El 15 de enero de 1948, los primeros misioneros combonianos (6 sacerdotes y 3 hermanos) desembarcaron en el puerto de Nueva York. Esas casi dos semanas de viaje a través del océano les habían parecido una eternidad. Todos se habían enfermado, ya sea por las inclemencias del tiempo o a causa de las infecciones. El tren los esperaba para otra larga travesía, ahora por interminables valles y parajes medio desérticos, hasta que finalmente, el 22 de enero, hicieron su arribo a Los Ángeles para, de inmediato, en dos autos y una pick up, ingresar a Baja California por Tijuana.
Monseñor Felipe Torres, junto con algunos sacerdotes y seminaristas, los esperaba con alegría. Este grupo de misioneros representaba una esperanza para la tan anhelada evangelización de las poblaciones del sur californiano. El periodo de preparación fue extremadamente breve, algunos fueron a la parroquia de Mexicali para aprender algo de español. Otros, en cambio, se pusieron a dar un curso sintético de Teología en el seminario. El padre Elio Sassella, superior del grupo, consiguió para todos, en el consulado mexicano de San Diego, una visa turística por seis meses.
El 15 de febrero, acompañados por el obispo, viajaron a La Paz los padres Pedro Vignato y Bruno Adami, junto al hermano Francisco Di Domenico. El párroco Agustín Álvarez los esperaba en el pequeño aeropuerto. De pronto, el obispo y el párroco son trasladados a la cárcel por andar con sotana en la vía pública. El amotinamiento de la gente frente a la comandancia no se dejó esperar y pronto fueron liberados. Ahora los misioneros podían continuar hacia su destino en Cabo San Lucas. Sucesivamente, para la parroquia de Nuestra Señora de La Paz (hoy catedral) llegaron los padres Elio Sassella, Luis Ruggera, Antonio Piacentini y el hermano Gino Garzotti. El 24 de abril, junto con el padre general de la congregación que venía para su primera visita a «la más remota» de nuestras misiones, llegaban el padre Amadeo Ziller y el hermano Arsenio Ferrari (único sobreviviente hasta hoy), para El Triunfo-Todos Santos. Por último, para concluir el año de 1948 se añadieron otros dos nuevos misioneros: el padre Zelindo Marigo y el hermano Erminio Pilia.
Para ese entonces, no obstante la pobreza extrema, los caminos maltrechos, el calor sofocante, el abandono espiritual y la precariedad de los templos y casas (cuartitos con techos de paja)… la gente de las rancherías y poblados, sencilla y acogedora, ya les había robado el corazón.

P. Rafael González Ponce