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Centenario de los Misioneros Combonianos en Sudáfrica

El pasado 14 de octubre tuvo lugar una alegre celebración en Maria Trost, Lydenburg, con motivo del inicio del jubileo por el centenario de la presencia comboniana en Sudáfrica (1924-2024).
(En la foto: P. Juan Bautista Opargiw, el obispo Xolelo Kumalo, el p. Fabio Baldán y Mons. Dario Paviša cortando la tarta del centenario comboniano en Maria Trost).

Por: P. Efrem Tresoldi, mccj

Al evento participaron unas 250 personas, entre ellos sacerdotes diocesanos de la diócesis de Witbank y hermanas de diversas congregaciones. Entre los distinguidos invitados estuvieron Mons. Xolelo Thaddaeus Kumalo, obispo de la diócesis de Witbank y mons. Dario Paviša, Encargado de Negocios de la Nunciatura Apostólica de Pretoria.

El Padre John Baptist Keraryo Opargiw, Superior Provincial de Sudáfrica, en su discurso de apertura agradeció a Dios por los cohermanos que nos precedieron y entregaron sus vidas al servicio de Dios y de su pueblo en la zona. También expresó su gratitud por la población local que acogió a nuestros hermanos en el pasado y continúa acogiéndonos hoy. El Padre Fabio Baldan, Superior Provincial de Italia, en su presentación en power point esbozó la historia personal de muchos misioneros combonianos pioneros con su particular contribución al crecimiento de la Iglesia local. El padre John Maneschg, invitado de la DSP que trabajó en Sudáfrica durante más de treinta años, destacó en particular el papel de Mons. Johann Riegler, el primer obispo comboniano de la diócesis de Witbank, quien, adelantado a su tiempo, vio la inculturación como parte integral de la evangelización. En otra presentación en power point, el Padre Efrem Tresoldi mostró cómo se estableció la Iglesia local, a través de fotografías de iglesias parroquiales, de cohermanos y su trabajo en educación, atención médica y desarrollo, a menudo en colaboración con hermanas religiosas.

Luego, los participantes fueron invitados a orar en el cementerio cercano donde descansan muchos de nuestros cohermanos que trabajaron en la diócesis. El padre Chico de Medeiros evocó el recuerdo de algunos de ellos por su dedicación en la obra de evangelización.

La misa al aire libre, animada por el canto del coro de la parroquia del Sagrado Corazón de Mashishing (Lydenburg), fue presidida por Mons. Xolelo Thaddaeus Kumalo y concelebrada por sacerdotes diocesanos y Misioneros Combonianos de la Provincia de Sudáfrica.

En su homilía, el Obispo agradeció a nuestros misioneros que habían dejado sus países de origen para llevar la fe cristiana a la población local que no había oído hablar de ella antes. Animó a nuestra congregación a continuar apoyando a la Iglesia local.

Al final de la celebración eucarística, una señora nonagenaria de la parroquia del Sagrado Corazón habló en isiZulu y elogió a los Misioneros Combonianos que le dieron la posibilidad de ir a la escuela y ser maestra, en tiempos en que la educación era negada a los negros.

Las celebraciones del centenario continuarán durante todo el año 2024. Se llevarán a cabo en las diócesis donde estamos presentes: en la Arquidiócesis de Pretoria el 17 de febrero; en la Arquidiócesis de Durban el 12 de mayo y la celebración de clausura será en la Arquidiócesis de Johannesburgo el 12 de octubre.

(comboni.org)

Llamamiento del Papa por la Paz en Tierra Santa

Al final de su catequesis de hoy, en la que hizo referencia a Carlos de Foucauld, Francisco hizo un llamamiento a todos para que se detenga la guerra en Oriente Medio y convocó una jornada de ayuno y oración el próximo 27 de octubre. Este es el texto completo:

«También hoy el pensamiento va a Israel y Palestina. Las víctimas aumentan y la situación en Gaza es desesperada. ¡Se haga, por favor, todo lo posible para evitar una catástrofe humanitaria!

Preocupa la posible prolongación del conflicto, mientras en el mundo ya hay muchos frentes de guerra abiertos. ¡Callen las armas! ¡Se escuche el grito de paz de los pueblos, de la gente, de los niños! Hermanos y hermanas, la guerra no resuelve ningún problema, sólo siembra muerte y destrucción, aumenta el odio y multiplica la venganza. La guerra cancela el futuro. Exhorto a los creyentes a tomar en este conflicto una sola parte: la de la paz; pero no de palabra, con la oración, con la dedicación total.

Pensando en esto, he decidido convocar, el viernes 27 de octubre, una jornada de ayuno y oración, de penitencia, a la cual invito a unirse, de la forma que consideren oportuno, a las hermanas y los hermanos de las varias confesiones cristianas, los pertenecientes a otras religiones y a cuantos tienen en el corazón la causa de la paz en el mundo. Esa tarde a las 18.00 en San Pedro viviremos, en espíritu de penitencia, una hora de oración para implorar sobre nuestros días la paz, la paz en este mundo. Pido a todas las Iglesias particulares que participen, preparando iniciativas similares que involucren al Pueblo de Dios.»

Foto: vaticannews

De la gratitud al compromiso

Celebraciones del 75 aniversario de la presencia de los combonianos en México
El sábado 14 de octubre los Misioneros Combonianos celebramos una misa de acción de gracias en la Basílica de Guadalupe por los 75 años de nuestra presencia en México. El domingo 15 nos congregamos todos en Xochimilco, sede de nuestro noviciado y de la casa provincial, para clausurar de manera festiva este hermoso acontecimiento.

Por: P. Rafael González Ponce, mccj

San Daniel Comboni visitó a nuestra Madre de Guadalupe, esa frase podría resumir lo que hemos vivido el sábado 14 de octubre en la Basílica del Tepeyac. Era la culminación de un año jubilar por los 75 años de presencia evangelizadora de los misioneros combonianos en México. Numerosos grupos se empezaron a concentrar en el atrio mariano, muchos con sus banderas y camisetas coloreadas de símbolos alusivos a la ocasión, venidos de todas nuestras comunidades esparcidas a lo largo y ancho del país.

La solemne celebración litúrgica nos hizo experimentar un gozo orante lleno de fe y esperanza. Mons. Jaime Rodríguez Salazar, primer obispo comboniano mexicano, presidió a la Eucaristía, mientras que el P. Rafael Güitrón Torres, superior provincial, nos fortaleció con su homilía: “Somos conscientes que nuestro agradecimiento no es sólo un hacer memoria del pasado sino sobre todo un compromiso para el presente y el futuro…” para concluir rezando a la Morenita: “Que no tengamos otra pasión sino anunciar el Evangelio y caminar al lado del pueblo que sufre para contagiarles Vida. Bendice, Madre, esta nueva etapa de los misioneros combonianos que hoy iniciamos en el nombre de tu Hijo Jesús

Al día siguiente, verdaderamente en un ambiente festivo, continuó la celebración en el cerrito del noviciado de Xochimilco. Alrededor de dos mil asistentes entonamos, al ritmo de mandolinas y flautas, los cantos a Comboni y el himno de los 75 años, compuesto por el P. Jesús Lobato. El señor obispo de Xochimilco, Mons. Andrés Vargas Peña, con gran amistad, tuvo a bien acompañarnos. Cabe destacar la presencia de dos miembros del Consejo General, el P. David Costa Domíngues y el Hno. Alberto Lamana Cónsola. Nuestras provincias hermanas de Centroamérica y de Estados Unidos estuvieron representadas, la primera por su provincial el P. Juan Diego Calderón Vargas y la segunda por nuestra querido P. Enrique Sánchez González.

Al final del día, recorriendo los puestos de taquitos, tamales, elotes, perros calientes, horchata y ricos postres…o entretenidos en la tómbola… todo era gratitud hacia los organizadores y los seminaristas. Un trío amenizaba con sus románticas baladas y del otro lado no se cansaban de interpretar la tradicional danza de los viejitos. Los motores de los autobuses empezaron a calentar pues a muchos les esperaba un largo viaje para regresar a sus lugares de origen, mientras los abrazos y mutuas bendiciones nos llenaban el corazón de alegría y paz. Es hermoso pertenecer a esta familia misionera que hoy vuelve a soñar grandes horizontes.


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Dos vidas consagradas a la misión

Las hermanas Ana Rosa Herrera y María Lourdes García (en el centro de la foto) son dos misioneras combonianas que acaban de hacer sus votos perpetuos, es decir, se acaban de consagrar de por vida para el servicio misionero siguiendo las huellas y el carisma de San Daniel Comboni. Ana Rosa ha sido destinada a Kenia, mientras que María Lourdes espera volver pronto a Palestina, donde lleva ya unos años trabajando con los pueblos beduínos. Las dos nos comparten su testimonio.

Hna. Ana Rosa Herrera Cisneros
El Molino, Huajuapan de León, Oaxaca
Enviada a Kenya

Qué significa para ti tu consagración perpetua para las misiones?

Tiene un sentido de amor, de pertenencia y de compromiso a predicar la Palabra de Dios en tierras lejanas; de ser su testigo para toda mi vida en medio de su pueblo. Significa acoger una llamada a la misión ad gentes y, al mismo tiempo, un compromiso con la Iglesia local y universal. Seguir el envio de Jesús: “vayan por todo el mundo y prediquen el evangelio”.

Qué te motiva regresar próximamente a la misión?

La alegría y la esperanza de compartir la fe en el Resucitado y seguir colaborando con el Reino de Dios con mi presencia y vida misionera. Encontrarme con nuevas personas y realidades, aprender una nueva lengua, conocer una cultura en una comunidad en Kenya; compartir mi fe con los pueblos que aún no conocen a Jesús y ser una mensajera del amor, el perdón, la reconciliación y la paz; saber que Jesús me espera y envía a una tierra nueva, donde me seguirá guiando y acompañando a vivir en plenitud la llamada -“ven y sígueme”- en medio de mis hermanos y hermanas en Kenya.


Hna. María de Lourdes García Grande
Puebla
Enviada a Israel-Palestina

¿Qué significa para ti tu consagración perpetua para las misiones?

para mí es una entrega total a Dios y a los pueblos donde Dios me quiere enviar. En realidad, ya la primera profesión fue para mi esa entrega total, aunque no tenía una experiencia profunda de lo que conlleva la misión. Ahora, con la consagración perpetua, acojo la misión con todo lo que conlleva: tanto alegrías como tristezas y dificultades y, sí, confirmo mi sí para toda la vida con la confianza de que no estoy sola, sino que es Dios quien me guía y va conmigo, con el apoyo de mi familia Comboniana. 

¿Qué te motiva a regresar a tu misión?

El deseo de seguir compartiendo el rostro de Dios con estos pueblos desfavorecidos y decirles: ¡Hey! Dios no te ha abandonado, está aquí y se hace presente aún en tus sufrimientos y dificultades, Dios te ama. Yo no puedo evangelizar con palabras o cursos de pastoral, pero sí en el compartir del día a día con los beduinos (comunidades del desierto en Palestina). Me da mucha vida el compartir con mujeres y niños a través de jardines de infancia y cursos de empoderamiento. Además de eso, también ellos nos hacen partícipes de su vida cotidiana, sus situaciones difíciles o sus alegrías, cuando hay bodas o funerales, cuando los jóvenes obtienen algún logro o en el nacimiento de algún bebé. Son muchas vivencias que me hacen experimentar a un Dios vivo y amoroso que no pone barreras de lengua o religión.

Hna. Cecilia Sierra: “la oración es vida”


María Cecilia Sierra es una Misionera Comboniana mexicana. Ha trabajado en varios países. Ahora vive en el mundo árabe oriental. Habla de sus experiencias. «’Gracias’ es la palabra que emana de lo más profundo de mí cuando contemplo su acción y me siento parte de su obra amorosa».

Todo es gracia. La gratuidad y la belleza divinas son valores que definen y guían mi vida y mi oración. “Gracias” es la palabra que emana de lo más profundo de mí cuando contemplo su acción y me siento parte de su amorosa obra.

Este sentido de gracia y gratuidad me sumerge, me conecta con lo divino y me prepara para descubrir sus huellas en el mundo. En verdad, Dios me ha prodigado con exceso de mansedumbre, misericordia, ternura, gracia y bondad.

Comencé a descubrir la belleza y la ternura de Dios desde muy temprana edad. Mi conciencia de su presencia empezó a surgir cuando tenía cinco años, con mi primera Comunión.

A los doce años era catequista, participando en actividades misioneras en pueblos indígenas. El rancho de mis padres, la tierra, los cultivos, los árboles y los animales emanaban lo divino para mí. Observé extasiada el amanecer y el atardecer. Las palabras de consuelo de Isaías en el Salmo 138 y la persona de Jesús en los Evangelios han sido fuentes dominantes de inspiración.

La gracia y el Espíritu de Dios han guiado mis pasos hacia espacios sagrados en Italia, Estados Unidos, Egipto, Sudán, Sudán del Sur y Guatemala. Como religiosa mexicana me siento privilegiada y enriquecida por el cariño que me han prodigado los corazones que me han acogido y por tanta diversidad cultural que me desafía y enriquece. Sé que fui abundantemente bendecida. Pero vivir en Tierra Santa es otro nivel.

Llevo unos meses viviendo entre Jerusalén y Jericó. El desierto se ha convertido para mí en un espacio sagrado. Mi ministerio como misionera comboniana se expresa en el trabajo en los campamentos beduinos en el desierto.

Visitamos a las familias diariamente y promovemos actividades de educación y desarrollo bajo un sol abrasador. Por eso me consuela detenerme al atardecer. Con la brisa del atardecer, el alma recupera la calma y se renueva. También por la noche –en el silencio de nuestra pequeña capilla– recuerdo los encuentros, los rostros y la acción de Dios favoreciendo la comunión.

Desde ese espacio, la oración me reconecta con las personas y sus historias, sueños y resiliencia; con las flores que florecen y resisten el intenso calor; con las piedras bellamente formadas que anhelan contar su historia antigua; con las cuevas y refugios, las cabras y los pastores.

Haber superado el desafío de recorrer caminos sinuosos, de caminar por senderos solitarios, tortuosos y estrechos en el desierto reconforta y eleva el espíritu.

El desierto –su inmensidad y belleza, dureza y aridez– me conecta con las ammas (mujeres sabias) del desierto. Portadoras del Espíritu, son iconos inspiradores en mi anhelo de unión y encuentro con lo divino. La belleza del desierto reclama el corazón: “La llevaré al desierto y hablaré a su corazón” (Oseas 2,16).

Sintiendo la constante llamada a la interioridad y al recogimiento, mi alma sonríe feliz y agradecida. Enamorado de tanta belleza y ante tanta gracia abundante, sólo logro suspirar profundamente y balbucear un “gracias” que brota de lo más profundo de mi alma.

Extensión de la CIM en Barahona, Rep. Dominicana

Con ilusión vamos a comenzar una nueva Comunidad Intercongregacional Misionera (CIM) en Barahona, República Dominicana. Los desafíos son fuertes, pero confiamos una vez más en la oración de quienes nos acompañan en nuestro caminar misionero.

Por: Comunidad Intercongregacional Misionera

En julio pasado nos informaron que nuestra comunidad fue llamada a tener una «extensión» en República Dominicana. Las Misioneras Combonianas, las Maestras Católicas del Sagrado Corazón de Jesús y las Mercedarias Misioneras de Barcelona asumiríamos esta nueva CIM, abierta en todo momento a otras congregaciones que quieran integrarse a nuestra misión, ya sea en Haití o ahora en República Dominicana.
El obispo, monseñor Andrés Napoleón, puso en nuestras manos tres urgencias que necesitan atenderse en Pueblo Nuevo, un barrio marginal y conflictivo de Barahona:
1.- Ser presencia de una mística católica en el único colegio parroquial que hay en un barrio en el que están proliferando las sectas protestantes.
2.- Atender un Centro de Día para personas mayores pobres y vulnerables y que, de no ser por este recurso, estarían sumidas en la soledad y el abandono.
3.- Acompañar en la pastoral parroquial a los diferentes grupos que ya están en marcha.
El 20 de julio, Carmelita, Maninha y Clemencia fuimos a Barahona para conocer directamente en qué consistiría nuestra nueva misión. Compartimos dos días con las Hermanas Vicentinas, quienes después de 52 años de presencia en la zona se retiran del lugar. Con mucha sencillez y calor de hermanas nos explicaron en qué consistiría el relevo en sus actividades.
La CIM ha estado presente en Haití y para nosotras es un gran desafío asumir esta nueva comunidad. Es exigente y asusta un poco, pero confiamos en que, con ayuda de Dios, saldremos adelante. Se nos garantiza casa para vivir y un pequeño sueldo para manutención, pues, aunque no se podrá asumir ningún trabajo subvencionado por el estado dominicano por ser todas extranjeras y sin residencia legal, hay un convenio entre instituciones católicas y el gobierno de República Dominicana al que el obispo nos da la posibilidad de acogernos.
Creemos que en este barrio encontraremos también presencia de familias haitianas a quienes podremos acompañar y orientar. Sabemos que son muy duras las circunstancias que pesan sobre las personas de nacionalidad haitiana que han emigrado desde su país en búsqueda de nuevas oportunidades de vida y que se han encontrado actitudes racistas que las denigra y excluye. Si la CIM en Barahona es una extensión de la CIM de Haití, siempre tendrá en su orientación escuchar el clamor de quien es pisoteado y oprimido.
Deseamos un buen inicio de misión a las hermanas destinadas allá: Rosa María del Socorro López Castañeda, María Pedro Gonçalves y Cynthia Cristina Jiménez López. Y en Haití permaneceremos: María del Carmen Santoyo González, Clemencia Rodríguez Hidalgo y Luigina Coccia.
Tenemos la certeza de que tratamos siempre de actuar escuchando la voz de Dios en el clamor de las personas más pobres y vulnerables, pero somos frágiles y necesitamos la fuerza de la oración.