. El encabezamiento de la carta no deja lugar a dudas: Misioneros Combonianos – Centro de Animación Misionera – San José – Costa Rica. Llegó a la Delegación Comboniana de Centroamérica a principios de 2003 y permaneció allí hasta 2011, lanzándose con entusiasmo a la animación misionera. En octubre de 2011, regresó a Italia para un nuevo año sabático. Al año siguiente, se encuentra en Lucca para un servicio de animación misionera. Pero en 2014, se ve obligado a volver a la Casa Madre de Verona para recibir tratamiento médico. Mientras tiene fuerzas, también ofrece su servicio: algunos días misioneros, liturgia, conserjería. En 2017 es huésped del Centro de Enfermos de Castel d’Azzano, donde termina su vida el 29 de diciembre de 2023. 

El 2 de enero de 2024, la comunidad de Castel d’Azzano despidió al padre Emilio. Varios hermanos de las comunidades vecinas, entre ellos el Superior Provincial, y familiares y amigos asistieron a la celebración, presidida por el Padre Renzo Piazza. El cuerpo del padre Emilio fue trasladado a Carbonera (Treviso) para su entierro.

Padre Franco Moretti, mccj

Expectativa de Navidad en un país en guerra

Texto y foto: P. Jorge Naranjo, mccj
Desde Yuba, Sudán del Sur

MND

Hacia la segunda semana de Adviento solíamos montar la decoración navideña en los vestíbulos de los edificios de nuestras diferentes facultades. A los estudiantes universitarios, tanto a los cristianos como a los musulmanes, les encantaba fotografiarse alrededor del árbol. Su presencia anunciaba el evento que se aproximaba y las sonrisas de los estudiantes simbolizaban la alegría que el nacimiento del Salvador traía.

Desde el pasado 15 de abril, día en que comenzó la guerra, el barrio de Jartum donde se encuentran nuestras escuelas primaria y secundaria –el Comboni College Khartoum–, la universidad –el Comboni College of Science and Technology–, la capilla y la comunidad, es un campo de batalla donde se enfrentan el Ejército Regular (SAF, por sus siglas en inglés) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF, por sus siglas en inglés). La guerra ya ha causado más de seis millones de desplazados y nos impide volver a nuestro hogar y a nuestro querido College. Los estudiantes y el personal docente están refugiados en escuelas en diversas localidades del país que se han convertido en campos de desplazados, casas de familiares fuera de la capital, en lugares seguros o en otros países más o menos lejanos como Egipto, Sudán del Sur, Chad, Etiopía, Uganda o Kenia. Los más afortunados pudieron ubicarse en países del Golfo, como Emiratos Árabes Unidos.

La Sagrada Familia también tuvo que buscar refugio en Egipto cuando Herodes desencadenó su persecución contra el nuevo mesías. A mí también me ha tocado ponerme en movimiento para encontrarme con mis estudiantes y personal refugiado en Dubái, Yuba, El Cairo o Port-Sudan. El viaje a Yuba, en particular, me permitió ver también a los graduados de años precedentes que hoy dirigen los equipos de tecnología de la información del Ministerio de Universidades, Ciencia y Tecnología de Sudán del Sur, de las universidades de Yuba y de la -Upper Nile University, de compañías de telecomunicaciones, hospitales, centros de formación… Fue una gracia muy grande poder constatar el impacto de nuestro trabajo educativo más allá de las fronteras sudanesas.

Y es precisamente el uso de la tecnología que nuestros graduados propagan lo que nos está permitiendo continuar el curso en medio de una guerra. El 23 de octubre comenzamos en línea el segundo semestre, que el conflicto armado había interrumpido. La conexión a Internet es muy limitada y la mayor parte de los estudiantes no tiene un ordenador ni teléfonos para encontrar el instrumento a través del cual estudiar los diferentes cursos. Pero no faltan la creatividad y el deseo de aprender y construir un futuro mejor más allá de esta maldita guerra.

Hace unos días tuve un seminario web con los estudiantes para introducirles en el uso de la plataforma digital de aprendizaje. Algunos de ellos lo seguían desde el patio de la escuela donde se han instalado tras dejar Jartum. Y desde allí, con un móvil, conexión a Internet, un cuaderno y un bolígrafo se adentran en un proceso acelerado de transformación digital forzada. 

El Verbo se ha encarnado en el contexto concreto de nuestro mundo. Hoy la realidad que nos toca no es solo la material. La red invisible e inmaterial que nos conecta gracias a la tecnología debe ser también un pesebre en el que se encarne la presencia transformadora del Mesías. 

El mesías que viene es príncipe de paz, un don que parece ahora particularmente lejano. No se atisba ningún deseo de reconciliación en los dos contendientes y ambos poseen ejércitos numerosos y bien equipados. Parece imposible a corto plazo que podamos volver a preparar el árbol de Navidad en nuestros vestíbulos y que puedan brillar las sonrisas de los estudiantes fotografiándose alrededor de ellos. Por tanto no queda otra que descubrir una nueva manera de ser misionero y «hacer Misión» que entrelace el movimiento físico para encontrar a los que la guerra ha dispersado con la acción digital a través de la cual ayudamos a nuestros estudiantes a labrarse un futuro y a construir desde ya un nuevo Sudán tras el final de la guerra.

Este nuevo ecosistema de aprendizaje y misión presenta nuevos desafíos. ¿Cómo transmitir los valores de respeto a la diversidad que el College representaba a través de la convivencia diaria en las aulas de cristianos y musulmanes, las celebraciones interculturales o de las propias fiestas religiosas y la oración? ¿Cómo hacerles experimentar la belleza del servicio como hacíamos a través del grupo de voluntarios en cuidados paliativos, iniciativa que transformaba a nuestros estudiantes, musulmanes y cristianos, en misioneros de misericordia?

Dios escogió a los pastores como primeros testigos de la encarnación del Verbo. Ellos eran nómadas cuya palabra no tenía ningún peso en la sociedad, incluso no tenía valor en los juzgados. De modo análogo, la guerra nos ha convertido en itinerantes y la mayor parte de los medios de comunicación dejaron de dar valor a nuestro conflicto. Ojalá que nuestros estudiantes y profesores desplazados puedan también atisbar una luz de esperanza que crece en la medida en que se abre paso la paz en el interior de cada uno de ellos y en el país a través del silencio de las armas y la continuidad del recorrido educativo.   

Celebrar la Navidad en Belén, un privilegio

Así nos narra la Hna. Cecilia Sierra, misionera comboniana, cómo ella y su comunidad celebraron en Belén la noche de Navidad

Por: Hna. Cecilia Sierra, smc

Llegamos a Belén a las 6:30 pm, pedimos posada a las Hermanas de la Presentación y nos acogieron. Comimos y rezamos juntas pues celebraban el aniversario del inicio de su congregación.

Pasadas las 8 pm, nos fuimos a la Basílica de la Natividad, a unos 15 minutos de su casa, a pie. No hay luces navideñas ni el tradicional árbol.

Inmediatamente destaca el nacimiento, los personajes son todos grises, el color del polvo que dejan cuando se derrumban y destruyen los edificios y las casas.

En la plaza, frente a la Basílica está el Pesebre, Jesús, José y Maria y otro personaje aparecen entre escombros y alambrado. La madre sostiene un bebé envuelto en una sábana blanca. Otro personaje sostiene lo que parece ser una sábana mortuoria. Impresionante. Más adelante, vemos a un niño, la tradicional figura de Jesús bebe, pero en gris y dentro de una encubadora. Impresionante. Real.

Nos dirigimos a la cueva de Belén, a la gruta. Antes de la guerra, había filas enormes, ahora entramos como nada. Una señora Palestina de Belén dice que es la primera vez que puede entrar ahí la Noche Buena. Antes, era imposible.

Entramos, está casi solo, silencio.

Consientes del gran privilegio. Oramos ante ese sagrado lugar, en silencio. Permanecemos. Coloco unas imágenes de Jesús bebe, en el preciso lugar donde nació. Aquí fue.

Llegan hermanas y gente Palestina de varias parroquias de Belén e inicia un momento de oración, el rosario meditado. Todo en Árabe, cantos muy sublimes y sentidos. Que hermosa liturgia, sentida. Un pueblo que ora con el corazón en la mano.

Y nosotras Lulu, Julia y yo permanecemos. Sentimos la presencia de Jesús, frágil, vulnerable, marginalizado. En la pobreza, entre los últimos eligió Dios manifestarse. Será que buscamos a Dios en lugares equivocados.

El tercer misterio gozoso. El nacimiento de Jesús en este lugar, aquí…. se siente un escalofrío. Si, fue aquí. Y aquí estuvo Maria con su hijo…. y ángeles cantaron. Miro al techo, la estrella de Belén está ahí. Estamos sentados delante de donde según la tradición fue colocado. Permanecemos horas, cantando y orando.

Casi a media noche llegan los sacerdotes para celebrar la misa. Mientras se prepara, me inclino hacia la estrella en el lugar donde nació Jesús. Permanezco, orando, tantos y tantas que llevo en el corazón y prometí oraciones.

Inicia la misa en árabe. Los niños son quienes más han sufrido los efectos de la guerra, ellos y las mujeres, dice el celebrante. Que esta sea la última vez que celebremos Navidad con guerra. Que sea esta la última guerra en esta Tierra Santa.

Cerca de la una de la madrugada, el Patriarca llega con el Niño en procesión hacia la gruta.

En la gruta, donde nació Jesús, no hay regalos, ni luces, ni esferas ni nochebuena. Todo sencillo, simple, parco, pero mucha fe y un grito que sale de lo profundo… danos tu paz. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz.

Desde Belén, y la martirizada Tierra Santa, bendiciones y paz en esta Navidad, con paz y justicia.

Un Niño nos ha nacido

Homilía del papa Francisco en la misa de Nochebuena del 2020

En esta noche se cumple la gran profecía de Isaías:
«Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9,5)

Un hijo se nos ha dado. A menudo se oye decir que la mayor alegría de la vida es el nacimiento de un hijo. Es algo extraordinario, que lo cambia todo, que pone en movimiento energías impensables y nos hace superar la fatiga, la incomodidad y las noches de insomnio, porque trae una felicidad grande, ante la cual ya nada parece que pese. La Navidad es así: el nacimiento de Jesús es la novedad que cada año nos permite nacer interiormente de nuevo y encontrar en Él la fuerza para afrontar cada prueba. Sí, porque su nacimiento es para nosotros: para mí, para ti, para todos nosotros. Para es la palabra que se repite en esta noche santa: “Un hijo se nos ha dado para nosotros”, ha profetizado Isaías; “hoy ha nacido para nosotros el Salvador”, hemos repetido en el Salmo; Jesús “se entregó por y para nosotros” (cf. Tt 2,14), ha proclamado san Pablo; y el ángel en el Evangelio ha anunciado: “Ha nacido para vosotros un Salvador” (cf. Lc 2,11). Para mí, para vosotros.

¿Pero qué significa este para nosotros? Que el Hijo de Dios, el bendito por naturaleza, viene a hacernos hijos bendecidos por gracia. Sí, Dios viene al mundo como hijo para hacernos hijos de Dios. ¡Qué regalo tan maravilloso! Hoy Dios nos asombra y nos dice a cada uno: “Tú eres una maravilla”. Hermana, hermano, no te desanimes. ¿Estás tentado de sentirte fuera de lugar? Dios te dice: “No, ¡tú eres mi hijo!”. ¿Tienes la sensación de no lograrlo, miedo de no estar a la altura, temor de no salir del túnel de la prueba? Dios te dice: “Ten valor, yo estoy contigo”. No te lo dice con palabras, sino haciéndote hijo como tú y por ti, para recordarte cuál es el punto de partida para que empieces de nuevo: reconocerte como hijo de Dios, como hija de Dios. Este es el punto de partida para cualquier nuevo nacimiento. Este es el corazón indestructible de nuestra esperanza, el núcleo candente que sostiene la existencia: más allá de nuestras cualidades y de nuestros defectos, más fuerte que las heridas y los fracasos del pasado, que los miedos y la preocupación por el futuro, se encuentra esta verdad: somos hijos amados. Y el amor de Dios por nosotros no depende y no dependerá nunca de nosotros: es amor gratuito. Esta noche no tiene otra explicación: sólo la gracia. Todo es gracia. El don es gratuito, sin ningún mérito de nuestra parte, pura gracia. Esta noche, san Pablo nos ha dicho: «Ha aparecido la gracia de Dios» (Tt 2,11). Nada es más valioso.

Un hijo se nos ha dado. El Padre no nos ha dado algo, sino a su mismo Hijo unigénito, que es toda su alegría. Y, sin embargo, si miramos la ingratitud del hombre hacia Dios y la injusticia hacia tantos de nuestros hermanos, surge una duda: ¿Ha hecho bien el Señor en darnos tanto, hace bien en seguir confiando en nosotros? ¿No nos sobrevalora? Sí, nos sobrevalora, y lo hace porque nos ama hasta el extremo. No es capaz de dejarnos de amar. Él es así, tan diferente a nosotros. Siempre nos ama, más de lo que nosotros mismos seríamos capaces de amarnos. Ese es su secreto para entrar en nuestros corazones. Dios sabe que la única manera de salvarnos, de sanarnos interiormente, es amarnos: no hay otro modo. Sabe que nosotros mejoramos sólo aceptando su amor incansable, que no cambia, sino que nos cambia. Sólo el amor de Jesús transforma la vida, sana las heridas más profundas y nos libera de los círculos viciosos de la insatisfacción, de la ira y de la lamentación.

Un hijo se nos ha dado. En el pobre pesebre de un oscuro establo está, en efecto, el Hijo de Dios. Surge otra pregunta: ¿Por qué nació en la noche, sin alojamiento digno, en la pobreza y el rechazo, cuando merecía nacer como el rey más grande en el más hermoso de los palacios?

¿Por qué? Para hacernos entender hasta qué punto ama nuestra condición humana: hasta el punto de tocar con su amor concreto nuestra peor miseria. El Hijo de Dios nació descartado para decirnos que toda persona descartada es un hijo de Dios. Vino al mundo como un niño viene al mundo, débil y frágil, para que podamos acoger nuestras fragilidades con ternura. Y para descubrir algo importante: como en Belén, también con nosotros Dios quiere hacer grandes cosas a través de nuestra pobreza. Puso toda nuestra salvación en el pesebre de un establo y no tiene miedo a nuestra pobreza. ¡Dejemos que su misericordia transforme nuestras miserias!

Esto es lo que significa que un hijo ha nacido para nosotros. Pero queda todavía otro para, el que el ángel indica a los pastores: «Esta será la señal para vosotros: encontréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Lc 2,12). Este signo, el Niño en el pesebre, es también para nosotros, para guiarnos en la vida. En Belén, que significa “Casa del Pan”, Dios está en un pesebre, recordándonos que lo necesitamos para vivir, como el pan para comer. Necesitamos dejarnos atravesar por su amor gratuito, incansable, concreto. Cuántas veces en cambio, hambrientos de entretenimiento, éxito y mundanidad, alimentamos nuestras vidas con comidas que no sacian y dejan un vacío dentro. El Señor, por boca del profeta Isaías, se lamenta de que mientras el buey y el asno conocen su pesebre, nosotros, su pueblo, no lo conocemos a Él, fuente de nuestra vida (cf. Is 1,2-3). Es verdad: insaciables de poseer, nos lanzamos a tantos pesebres de vanidad, olvidando el pesebre de Belén. Ese pesebre, pobre en todo y rico de amor, nos enseña que el alimento de la vida es dejarse amar por Dios y amar a los demás. Jesús nos da el ejemplo: Él, el Verbo de Dios, es un infante; no habla, pero da la vida. Nosotros, en cambio, hablamos mucho, pero a menudo somos analfabetos de bondad.

Un hijo se nos ha dado. Quien tiene un niño pequeño sabe cuánto amor y paciencia se necesitan. Es necesario alimentarlo, atenderlo, limpiarlo, cuidar su fragilidad y sus necesidades, que con frecuencia son difíciles de comprender. Un niño nos hace sentir amados, pero también nos enseña a amar. Dios nació niño para alentarnos a cuidar de los demás. Su llanto tierno nos hace comprender lo inútiles que son nuestros muchos caprichos, y de esos tenemos tantos. Su amor indefenso, que nos desarma, nos recuerda que el tiempo que tenemos no es para autocompadecernos, sino para consolar las lágrimas de los que sufren. Dios viene a habitar entre nosotros, pobre y necesitado, para decirnos que sirviendo a los pobres lo amaremos. Desde esta noche, como escribió una poetisa, «la residencia de Dios está junto a mí. La decoración es el amor» (E. Dickinson, Poems, XVII).

Un hijo se nos ha dado. Eres tú, Jesús, el Hijo que me hace hijo. Me amas como soy, no como yo me creo que soy; yo lo sé. Al abrazarte, Niño del pesebre, abrazo de nuevo mi vida. Acogiéndote, Pan de vida, también yo quiero entregar mi vida. Tú que me salvas, enséñame a servir. Tú que no me dejas solo, ayúdame a consolar a tus hermanos, porque —Tú sabes— desde esta noche todos son mis hermanos.

Vatican.va

¡Feliz Navidad!

Miren, la joven está en cinta y dará a luz un hijo,
y le pondrá por nombre Emmanuel
«Dios con nosotros»
(Isaías 7, 14)

Es Navidad y Dios nos vuelve a sorprender con el don de su presencia entre nosotros.

Es Navidad y el sueño de Dios se hace realidad viene a cargar con nuestra historia para decirnos que sigue creyendo en nosotros.

Es Navidad y la presencia de Dios en Jesús nos recuerda que siempre habrá una oportunidad para la vida, que la guerra es la humillación más escandalosa que cargamos también en nuestros días, que el odio y la violencia no tendrán la última palabra, porque el Dios del amor y de la vida ha entrado en nuestra humanidad para no dejarla jamás.

Es Navidad y la presencia de Jesús en el pesebre llena nuestros corazones de alegría porque descubrimos en su rostro la verdad de nuestras vidas. Somos hijos de Dios en ese pequeño que se nos ha dado para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.

Es Navidad y vemos a Dios que se hace misionero para venir al encuentro de los pobres, de los humildes y sencillos; viene al encuentro de todos aquellos que con alegría ponen toda su esperanza en Jesús que viene para cumplir la voluntad de su Padre. Viene para que nos demos cuenta que somos lo que más ama su Padre y nuestro Padre.

Que esta Navidad sepamos acoger a Jesús en nuestros corazones
para que podamos ser testigos y misioneros
de su presencia en nuestras vidas.

Con todo mi afecto, mis mejores deseos y mis recuerdos en la oración.
P. Enrique Sánchez G. Misionero Comboniano

Puentes de amistad en tiempos de guerra

El 7 de octubre, comandos de Hamás masacraron a 1.400 israelíes que vivían cerca de la franja de Gaza. Otros 240 fueron tomados como rehenes. El ataque contra civiles fue repentino, y entre las víctimas había activistas de los derechos palestinos como Vivian Silver. Han pasado varios meses desde aquella tragedia, que el gobierno israelí ha reproducido y amplificado bombardeando repetidamente a la población de Gaza. En Israel/Palestina, las Misioneras Combonianas viven cerca del muro que separa a los dos pueblos, pero también son testigos de la amistad que los une.

Por: Hna. Expedita Pérez, misionera comboniana
combonifem

Durante décadas, laos combonianas hemos cultivado relaciones amistosas con palestinos e israelíes, siendo bien recibidos por ambos. Ahora, sin embargo, todas y cada una de nosotras vivimos con miedo y ha crecido la desconfianza hacia los que son del otro pueblo. Inmediatamente después del 7 de octubre, aumentaron los controles del ejército y la policía israelíes, que impedían a la gente desplazarse al trabajo, al hospital o incluso simplemente ir de compras.
La relación entre palestinos e israelíes que viven en los asentamientos se ha deteriorado aún más, con graves abusos por parte de los colonos, especialmente durante la recogida de la aceituna, una tradición muy importante y sagrada en toda Palestina.

Efectos más graves para quienes viven en los márgenes

Si la vida de la población palestina ha empeorado, la de la población beduina se ha vuelto dramática, porque viven cerca de los asentamientos israelíes y a menudo trabajan allí o en la ciudad industrial cercana a Maale Adumin. Muchos de nuestros amigos beduinos llevan más de un mes sin trabajar.
Uno de ellos nos contó que habían llamado a su hijo, pero a los tres días decidió dejarlo porque un soldado le apuntaba todo el tiempo con un fusil: ¿quién puede trabajar bajo semejante estrés?
Desde hace más de un mes, las escuelas beduinas están cerradas porque los problemas de seguridad impiden que lleguen a ellas profesores de otras ciudades de Palestina. Sólo nuestras cinco guarderías, en funcionamiento desde 2008, siguen abiertas gracias a los maestros beduinos que viven allí. Un niño pregunta a su madre todas las mañanas: “¿Hoy hay guerra o hay guardería?”. Si ella responde que hay jardín de infancia, él se levanta rápidamente con alegría para ir al jardín de infancia acompañado de su madre.

Entre dos amores…

También la semana pasada, fuimos a rezar con familias que pertenecen a una de las comunidades judías mesiánicas que hacen voluntariado en las aldeas beduinas. Ellos, judíos, están preocupados por sus amigos beduinos, pero al mismo tiempo ya no tienen ganas de visitarlos porque tienen miedo. Rezan para que la guerra termine, pero sus hijos e hijas, al ser israelíes, ahora se ven obligados a luchar. Así que tienen el corazón dividido por el amor a los dos pueblos, el israelí y el palestino. En este momento sienten que sólo pueden rezar e invocar el don de la paz y la justicia.

Somos muchos los que invocamos la paz en la justicia y se la pedimos a Dios. Todos los puentes de amistad que tantas personas y movimientos han construido a lo largo de los años no pueden ser completamente destruidos por esta guerra. Sabemos que no será fácil recuperar la confianza necesaria para reencontrarnos y compartir, pero sabemos que es posible. Nos encantaría que nuestras palabras y acciones pudieran conducir a la formación de un gobierno más integrador y justo en esta “Tierra Santa”.