Carta del Consejo General: 75 años de bendición, gracia y misión

Roma, 2 abril 2023
Domingo de Ramos en la Pasión del Señor
Dad gracias al Señor, porque es bueno.
Su amor fiel permanece para siempre.
(Salmo 107:1)

Queridos hermanos:

“75 años: bendición, gracia y misión”. Este es el tema elegido para la memorable ocasión del 75 Aniversario de la presencia comboniana en México. Como Consejo General, nos unimos a todos ustedes para ofrecer al Señor, fuente de todas las bendiciones, nuestro más sincero agradecimiento por el camino recorrido hasta ahora. Además de felicitarlos, queremos compartir con ustedes un breve mensaje como signo de nuestra comunión con ustedes y con todas las personas que forman parte del largo caminar de la Provincia Mexicana.
Este año jubilar es una invitación del Señor a recordar, saborear y ver su bondad (Salmo 34:8) con un corazón agradecido por todo lo que han hecho a favor de su pueblo, a celebrar con alegría la misión que hoy viven y a renovar con esperanza su compromiso misionero al servicio de la Iglesia.

Recordad con corazón agradecido

Sabemos bien que son las raíces las que sostienen a los árboles y les permiten crecer y dar frutos abundantes. Es bueno recordar, por ello, los inicios de nuestro Instituto en México que abrieron las puertas para el desarrollo de una labor misionera tan importante desde hace 75 años y que aún continúa. Recordemos la gran aventura misionera que iniciaron con fe ilusionada, celo misionero y firme esperanza, el 3 de enero de 1948, los Padres Elio Sassella, Pietro Vignato, Amedeo Ziller, Luigi Ruggera, Bruno Adami, Antonio Piacentini, junto con los Hermanos Gino Garzotti, Francesco Di Domenico y Arsenio Ferrari. Saliendo de Nápoles rumbo a Baja California, los seis sacerdotes y tres hermanos, Hijos del Sagrado Corazón (FSCJ), como se nos conocía entonces, llegaron a Tijuana el 22 de enero de 1948. Luego se dirigieron a la ciudad de La Paz para iniciar su labor misionera en el Vicariato de Baja California, llegando a su destino el 15 de febrero de 1948. La semilla fue plantada con humildad, pero también con gran pasión misionera, encomendándola al Señor y a la intercesión de nuestro fundador, San Daniel Comboni. Fueron los primeros pasos valerosos que marcaron el inicio de un largo y fructífero camino. Pocos años más tarde, el 16 de julio de 1951, los Misioneros Combonianos en México, con una gran visión de que podría dar la Iglesia a la misión, tomaron la decisión de encargarse de la misión de Tepepan, en la Delegación de Xochimilco donde se encuentra la capital del país, para empezar con la actividad de promoción vocacional y formación de futuros misioneros, con el fin de que con nuestra presencia fuera para la Iglesia Mexicana un estímulo y al mismo tiempo fuera protagonista enviando jóvenes a la misión ad gentes en todo el mundo.
Recordando nuestros comienzos en esta tierra, no podemos dejar de dar gracias al Señor por tantos grandes misioneros que, a lo largo de los años, han entregado su vida con gran generosidad al servicio de la Iglesia local y universal, inspirados por nuestro Fundador San Daniel Comboni. A los Misioneros Combonianos que se nos han adelantado al reino de los cielos los encomendamos al amor y a la misericordia de Dios. Y a los que todavía están entre nosotros, imploramos su gracia para que sigan siendo testigos fieles, en la situación que se encuentra, es decir en la salud o en la enfermedad, del gran amor de Dios por su pueblo en cualquier lugar donde se encuentren y al cual entregan toda su vida.
Somos conscientes de que la principal riqueza que el Instituto recibió, alimentó y compartió con toda la Iglesia ha sido la generosidad de sus muchos Misioneros Combonianos Mexicanos que aceptaron la llamada de Jesús y su reto de ir a anunciar la Buena Nueva, a través del carisma de nuestro fundador, en los diversos continentes. Sacerdotes y tantos hermanos que en esta Provincia consagraran sus vidas a la misión ad gentes con la pasión di San Daniel Comboni, un verdadero regalo no sólo para las tierras donde sirvieron, sino también para aquellas que los enviaron.
Recordamos también con gran afecto las Misioneras Combonianas y los Laicos Misioneros Combonianos que a lo largo de los años han colaborado estrechamente en nuestras diversas obras misioneras. Damos gracias al Señor por ellos y por tantos otros que han abrazado esta causa junto a la labor misionera de cada uno de nuestros misioneros. Así como, además, son muchos los bienhechores, hombres y mujeres que, desde el pasado y hasta el presente, siguen compartiendo desde su pobreza para que la misión pueda desarrollarse y continuar. No podemos contar a las personas que, desde la grandeza de su corazón y la sencillez de su estilo de vida, nos han acompañado y sostenido con la fuerza de su oración. Junto con los bienhechores con los que ustedes han trabajado arduamente para prestar un valioso servicio a la Iglesia Mexicana a través de las numerosas actividades de animación misionera, entre ellas la gran aportación de las revistas Esquila Misional (que recientemente celebró su 70 aniversario) y Aguiluchos, así como muchos otros libros que han ayudado al pueblo, a vivir su vocación de Iglesia misionera como la Virgen de Guadalupe estrella de la evangelización nos ha mostrado con su aparición hace casi 500 años.

Celebremos con alegría la misión que hoy están viviendo

La misión no pertenece a un pasado remoto, sino a la memoria agradecida que se vive hoy y que se renueva a cada paso con un compromiso sincero, sereno y constante, siguiendo las huellas de Jesucristo, el Buen Pastor, que nos enseña a tener fija la mirada en los pobres y excluidos, como destinatarios privilegiados de la labor misionera. En la misión, algunos de ustedes pueden haber experimentado dificultades, sufrimientos o fracasos, pero manteniendo siempre a Jesús como centro de su existencia y de su vida misionera; es bonito celebrar con fe radiante y alegría compartida el trabajo realizado con tanta dedicación, sabiendo que la Misión no muere porque esta le pertenece a Dios.
Los invitamos pues a seguir caminando con la Iglesia Mexicana, con todas las personas que se acercan a ustedes y especialmente con los jóvenes que Dios llama a nuestras casas de formación, y para compartir su vocación misionera comboniana de una manera más viva y cercana, recordando que todos somos animadores misioneros y promotores vocacionales independientemente del tipo de servicio misionero que prestemos. Caminando juntos con entusiasmo, compartiremos también con alegría la pasión por la misión que hemos recibido como don.

Renueven su compromiso misionero con esperanza

Los animamos a hacer un camino lleno de esperanza y de cercanía a tantos hermanos y hermanas que tienen hambre de la Palabra de Dios, de nuestra presencia fraterna y de un amor solidario. Que el ideal misionero de Comboni, que obedece al mandato de Jesús de ir por todo el mundo a anunciar el Evangelio a todos los pueblos y que ustedes guardan en su corazón, los anime a vivir la misión con total caridad, saliendo de su propia tierra con ilusión, y a ponerse en las manos de Dios para ir a evangelizar con alegría donde Él los envíe. también animamos también a nuestros hermanos ancianos y enfermos a seguir inspirando a los demás miembros de la provincia con su amor a la misión y a alimentarlos con sus continuas oraciones.
Nuestro Fundador murió diciendo: “¡Yo muero, pero mi obra no morirá!”. Que esta sea nuestra esperanza que nos viene de la fe y que podamos seguir siempre adelante con nuestra confianza en el Señor, todos nuestros planes y sueños misioneros. Esta fue también la invitación de nuestro último Capítulo General que nos propuso acoger las palabras inspiradoras de Jesús: “Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto” (Jn 15,5). Enraizados en Él, pues, ¡no tengamos miedo! La misión continúa y Jesús, en su amor fiel, camina siempre con nosotros.

¡A Dios sea siempre la gloria!
¡Felicidades una vez más y muchas gracias a todos!

El Consejo General