Me encomiendo al Corazón de Jesús
San Daniel Comboni y el S. Corazón de Jesús (IV)
Unas palabras de S. Daniel Comboni
“…No temo a nadie en el mundo, salvo a mí mismo, a quien examino cada día y encomiendo fervientemente al Corazón de Jesús y al de María y a San José”. (Escritos de San Daniel Comboni, 6437)
Sabemos que en el amor no hay temor. Quien ama vive en la libertad total y nada lo asusta, porque tiene el corazón lleno de confianza. El amor es el secreto y la clave de nuestra vida. Quien vive amando todo lo puede y nada lo detiene. Y porque amar es salir de uno mismo, es darse a los demás con generosidad y sin esperar nada a cambio, del único que se puede desconfiar es de sí mismo, como dice Comboni.
Hay que desconfiar porque somos muy hábiles para engañarnos a nosotros mismos y es fácil que nos dejemos confundir cuando el mal se nos presenta con máscara de bien.
El trabajo que no podemos descuidar consiste en preguntarnos continuamente ¿cuál es el Espíritu que nos mueve a actuar y a dónde nos conduce?
Somos pobres seres humanos que, si nos descuidamos, facilmento nos descubrimos perdidos en caminos que no nos conducen a la verdadera felicidad.
Somos frágiles personas que necesitamos invocar continuamente la ayuda de quienes nos pueden conducir por caminos seguros y de verdad. Permaneciendo en el Corazón de Jesús no existe riesgo de fallar
Reflexiono
¿Soy capaz de encontrarme conmigo mismo y aceptar las luces y las sobras que descubro en mi interior?
¿Me contento con vivir en lo superficial, en lo pasajero y efímero o me concedo momentos de silencio, de reflexión y de discernimiento? ¿Me doy la oportunidad de descubrir y de apreciar lo bello que llevo en mi interior?
¿Disfruto creando una relación profunda de cariño, confianza y abandono al Amor que se me ofrece en el Corazón de Jesús?
Hago una oración
Te agradezco Señor el don de tu presencia, discreta y amorosa, fiel y perseverante. Gracias por darme la posibilidad de encontrarte a cada paso de mi caminar por este mundo. Gracias por haber dejado tu huella grabada en lo profundo de mi corazón. Gracias por creer y confiar en mí, por llevarme de la mano y por sostenerme en los momentos de obscuridad; pero más todavía, por ser presencia alegre y entusiasmante que me invita a ir cada día más lejos y más en lo profundo de mí mismo.
A ti me encomiendo y en Ti confío, Sagrado Corazón de Jesús.
P. Enrique Sánchez, mccj