Jubileo: Condonación de las deudas

Hablar de Jubileo es hablar de amor, pero cuando se trata de «perdonar las deudas» nos referimos al amor más bello y fino. Dios nos ama siempre, más aún, cuando somos frágiles hasta el punto de no poder corresponderle, entonces todo se vuelve gratuidad. Por ello, esta propuesta jubilar nos invita a que desborde el amor (cf Jn 13,1) que va más allá de obligaciones, normas o contratos. Un afecto incondicional que abarca lo espiritual, lo emotivo y llega hasta lo socio-político-económico.

Por: P. Rafael González Ponce, mccj

SEPTIEMBRE
16.- Jubileo de la Consolación
20.- Jubileo de los Trabajadores de la Justicia
26-28.- Jubileo de los Catequistas

El Antiguo Testamento coloca la condonación de las deudas como fundamento de la vida comunitaria del pueblo: «Que no haya entre ustedes ningún necesitado… y si hay entre ustedes algún hermano necesitado, no endurezcas tu corazón ni cierres tu mano» (Dt 15,4.7). El Nuevo Testamento propone, como lo más sublime del discipulado cristiano, ser «misericordiosos como el Padre es misericordioso» (Lc 6,36). Una versión antigua de la oración del Padre nuestro rezaba: «perdona nuestras deudas como también nosotros perdonamos a nuestros deudores».

La bula Spes non confundit (La esperanza no defrauda) hace un llamado apremiante, dirigido a las naciones más ricas: «…a condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas. Antes que tratarse de magnanimidad, es una cuestión de justicia… Si verdaderamente queremos preparar en el mundo el camino de la paz, esforcémonos por remediar las causas que originan las injusticias, cancelemos las deudas injustas e insolutas y saciemos a los hambrientos» (16).

En resumen, la condonación de las deudas reconstruye el mapa original de Dios, donde todos los pueblos entrelazan sus manos en un cántico de fraternidad, justicia y paz. Es decir, un Jubileo concreto y verdadero.