Una historia de discernimiento y valentía: la salida de Jartum
Hoy quiero compartir con ustedes una historia de discernimiento y valentía que experimenté recientemente. Es la historia de un grupo de mis Hermanas y otras compañeras de viaje, que enfrentaron peligros e incertidumbres durante los últimos disturbios en Jartum, Sudán, la primera misión de las Hermanas Misioneras Combonianas desde 1872 hasta hoy.
El 15 de abril estalló repentinamente la violencia entre las milicias de Darfur y el ejército del gobierno de Jartum. La embajada italiana rápidamente envió un aviso a las monjas para que permanecieran adentro, lejos de ventanas y puertas. Inicialmente, esperaban que la violencia se detuviera pronto, pero continuó sin cesar durante días. La casa de las Hermanas fue rodeada por milicias de Darfur y no pudieron salir. Se cortó la electricidad y se escucharon fuertes disparos por todas partes.
La situación era grave, pero la embajada italiana les ofreció la posibilidad de salir de Sudán, con la condición de que se encontraran en la residencia del embajador antes de ir al aeropuerto el 23 de abril. Tres hermanas decidieron aceptar la oferta y se fueron, pero las otras hermanas y sus compañeros misioneros prefirieron esperar.
La violencia continuó, incluido el cierre de hospitales y la Maternidad de Santa María (centro de maternidad) para evitar que las milicias se apoderaran de ellos en beneficio propio. Las Hermanas de la “Escuela de Hermanas” estaban atrapadas en casa, sin posibilidad de llegar a otra comunidad. La “Escuela de Hermanas” en el edificio de gobierno donde estuvo y está presente el conflicto de manera muy fuerte. Solo después de diez largos días, las Hermanas salieron con las manos en alto y se dirigieron a una comunidad más segura.
A pesar del peligro y la incertidumbre, las Hermanas se mantuvieron resueltas. Se animaron mutuamente y, tras muchas dificultades, consiguieron salir de Jartum hacia Omdurman el 25 de abril. Incluso allí, la situación estaba lejos de ser ideal, pero se sentían un poco más seguros. Con gran esfuerzo y valentía, continuaron hacia la frontera egipcia, junto con las Hermanas Misioneras de la Caridad (conocidas como las Hermanas de la Madre Teresa de Calcuta) y con dos familias que deseaban llegar a Egipto.
Su viaje no fue fácil, pero estaban decididos a llegar a su destino. Perseveraron en condiciones difíciles, pero al mismo tiempo conocieron personas que les mostraron su solidaridad de una manera sencilla. Las Hermanas no pueden olvidar la presencia del Nuncio de Egipto que durante varios días acompañó y esperó en la frontera la llegada del grupo presente en el autobús que partía de Omdurman.
Su historia es testimonio de la fuerza del Espíritu y de la fuerza de la oración de las Misioneras y de tantos amigos y conocidos que acompañaron el éxodo de estas Hermanas y familias hacia la frontera con Egipto.
Para concluir, quiero expresar, a pesar del sufrimiento de dejar al pueblo sudanés, mi admiración y agradecimiento a estas mujeres por el servicio prestado a este pueblo hasta el final. Son una inspiración para todos y nos recuerdan que ante el peligro y los momentos más oscuros, siempre hay esperanza.