Alfabetizar es trabajar por la justicia y la paz
Les comparto el trabajo de un integrante de la comunidad ECOPAX: Josué Magaña Pérez, coordinador de medios de comunicación y formación bíblica. También es fundador del proyecto de alfabetización para personas de la tercera edad que participan en la pastoral de la parroquia de San Francisco de Asís, en el municipio de Tepeji del Río, Hidalgo.
Por: Hno. Joel Cruz, mccj
Este breve texto explicará por qué inicié en la pastoral de la alfabetización, cómo surge, quiénes la conforman y cuál es su objetivo. Hace meses, me encontraba dando clases de Sagradas Escrituras en la comunidad de San Mateo, en Tepeji del Río, puesto que estudio la Biblia con el teólogo Juan Carlos Rea Campos.
Con ayuda del profesor, supe que era mi deber cristiano compartir conocimientos con mis hermanos. Al impartir este curso, me di cuenta que muchas personas mayores no sabían leer ni escribir. Al principio esto no me preocupaba.
Yo era indiferente con sus deficiencias, me daba igual; simplemente quería cumplir con enseñar los temas propuestos en estos grupos. Pero no pude ignorar esta terrible realidad por mucho tiempo, porque comenzaron los cuestionamientos en mi mente. Me preguntaba, ¿realmente estoy evangelizando? ¿Estoy haciendo praxis? ¿Ayudo a estas personas en su vida? ¿Estoy haciendo presente el Reino de Dios en esta comunidad?
Un día, una mujer anciana, a quien le daba clase, se me acercó con toda ternura y llorando me dijo: «Joven, me gustan mucho sus clases, los padres de la diócesis no nos han enseñado todo esto, pero yo quisiera estudiar más por mi cuenta, quisiera leer directamente la Biblia, lo triste es que yo no sé leer ni escribir. Esto me avergüenza, siento que no valgo como persona y no merezco estar aquí con usted».
Después de escucharla, no pude dejar de pensar en ella por varios días. Si esto pasa dentro de la comunidad eclesiástica, ¿cómo será en la sociedad? Así que propuse abrir la pastoral de alfabetización para adultos mayores y comencé inmediatamente. Dios me presentó a esta gran mujer con su problema, su dolor y llanto, para que yo viera la situación excluyente y dolorosa que viven muchos por no tener las habilidades de lectura y escritura. Situación por la que se sienten ignorados, menospreciados y con baja autoestima.
Desde el inicio del proyecto, y hasta la fecha, he recorrido una senda con muchas piedras: in-diferencia e incomprensión de mi párroco, de las religiosas, de coordinadores de pastoral y feligreses. Siempre con comentarios negativos hacia este camino y a quienes lo conformamos.
Sin duda, en el crecimiento cristiano nos tropezaremos, y algunos no van a querer que nos levantemos, pero aquí seguimos, abriendo brecha por donde creemos que llegará la justicia, la paz y el gozo de quienes ahora se sienten menos por no saber leer y escribir. Este es el Reino de Dios, así lo dice san Pablo (Rom 14,17-19). Y hemos sido enviados a trabajar para que este Reino sea una realidad ahí donde estemos y para que caminemos con la gente.
He decidido escribir esta breve experiencia, puesto que aún seguimos en camino, a pesar de las dificultades. Impartir cursos de Sagradas Escrituras me hacía pensar que estaba evangelizando, pero las mismas personas me evangelizaron con su preocupación, angustia y desesperación por sentirse «menos» al no tener estos conocimientos.
Como Iglesia y como ciudadanos, creo importante promover la alfabetización para adultos mayores, porque es pieza clave para el desarrollo humano y social. Existen contextos de desigualdad y marginación que, históricamente, obstaculizan el acceso a la educación de grupos desfavorecidos, y que han impedido que inicien o concluyan este derecho básico, en consecuencia, que no cuenten con las herramientas y habilidades para su desarrollo.
De acuerdo con estadísticas del Censo Nacional de Población y Vivienda 2020, en México existen 4 millones 456 mil 431 personas analfabetas, de las cuales, un millón 693 mil 443 son adultos mayores, predominando dentro de este grupo, las mujeres y personas pertenecientes a pueblos originarios, como las más afectadas por esta condición.
Debido a diversas desigualdades, el analfabetismo en la vejez es resultado de la falta de acceso a la educación durante las primeras etapas de la vida. Esto genera gran desventaja social que puede impedir el desarrollo de habilidades y herramientas para ejercer derechos fundamentales, como el derecho al trabajo, a la salud, a la cultura y a la ciudadanía; por eso el analfabetismo es un problema social que impacta en diferentes esferas personales, limita el acceso integral a los bienes y servicios, así como perpetúa las estructuras de desigualdad que generan marginación y pobreza.
Con base en estos datos, es importante promover los grupos de alfabetización para transformar esta triste realidad; quizá no podamos ayudar a todas las personas del planeta, pero podemos empezar a sembrar pequeñas semillas en sus corazones y confiar en que la próxima generación seguirá este proyecto, a esto lo llamo «voluntad heredada».
Josué Magaña Pérez