P. Gaétan Kabasha: «Ha merecido la pena»

El P. Kabasha nació en Ruanda en 1972. Ya de niño le entraron «ganas de ser sacerdote». Lo es desde hace más de 20 años, pero tal vez no como él había pensado. Las circunstancias de la vida le fueron llevando de aquí para allá, pero, a pesar de tanto vaivén, siempre se ha mantenido fiel a su vocación sacerdotal. Esto hace del P. Gaétan un testigo creíble, y por eso invito a leer su testimonio con ojos de fe.

Por: P. Zoé Musaka, mccj. MUNDO NEGRO

Nací en una familia numerosa de nueve hijos, cinco chicos –de los que dos ya fallecieron– y cuatro chicas. Puede decirse que nuestro hogar era humilde, como la mayoría de la época en aquel rincón de Ruanda. Vivíamos rodeados de huertos y dependíamos muy poco del mercado ya que producíamos nuestra propia cosecha.

Llegado el momento, como todos los niños de mi edad, ingresé en la escuela primaria donde aprendí a leer y a escribir. Descubrí un universo completamente nuevo. Fue entonces cuando me entraron ganas de ser sacerdote sin que entendiera muy bien el por qué de esa llamada en un lugar muy alejado de la parroquia y donde nunca había visto a ningún sacerdote negro. Los caminos de Dios son muy complejos y, seguramente, el Señor se había fijado en mí más allá de mi pequeña capacidad de entender este enorme proyecto. Entré en el seminario menor con una voluntad férrea de aprovechar bien los estudios y cumplir con la disciplina de un internado. Nunca me sentí agobiado por los seis años de estudio, equiparables a la Secundaria y el Bachillerato en España.

Al finalizar, elegí de manera mucho más responsable seguir con mi formación en el seminario mayor, a pesar de muchas otras opciones atractivas que se me ofrecían. En aquel momento, mi idea era ser sacerdote diocesano en Ruanda. En ningún momento se me pasó por la cabeza ser misionero e irme lejos de los míos. Sin embargo, como dice la Escritura, «El hombre hace proyectos pero es el plan de Dios el que se realiza». En muy poco tiempo, toda mi vida tomó otro rumbo.

En 1994, cuando estaba en el seminario mayor y pensaba seguir el ritmo ordinario para convertirme en sacerdote de mi diócesis, Kigali, el país se sumergió en el apocalipsis del genocidio. Todo se convirtió en una pesadilla y tuve que salir del país hacia Zaire (en la actualidad, la República Democrática del Congo). Con 22 años me convertí en refugiado. Después de un largo viaje lleno de peripecias y de milagros, aterricé en la diócesis congoleña de Bondo, donde me acogieron como seminarista. A partir de ese momento, empecé a darme cuenta de que mi vocación se estaba convirtiendo en misionera. No dejé de ser diocesano porque estaba adscrito a Bondo, pero en la práctica vivía lejos de los míos, de mi cultura y de mi país. Un misionero es aquel que sale de su país para llevar el Evangelio a otros territorios, lejos de los suyos. En mi caso, fue una condición impuesta por las circunstancias.

De manera inesperada, la guerra estalló en Zaire (actual RDC) y cambié otra vez de diócesis. Me acogió la de Bangassou, (RCA). Después de dos años en el seminario de Bangui, me trasladé a España, donde pude terminar los estudios de Teología. Mi ordenación sacerdotal tuvo lugar en Bangassou en 2003. Después, ejercí mi ministerio sacerdotal en una parroquia rural de Bakouma durante ocho años. En la actualidad, soy sacerdote de la archidiócesis de Madrid y mi ministerio se desarrolla en la parroquia San José, en Las Matas. Junto a esto, enseño filosofía en la Universidad Eclesiástica San Dámaso.

Recorrido misionero

A través de mi itinerario vital, uno observa cómo el Señor me ha ido llevando de un lado a otro sin que yo realmente tuviese mucho control sobre el curso de los acontecimientos. Mi idea de estudiar en un seminario acabó siendo una experiencia en cuatro centros y cuatro países distintos. Eso me brindó la oportunidad de aprender a convivir con gentes de diferentes procedencias, razas, lenguas y costumbres. Queriéndolo o no, este hecho configura la vida y la personalidad de una persona. El encuentro con muchas visiones del mundo, vivido en un clima pacífico, es una riqueza y un patrimonio que solo se puede adquirir con este tipo de experiencias.

Los caminos de Dios son inescrutables, y valiéndose de los dramas humanos llegué a pertenecer a cuatro diócesis diferentes. Ruanda fue solamente un inicio de un largo camino de vida que me llevaría a España después de pasar por Bondo y Bangassou. ¿Y quién sabe lo que sucederá mañana? Este recorrido, sin dejar de ser diocesano, hizo de mí un misionero muy especial. En el fondo, un misionero muy a mi pesar. Sin haber pertenecido nunca a una congregación con este carisma, todo mi sacerdocio lo he ejercido lejos de los míos.

Navegar entre alegrías y penas

En el salmo 91 se dice que «El que habita al amparo del Altísimo se acoge a la sombra del Todopoderoso». Sería inapropiado valorar mi vida misionera, tanto en África como en Europa, sin tener en cuenta que todo es don y que depende de su voluntad. En mi vida misionera en África, pude experimentar momentos duros por caminos extenuantes, la precariedad de la vida, las enfermedades, las caídas de la moto, el miedo a los rebeldes, la incomprensión con culturas muy alejadas de la mía… Sin embargo, con la confianza en el Señor, siempre he sentido una alegría inmensa, consciente de hacer lo que le agradaba. El encuentro con la gente sencilla que te ofrece lo poco que tiene, compartir con los cristianos que ven en ti a un enviado sagrado en sus pueblos, ver crecer la fe con los sacramentos y tantos otros momentos inolvidables, hacen que la vida misionera sea algo difícil de describir. ¿Qué decir de la mirada limpia de la gente, de los llantos de los niños, de la alegría de entregar a Cristo a los hombres, tanto en los sacramentos como en la Palabra de Dios?

Muchos son los momentos que constituyen la fuente de la felicidad del misionero: visitar a un enfermo, rezar por alguien desorientado, aliviar de cualquier manera al que está agotado por las penas de la vida, compartir los dramas familiares y sociales, cantar con los que cantan, sentirse útil… Siempre que he aplicado aquello de «venid a mí los cansados y agobiados y yo os aliviaré», he observado cómo el Señor colma el corazón del que se identifica con Él.

Sin ninguna duda, diría que es Dios quien lleva al misionero en sus manos. Evidentemente, es importante que el misionero se deje llevar con docilidad, que confíe en el poder del Espíritu Santo, que acepte que a veces los fracasos son una enseñanza para recomenzar con más confianza en Dios todavía.

Después de más de 20 años de sacerdote, puedo afirmar que todo ha sido un regalo. Las penas nunca consiguieron doblegar a las alegrías. Aunque a veces, dependiendo de los lugares, uno no vea resultados inmediatos, la paz interior que se siente, y la convicción de que el reino de Dios está en marcha, hacen que uno diga: «Ha merecido la pena». Sigo pensando que mi vida no depende enteramente de mí, sino que alguien más fuerte y más sabio que yo me lleva por sus caminos y no puedo más que prestarle mis piernas. Soy un instrumento de su obra.

Decir que sí

En África, en general, las vocaciones siguen en auge, y esto da esperanza de un futuro prometedor para el continente y la Iglesia universal. Sin embargo, por diversos motivos, no se puede decir lo mismo de Europa. Me cuesta pensar que el Señor haya dejado de llamar a los jóvenes europeos a su viña. Creo, más bien, que el ruido ambiental difumina la voz de Dios y los afanes del mundo contemporáneo impiden un discernimiento pausado. Sin embargo, todos los jóvenes que responden a la llamada sacerdotal dan un testimonio de alegría por todas partes. Los sacerdotes que han dicho sí a la vocación no se arrepienten. Los misioneros que vuelven de vacaciones dan testimonios de las maravillas de Dios a pesar de las fatigas y las dificultades de la vida. Si eres joven, no tengas miedo. Igual te toca asumir el relevo y llevar el Evangelio al mundo. No esperes a que Dios te hable en medio de una zarza ardiente, puede que su llamada use otros canales para llegar hasta ti. A veces puede, incluso, que pase por un detalle insignificante de tu vida.

25 años de consagración a Dios para la Misión Comboniana

Soy Luigina Coccia, Misionera Comboniana. Nací hace 54 años en Italia y soy comboniana desde hace 25 años. Este año es una fecha especial, celebro un jubileo importante: 25 años de consagración misionera comboniana.

He pasado estos años principalmente en el continente africano: primero en Camerún y después en la República Democrática del Congo; y algunos años en Italia donde completé mi formación profesional y realicé servicios para la Congregación.
Este tiempo fue un viaje misionero ininterrumpido; 25 años pasaron rápidamente porque los viví plena e intensamente. Un tiempo lleno de vida, tuve muchas experiencias que me enriquecieron humana y espiritualmente: conocí diversos pueblos y culturas, aprendí nuevos idiomas, realicé diversos ministerios y enfrenté desafíos que me fortalecieron como mujer y enriquecieron mi vida de fe. A través de todo ello, Dios se ha revelado en mi vida, me ha mostrado su Rostro que es Amor, ternura y cuidado de todos.
La celebración de los 25 años de Consagración Comboniana marca para mi vida un punto de llegada y sobre todo un nuevo punto de partida. Hace apenas un año terminé mis servicios generales a la congregación y pregunté a la Superiora General si podía ser destinada a la misión de Haití, porque me parece una de las más necesitadas. Un pueblo que no sólo ha sufrido graves catástrofes naturales, como el terremoto de 2010 que causó más de 230,000 muertos, sino también de una inestabilidad política que sigue sin permitir las condiciones necesarias para que una nación viva dignamente.
Haití, un pedazo de África deportado a la fuerza al Caribe durante el triste periodo de la esclavitud, sigue sufriendo las consecuencias de este violento abuso. Durante demasiado tiempo ha sufrido en soledad, con una sensación de abandono por parte del resto del mundo, que cada vez interviene en grandes emergencias, pero sin la voluntad de abordar las causas de tanta miseria.
Comienzo ahora una nueva etapa de mi vida misionera, en un nuevo continente, América, donde nunca he vivido como misionera. Tuve la gracia y la profunda alegría de celebrar mis 25 años en la Basílica de Nuestra Madre de Guadalupe: fue un momento fuerte de acción de gracias por todo lo que el Señor me ha dado en estos años, y sobre todo un momento para encomendarme a Ella, la Madre y Patrona de América Latina, para que me acompañe en el inicio de esta nueva etapa y con su cuidado de Madre proteja la vida y el futuro del pueblo haitiano.
Me siento privilegiada como comboniana y como hija de la Iglesia, porque Dios me ofrece la posibilidad de estar cerca de un pueblo que sufre. El Papa Francisco en su Magisterio insiste mucho en la necesidad de hacernos prójimos de los que sufren, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano. Es la única manera de vivir nuestra Misión Comboniana y cristiana. Espero ser presencia de una Iglesia que, como una madre, está cerca de los más vulnerables. Ciertamente soy consciente de encontrarme con una realidad marcada por la inseguridad y la violencia. Y esto desde ahora me pide estar dispuesta a vivir y trabajar en la incertidumbre y la provisionalidad. Pero la esperanza prevalece sobre el miedo. El Papa en su mensaje para la Jornada Mundial de este año, partiendo del relato evangélico de los discípulos de Emaús, llama nuestra atención sobre dos dimensiones fundamentales para ser misión hoy en la Iglesia y en el mundo: tener el corazón y los pies encendidos en el camino, porque es necesario ponerse en camino también físicamente para hacernos cercanos a quienes experimentan la soledad y el abandono. Que la presencia de Jesús resucitado nos caliente el corazón y nos ponga en camino para llegar a los que están demasiado lejos de nuestra vida.

Mons. Léonard Ndjadi Ndjate ordenado obispo auxiliar de Kisangani

El 13 de mayo de 2023, el padre Léonard Ndjadi Ndjate, misionero comboniano, fue nombrado por el Papa Francisco obispo auxiliar de la archidiócesis de Kisangani, en la República Democrática del Congo (RDC). Es el primer obispo comboniano congoleño.El pasado domingo 13 de agosto, el padre Léonard fue ordenado obispo en su ciudad natal, Kisangani.

Por: Hermano Lwanga Kakule, mccj

Cientos de personas participaron en la celebración eucarística, entre fieles de la archidiócesis de Kinshasa, autoridades civiles, militares y religiosas, así como personas de otras provincias del Congo y del extranjero. La Misa fue presidida por el Cardenal Fridolin Ambongo, Arzobispo Metropolitano de Kinshasa. En su homilía, el cardenal agradeció al Papa Francisco su preocupación pastoral por la archidiócesis de Kisangani; felicitó a Monseñor Léonard por su nombramiento como obispo auxiliar de esta archidiócesis y agradeció a los misioneros combonianos “la generosa disponibilidad de su cohermano para servir a la Iglesia de Kisangani”. El Cardenal Fridolin exhortó al nuevo obispo a tener, como San Daniel Comboni, pasión por su misión,

Mons. Léonard Ndjadi Ndjate, obispo auxiliar de Kisangani.

Hasta su nombramiento como obispo auxiliar de Kisangani, Mons. Léonard fue superior provincial de los Misioneros Combonianos en el Congo. Hizo su primera profesión religiosa en 2002 y los votos perpetuos en 2005. Fue ordenado sacerdote el 13 de agosto de 2006 en Kisangani y enviado en misión a la República Centroafricana, donde residió hasta 2013. Tras obtener la licenciatura en teología espiritual en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, de 2015 a 2019 fue nombrado Padre Maestro en el Noviciado Internacional Comboniano de Cotonou, en Benin. En 2020 fue elegido superior provincial de los Misioneros Combonianos del Congo para un mandato de tres años. Su nombramiento como obispo auxiliar de Kisangani se produjo pocos meses después de su reelección como superior provincial.

La archidiócesis de Kisangani, a la que fue enviado el obispo Léonard Ndjadi, es muy extensa. Abarca una superficie de 150.123 km2, con una población de unos tres millones de habitantes. Por su tamaño, es la mayor de las 48 diócesis de la República Democrática del Congo. Según monseñor Marcel Utembi, arzobispo metropolitano de Kisangani, las realidades pastorales, sociopolíticas y culturales son ricas y complejas. Por lo tanto, la archidiócesis espera que Monseñor Léonard, de 47 años, traiga “un nuevo soplo de aire fresco al trabajo apostólico”.

El obispo Léonard asistirá al Arzobispo Marcel Utembi en su papel de Arzobispo Metropolitano en los sectores de educación, economía y finanzas de la archidiócesis, de las Obras Misionales Pontificias, de la pastoral social (Caritas, medios y ecología integral), de la acción católica, etc. .

El lema del nuevo obispo Léonard Ndjadi es “Delectare in Domino” (Encontrar alegría en el Señor).

El lema del nuevo obispo es “Delectare in Domino” (Encontrar alegría en el Señor). En su discurso de clausura, agradeció a todos los que contribuyeron a su formación humana, espiritual y misionera e instó a los fieles a orar por él, para que pueda cumplir fielmente su pesada misión como pastor del pueblo de Dios en Kisangani.

La revista misionera comboniana “Afriquespoir” celebra sus Bodas de Plata en Kinshasa

El pasado sábado 29 de abril, el Centre Afriquespoir celebró las Bodas de Plata de su creación. La ceremonia tuvo lugar en Kinshasa, capital de la República Democrática del Congo en la sede del Centro. La revista fue fundada por el P. Neno Contran, de feliz memoria, con la publicación del primer número en abril de 1998. Desde entonces, el Centre Afriquespoir, a través de la revista y sus diversas publicaciones, anima a las iglesias locales del África francófona.

Al menos doscientas personas participaron en este acontecimiento, entre las que se encontraban los Misioneros Combonianos, las Hermanas Combonianas, los Laicos Combonianos, los colaboradores, algunos suscriptores de la revista Afriquespoir, amigos y conocidos cercanos al Centro.

La celebración estuvo marcada por tres momentos: Se proyectó un documental sobre la evolución del Centro desde su creación hasta nuestros días. A continuación, se organizaron dos conferencias: la primera corrió a cargo de Dña. Laeticia Muabila, jefa de trabajos del Institut Facultaire des Sciences de l’Information et de la Communication (IFASIC). Habló de los retos de la comunicación en el mundo actual, especialmente en África. Partiendo de los mensajes del Papa Francisco para la Jornada Mundial de la Comunicación 2022 y 2023, insistió en la necesidad de hablar y escuchar con el corazón para una comunicación constructiva y no violenta. También invitó a los participantes a hacer un buen uso de las redes sociales, que contaminan la esfera de la comunicación con informaciones tóxicas.

La segunda conferencia corrió a cargo del Hermano Lwanga Kakule, periodista y miembro del equipo Afriquespoir. El Hermano Lwanga explicó la misión del Centre Afriquespoir: informar y formar, evangelizar a través de los medios de comunicación y animar a las iglesias locales para que tomen conciencia de su vocación misionera. También trazó la historia del Centro, sus puntos fuertes y débiles, así como sus perspectivas de futuro.

Tras las dos conferencias, se celebró la Eucaristía, presidida por el P. Léonard Ndjadi, superior provincial de los Misioneros Combonianos en el Congo. Partiendo del carisma de Comboni, el P. Léonard habló de la génesis y misión del Centre Afriquespoir. Para él, Afriquespoir está en la línea de otras revistas combonianas (Nigrizia, en Italia; Mundo Negro, en España; Além-Mar, en Portugal, etc.), cuya tarea es anunciar el Evangelio a través de los medios de comunicación, siguiendo el ejemplo de Comboni, que consideraba “como un aspecto esencial de su vocación la tarea de despertar la conciencia misionera de toda la Iglesia” para la evangelización del continente africano”.

El superior provincial concluyó su homilía invitando a los participantes a suscribirse y a hacer que otros se suscriban a la revista Afriquespoir y a obtener las obras publicadas por el centro, útiles para la formación espiritual, intelectual y misionera. Cabe señalar que, además de los 102 números de la revista (publicados ininterrumpidamente), el Centre Afriquespoir ha publicado más de cuarenta libros muy apreciados por los lectores por su contenido formativo.

Se organizó un concurso sobre el Centro, para gran satisfacción de todos, y se ofreció una comida fraternal a los invitados para clausurar la celebración de las Bodas de Plata, que continuará a lo largo de este año 2023 a través de otras iniciativas.
¡Larga vida a Afriquespoir!