Del polvo a la luz
Cuaresma, cuarenta días para vivir el itinerario que nos lleva del polvo de nuestra fragilidad a la Luz del Resucitado.
El miércoles de ceniza inclinamos la cabeza para acoger con humildad las palabras que nos recuerdan que vamos en camino, que somos polvo, que estamos hechos del humus frágil de la tierra y que ha llegado el momento de levantar la mirada para descubrirnos reconciliados en Jesús que da su vida para llenarnos el corazón de su Luz y de su amor, porque ha resucitado.
Durante cuarenta días se nos invitará a transitar el camino de la conversión para que podamos reconocer que el Señor nos ha precedido en todo aquello que podemos hacer para llegar a apropiarnos de nosotros mismos, de nuestra realidad, muchas veces maltratada por nuestra incapacidad a decidirnos por lo que nos hace dueños de nuestra historia y de la promesa de vida auténtica que Jesús nos vino a manifestar.
Del polvo a la Luz representa el camino que nos toca recorrer cuando nos decidimos a dejar todo aquello que nos esclaviza, que nos somete al capricho de la maldad, que nos engaña con promesas de felicidad que son fugaces y superficiales.
Somos polvo, barro que puede ser moldeado y del cual se pueden forjar obras maravillosas, cuando nos ponemos en las manos de Aquel alfarero que nos ha soñado desde la eternidad como destinados a vivir en plenitud y que vive buscando nuestra plena felicidad.
Recordar que somos polvo durante el camino cuaresmal, puede ser un ejercicio saludable que nos sitúe en aquel espacio en donde logremos encarar con valentía lo que nos ha postrado por tierra, nuestro pecado y nuestra debilidad; pero que se convierte en oportunidad para dejarnos tomar de la mano y ser levantados, pasando por la cruz y el sepulcro del Señor, para recobrar la vida que nos pertenece al compartir la luz de su resurrección.
Cuaresma es, por decirlo con palabras sencillas, un tiempo que se repite cada año como invitación siempre nueva de parte de Dios quien no renuncia a vernos como hijos suyos, destinados a gozar de la vida y no está dispuesto a vernos derrumbados en el bordo del camino, victimas de nuestra fragilidad o de lo limitado de nuestra humanidad.
¿Tendremos la valentía de darnos esa oportunidad?
P. Enrique Sánchez