Historia de la Ciudad de los Niños y Niñas de La Paz, contada por el propio P. Carlos Toncini.

JUNTOS PERO NO REVUELTOS
Una “Ciudad de los Niños y Niñas” en la Baja California mexicana

Quien llega a La Paz, cabecera del nuevo Estado mexicano Baja California sur, para visitar las obras de los misioneros, debe disponer de al menos medio día para la “Ciudad de los Niños y Niñas”. Anótenlo: Niños y Niñas. Sí, también las niñas.
El padre Carlos, animador de este engranaje, desde un principio subrayará la nota más característica de su sistema educativo.
Antes de hacer un recorrido completo a la “Ciudad de los Niños y Niñas” hay que resignarse a una parada obligatoria en la dirección para escuchar de la viva voz del P. Carlos, siempre lleno de entusiasmo, la ilustración con transparencias de los principios básicos sobre los cuales se apoya la obra: “Juntos, pero no revueltos”; “puertas abiertas”; y “dirección mixta”.


Una descripción pictórica del padre Carlos Toncini, de 70 años, cabellos blancos, dos ojos infantiles que juegan por detrás de los armazones de sus lentes, una voz de soprano que mezcla con desenvoltura el español al italiano sería muy interesante, eso sería un espejo que nos llevaría muy lejos. Por otra parte es poco probable que se pueda obtener un retrato recordando la historia de la “Ciudad de los Niños y Niñas”.
Rugiera Orlando, ex-corresponsal de la Televisión italiana en Nueva York, después de haber visitado la creación del P. Toncini en La Paz, comentó en son de broma:
– ¡P. Carlos, no creía que usted fuera capaz de decir mentiras!
– ¿Cuáles mentiras? -el acusado se apresuró a contestar algo confuso.
– Se lo explicaré de inmediato -respondió más con la mímica que con las palabras Rugiera Orlando. Cuando usted me recibió en la “Ciudad de los Niños y Niñas”, me dijo que todos estos chicos y chicas eran huérfanos… Ahora que los he visto a todos y he hablado con muchos de ellos, tengo la impresión de no haber encontrado la cara de algún huérfano … Sólo he visto rostros sonrientes de muchachos y muchachas desenvueltos y felices…
La “Ciudad de los Niños y las Niñas” se inició de forma humilde hace muchos años en La Paz, a consecuencias de un hecho doloroso.
Una mañana, delante de la puerta del “Club Unión”, fue encontrado un bebé recién nacido envuelto en el papel de un periódico. Una madre desnaturalizada lo había abandonado a su triste suerte. El P. Zelindo Marigo, el misionero encargado del santuario de N.S. de Guadalupe, cuando fue puesto al corriente de la situación, tomó una decisión sugerida por el Evangelio. Y como hechos de ese género eran frecuentes en La Paz, inició la construcción de un orfanato dedicado a la Virgen de Guadalupe, bajo el título de “Tepeyac”, como un recuerdo a la colina de las apariciones de la Virgen cerca de la Ciudad de México.
En 1954 el P. Marigo fue transferido a los Estados Unidos. En su lugar fue puesto el P. Carlos Toncini, recién llegado de Italia. Gracias a su efervescente imaginación apostólica, el orfanato “Tepeyac” no tardó en transformarse en “Ciudad de los Niños”.
Pero la imaginación siguió creciendo.
«En 1957, -cuenta el P. Carlos con la voz de soprano velada de emoción, como cuando se vuelve a revivir un episodio que ha marcado un cambio en la propia existencia- se me presentó una muchacha de 14 años de edad bañada en lágrimas.
“¿Por qué lloras?” le pregunté. “Porque me despidieron … me han lanzado a la calle … Nunca conocí a mi papá; mi mamá murió y no tengo hermanos ni hermanas. La familia donde vivía me corrió … ¿A donde voy, “padrecito”? ¿Por qué no me recibes en tu Ciudad de los Niños? “
“¿y cómo le hago? … Esta es una ‘Ciudad de Niños’ no de ‘niñas’ … Haré lo que pueda. Te buscaré una familia”.


Dos años más tarde regresó la chica; pero esta vez no era la única que lloraba. En los brazos llevaba un bebé de pocos días de nacido. La muchacha, apuntándome con el índice me dijo: “La culpa también es tuya porque tú piensas solo en los muchachos. ¿Quién se preocupa de nosotras pobres muchachas abandonadas y traicionadas? … “.
Aquellas palabras -concluye el P. Carlos- me hirieron tan cruelmente que decidí hacer algo.
Cuando expuse a los miembros del comité patrocinador de la “Ciudad de los Niños” el plan para una fundación destinada a las muchachas, se vieron unos a otros como espantados y como para reprocharme por ese atrevimiento inconsciente.
El mínimo escándalo, verídico o inventado ¿no podría ser causa de la clausura de la “Ciudad de los Niños?” Finalmente una persona se levantó y dijo:
“Aquí estamos haciendo como Poncio Pilatos … Yo estoy de acuerdo con el P. Carlos”. Siguieron tres acaloradas discusiones antes de llegar a un acuerdo».
Confiado en la ayuda de la Providencia, el P. Carlos inició la construcción en noviembre de 1960. En enero de 1962, a su regreso de unas breves vacaciones en Italia, su patria, para recuperarse de las consecuencias de una delicada operación quirúrgica, la nueva sección femenina de la “Ciudad de los Niños” recibía a las primeras huérfanas de once y doce años.
Lo original de la obra fundada por el P. Carlos se expresa en las tres características que el misionero no se cansa de repetir a cada visitante:
“Juntos, pero no revueltos”. Aunque viven en secciones separadas, los muchachos y muchachas se encuentran seguido durante el día, en la iglesia, en el comedor y se ayudan mutuamente.
Las muchachas hacen la comida y se encargan de la lavandería y la limpieza; los muchachos, en cambio, atienden a las construcciones, instalaciones eléctricas, equipo y trabajos de tipografía y oficina.
Por lo tanto, viven unidos, dentro de los límites de una prudente y natural separación (no revueltos).
Esta primer característica de la “Ciudad de los Niños y Niñas” de La Paz contribuye a formar una comunidad familiar en la cual los muchachos y muchachas se ayudan y complementan recíprocamente.


El P. Carlos piensa que para sostener este espíritu de comunidad sea indispensable limitar el número de muchachos y muchachas.
“Puertas abiertas”: he aquí otra característica de la creación del P. Toncini. La Ciudad debe tener las puertas abiertas para ofrecer a los internos la posibilidad de no perder los contactos con el mundo de fuera y permitir a los externos que se den cuenta de lo que se hace en la “Ciudad de los Niños y Niñas”.
Los más grandes, durante el día trabajan en la tipografía o en las otras oficinas; ya en la tarde van afuera a frecuentar las escuelas estatales.
Las muchachas, durante el día frecuentan las escuelas comerciales, mientras que en casa siguen cursos de costura y economía doméstica.
El modelo de la “Ciudad de los Niños y Niñas” no es el colegio sino la familia completa, en la que la dirección está confiada a un hombre y a una mujer.
Mientras que los hijos tienen necesidad del amor de una madre, las muchachas no pueden hacer menos la firmeza de un padre. Por eso existe una “Dirección mixta”.
En la “Ciudad de los muchachos” de La Paz, el padre Carlos ejerce las funciones del papá, mientras que una religiosa representa a la mamá.
Ambos se consultan seguido, como en una familia, sobre los problemas que tocan al buen funcionamiento de la Ciudad. Se cuestionan ante  de aceptar un nuevo chico o chica, pero sobre todo cuando surgen problemas educativos dignos de consideración.
El P. Carlos y la religiosa hablan con franqueza a los muchachos y muchachas cuando es necesario: les dan consejos y orientaciones sobre el noviazgo y el matrimonio.


Al final de su permanencia en la Ciudad, los ayudan a encontrar un lugar en la sociedad, convencidos de que no basta salvar una persona hasta los dieciocho años de edad para perderla después a los veinte.
El método educativo de la obra del padre Carlos da un lugar importante al trabajo. Las oficinas y la tipografía no sirven solamente para procurar parte del sostén cotidiano, sino para preparar a los muchachos en una profesión.
La tipografía, de origen humilde en 1957 con una prensa vieja de inicios de siglo, regalada por un bienhechor, hoy es la mejor equipada de Baja California, con máquinas de linotipo, offset, etc.
El encargado de las oficinas y de la tipografía fue el hermano José Menegotto, de 48 años de edad, de Morazone, Varese (Italia), quien desde hacía más de dieciocho años había sido el brazo derecho del padre Carlos. Durante sus ausencias los mismos muchachos son quienes organizan el trabajo y lo ejecutan. El gobernador del Estado de Baja California Sur, residente en La Paz, ha quedado admirado de este hecho.


Las muchachas, después de terminar su escuela primaria, aprenden un trabajo que se adapte a sus aptitudes.
Al terminar estos cursos pueden frecuentar las escuelas de comercio del estado durante tres años. Cuando llegan a la edad de dieciocho o veinte años ya están preparadas para enfrentarse a la vida en la sociedad.
Muchachos y muchachas, trabajando con entusiasmo, tienen la posibilidad de independizarse económicamente y pagarse los estudios superiores, Oficinas-escuelas son una óptima preparación para asumir las responsabilidades de una familia.
El problema de las muchachas huérfanas, bajo de los diez años, ha sido resuelto abriendo en 1964 una sección de la “Ciudad de los Niños” en la colina de la “Cruz”, llamada antiguamente El Mirador porque domina la ciudad de La Paz.


La pequeña villa de burdel ha sido transformada en una casa de amor cristiano. La sala de baile hoy es la capilla en la cual se venera la “Virgen de la Paz”, traída hace 300 años desde España por los primeros misioneros jesuitas.
La casa acoge a unas treinta niñas huérfanas, amorosamente asistidas por las religiosas. Actualmente la “Ciudad de los Niños y Niñas” hospeda cincuenta muchachos y otras tantas muchachas, sin contar las treinta huerfanitas de la colina de la Cruz.
Un patronato legalizado, que surgió en 1957 y compuesto por personas muy influyentes del país, vela con el P. Carlos por la suerte de la obra.
Son numerosos los visitantes, sobre todo extranjeros, que visitan la “Ciudad de los Niños” en La Paz y que salen muy entusiasmados.
Basta recordar la visita de la esposa del que fue presidente de la república mexicana, Doña Guadalupe Díaz Ordaz. Al final de su visita, prolongada más de lo previsto, abrazó al P. Carlos en presencia del presidente y de varios ministros y personalidades y exclamó:
-Padre, me alegro mucho por esta obra y le doy las gracias a nombre de toda la nación mexicana por lo que usted está haciendo. Es una obra maravillosa.
Algunos servicios televisivos de los Estados Unidos, Canadá y Japón han hecho grandes reportajes de la “Ciudad de los Niños y Niñas”.
Las autoridades civiles la consideran como una institución de avanzada y la mejor campaña para el mejoramiento de las relaciones entre Estado-Iglesia.
Despidiéndome del P. Carlos y de toda su numerosa familia de muchachos y muchachas que, como decía Rugiero Orlando, no representan por nada su estado de huérfanos, entendí que solamente la inspiración evangélica es capaz de dar un rostro a la caridad.

Tomado del libro: “Testigos del amor”, del P. Cirilo Tescaroli