46 años de presencia comboniana en Costa Rica

Hoy, 6 de febrero, se cumplen 46 años de la llegada de los Misioneros Combonianos a Costa Rica. En aquel entonces, el P. Juan Pedro Pini y el Hno Fernando Bartolucci, pertenecientes a la Provincia comboniana de México, iniciaban una nueva presencia en la capilla de la Sagrada Familia de San José. La comunicad comboniana formaba parte de la Provincia de México. Con el tiempo fue aumentando el número de misioneros, se abrieron comunidades en otros países hasta conformar la que actualmente es la Provincia de Centroamérica.
Compartimos aquí la primera carta que el P. Juan Pedro Pini escribió a sus superiores al poco de llegar.

«Queridísimo Padre,

Gracias por los saludos y por alentarnos para nuestro trabajo. Las primeras impresiones acerca de Costa Rica son buenas, también si sentimos ya que se vislumbran las sombras, pero que sirven para dar mayor luz a las situaciones.

Nuestra capilla, la Sagrada Familia, se encuentra a diez minutos del centro de la capital San José.  Está situada en una región de pobres y de trabajadores (cerca de diez mil).

Hay mucha frialdad en el confrontar la religión, y numerosas plagas sociales: alcoholismo y drogas, difundida también aún entre los niños de 7 años, quienes caen víctimas de quienes quieren ganar a costa de ellos.

Hay también, pequeños grupos que trabajan por sus hermanos, como el movimiento carismático (han realizado apenas una reunión nacional, a la cual han tomado parte 25 mil personas), la Legión de María, grupos que se ocupan de la catequesis, etc. Son una ayuda válida para el Párroco. Nuestra parroquia (“Nuestra” no porque nos ha sido confiada, sino porque en ella se encuentra nuestra residencia, con la iglesia anexa de la Sagrada Familia) es la más numerosa de la capital, cerca de 80.000 personas.

Estamos encargados de la misa de la tarde, de dos misas dominicales y de la asistencia a los grupos que se reúnen en la noche. La gente nos ayuda económicamente, trayéndonos víveres o cualquier ofrenda en dinero: pensando que son pobres, hacen demasiado. Creo que un Padre que quisiera dedicarse al apostolado en la misión urbana –estilo Virgencitas de México, tendría de frente un gran trabajo para hacer.

Ya habíamos hecho contacto con el Arzobispo, con el Administrador Apostólico, que ha sido muy gentil con nosotros, y con el Nuncio (nos ha regalado una botella de vino, ¡para animarnos!). El Director Nacional de las Obras Pontificias nos ha regalado, en cambio, una cocina eléctrica para preparar de comer, y un set de platos con los cuales podremos ir enfrente diez años.

Nadie aquí tiene idea de lo que significa un centro de animación. Diversos padres que he encontrado en el seminario me han preguntado si voy a predicar la actividad misionera al pueblo: es aquello que pasaba en México los primeros años. De alguna manera, estamos ya publicando artículos sobre Daniel Comboni por medio del semanario Eco Católico, anunciando la presencia de los combonianos. Un poco cada vez nos daremos a conocer también a través de Radio Fides y de la televisión.

Con el Hermano Bartolucci, mi compañero de aventuras, hemos ya encontrado en el centro, a tres cuadras de la catedral, una especie de oficina parecida a aquella que habíamos abierto en Guadalajara. Nos servirá para iniciar los contactos con el público, difundir la revista, etc. Toda la vida de la zona se desarrolla alrededor del centro, y por cualquier cosa la gente va a San José. En marzo arreglaremos la oficina y nos darán un apartado postal. Así comenzaremos con gran estilo.

Hay gente que ya nos conoce, porque recibían de México Esquila Misionera: podrán ser buenos colaboradores, y ayudarnos especialmente al inicio.

Por lo que hemos podido notar, la vida es carísima, comparada con México. Todo es importado de los Estados Unidos, y aumentado con los impuestos del gobierno. Estamos bajo la protección de San José, y nos parece de haber regresado a buen tiempo cuando se predicaba mucho el querido Santo como “ecónomo”, como hacía  nuestro Mons Comboni.

Aquí la gente tiene una fe popular y simple, y es muy fuerte el problema de una renovación espiritual, el modo de predicar recuerda un poco los tiempos pasados. Recitan con devoción el Santo Rosario en todas las familias, se reúnen en grupos para leer la Palabra del Señor, miran al sacerdote y lo tienen casi como un ser superior. Tienen mucho para enseñarnos a nosotros los misioneros. Veremos con calma cómo responderán a la invitación para las vocaciones. La base me parece buena.

He descubierto este ambiente un poco por todo lado, aún si donde nosotros vivimos hay aquellos problemas de los que hablé al inicio. Parece que las autoridades eclesiásticas nos han dado trabajo según nuestros dientes: en una zona pobre, marginalizada y para convertirse. Debemos dar gracias al Señor por esto; muchos sacerdotes se maravillan de cómo hemos aceptado inmediatamente este trabajo.

Envíennos por favor Famiglia Comboniana, Boletines y Publicaciones, para que podamos estar al tanto de todo. Nos encomendamos a las oraciones de todos».

P Juan Pedro Pini

San José (Costa Rica), 27 de febrero de 79