Fecha de nacimiento: 03/03/1954
Lugar de nacimiento: Puebla de Valdivia (Palencia)/E
Votos temporales: 25/12/1974
Votos perpetuos: 13/06/1980
Fecha de ordenación: 103/08/1980
Llegada a México: 1979
Fecha de fallecimiento: 16/12/1981
Lugar de fallecimiento: Veracruz-Tuxtepec/MEX

En la tarde del día 16 de diciembre, el P. Heliodoro Tejedor encontró trágicamente la muerte en la carretera de Veracruz-Córdoba, al ser atropellado por un tráiler. P. Heliodoro regresaba de Veracruz, -donde había ido para compras navideñas- , a Tuxtepec, su parroquia. Por causas aún desconocidas su auto fue embestido por un tráiler que transitaba en sentido contrario. Un choque frontal que arrastró su auto a unos cien metros del lugar del accidente. En aquel momento no había nadie. Los primeros socorristas fueron una patrulla de policías, quienes al ver que era un sacerdote y que su muerte había sido instantánea, avisaron al Sr. Obispo José de Jesús Castillo, quien acudió al lugar del accidente; de allí transportaron su cuerpo a Veracruz, donde se llevó a cabo la autopsia. Inmediatamente fue avisado el P. Provincial, quien dio a conocer la noticia de lo tristemente acaecido. La gente de Tuxtepec, de la parroquia y de toda la ciudad, manifestó su cariño y aprecio por el P. Heliodoro, velando su cuerpo sin interrupción, hasta que fue trasladado a Xochimilco, donde fue velado por muchos de sus co-hermanos, amigos y religiosas. Después de una solemne Eucaristía presidida por el P. Jaime Rodríguez, fue sepultado en el Panteón de Xochimilco en nuestra tumba de familia.

Su vida

El P. Heliodoro había nacido el 3 de marzo de 1954 en Puebla de Valdavia (Palencia). A los once años ingresó en el seminario menor comboniano de Saldaña (Palencia). Entró en el noviciado de Moncada (Valencia) en 1972, haciendo su primera consagración a las misiones el día de Navidad de 1974. Cursó sus estudios teológicos en Elstree (Inglaterra). A finales de 1979 marchó a México, en donde realizó un año de experiencia misionera entre los indios de la Chinantla, en el estado de Oaxaca. El 13 de junio de 1980 hacía la consagración perpetua a las misiones y era ordenado diácono por el Obispo de Tuxtepec, Mons. José de Jesús Castillo. Fue ordenado sacerdote el 3 de agosto de 1980, en su pueblo natal, por el Obispo de Palencia, Mons. Nicolás Castellanos. Después de una breve estancia en España volvió a México para continuar su ministerio entre los indios. El padre Heliodoro es el primer comboniano español fallecido en tierras de misión. Tenía solo 27 años.

Su experiencia

Los años de estudios en el seminario menor, el trabajo en el pueblo ayudando a sus padres en las faenas del campo, la formación más especifica en el noviciado y teologado, el año de pastoral en la misión…, todo le ayudo a madurar su vocación. Le prepararon para ser testigo del Señor, que le llamó por su nombre para anunciar el Evangelio a los pobres con su palabra y, sobre todo, con su vida sencilla y alegre. La actividad misionera del padre Helio fue muy breve, pero vivida intensamente. Supo ponerse al servicio de los más pobres, de los enfermos, de los jóvenes, y esto, con sencillez. Tal vez esta actitud pueda explicarnos la simpatía y el afecto que despertó en los habitantes de su parroquia. «Dios lo encontró con su “vela encendida”. A nosotros nos duele no tenerlo ya cerca, porque siempre hace falta una persona como él. Era alegre, siempre amaba, perdonaba, reía, era amable, servicial; pero lo más importante es que todo lo hacía porque amaba a Dios. A Helio le llamaba la atención el cuidado de los enfermos; los amaba de veras» (Ángela, Tuxtepec). El día de su consagración de por vida a las misiones, él rezo así: «Señor, Padre Dios. Te presento todo lo que soy y lo que tengo, mis obras buenas y mis faltas, mis ánimos y desalientos. Tú me llamaste y me pusiste en este camino de la vida religiosa consagrada. Tú me has dado hasta ahora la fuerza de seguirte y de servirte. Ahora que con intención firme quiero prometerte fidelidad para toda mi vida, siento que necesito tu amor y tu apoyo más que nunca». En la homilía de su primera misa recordó a todos la necesidad de la misión y manifestó su deseo de volver a trabajar con los indios, con esas gentes sencillas que se habían ganado su corazón. «Hasta dentro de cuatro años – dijo a su madre antes de partir-. Si me pasa algo, es mi vocación. Para eso me hice misionero» (Septiembre 1980). Sí, el padre Heliodoro era consciente de las exigencias de la llamada del Señor. Se sentía débil y frágil, pero sabía de Quién se había fiado. Contaba con el amor de Dios, que vivía día tras día.

Semblanzas

Recogemos algunas semblanzas del P. Heliodoro hechas por personas que vivieron con él durante su preparación al sacerdocio y su experiencia pastoral en la Chinantla. El padre maestro captó en Heliodoro: «Su buen corazón, su espíritu de servicio sacrificado y generoso y su sencillez han hecho que se sienta muy integrado en el ambiente» (Moncada, 8.12.74). Sus compañeros de estudios teológicos: «Se le nota una gran apertura que arrastra e incita a imitar. Disponible a las necesidades de los demás: trabajador, responsable y generoso, arrastra con su ejemplo en el trabajo. Es comprensivo y amable. Sabe escuchar y dialogar. Su alto espíritu anima y su forma de ser ayuda a levantar el ánimo comunitario. Su vida espiritual es fuerte» (Elstree, Octubre 78). Su formador durante los años de la teología: «Constato un camino paciente y constante durante estos tres años. Su presencia en la comunidad es positiva. Es muy trabajador, comprometido, responsable. Cree y manifiesta la importancia de la vida comunitaria, del diálogo, de la corresponsabilidad, de la oración. Busca ser abierto y estar presente y activo en la oración comunitaria» (Elstree, octubre 78). En la misma línea se manifiesta el padre Gaetano Beltrami, que lo acompañó en su experiencia pastoral en la Chinantla: «Disponible a la gente y el trabajo. Lo he visto alegre y contento desde el principio. Los cristianos lo aprecian y le quieren. Es organizador y animador de comunidades, atento a las situaciones y a la escucha. A nivel pastoral se encargó de los jóvenes, de los enfermos y luego de la catequesis en las distintas comunidades y de la formación de “líderes”. He notado en él un crecimiento del sentido de Dios en la oración y en el esfuerzo por leer y vivir las cosas de cada día a la luz de la Palabra» (Tuxtepec, 15.2.1980). Sus pasos han abierto caminos de paz y amor. Sus huellas están presentes entre nosotros: su generosidad, su alegría, su amor a los pobres, a los jóvenes y a los enfermos. Su vida nos ha interpelado y continúa siendo un estímulo en nuestro caminar. Que tu muerte terrena, Padre Helio, sea semilla de numerosas y santas vocaciones misioneras.             

(P. Miguel Angel Ayuso)
Tomado del Mccj Bulletin n. 136, junio 1982, pp.82-84