Fecha de nacimiento: 02/04/1946
Lugar de nacimiento: Orihuela/E
Votos temporales: 02/02/1966
Votos perpetuos: 06/06/1975
Llegada a México: 1976
Fecha de fallecimiento: 29/05/2005
Lugar de fallecimiento: Torrevieja/E

El día 29 de mayo de 2005 falleció en un hospital de Torrevieja (Alicante) el Hno. Pedro García García, que llevaba años sufriendo una enfermedad cardiaca. El Hno. Pedro García nació en Orihuela (Alicante), el 2 de abril de 1946. Hizo su primera profesión religiosa el 2 de febrero de 1966 y en junio de 1975 pronunció los votos perpetuos.

Sirvió como misionero en Ecuador (1974-1976) y en México (1976-1982, 1987-1996); en este último país se dedicó especialmente a la animación misionera, actividad que el Hermano Pedro desempeñó con gran entrega y eficacia. En España, su provincia de origen, también desempeñó actividades de animación misionera en diferentes etapas: 1968-1974, 1982-1987, y desde 1996 siempre que su salud se lo permitía.

D. Julio Roldán, un sacerdote diocesano de Canarias y amigo del Hno. Pedro, al enterarse de su fallecimiento, le escribió una carta abierta que resume muy bien la personalidad y el espíritu de nuestro hermano: “Querido Pedro, me llega la noticia de que has marchado a la casa del Padre. Dios te ha llamado para que, junto a Él, sigas haciendo animación misionera. Es algo que nadie esperábamos tan pronto y tan rápido. Por eso quisiera que leas, desde allá arriba, estas líneas que te escribo con emoción y agradecimiento. Entre mis muchos recuerdos de ti, los primeros se remontan hacia el año 1984 aproximadamente cuando yo estudiaba en el Seminario Mayor de Palencia. En aquellas fechas, participaba en encuentros organizados por la delegación diocesana de vocaciones en vuestra casa del Puente D. Guarín. Desde aquellos primeros contactos siempre admiré tu gran capacidad de acogida, tu sencillez y tu cercanía. Poco a poco fue surgiendo la amistad, prolongándose en mis padres Julio y Mari Tere y en mis hermanas Maribel y Tere. Tú sabes que te sentíamos como alguien de la familia, hasta tal punto que yo me tomé la libertad de llamarte “tío” Pedro.

Hace cinco años conociste de cerca la realidad diocesana de Canarias. Estuviste durante dos semanas en “Ntra. Sra. de Fátima”, donde por aquel entonces yo estaba de párroco, en el periférico barrio de Pedro Hidalgo en Las Palmas de Gran Canaria. Fue una suerte compartir contigo aquella experiencia. Me llamaba la atención de ti tu gran deseo de hacer animación misionera allá donde estuvieras. Siempre tenías a mano unas diapositivas de Ecuador, de Esmeraldas, para comunicar tu propia experiencia. También te podía servir una cinta de vídeo o simplemente nada, bastaba el entusiasmo y la fuerza de tu palabra que recogía esas imágenes grabadas en tu corazón. Llevabas tan dentro de tu corazón el latido misionero que no podías silenciarlo.

Junto a ello, tu modo de vivir tu consagración siempre ha sido un estímulo en mi sacerdocio. En tus reflexiones siempre quedaba claro el deseo de construir una Iglesia cada vez más fiel a Jesucristo y su Evangelio, una comunidad profética más atenta a las realidades sociales, a los pobres y necesitados. Todo ello, desde una crítica constructiva.

Tan arraigado estaba en ti el anuncio de la Buena Nueva que, aún desde tu debilitamiento físico y tu delicada salud, tenías la ilusión de regresar pronto a territorio de misión. Tampoco te faltó tiempo para crecer siempre una profunda, sólida y constante formación teológica y pastoral. Además, tu iniciación en el mundo de la informática posibilitó que pudiéramos estar en un contacto más frecuente a través del correo electrónico.

Doy gracias a Dios por ese inmenso don y regalo que has sido. Gracias por todo. Has marchado a tu nuevo destino el 29 de mayo, domingo y fiesta del Corpus. Cristo resucitado, que fue tu alimento en la Eucaristía, te ha recibido en su Reino para darte ese abrazo entrañable lleno de paz y de ternura. Pedro, siempre te recordaremos por tu testimonio de vida, por dar a mi sacerdocio esa dimensión misionera, por ayudarnos a vivir la fe sin fronteras.

Recibe, Pedro, un fuerte y fraterno abrazo, junto al de tantas otras personas que te conocieron, lleno de agradecimiento y cariño”.

Mccj Bulletin n. 228 suppl. In Memoriam, octubre 2005, pp. 43-46