Fecha de nacimiento: 17/02/1920
Lugar de nacimiento: Vezzano/I
Votos temporales: 07/10/1939
Votos perpetuos: 07/10/1944
Fecha de ordenación: 23/06/1945
Llegada a México: 1956

Fecha de fallecimiento: 23/06/2019
Lugar de fallecimiento: Castel d‘Azzano/I

P. Efrem Angelini nació en Vezzano, provincia de Trento (Italia), el 17 de febrero de 1920. Ingresó en el Instituto en 1931 y en el noviciado en 1937 en Venegono, donde emitió los votos temporales el 7 de octubre de 1939. Para el escolasticado fue a Verona, luego a Brescia y finalmente a Rebbio. Emitió los votos perpetuos el 7 de octubre de 1944 y fue ordenado sacerdote el 29 de junio de 1945. Durante algunos años fue animador misionero y después director espiritual en Sulmona. En 1956 fue enviado como Padre Maestro a México hasta 1962 y después a España hasta 1966.

Ese mismo año fue enviado a Venegono como formador de escolásticos y superior hasta 1969. Finalmente, en 1970, fue enviado a Ecuador, donde pasó 45 años como misionero.

Regresó definitivamente a Italia, a la edad de 95 años, en 2015, y fue enviado a Castel d’Azzano, donde falleció el 23 de junio de 2019. Tenía 99 años y era el cohermano más anciano del Instituto. A pesar de su edad, gozó de buena salud hasta sus últimos días. Unas horas antes de su muerte, a la enfermera que le preguntó cómo se encontraba, respondió: ‘Estoy bien’.

Con una mente muy clara, una inteligencia ingeniosa, un humor alegre y una sonrisa permanente en los labios, el P. Efrem era el ejemplo perfecto de persona plenamente realizada como hombre y como misionero. Todos esperábamos que llegara a los 100 años, ¡pero la plenitud de los días no es de este mundo!

El funeral fue presidido por el P. Renzo Piazza, quien, entre otras cosas, hizo una larga enumeración de las cualidades del P. Efrem: “Pasó cuatro años y 19 días en esta casa. Se integró bien, desde el principio, colaborando en todo hasta que las fuerzas le sostuvieron. Apreciábamos de él: su sonrisa y su respeto, su confianza en Dios y su perseverancia, sus consejos y su discurso constructivo, su compasión y su cercanía, su buen humor y su positividad, el no dejarse agobiar por sus dificultades, el recordar la primacía de Dios, su oración hecha con tenacidad, su integridad, su serena aceptación de la voluntad de Dios. Hace unos días me dijo: “Ya no puedo bastarme a mí mismo: pido ir al departamento de África de la casa. Vamos a ver lo que el Señor quiere pedirme ahora’. Nunca lo vi de rodillas, pero enseñaba a rezar; nunca hablaba de lo que hacía en la misión, pero fue misión hasta el último día; nunca levantaba la voz, pero todos notaban si faltaba; no tenía ningún cargo en la comunidad, pero siempre fue muy autoritario; nunca se quejó, salvo una vez, a los 95 años, para decir que el Provincial podía haberle dejado trabajar dos años más en la misión de Ecuador. Y nosotros, los de Castel d’Azzano, agradecemos al Provincial que lo despidiera… así que tuvimos la alegría de tenerlo entre nosotros desde el principio de esta comunidad”.

Al funeral, además de los hermanos de las comunidades vecinas, asistieron en gran número sus familiares y amigos. El coro de su pueblo, Vezzano (formado por sus familiares, sobrinos nietos y bisnietos) animó la Eucaristía. Según muchos, no se trataba del habitual funeral impregnado de tristeza, sino de una celebración de alabanza y alegría, la feliz conclusión de una vida hermosa y santa. Al final de la celebración, Fr. Virginio Manzana le dedicó unos versos. Y el P. Claudio Zendron, su antiguo superior provincial en Ecuador, le recordó sobre todo como hombre de oración y sacerdote del confesionario, particularmente en El Carmen (Esmeraldas), donde fue el “padre espiritual” de sus feligreses y de cientos de sacerdotes y religiosos que acudían a él también desde otras diócesis. Gracias, P. Efrem, ¡gran amigo!

P. Manuel João Pereira, mccj.
Del Boletín Mccj nº 282 Suppl. In Memoriam, enero 2020 pp. 74-76.