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Sanación y reconciliación como ministerio pastoral en las comunidades católicas de Gumuz después del conflicto

Desde hace más de dos años, el conflicto se desarrolla en torno a las misiones católicas de la zona de Metekel, en la región etíope de Benishangul-Gumuz. La Misión Católica Gublak fue la más afectada. Los Misioneros Combonianos y las Hermanas de San José de la Aparición se vieron obligados a abandonar temporalmente la misión en octubre de 2020. Quedaron solos en el lugar después de que todos los lugareños huyeron de sus hogares. A través de este artículo me gustaría compartir algunos pensamientos, esperanzas y sentimientos desde los ojos de un ministro pastoral postconflicto. [ P. Isaiah Sangwera, a la izquierda en la foto ]

Por: P. Isaiah Sangwera Nyakundi, mccj
Desde: Gublak, Etiopía

La comunidad comboniana de Gublak, después de evaluar seriamente la situación, decidió regresar progresivamente a la misión. Esto se hizo de forma temporal, a la espera del permiso oficial del Consejo Provincial. Esta medida se convirtió en una fuente de esperanza y aliento para la gente que ya estaba regresando gradualmente a sus propios hogares. Una vez de regreso a Gublak, los misioneros sintieron una gran y cálida acogida por parte de sus fieles que estaban dispersos desde hacía más de dos años.

La comunidad llegó a Gublak el 26 de septiembre de 2022, vigilia de la fiesta de la Santa Cruz, según el calendario etíope. Los fieles, reunidos para la misa de vigilia y la damera (la hoguera litúrgica), recibieron a los padres Cristo Roi Agbeko e Isaiah Nyakundi con cantos de alegría.

Cuando leemos el libro de Jeremías, nos damos cuenta de que, aunque el lamento del profeta estaba dirigido a las heridas del pueblo de Dios en Sión, Etiopía en general y la región de Benishangul-Gumuz en particular siguen siendo también escenario de guerra por las luchas políticas, socioeconómicas y libertades religiosas. ¿No existe ningún bálsamo para sanar las heridas del pueblo de Dios?

P. Isaías Sangwera Nyakundi.

hechos geográficos

El estado regional de Benishangul-Gumuz se encuentra en la parte occidental del país y limita con la región de Amhara al norte y noreste, con las regiones de Oromia y Gambella al sur y sureste, y con Sudán al oeste. La capital regional, Assosa, está a unos 679 kilómetros al oeste de Addis Abeba. Desde el punto de vista agro-climático, la mayor parte de la región se encuentra entre 580 y 2730 metros sobre el nivel del mar. La región está dotada de enormes recursos naturales, incluidos bosques, tierras agrícolas y agua.

El pueblo gumuz y la presencia misionera comboniana

Los Gumuz son un pueblo de origen nilótico, poco numeroso –unos 200.000– pero que cubre un gran territorio. Estuvieron al margen de la sociedad etíope durante muchos siglos. Ahora tienen sus derechos y el control de su propia tierra. También tienen derecho a “saber que Cristo también murió por ellos”.

Nuestra misión en el Vicariato Apostólico de Hawassa ha sido – y sigue siendo – nuestra principal tierra de misión en Etiopía. Iniciado en diciembre de 1964 con la llegada de los dos primeros Misioneros Combonianos, los Padres Bruno Lonfernini y Bruno Maccani, estuvo dirigido por los Obispos Combonianos hasta octubre de 2017, cuando un Salesiano de Don Bosco tomó el lugar del difunto Mons. Giovanni Migliorati, fallecido de cáncer el 12 de mayo de 2016.

La misión fue un éxito y finalmente los misioneros combonianos pudieron trasladarse a otros territorios de misión entre “las personas más pobres y abandonadas” del noroeste de Etiopía. La primera misión en este territorio fue iniciada por las Hermanas Misioneras Combonianas en Mandura en el año 2000. Los Misioneros Combonianos las siguieron y abrieron la comunidad de Gilgel Beles en 2003 y Gublak en 2011. Es realmente un territorio de primera evangelización y promoción humana.

Nuestro Proyecto de Evangelización quedó plasmado en su faceta principal en diversos documentos de nuestra congregación y encuentros provinciales en estos últimos años. “Como Misioneros Combonianos, estamos convencidos de que nuestro compromiso con los más pobres y abandonados es la fuente más importante de inspiración para una AM eficaz…” – dicen las Actas Capitulares de 2009 en el n. 182.

El Directorio Provincial de Etiopía MCCJ n. 3.2 subraya nuestra principal razón de ser misioneros de la siguiente manera: “Según nuestra tradición y siendo los Misioneros Combonianos miembros de un Instituto totalmente dedicado a la actividad misionera, la primera Evangelización en sus diversos aspectos es nuestra principal preocupación y parte esencial de nuestra identidad”.

Compromiso misionero comboniano en la zona de Metekel

Etiopía es notablemente un país multicultural, multiétnico y multirreligioso. Se ha ido extendiendo en el país un creciente sentimiento de pertenencia étnica, favorecido también por la actual política administrativa del país, la Federación de Estados. Esto llama a la Iglesia a fomentar aquellos valores evangélicos que motivan la comunión y la convivencia pacífica. También llama a los cristianos a crear unidad, destacando los elementos positivos que son comunes a todos los grupos y culturas.

En esta complejidad, la Iglesia debe desempeñar un papel de promoción de la unidad y la comprensión entre los pueblos, para ser instrumento de esperanza. Para favorecer el crecimiento espiritual y humano, es necesario dar énfasis a iniciativas de formación cristiana y humana en todos los niveles, ayudando a los fieles a profundizar su fe, su conocimiento de la Palabra de Dios y de las enseñanzas de la Iglesia católica, su estructura y tradición. Los Misioneros Combonianos están comprometidos a ayudar a la Iglesia local a madurar y a ser autosuficiente. En ambas misiones entre los Gumuz hemos puesto mucho énfasis y promovido la formación de líderes laicos y catequistas.

Nos comprometemos a contextualizar las sugerencias de los últimos Capítulos Generales en nuestra realidad (Actas Capitulares 2009, n. 59-66):

  1. Ver con los ojos de los pobres: Necesitamos crecer en la adopción de un estilo de vida más evangélico, en armonía con la realidad de la Iglesia local y del pueblo a quien ministramos (Actas Capitulares 1997, n. 20);
  2. Caminar con el pueblo: Hacer causa común con él, mostrándoles que estamos con él y para él (Actas Capitulares 2009, n. 58.3).

A nivel social

En el nuevo contexto sociopolítico de Etiopía, caracterizado por la fragmentación y proclive a la etnicidad, nuestra presencia promueve el entendimiento y la reconciliación. “Nuestra presencia es significativa cuando estamos cerca de grupos marginados o en situaciones de frontera”, proclaman las Actas Capitulares de 2015 en el n. 45.2. Una presencia siempre del lado de los menos privilegiados. Aunque trabajar en Etiopía, ser profeta puede ser realmente un desafío, estamos llamados a un compromiso más profundo en los campos de la justicia, la paz y la promoción de los derechos humanos.

El compromiso de larga data de la Iglesia en el área del desarrollo humano integral va de la mano con la formación catequética sobre la Doctrina Social de la Iglesia para promover líderes laicos capaces de contribuir y crear una cultura de vida, paz, justicia, desarrollo sostenible y respeto a la creación.

Los misioneros fueron realmente puestos a prueba

Durante los últimos tres años, nuestra madurez y músculos misioneros fueron puestos a prueba. Nuestras misiones atravesaron inseguridad, inestabilidad, saqueos, asesinatos y algunos fieles católicos se unieron a grupos rebeldes. Como misioneros, hombres y mujeres, en esta zona optamos por permanecer con el pueblo a pesar de todos los peligros. Soportamos las consecuencias de nuestras elecciones misionales. En los recientes ataques intertribales en las zonas de Gilgel Beles y Gublak y sus alrededores, hemos sido una gran fuente de aliento y refugio para nuestro pueblo.

Los misioneros también se convirtieron en sospechosos, en ocasiones citados por órganos de inteligencia de seguridad. Los misioneros combonianos que trabajaban en Gublak fueron arrestados en algunas ocasiones e incluso confiscados por un tiempo su vehículo de misión. Se sospechaba que transportaban bienes robados o, peor aún, que mantenían comunicaciones secretas con combatientes rebeldes.

Desafíos y oportunidades en esta misión de postconflicto

Inculturación: La inculturación del Evangelio se siente como una exigencia urgente. Sin embargo, este Evangelio aún debe influir positivamente en la vida de la gente. Nos faltan materiales suficientes y personal preparado para organizar cursos regulares que tengan como objetivo iniciar el diálogo entre algunas prácticas culturales negativas de los gumuz y proponer valores evangélicos.

Agradecemos a los primeros misioneros que han dado algunos pasos en esta línea. Continuaremos cooperando con la Iglesia local en la producción de materiales litúrgicos y catequéticos, adoptando la gramática y ortografía oficial propuesta por el gobierno para el idioma gumuz, con el fin de profundizar el encuentro del Evangelio con la cultura local (Actas Capitulares 2009, n. 57.3).

De hecho, hemos experimentado de primera mano lo lejos que estamos de tocar la cultura gumuz de venganza y respeto a la vida humana. Un intercambio cercano con algunos católicos retornados de los grupos rebeldes revela mucho. Humanamente hablando son historias muy desgarradoras:

  1. En esta era de postconflicto, como misioneros, ¿cómo reconciliamos a un catequista cuya madre fue arrastrada a un tribunal rebelde, rápidamente condenada a muerte, porque se sospechaba que era una ‘ budda ‘ (bruja o de malos ojos)? Según el catequista, los ‘jueces’ estaban formados por algunos catequistas. La obligaron a beber veneno.
  2. Cinco enfermeras no gumuz fueron secuestradas y asesinadas a sangre fría simplemente porque no eran gumuz. Algunos de nuestros muchachos confesaron que eran parte del equipo ejecutor.
  3. Algunos de nuestros fieles fueron asesinados a sangre fría y ahora se conocen los nombres de los asesinos. No son residentes de Gumuz y viven en la ciudad de Gublak. Ahora que hay normalidad, como misioneros, ¿cómo se supone que debemos relacionarnos con ellos?
  4. Nuestra casa fue saqueada de muchas de nuestras propiedades. Un día, mientras paseábamos por el mercado local de Gublak, notamos que un hombre gumuz llevaba un alba que pertenecía a uno de nosotros. ¡Estábamos en el dilema de quitárselo o simplemente ignorarlo! Eligió dejarlo en paz.

Diálogo: El diálogo es la actitud básica que se debe mantener dentro y fuera de la comunidad cristiana. Tenemos el desafío de practicarlo dentro de la Iglesia-Familia de Dios así como hacia otras creencias religiosas. Debe tener lugar en tres niveles principales:

  1. Entre Obispo, sacerdotes, religiosos, agentes de pastoral y fieles laicos de la Iglesia local (Actas Capitulares 2015, n. 44.14). Esto nos transformará a nosotros, familia comboniana, en agentes de evangelización relevantes y significativos.
  2. Entre nuestras Iglesias locales y otras denominaciones o religiones cristianas (Actas Capitulares 2009, n. 58.8; Actas Capitulares 2015, n. 45.3). Hemos notado un nuevo fenómeno de construcción de nuevas mezquitas en muchos pueblos. Estos musulmanes parecen estar buscando agresivamente seguidores. Están utilizando diferentes tipos de ayuda para atraer a la gente a unirse a ellos, a diferencia de los misioneros católicos que brindaron ayuda humanitaria a todos incondicionalmente e independientemente de su inclinación religiosa.

Conclusión

La evangelización es una realidad compleja y dinámica. He subrayado algunos elementos que tal vez no den cuenta completa del misterio de la evangelización de la Familia Comboniana en Etiopía y entre los Gumuz, en particular, en este período de postconflicto. Corremos el riesgo de empobrecer el concepto de evangelización si no contemplamos la obra del Espíritu, protagonista de la evangelización, que sopla y actúa en diferentes realidades y siempre de maneras nuevas.

Por tanto, la principal actividad del evangelizador sigue siendo la oración en la contemplación de la obra de Dios. Esto ayudará a discernir cómo el Señor quiere que sea el misionero, en qué rango de acciones y a quién lo envió para que sea su testigo anunciando el Evangelio con todas sus fuerzas y amor. Es el Espíritu el que pone en nuestro corazón los mismos sentimientos de San Pablo: “La predicación del Evangelio no me da nada de qué gloriarme, porque estoy obligado, y estaría en apuros si no lo hiciera” (1 Corintios 9,16).

Es la fuerza del Espíritu la que guió a Daniel Comboni a decir: “En efecto, sería fácil y dulce sacrificar mi sangre y mi vida para cooperar a la realización de esta santa obra” (Comboni a Mazza 23-01-1861).

“Remad mar adentro –como Pedro y sus primeros compañeros confiaban en la obra de Dios– y echad las redes” ( Lucas 5,4-6). Estas palabras resuenan hoy para nosotros y nos invitan a recordar el pasado con gratitud, a vivir el presente con entusiasmo y a mirar el futuro con confianza. “Jesucristo es el mismo hoy como fue ayer y como será por los siglos” (Hebreos 13,8).

Nuestro trabajo, nuestro compromiso, nuestro camino y la búsqueda de nuevos caminos de evangelización continúan. ¡Que Dios nos guíe y nos bendiga!

comboni.org

Ser padres

Por: P. Ismael Piñón, mccj

Este 16 de junio celebramos aquí en México el Día del Padre. A lo largo de la historia de la humanidad, la figura del padre y la de la madre han ido evolucionando al ritmo de las nuevas necesidades y de los cambios en la sociedad. Ser madre se identificaba con la fertilidad, la procreación y el cuidado y atención de la progenitura, mientras que la figura paterna se caracterizaba más por el papel de la autoridad, la defensa y el sostenimiento económico. Se hablaba del padre como el «jefe o cabeza de familia», era él quien tomaba las decisiones importantes que implicaban a todos, tanto a los padres como a los hijos. Los tiempos han cambiado y, afortunadamente, hoy caminamos hacia una mayor igualdad y corresponsabilidad, a pesar de que algunas corrientes la quieran llevar a extremos tan irracionales como decir que da lo mismo que haya un padre y una madre o que haya dos madres o dos padres.

En el reportaje que publicamos en nuestra revista Esquila Misional del mes de junio presentamos cómo son y cómo viven la paternidad los akas, pigmeos que viven entre Camerún, República Democrática del Congo y República Centroafricana. Ellos nos dan un hermoso ejemplo de cómo se puede ser un buen padre con responsabilidad, sin complejos, y compartiendo esa hermosa misión de cuidar y educar a los hijos con la familia y con el resto del grupo social.

Jesús se refería constantemente a Dios como el Padre, como su Padre; y nos invita a dirigirnos a Él como «Abba», término que podríamos traducir como «querido papá» o «papaíto». En la principal oración que enseñó a sus discípulos y la que más rezamos los cristianos le decimos «Padre nuestro». Ello no impide que en Dios podamos encontrar también el amor materno: «Como la gallina reúne a los polluelos, así Dios también quiere reunir a sus hijos» (Lc 13,34). Hoy la figura del padre sigue siendo fundamental para que el hijo que va creciendo pueda tener un desarrollo humano y espiritual completo.

En este mes que celebramos el Día del padre, queremos hacer un homenaje a todos los padres del mundo, como lo hicimos el mes pasado con las madres. Los dos son pieza fundamental en la construcción de la familia, cada uno con su especificidad y con su riqueza.

¡Feliz día, papás!

Publicada la Biblia en lengua guji

A partir de ahora, los guji podrán leer la Palabra de Dios en su lengua materna. Kitaaba Woyyicha, la Santa Biblia en lengua guji, fue presentada al público en una concurrida ceremonia en Addis Abeba, capital de Etiopía, el 12 de mayo de 2024. La traducción ecuménica de toda la Biblia al guji comenzó en el año 2000 y tardó más de dos décadas en completarse. El Nuevo Testamento en guji se publicó en 2007, hace 17 años.

Texto: P. José Vieira, MCCJ
Fotos: P. Pedro Pablo Hernández, MCCJ

El equipo principal de traductores estaba formado por miembros de las Iglesias católica, luterana, Luz de Vida y Palabra de Vida. Muchas otras Iglesias también participaron en el proyecto con apoyo técnico y financiero.

El Misionero Comboniano P. Pedro Pablo Hernández, evangelizador entre los Guji en Galcha, Haro Wato y Qillenso-Adola durante más de dos décadas, leyó un mensaje del Administrador Apostólico de Hawassa, P. Juan Núñez, MCCJ, en la ceremonia de presentación. “A partir de ahora, los guji podrán leer la Palabra de Dios en su lengua materna. Eso la hace más familiar y cercana, más íntima y entrañable para los creyentes”, escribió el P. Núñez. También subrayó el carácter ecuménico de la traducción, “fruto de la colaboración entre diferentes confesiones cristianas”, agradeciendo al Señor y a todos los que han hecho posible la publicación de la Biblia en lengua guji.

El P. Pedro Pablo Hernández con el traductor católico Tsegaye Hailemichael Barisso.

Tsegaye Hailemichael Barisso, traductor católico de la Misión Galcha, explicó que el equipo utilizó cuatro fuentes principales en su trabajo: Good News Bible (en inglés), las traducciones antigua y nueva en amárico y la Biblia Oromo (de Wollega Oromo, del oeste de Etiopía). También utilizaron el Nuevo Comentario Bíblico de Jerónimo. El equipo de traductores contó con la ayuda de varios consultores internacionales que les prepararon para el trabajo.

“La traducción no ha sido un camino fácil. Empecé casi de niño y ahora soy un hombre hecho y derecho. Al principio era aburrido. Hay que encontrar la palabra común exacta. A veces era doloroso cuando el presupuesto no era suficiente. Pero cuando vi cómo la gente acogía la Santa Biblia en Guji, sentí una alegría muy grande y todas las heridas se curaron”, dijo Tsegaye.

También subrayó la alegría por la experiencia ecuménica. Explicó que la Sociedad Bíblica de Etiopía tenía previsto imprimir 50.000 ejemplares. Sin embargo, muchas iglesias se unieron y, con la ayuda de algunos donantes, fue posible imprimir 200 mil ejemplares en dos formatos.

Kitaaba Woyyicha es una edición conjunta de World for the Word-Ethiopia y la Sociedad Bíblica de Etiopía. La traducción sigue el canon protestante. La Biblia está ilustrada con una serie de dibujos que explican algunos pasajes o conceptos bíblicos. Tiene 1650 páginas. Los mapas bíblicos son a todo color. La Biblia tiene un glosario de cinco páginas que explica algunas palabras y su significado.

El pueblo guji forma parte de la familia oromo. Son más de dos millones, divididos en tres grupos principales. Viven en las montañas y tierras bajas del sur de Etiopía. Antes se dedicaban al pastoreo. Ahora también cultivan sus campos.

Los Misioneros Combonianos empezaron a trabajar en tierras guji en 1976, ayudando ocasionalmente a algunos católicos sidama de Teticha que emigraron a Qillenso y Gosa. Cuando los sidama fueron expulsados, los misioneros abrieron una misión en Qillenso y empezaron a evangelizar a los guji en 1981. De Qillenso pasaron a Soddu Abala (1984), Haro Wato (1995) y Adola (2016). Los jesuitas, junto con las hermanas FMM, abrieron una misión en Gosa en 1985. Ahora es una delegación de Qillenso.

comboni.org

Entrar a la casa de la gente como «Hermano»: Una experiencia personal

Cuando salí de México por primera vez, destinado a Colombia, para terminar mis estudios y realizar un primer contacto con las culturas y realidades misioneras, viajé con mucho entusiasmo para ir a trabajar en favor de los más abandonados y necesitados. Me imaginaba como ese gran misionero que iba a salvar a la gente. Salí con ese sentimiento heroico de un hombre que se convertiría en la estrella de la película. Me imaginaba grandes cantidades de personas escuchándome, dirigiendo grandes obras y proyectos en beneficio de los más pobres… en fin, un «mesías esperado» en esas tierras. Pero la realidad cambió mi manera de pensar y de actuar.

Por: Hno. Joel Cruz, mccj

Un misionero «comilón, borracho y amigo de pecadores» (Mt 11,19)

Tal vez te escandalices, pero debo decirte la verdad: ahora me voy a comer con la gente, me tomo una cerveza con algunos, me quedo en fiestas organizadas en las casas y en los vecindarios y, para colmo, tengo amigos que no tienen buena fama, e incluso me quedo a dormir en sus casas. Ciertamente no pocos piensan que soy un misionero que le encanta la fiesta, divertirse y desperdiciar el tiempo conviviendo con gente que no va a la iglesia y que no tiene nada de «moral». ¿Qué escándalo, verdad? Lo cierto es que las fiestas me aburren, me estresan… todo ese alboroto y ruido que llaman baile y música, me hacen mal. No todas las comidas me gustan, porque soy medio especial, pero como todo lo que me dan. Me encanta tener comodidad y privacidad, pero con la gente me toca quedarme en una colchoneta en el piso, donde otros también duermen, en medio del alboroto de la familia, de los vecinos… y aunque no lo creas, la cerveza no me gusta.

Como uno más entre la gente

¿Entonces, porqué lo hago? Lo aprendí en Bogotá, Colombia, donde estuve casi cuatro años. Me pidieron ir a evangelizar a un sector periférico totalmente abandonado. Al principio, quise comenzar como en las películas misioneras: «sonando la campanita» para que la gente llegue a la misa y a la catequesis. Pero no le daban importancia al Evangelio y mucho menos al misionero. De hecho, me quedaba solo con el sacerdote y cuatro viejitas que nos escuchaban. Por eso decidí hacerle caso a Jesús: entrar en las casas de la gente, quedarme ahí y compartir. Lo podía hacer porque soy Hermano, alguien común y corriente. 

Entendí por qué Jesús le daba mucha importancia a la casa de las personas. Ahí es el lugar de la confianza, de la intimidad, de la libertad… donde se puede hablar de lo que no se habla en los lugares públicos y sagrados. Es el lugar donde, tomando un café, comiendo o tomando una cerveza, damos forma a los sueños, anhelos y esperanzas de la gente.

Luego, estas conversaciones se van concretando en organizaciones, en proyectos familiares y comunitarios. De este modo además de pasarla bien, perdí el miedo, como Jesús, a ser uno más entre la gente, semejante a ellos casi en todo, menos en la lejanía de Dios (Filp 2). Descubrí la belleza de ser un hermano más entre ellos, tan igual, pero al mismo tiempo tan diferente; y que podía ser luz en la oscuridad de su cotidianidad.

Anunciar el Evangelio en la normalidad de la gente

En el trabajo de los barrios periféricos de Bogotá, descubrí la belleza y utilidad de anunciar el Evangelio en la normalidad de la vida y en los espacios familiares y comunitarios. Comencé a creer lo que Jesús decía con su práctica concreta. Es decir, ese pasar con la gente, comiendo, conversando, contando chistes, cuentos, parábolas, historias… Y en esos espacios y lenguajes, ayudar a que la gente pueda ver la realidad con sus propios ojos y no desde ideas o visiones de otros; a que puedan caminar con sus propios pies; ayudarlos a que adquieran la capacidad de escuchar a otros y no piensen que son los únicos que tienen la verdad o la razón. Ayudarlos a convivir con el diferente y se solidaricen con proyectos barriales para el bien de todos los vecinos.

En ese ambiente familiar y libre, poco a poco se van expulsando esos sentimientos de odio, recelo, desconfianza, ignorancia, inferioridad, orgullo… Eso que Jesús llamaba demonios o espíritus malignos que mantenían como encadenadas las mentes y los corazones de las personas. Ese acompañamiento amistoso que personaliza el anuncio del Evangelio y tiene como destino a personas concretas en sus propias casas: Simón, Andrés, Mateo, Jairo, Lázaro… de los cuales unos terminaron siguiendo sus pasos, sus discípulos; otros se hicieron sus amigos, y otros, eternos agradecidos por el bien que les hizo.

Ahí aprendí que el Hermano misionero anuncia la Buena Nueva de modo personalizado, cuyo canal es el sentido familiar, fraterno y la amistad como puerta que permite el encuentro afectivo entre la persona y el Evangelio. Entendí que la casa es el lugar de curación, ese sitio donde Jesús hace la mayor parte de los milagros, donde cura al ciego, al mudo, al paralítico, a los encorvados, resucita a los muertos… donde sana las dolencias.

Pero también aprendí que entrar y quedarse en la casa de la gente requiere de la sagacidad, astucia y precaución de la serpiente junto a la sencillez de la paloma. No es permanecer ingenuo, significa estar con todos los sentidos despiertos para captar el movimiento de los «espíritus malignos» que aprisionan a la gente (Mt 10,16). Jesús, entre regaños, milagros, conversaciones, parábolas… iba cambiando la mentalidad y la vida de la gente. En estos barrios aprendí a ser como este Jesús: hermano de casa, el familiar, el pariente, el amigo: el Emmanuel (Dios-con-nosotros).

Textos que orientaron mi vida

Para que veas que no te estoy cuenteando y puedas creer que la casa de la gente es el lugar privilegiado para la curación de todos los males, puedes mirar los textos del Evangelio que me orientaron en esta primera experiencia misionera: Jesús que resucita a la hija de un jefe judío (Mc 5,22; Mt 9,23), la comilona en casa de Mateo (Mt 9,30); visitas a las casas de los pecadores para quedarse con ellos (Mt 9,9-26; Mt 10,11-12; Mt 13,36; Mt 21,17); que se va a la casa de los excluidos y rechazados (Mt 26,6); que va a la casa de sus discípulos para curar (Mc 1,29-34).

No me preocupo si algunos me critican por ser un «comilón, un fiestero y amigo de pecadores», por el modo de vivir y convivir con la gente (Mt 10,24-25); esta experiencia me enseñó que el Hermano misionero es de la familia, de la casa. Y ahí, a ejemplo de su Maestro, se celebra la Pascua. Desde el sentido familiar y de amistad, Él va formando a la gente en la experiencia de pasar de la muerte a la vida (Mt 26,18ss). Como decía san Daniel Comboni a sus misioneros: «una piedra escondida» que no busca ser la fachada de las obras de evangelización, sino parte de los cimientos, pero que si faltan, se derrumba todo. Jesús tiene la razón cuando le dice a los beneficiarios de su bien: «Que nadie sepa» (Mt 9,30). Sí, que nadie sepa, para que los aplausos y reconocimientos los reciba Dios.

La esperanza no defrauda

Por: P. Ismael Piñón, mccj

El pasado 9 de mayo se publicó la bula de convocación del Jubileo ordinario del año 2025. Con ella el Papa convoca oficialmente el Año Santo de Roma, que se celebra cada cuarto de siglo. La bula lleva por título “Spes non confundit” (la esperanza no defrauda), frase tomada de la Carta de San Pablo a los Romanos (Rm 5,5).

En la introducción el Papa afirma que «en el corazón de toda persona anida la esperanza como deseo y expectativa del bien, aun ignorando lo que traerá consigo el mañana. Sin embargo, la imprevisibilidad del futuro hace surgir sentimientos a menudo contrapuestos: de la confianza al temor, de la serenidad al desaliento, de la certeza a la duda».

Si ponemos la mirada en la actual situación del mundo, de nuestro país, de nuestros pueblos y ciudades, de nuestras familias, o mirándonos a nosotros mismos, podemos caer en la tentación de pensar que nuestro futuro es incierto, que vamos de mal en peor, que esto no tiene solución o que vamos camino de nuestra autodestrucción.

El papa Francisco, tomando las palabras que San Pablo dirige a los Romanos, nos dice que «la esperanza cristiana, de hecho, no engaña ni defrauda, porque está fundada en la certeza de que nada ni nadie podrá separarnos nunca del amor divino”. Las guerras en Ucrania o en Palestina, la violencia política en tantos Estados de nuestro país, la crisis cultural que vive nuestra sociedad moderna, las enormes desigualdades sociales, el drama de la migración… ninguna de esas situaciones podrá evitar que Dios siga amando a su pueblo; al contrario, Dios está más cerca de nosotros cuanto más grande es nuestro sufrimiento. En la bula el Papa nos invita a descubrir los signos de esperanza que la humanidad nos presenta, descubrir lo bueno que hay en el mundo: los que siguen trabajando por la paz, los que asisten a los enfermos, a los marginados, a los migrantes; signos de bondad y de solidaridad que nos ayudan a no caer en la tentación de considerarnos superados por el mal. En esta revista les presentamos la parte central de la bula, en donde el Papa habla precisamente de esos signos de esperanza que debemos descubrir y sacar a la luz. Respondamos a su invitación y dejémonos atraer desde ahora por la esperanza y permitamos que a través de nosotros sea contagiosa para cuantos la desean. Que nuestra vida pueda decirles: «Espera en el Señor y sé fuerte; ten valor y espera en el Señor».

Hno. Andrés Gaspar: «Mostrar a Cristo a través de nuestras obras»

El hermano Andrés Gaspar Abarca es un misionero comboniano originario de Chilpancingo, Guerrero, enfermero de profesión. Lleva más de 15 años en Sudán del Sur, trabajando en el hospital de Mapuordit, en el estado de Lagos, en el centro del país. Aprovechando sus vacaciones en México, le pedimos que nos hablara un poco de este pequeño país africano y nos compartiera su experiencia misionera.

Entrevistó: P. Ismael Piñón, mccj

–¿Cómo está ahora la situación en Sudán del Sur?

En este momento la situación política es estable, porque las dos etnias enfrentadas, los dinka y los nuer, llegaron a un acuerdo, pero siempre vivimos con incertidumbre, porque en cualquier momento puede estallar de nuevo el conflicto, ya que ninguno de los dos quiere ceder. Por otra parte, la guerra en Sudán nos ha afectado mucho; la gente que es del sur y estaba en el norte ha regresado. También nos afecta a nivel económico, porque mucha mercancía venía de Sudán, y ahora tenemos mucha escasez de suministros. Existe un acuerdo con China sobre el petróleo, pero ahora escasea y la devaluación de la moneda nacional es muy grande. En tiempos de la independencia, un dólar costaba dos libras sursudanesas, ahora un dólar cuesta mil 700 libras.

Yo trabajo en una región dinka. La situación conflictiva ahora está un poquito mejor, aunque entre ellos mismos sigue habiendo divisiones. Hace unos años aún era común ver a la gente con armas. En Mapuordit, donde estoy, salías a la calle y veías a toda la gente con armas. Los asaltos eran muy frecuentes, yo fui asaltado dos veces; una de ellas nos dispararon, pero gracias a Dios salimos vivos, aunque un padre fue herido. A veces me preguntaba, «¿qué hago aquí?». Hace unos dos años cambiaron al gobernador y llegó uno muy rígido que ordenó matar a los delincuentes. Eso hizo que haya menos asaltos. Para mí vivir esos momentos de conflicto fue bastante difícil. Al menos con la llegada del nuevo gobernador todos esos conflictos cesaron y ahora vivimos con cierta tranquilidad, aunque la gente sigue sufriendo por la situación económica.

¿Y en el campo sanitario?

–Todavía tenemos que trabajar mucho en la concientización de la gente en lo que se refiere a la prevención. Por ejemplo, no comprenden ni aceptan la cuestión de las vacunas, especialmente a los niños. Estamos intentando hacer una profilaxis contra la malaria, pero no lo entienden ni lo aceptan. A parte de eso, el gobierno invierte muy poco en sanidad y en educación. La mayor parte del dinero lo gasta en armamento.

En el hospital de Mapuordit se pide a la gente que pague sólo un dólar por la consulta, los análisis y las medicinas; pero evidentemente eso no cubre los gastos del hospital, que son cubiertos en su mayor parte por la diócesis y los combonianos. Hay un acuerdo con el gobierno por el que la diócesis cubre el 60 por ciento de los gastos y los combonianos contribuimos con un 30 por ciento gracias a las donaciones que recibimos. El gobierno debería cubrir el 25 por ciento de los salarios y contribuir también con medicinas, pero ahora, con la devaluación, apenas llega al 5 por ciento, el resto lo deben pagar la diócesis y los combonianos. Por eso la gente tiene muy poca confianza en las autoridades; ya no sólo en el campo de la salud, sino también en la educación, incluso los militares tienen salarios insuficientes. Por miedo, nadie protesta contra estas situaciones.

–Con todas estas dificultades, ¿dónde encuentras la fuerza y la motivación para aguantar y mantenerte ahí?

Yo siempre tengo esperanza. Cuando llegué a Mapuordit todavía era Sudán, aún no se había declarado la independencia de Sudán del Sur. Ya se había hecho el referéndum y la situación estaba bastante tranquila. Fue una época muy bonita para mí. Venían muchas personas al hospital y era muy gratificante ayudar y estar con la gente. Por desgracia todo cambió después de la independencia, cuando estalló el conflicto armado entre las dos etnias, especialmente en 2015. Todo el mundo andaba armado. En ese tiempo, me dije que ya me regresaría para México, pero aguanté. Ayudar a la gente es lo que me hacía sentir mejor. Ahí vivíamos con la esperanza de que algún día volvería la paz. Con la llegada del nuevo gobernador y sus métodos autoritarios, volvió la paz y la gente viene de muchas partes del país para ser curada en el hospital.

–¿Cómo vives tu vocación misionera de Hermano en este campo de la salud?

Trato de vivir con esperanza y dar buen ejemplo. La gente se da cuenta. En los tiempos de conflicto, muchos voluntarios se fueron porque no querían arriesgar sus vidas. Nosotros, sin embargo, decidimos quedarnos para seguir trabajando por la gente. Mostrar a Cristo a través de nuestras obras, de nuestro trabajo, a veces no es fácil, pero hacemos el esfuerzo de ayudar y decimos a la gente que no somos nosotros los que estamos ayudando, sino que es Cristo quien nos envía para ayudarles; eso es lo que nos ha dado la fuerza para trabajar como Hermanos.

–¿Qué le dirías a tus paisanos mexicanos?

En primer lugar, que sigan rezando por Sudán del Sur, porque estamos aún muy lejos de la paz y esperamos llegue pronto, además, que se estabilice la situación económica para que la gente ya no sufra más. Les diría también que sigan haciendo oración por nosotros y que no dejen de apoyar a la misión, también materialmente, porque cuando lo hacen están apoyando nuestro trabajo y ayudando a la gente. Y si hay alguno que es médico o enfermero y quiere venir como voluntario, el hospital está abierto y da la bienvenida a quien quiera venir a colaborar. Allá lo esperamos.