De la Liturgia de las Horas

Ayer, Alba en el alba, subiste presurosa

por servir a tu prima, cual sierva ante los siervos.

Hoy a México bajas, cual Rosa misteriosa,

para anunciar al indio que en sus ratos acervos

jamás estará solo: porque jamás, oh Madre,

ha sido en nuestra historia cobarde subterfugio;

porque tú eres la escala ante el Hijo del Padre:

¡tú el regazo y el puente; tú defensa y refugio!

Eres cifra y compendio de nuestra patria suave;

eres signo y substancia de nuestra nueva raza;

eres lámpara y cuna, eres báculo y ave,

eres vínculo y nudo, eres tilma, eres casa.

Por tus manos en hueco, patena de ternura,

consagramos al Padre de todos los consuelos,

por el Hijo, en la Llama quemaste la amargura

del sudor hecho lágrimas y el júbilo hecho anhelos.

Amén.