150 aniversario de la Homilía de Jartum
Este año se celebra el 150 aniversario de la Homilía de Jartum, que Daniel Comboni pronunció en árabe el día de su “entrada solemne” en la diócesis sudanesa, rodeado de tanta gente que, como él mismo escribió: “la capilla, los pórticos y el patio de la misión estaban llenos de ellos”. Corría el año 1873 y el intrépido misionero acababa de regresar a Jartum…
Por: Hna. María Teresa Ratti, smc
Publicado en Comboniane.org
11 de mayo de 1873 – 11 de mayo de 2023
Por fin y para siempre
Corría el año 1873 y el intrépido misionero acababa de regresar a Jartum (4 de mayo) tras un largo viaje que había comenzado en El Cairo el 26 de enero. Así escribía al Card. Alessandro Barnabò, Prefecto de Propaganda fide, al día siguiente de la fiesta de entrada: “A los noventa y ocho (98) días de mi partida de El Cairo, llegué finalmente con la gran expedición a Jartum. No le puedo expresar con palabras los sufrimientos, las incomodidades, las fatigas, como tampoco las ayudas y las gracias del cielo, ni las vicisitudes, en fin, de esta peligrosa y difícil peregrinación. Los Smos. Corazones de Jesús y María, que fueron incesantemente el dulce y suave argumento de nuestras esperanzas y plegarias, nos han salvado de todos los peligros, y protegido a todos y cada uno de los miembros de nuestra considerable caravana, especialmente en el arduo y terrible recorrido por el gran Desierto de Atmur, en el que durante más de trece días, desde las doce del mediodía hasta las cuatro de la tarde, tuvimos 58 grados Réaumur (72,5 grados Celsius) y en los que cabalgamos sobre los camellos de dieciséis a diecisiete horas diarias; pese a lo cual el 4 de los corrientes todos llegamos sanos y salvos a Jartum”.
El poder inagotable de un sueño
El anuncio del Evangelio en el corazón de África era un sueño que Propaganda Fide había cultivado desde que el Papa Gregorio XVI creó el Vicariato de África Central con un Breve de 3 de abril de 1846. A lo largo de casi tres décadas, innumerables e incansables testigos del Evangelio se habían ido incorporando, paso a paso, a la gran aventura, la mayoría con el don total de sus vidas.
Daniel Comboni había pasado por última vez por Jartum en 1859, procedente de la misión de la Santa Cruz y de camino a Italia para recuperar fuerzas físicas. Entre el primer viaje del joven sacerdote del Instituto de Mazza al corazón de África (1857-1858) y su sexto viaje (1872-1873) todo en él había estado marcado por un crecimiento en la conciencia y en la dedicación a la causa a la que se había consagrado a los veinte años.
Seguro de que Dios le había llamado a predicar el Evangelio en África, no se rindió ante los obstáculos de diversa índole, y con el acontecimiento de gracia que fue la inspiración del Plan para la Regeneración de África con África (Roma, Basílica de San Pedro, 15 de septiembre de 1864) el hijo de Limone sul Garda persiguió el sueño codiciado con el corazón de un enamorado en constante búsqueda de su Amada.
En mayo de 1873, Comboni regresó a Jartum como Provicario Apostólico. Con este nombramiento, el Papa Pío IX le había confiado la responsabilidad pastoral de África Central (11 de junio de 1872). En Jartum, Comboni fue recibido con gran entusiasmo, y en su primera Carta Pastoral no dejó de responder con igual generosidad. “Estoy muy contento, oh amados, de encontrarme por fin de vuelta a vosotros después de tantos acontecimientos angustiosos y tantos suspiros sin aliento”, así comienza la Homilía. El nuevo provicario relee su historia a la luz del “primer amor de mi juventud” por el que -“ahora se cumplen dieciséis años”- se había separado de lo que le era más querido en el mundo, sus dos ancianos padres. Debido a su “mala salud” se había visto obligado a abandonar Sudán, pero en seguida afirma: “Me fui para obedecer; pero entre vosotros dejé mi corazón, y habiéndome recuperado como a Dios le plugo, mis pensamientos y mis pasos fueron siempre para vosotros”.
No podía haber elegido un incipit mejor, y ahora se encuentra de nuevo allí, donde había dejado lo que, con la llamada de Dios, se había convertido en lo más querido para él: “Y hoy por fin recupero mi corazón volviendo entre vosotros”.
Un nuevo Moisés para el Evangelio
Una de las figuras bíblicas que destaca en este itinerario es la de Moisés, con quien Comboni puede presumir de haber compartido una misma experiencia mística. Ambos sintieron los latidos del Corazón de Dios respondiendo a los gemidos del Pueblo oprimido, y ambos se implicaron personalmente en el acompañamiento del Pueblo que les había sido confiado hacia una vida libre y plena. La intervención divina en la vida personal de Moisés y Comboni marca el paso de su unión con el Pueblo que recibieron en herencia.
“Vuelvo entre vosotros para nunca más dejar de ser vuestro”, es el destino del líder que se siente ahora parte del Pueblo que debe conducir. En aquel feliz mayo de 1873, Daniel Comboni acababa de cumplir 42 años, y sostenido por la energía apostólico-martírica que le caracterizaba, bien podía decir: “Hago causa común con cada uno de vosotros”. De ahora en adelante, nada ni nadie le disuadirá de su propósito, porque “el más feliz de mis días será cuando pueda dar la vida por vosotros”.
Como Moisés, también Comboni tendrá que enfrentarse a los fuertes poderes de la época, y no se acobarda: “No ignoro la gravedad de la carga que llevo” y acepta su misión vistiendo la túnica de “pastor, maestro y médico”. Esta investidura le hace capaz de afrontar la vida sin reservas: “Día y noche, sol y lluvia, me encontraréis igualmente y siempre dispuesto para vuestras necesidades espirituales”. Sabe, sin embargo, que no está solo, porque “todos me ayudaréis a llevar esta carga con gozo y alegría en el nombre de Dios”.
Pastor y Pueblo caminarán juntos, y la “Reina de la Negritud como Madre amorosa” velará por ellos. Pasarían pocos meses cuando, en El Obeid, en la región de Kordofán, el 14 de septiembre de 1873, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, Comboni consagraría solemnemente el Vicariato de África Central al Sagrado Corazón de Jesús. Esto es lo que escribió en la Carta Pastoral publicada en preparación del acontecimiento: “Confiamos en que este auspicioso acontecimiento, a la vez que producirá en todos vosotros un aumento de fe y de amor, abrirá nuevos caminos de salud para el gran pueblo de la Negritud Interior, al que más amamos”.
Un legado para atesorar, siempre
Daniel Comboni vivió contribuyendo de manera única a la realización de un gran sueño eclesial. A lo largo de los años, el anuncio del Evangelio en Sudán, como en toda África, se ha convertido en una experiencia acogida, vivida y compartida.
En el año en que celebramos el 150 aniversario de la Homilía de Jartum, ¿qué dice Daniel Comboni al Pueblo de Dios con la invitación a “recuperar” su/nuestro corazón?
¿Qué dice Comboni al amado Pueblo de Sudán, sobre el que se ciernen hoy enormes sufrimientos y profundas incertidumbres?
¿Qué dice Comboni a la Iglesia en Sudán hoy, un árbol floreciente de frutos, que ha sostenido el crecimiento de muchas comunidades cristianas, y ha abrazado el camino de sus muchos pueblos, credos y culturas?
¿Qué dice Comboni a la Familia Comboniana, en estas primeras semanas después de la Pascua de 2023, cuando la precipitación de los acontecimientos debida al repentino estallido de violencia impone opciones llenas de sufrimiento y de obligado desapego?
Son preguntas que hay que afrontar, porque éste es el sentido profundo de una celebración jubilar. Las palabras que la Hna. Anne Marie Quigg, Superiora General de las Hermanas Misioneras Combonianas, compartió con todas las comunidades de la Congregación en los últimos días de abril de 2023 pueden servir de orientación y apoyo: “Hermanas, nuestra presencia como Iglesia en Sudán ahora sigue siendo muy pequeña. (…) Intentamos vivir estos acontecimientos con el mismo fuerte sentido de Dios que caracterizó a nuestro Padre y Fundador San Daniel Comboni. El sueño del retorno no se desvanecerá nunca”.
Seguramente, la Homilía de Jartum seguirá marcando el paso, para mantener alta la llama de la pasión misionera que San Daniele Comboni nos dejó como un precioso legado. Siempre.
Texto íntegro de la homilía en español