Fecha de nacimiento: 25/11/1941
Lugar de nacimiento: Borno (Brescia) / I
Votos temporales: 09/09/1963
Votos perpetuos: 09/09/1966
Fecha de ordenación: 25/06/1967
Llegada a México: 1970
Fecha de fallecimiento: 29/12/2023
Lugar de fallecimiento: Castel d’Azzano / I
Emilio nació en Pian di Borno, provincia de Brescia, el 25 de noviembre de 1941. En Pian di Borno es bautizado y hace la Primera Comunión. En 1948 la familia, de origen véneto, regresa a Treviso. Siendo todavía un muchacho, ingresó en el seminario diocesano de Pordenone, donde cursó la escuela primaria y el bachillerato. El 1 de octubre de 1961 entró en el noviciado comboniano de Gozzano (Novara), donde emitió los primeros votos el 9 de septiembre de 1963. Para el escolasticado fue enviado a Verona, donde emitió la profesión perpetua el 9 de septiembre de 1966. El 25 de junio de 1967 fue ordenado sacerdote por Mons. Edoardo Mason, mccj, en la Casa Madre de Verona. Inmediatamente después, fue destinado como formador al seminario menor de Thiene. En julio de 1968, fue ecónomo de la comunidad de Bari.
En 1970 fue destinado a México, donde permaneció dieciséis años, desempeñando diversos servicios: promotor vocacional en el seminario de San Francisco del Rincón (1970-76), encargado de pastoral en la parroquia de San Felipe Usila (1977-79), párroco de Tuxtepec (1979-81) y de nuevo en el seminario de San Francisco del Rincón como ecónomo, hasta 1986, año en que regresó a Italia para un período de vacaciones.
En el 2011, en un breve perfil sobre sí mismo, publicado en uno de los ‘quaderni de Brixia Sacra’, escribe: “de los 16 años transcurridos en México, los más hermosos fueron los cuatro transcurridos en la sierra de Oaxaca entre el grupo de los indios chinantecos. Para llegar al centro de la misión de San Felipe Usila necesitaba caminar ocho horas a pie o a caballo, cuando el río no estaba muy crecido. En la misión no había luz eléctrica, ni mucho menos teléfono o televisión, y francamente no los echaba en falta. De los locales, sólo muy pocos hablaban español. La mayoría usaba la lengua local, el chinanteco. Estábamos inmersos en plena naturaleza. Los senderos era auténticas galerías en el verde de la foresta virgen. El río era límpido y el cielo sereno, y de noche estaba lleno de estrellas. En la estación seca, el río se podía atravesar a caballo, pero en la estación de lluvias crecía mucho y la gente construía puentes con las lianas, Atravesarlos daba un poco de… emoción. La gente era simple, pobre, buena y muy religiosa.
Verdaderamente aquellos años de Usila fueron los más bellos de mi vida misionera. Era feliz de compartir con la gente lo poco que tenían. Conmigo en la misión había otro hermano, el P. Antonio Radice. Nos turnábamos para visitar los poblados. Cada visita duraba al menos una semana. Nuestros medios de transporte eran dos caballos. Cuando los senderos eran muy angostos o el río estaba muy crecido, el medio que usábamos era “el caballo de San Francisco”, es decir, nuestras propias piernas.
Con nosotros había una comunidad de cuatro hermanas que gestionaban el dispensario medico (único en toda la misión, formada por 15 pueblos dispersos en el monte) y ayudaban en la formación de los catequistas”.
Antes de salir de México, el padre Emilio escribe al padre Francesco Pierli, recién elegido superior general, presentándole la propuesta de un año sabático en su tierra natal, seguido de una experiencia misionera en África. En la carta escribe: “Me hice comboniano para África. Es cierto que mi corazón siempre ha preocupado a los superiores, desde que era joven seminarista, pero se ha portado bien durante los años pasados en México. No veo la razón por la que no pueda soportar también el clima africano”.
Una vez en Italia, acude a Roma para entrevistarse con el padre Pierli, que le tiene preparado un sobre con el certificado oficial de su nuevo destino -la República Centroafricana- y una carta en la que el Superior General accede a su petición de un año sabático, con una precisión: “en lo que respecta al año sabático, creo que estarí bien realizarlo en vista a tu nueva misión en África, de modo a prepararte específicamente para el nuevo continente. Sería conveniente que fueras a París, para acostumbratre al francés, y a la terminología teológica y antropológica francesa”.
En julio de 1986, ya está en París para asistir al curso de francés y a algunos cursos y seminarios sobre la cultura africana. Un año más tarde, en julio de 1987, viaja a Centroáfrica, donde es destinado a la parroquia de Dékoa, como vice párroco. En julio siguiente, fue párroco en Mongoumba. En 1990, fue nombrado ecónomo provincial y se trasladó a Bangui, donde tiene su sede la delegación comboniana. De ese período escribe: “Ha sido una experiencia maravillosa que me ha hecho conocer y amar África y los africanos. He encontrado gente pobre, sencilla, pero con tantas ganas de vivir y capaces de contentarse con lo poco que tienen. Mi misión estaba entre los pigmeos, en la frontera con la República Democrática del Congo, nos separaba apenas el río. No teníamos ni luz eléctrica, ni teléfono, ni televisión. Las carreteras era al menos transitables y el medio de transporte era el auto, al menos hasta el centro de los poblados. Luego había que seguir a pie. La gente hablaba la lengua local y, al igual que la liturgia y la catequesis, todo era en sango, lengua que conseguí aprender con la ayuda de la gente. También en Centroáfrica, como antes en México, ha sido mucho más lo que he recibido que lo que haya podido dar”.
En 1994, regresó a Italia, destinado a la Casa Madre de Verona, a cargo del ministerio. Al año siguiente, fue destinado al Centro de Asistencia a los Enfermos. En 1997, estuvo en Cordenons, encargado de la animación misionera. “Después de diez años de exilio en Italia, aquí estoy de nuevo en la misión”, escribe en su felicitación de Navidad de 2003 a familiares y amigos. El encabezamiento de la carta no deja lugar a dudas: Misioneros Combonianos – Centro de Animación Misionera – San José – Costa Rica. Llegó a la Delegación Comboniana de Centroamérica a principios de 2003 y permaneció allí hasta 2011, lanzándose con entusiasmo a la animación misionera.
En octubre de 2011, regresó a Italia para un nuevo año sabático. Al año siguiente, se encuentra en Lucca para un servicio de animación misionera. Pero en 2014, se ve obligado a volver a la Casa Madre de Verona para recibir tratamiento médico. Mientras tiene fuerzas, también ofrece su servicio: algunos días misioneros, liturgia, conserjería. (“Me han puesto en la puerta”, suele decir a los que se acercan a saludarlo durante su turno de portería). En 2017 es huésped del Centro de Enfermos de Castel d’Azzano, donde termina su vida el 29 de diciembre de 2023.
El P. Renzo Piazza, superior del centro “Alfredo Fiorini”, recuerda: “Padre Emilio no tuvo grandes responsabilidades o roles importantes en el Instituto. Tuvo una salud más bien débil y pasó momentos de depresión. En su simplicidad, fue un siervo del Evangelio. Quería bien a sus parientes, y era feliz de poder pasar algunas horas con su familia. Tenía una buena relación con sus hermanos de comunidad y con los voluntarios que de tanto en tanto venían a verlo. Amaba la vida y, estando enfermo, veía que la vida se le iba y no era capaz de retenerla como le hubiera gustado. Cuánto le habrá costado ver que cada vez se convertía en más dependiente y necesitaba ayuda, pasar de la autonomía al uso del andador, del andador a la silla de ruedas… Estuvo lúcido hasta el final. Cuando al fin las palabras se hacían cada vez más raras, repetía siempre: ‘reza por mí’.
Padre Emilio falleció en comunidad, tras un agravamiento de su salud. Desde hacía unos días había tenido un decaimiento general, acompañado de astenia y hemorragias, consecuencia probable de la terapia a la que se había tenido que someter hace unos años. Nos ha dejado, amorosamente asistido por la presencia de su sobrina, hacia las 17 horas del 29 de diciembre. Te fuiste de prisa, padre Emilio. Todos nosotros sentimos la necesidad de darle gracias por lo que ha sido entre nosotros, por su vida donada, por su paciencia y su perseverancia en la enfermedad”
El 2 de enero de 2024, la comunidad de Castel d’Azzano despidió al padre Emilio. Varios hermanos de las comunidades vecinas, entre ellos el Superior Provincial, y familiares y amigos asistieron a la celebración, presidida por el Padre Renzo Piazza. El cuerpo del padre Emilio fue trasladado a Carbonera (Treviso) para su entierro.
Padre Franco Moretti, mccj
MCCJ Bulletin supl. in Memoriam nº 298, enero 2024, pp. 234-237