A los pies de la “Morenita”
Por: P. Rafael González Ponce

El salto de La Paz (BCS) a la ciudad de México (DF) se dio casi sin pensarlo. El P. Elio Sassella, superior del grupo comboniano, debía viajar con frecuencia por motivo de los trámites migratorios ante la Secretaría de Gobernación. Dichos asuntos eran tan complejos – cuentan que hasta el mismo presidente Lic. Miguel Alemán había dado algunas sugerencias para ayudarlos – que se veía obligado a permanecer cada vez hasta un mes en la capital. Naturalmente él no desaprovechaba esa oportunidad para presentarse ante varios obispos del país, las Obras Misionales Pontificias (Mons. Octaviano Márquez), los Misioneros de Guadalupe (Mons. Escalante) y dar conferencias sobre las misiones de África a seminarios diocesanos y grupos parroquiales diversos. La Delegación Apostólica (hoy Nunciatura) se había mostrado muy generosa ofreciendo hospedaje a él y algún otro misionero, pero urgía tener un lugar de apoyo propio pues casi siempre había que hacer compras de enseres necesarios para las capillas u obras sociales que iban surgiendo.

Con singular valentía, que solo se explica por una confianza grande en la Providencia divina, un buen día se presentó en la sala de espera de Mons. Luis María Martínez, arzobispo de México. De esta manera, el 10 de julio de 1951, el P. Pedro Vignato (y poco más tarde el P. Antonio Piacentini) ya estaban encargados de la vicaría de Tepepan (Xochimilco) y podían utilizar el convento abandonado para sus actividades en favor de las misiones “ad gentes”. Ahí se establecería, aunque brevemente, nuestro primer postulantado y noviciado.
Con mejor conocimiento de los lugares y aconsejados por buenas amistades, alquilaron una casa en la Colonia Moctezuma (cerca del aeropuerto internacional). El 31 de diciembre de 1952, el P. Amadeo Ziller da por concluidos los arreglos necesarios: ahí sería la procura de las misiones, casa de formación para Hermanos y Sacerdotes, lugar de nacimiento de Esquila Misional y Aguiluchos y sede provincial por buen número de años. A un costado, lo que era una capilla pequeña unida a la parroquia de los Franciscanos, se convertiría, con ayuda de la gente del barrio, en la Rectoría Mártires de Uganda, popular en los alrededores por sus iniciativas apostólicas que han formado a generaciones.
Fue por aquel entonces que, desde Roma, el Padre General escribe: “no duden en abrirse a las vocaciones en ese gran país regado por la sangre de tantos mártires”. Había otra razón potente que los motivaba: estar cerca de La Morenita de Guadalupe, a quien encomendaban esta aventura misionera y se confiaban como hijos en brazos de su Madre.