Entrar a la casa de la gente como «Hermano»: Una experiencia personal

Cuando salí de México por primera vez, destinado a Colombia, para terminar mis estudios y realizar un primer contacto con las culturas y realidades misioneras, viajé con mucho entusiasmo para ir a trabajar en favor de los más abandonados y necesitados. Me imaginaba como ese gran misionero que iba a salvar a la gente. Salí con ese sentimiento heroico de un hombre que se convertiría en la estrella de la película. Me imaginaba grandes cantidades de personas escuchándome, dirigiendo grandes obras y proyectos en beneficio de los más pobres… en fin, un «mesías esperado» en esas tierras. Pero la realidad cambió mi manera de pensar y de actuar.

Por: Hno. Joel Cruz, mccj

Un misionero «comilón, borracho y amigo de pecadores» (Mt 11,19)

Tal vez te escandalices, pero debo decirte la verdad: ahora me voy a comer con la gente, me tomo una cerveza con algunos, me quedo en fiestas organizadas en las casas y en los vecindarios y, para colmo, tengo amigos que no tienen buena fama, e incluso me quedo a dormir en sus casas. Ciertamente no pocos piensan que soy un misionero que le encanta la fiesta, divertirse y desperdiciar el tiempo conviviendo con gente que no va a la iglesia y que no tiene nada de «moral». ¿Qué escándalo, verdad? Lo cierto es que las fiestas me aburren, me estresan… todo ese alboroto y ruido que llaman baile y música, me hacen mal. No todas las comidas me gustan, porque soy medio especial, pero como todo lo que me dan. Me encanta tener comodidad y privacidad, pero con la gente me toca quedarme en una colchoneta en el piso, donde otros también duermen, en medio del alboroto de la familia, de los vecinos… y aunque no lo creas, la cerveza no me gusta.

Como uno más entre la gente

¿Entonces, porqué lo hago? Lo aprendí en Bogotá, Colombia, donde estuve casi cuatro años. Me pidieron ir a evangelizar a un sector periférico totalmente abandonado. Al principio, quise comenzar como en las películas misioneras: «sonando la campanita» para que la gente llegue a la misa y a la catequesis. Pero no le daban importancia al Evangelio y mucho menos al misionero. De hecho, me quedaba solo con el sacerdote y cuatro viejitas que nos escuchaban. Por eso decidí hacerle caso a Jesús: entrar en las casas de la gente, quedarme ahí y compartir. Lo podía hacer porque soy Hermano, alguien común y corriente. 

Entendí por qué Jesús le daba mucha importancia a la casa de las personas. Ahí es el lugar de la confianza, de la intimidad, de la libertad… donde se puede hablar de lo que no se habla en los lugares públicos y sagrados. Es el lugar donde, tomando un café, comiendo o tomando una cerveza, damos forma a los sueños, anhelos y esperanzas de la gente.

Luego, estas conversaciones se van concretando en organizaciones, en proyectos familiares y comunitarios. De este modo además de pasarla bien, perdí el miedo, como Jesús, a ser uno más entre la gente, semejante a ellos casi en todo, menos en la lejanía de Dios (Filp 2). Descubrí la belleza de ser un hermano más entre ellos, tan igual, pero al mismo tiempo tan diferente; y que podía ser luz en la oscuridad de su cotidianidad.

Anunciar el Evangelio en la normalidad de la gente

En el trabajo de los barrios periféricos de Bogotá, descubrí la belleza y utilidad de anunciar el Evangelio en la normalidad de la vida y en los espacios familiares y comunitarios. Comencé a creer lo que Jesús decía con su práctica concreta. Es decir, ese pasar con la gente, comiendo, conversando, contando chistes, cuentos, parábolas, historias… Y en esos espacios y lenguajes, ayudar a que la gente pueda ver la realidad con sus propios ojos y no desde ideas o visiones de otros; a que puedan caminar con sus propios pies; ayudarlos a que adquieran la capacidad de escuchar a otros y no piensen que son los únicos que tienen la verdad o la razón. Ayudarlos a convivir con el diferente y se solidaricen con proyectos barriales para el bien de todos los vecinos.

En ese ambiente familiar y libre, poco a poco se van expulsando esos sentimientos de odio, recelo, desconfianza, ignorancia, inferioridad, orgullo… Eso que Jesús llamaba demonios o espíritus malignos que mantenían como encadenadas las mentes y los corazones de las personas. Ese acompañamiento amistoso que personaliza el anuncio del Evangelio y tiene como destino a personas concretas en sus propias casas: Simón, Andrés, Mateo, Jairo, Lázaro… de los cuales unos terminaron siguiendo sus pasos, sus discípulos; otros se hicieron sus amigos, y otros, eternos agradecidos por el bien que les hizo.

Ahí aprendí que el Hermano misionero anuncia la Buena Nueva de modo personalizado, cuyo canal es el sentido familiar, fraterno y la amistad como puerta que permite el encuentro afectivo entre la persona y el Evangelio. Entendí que la casa es el lugar de curación, ese sitio donde Jesús hace la mayor parte de los milagros, donde cura al ciego, al mudo, al paralítico, a los encorvados, resucita a los muertos… donde sana las dolencias.

Pero también aprendí que entrar y quedarse en la casa de la gente requiere de la sagacidad, astucia y precaución de la serpiente junto a la sencillez de la paloma. No es permanecer ingenuo, significa estar con todos los sentidos despiertos para captar el movimiento de los «espíritus malignos» que aprisionan a la gente (Mt 10,16). Jesús, entre regaños, milagros, conversaciones, parábolas… iba cambiando la mentalidad y la vida de la gente. En estos barrios aprendí a ser como este Jesús: hermano de casa, el familiar, el pariente, el amigo: el Emmanuel (Dios-con-nosotros).

Textos que orientaron mi vida

Para que veas que no te estoy cuenteando y puedas creer que la casa de la gente es el lugar privilegiado para la curación de todos los males, puedes mirar los textos del Evangelio que me orientaron en esta primera experiencia misionera: Jesús que resucita a la hija de un jefe judío (Mc 5,22; Mt 9,23), la comilona en casa de Mateo (Mt 9,30); visitas a las casas de los pecadores para quedarse con ellos (Mt 9,9-26; Mt 10,11-12; Mt 13,36; Mt 21,17); que se va a la casa de los excluidos y rechazados (Mt 26,6); que va a la casa de sus discípulos para curar (Mc 1,29-34).

No me preocupo si algunos me critican por ser un «comilón, un fiestero y amigo de pecadores», por el modo de vivir y convivir con la gente (Mt 10,24-25); esta experiencia me enseñó que el Hermano misionero es de la familia, de la casa. Y ahí, a ejemplo de su Maestro, se celebra la Pascua. Desde el sentido familiar y de amistad, Él va formando a la gente en la experiencia de pasar de la muerte a la vida (Mt 26,18ss). Como decía san Daniel Comboni a sus misioneros: «una piedra escondida» que no busca ser la fachada de las obras de evangelización, sino parte de los cimientos, pero que si faltan, se derrumba todo. Jesús tiene la razón cuando le dice a los beneficiarios de su bien: «Que nadie sepa» (Mt 9,30). Sí, que nadie sepa, para que los aplausos y reconocimientos los reciba Dios.

Hno. Andrés Gaspar: «Mostrar a Cristo a través de nuestras obras»

El hermano Andrés Gaspar Abarca es un misionero comboniano originario de Chilpancingo, Guerrero, enfermero de profesión. Lleva más de 15 años en Sudán del Sur, trabajando en el hospital de Mapuordit, en el estado de Lagos, en el centro del país. Aprovechando sus vacaciones en México, le pedimos que nos hablara un poco de este pequeño país africano y nos compartiera su experiencia misionera.

Entrevistó: P. Ismael Piñón, mccj

–¿Cómo está ahora la situación en Sudán del Sur?

En este momento la situación política es estable, porque las dos etnias enfrentadas, los dinka y los nuer, llegaron a un acuerdo, pero siempre vivimos con incertidumbre, porque en cualquier momento puede estallar de nuevo el conflicto, ya que ninguno de los dos quiere ceder. Por otra parte, la guerra en Sudán nos ha afectado mucho; la gente que es del sur y estaba en el norte ha regresado. También nos afecta a nivel económico, porque mucha mercancía venía de Sudán, y ahora tenemos mucha escasez de suministros. Existe un acuerdo con China sobre el petróleo, pero ahora escasea y la devaluación de la moneda nacional es muy grande. En tiempos de la independencia, un dólar costaba dos libras sursudanesas, ahora un dólar cuesta mil 700 libras.

Yo trabajo en una región dinka. La situación conflictiva ahora está un poquito mejor, aunque entre ellos mismos sigue habiendo divisiones. Hace unos años aún era común ver a la gente con armas. En Mapuordit, donde estoy, salías a la calle y veías a toda la gente con armas. Los asaltos eran muy frecuentes, yo fui asaltado dos veces; una de ellas nos dispararon, pero gracias a Dios salimos vivos, aunque un padre fue herido. A veces me preguntaba, «¿qué hago aquí?». Hace unos dos años cambiaron al gobernador y llegó uno muy rígido que ordenó matar a los delincuentes. Eso hizo que haya menos asaltos. Para mí vivir esos momentos de conflicto fue bastante difícil. Al menos con la llegada del nuevo gobernador todos esos conflictos cesaron y ahora vivimos con cierta tranquilidad, aunque la gente sigue sufriendo por la situación económica.

¿Y en el campo sanitario?

–Todavía tenemos que trabajar mucho en la concientización de la gente en lo que se refiere a la prevención. Por ejemplo, no comprenden ni aceptan la cuestión de las vacunas, especialmente a los niños. Estamos intentando hacer una profilaxis contra la malaria, pero no lo entienden ni lo aceptan. A parte de eso, el gobierno invierte muy poco en sanidad y en educación. La mayor parte del dinero lo gasta en armamento.

En el hospital de Mapuordit se pide a la gente que pague sólo un dólar por la consulta, los análisis y las medicinas; pero evidentemente eso no cubre los gastos del hospital, que son cubiertos en su mayor parte por la diócesis y los combonianos. Hay un acuerdo con el gobierno por el que la diócesis cubre el 60 por ciento de los gastos y los combonianos contribuimos con un 30 por ciento gracias a las donaciones que recibimos. El gobierno debería cubrir el 25 por ciento de los salarios y contribuir también con medicinas, pero ahora, con la devaluación, apenas llega al 5 por ciento, el resto lo deben pagar la diócesis y los combonianos. Por eso la gente tiene muy poca confianza en las autoridades; ya no sólo en el campo de la salud, sino también en la educación, incluso los militares tienen salarios insuficientes. Por miedo, nadie protesta contra estas situaciones.

–Con todas estas dificultades, ¿dónde encuentras la fuerza y la motivación para aguantar y mantenerte ahí?

Yo siempre tengo esperanza. Cuando llegué a Mapuordit todavía era Sudán, aún no se había declarado la independencia de Sudán del Sur. Ya se había hecho el referéndum y la situación estaba bastante tranquila. Fue una época muy bonita para mí. Venían muchas personas al hospital y era muy gratificante ayudar y estar con la gente. Por desgracia todo cambió después de la independencia, cuando estalló el conflicto armado entre las dos etnias, especialmente en 2015. Todo el mundo andaba armado. En ese tiempo, me dije que ya me regresaría para México, pero aguanté. Ayudar a la gente es lo que me hacía sentir mejor. Ahí vivíamos con la esperanza de que algún día volvería la paz. Con la llegada del nuevo gobernador y sus métodos autoritarios, volvió la paz y la gente viene de muchas partes del país para ser curada en el hospital.

–¿Cómo vives tu vocación misionera de Hermano en este campo de la salud?

Trato de vivir con esperanza y dar buen ejemplo. La gente se da cuenta. En los tiempos de conflicto, muchos voluntarios se fueron porque no querían arriesgar sus vidas. Nosotros, sin embargo, decidimos quedarnos para seguir trabajando por la gente. Mostrar a Cristo a través de nuestras obras, de nuestro trabajo, a veces no es fácil, pero hacemos el esfuerzo de ayudar y decimos a la gente que no somos nosotros los que estamos ayudando, sino que es Cristo quien nos envía para ayudarles; eso es lo que nos ha dado la fuerza para trabajar como Hermanos.

–¿Qué le dirías a tus paisanos mexicanos?

En primer lugar, que sigan rezando por Sudán del Sur, porque estamos aún muy lejos de la paz y esperamos llegue pronto, además, que se estabilice la situación económica para que la gente ya no sufra más. Les diría también que sigan haciendo oración por nosotros y que no dejen de apoyar a la misión, también materialmente, porque cuando lo hacen están apoyando nuestro trabajo y ayudando a la gente. Y si hay alguno que es médico o enfermero y quiere venir como voluntario, el hospital está abierto y da la bienvenida a quien quiera venir a colaborar. Allá lo esperamos.

Fiesta de San Miguel y del Santo Cristo de Acebes

El padre José de Jesús nos habla sobre el nuevo obispo, monseñor Mikel Garciandía Goñi, que recibió la ordenación episcopal el pasado 20 de enero en la catedral de San Antolín, Palencia. También comparte su experiencia en la Unidad Pastoral de Frechilla y las parroquias que la constituyen: Frechilla, Guaza de Campos, Mazuecos de Valdeginate y Autillo de Campos.

Por: P. José de Jesús García
desde Palencia, España

El pasado 8 de mayo fue la fiesta patronal de San Miguel Arcángel, en Frechilla. Para iniciar la novena, monseñor Miguel nos honró con su presencia, presidiendo la misa en la ermita de San Miguel, a dos o tres kilómetros fuera del pueblo. Posteriormente se transportó en procesión la imagen de San Miguel hacia la parroquia. A petición de los habitantes del pueblo, el obispo bendijo los campos, en los que se sembró cebada y trigo. Nuestro nuevo obispo es devoto de san Miguel y también lleva su nombre. En casi todas las familias de Frechilla hay alguien que lleva ese nombre. El padre José Antonio Ovejero y su servidor acompañamos el novenario y conclusión de la fiesta con una misa solemne.

Continuando con las fiestas patronales, nos preparamos para Pentecostés, que coincide con la fiesta del Santo Cristo de Acebes, ermita ubicada a 3 kilómetros de distancia, en las afueras del poblado de Guaza de Campos. Dicha ermita es una construcción del siglo XVI. En su interior tiene un bonito retablo, obra del pintor español del renacimiento Pedro Berruguete, realizado en 1501. La ermita del Cristo de Acebes se encuentra en el campo, donde hoy no hay casas. Según cuentan los vecinos, tiempo atrás había un pueblo y, por alguna razón, la gente se fue a vivir a otro lugar.

La fiesta del Cristo de Acebes se celebra el día de Pentecostés. Nueve días antes comienza la novena. Suelen venir familiares de los vecinos de Guaza desde diferentes lugares de España para participar. El primer día los vecinos traen en procesión la imagen del Cristo de Acebes. Lo hacen en oración y silencio, trasladándola a la parroquia de Guaza. La procesión va acompañada por un grupo musical llamado Dulzaina, de música tradicional castellana, especial para estos momentos religiosos.

Para revivir el tiempo pasado y hacerlo presente para las nuevas generaciones, se conserva una hermosa tradición. Se cuenta que cuando había más habitantes en Guaza, se daba pan, cebollas y queso, pero sólo a los niños que participaban en la misa. Es una tradición que nació de los pastores y agricultores, pues estos productos son de esta zona. Hoy, esta fiesta tiene un sentido más tradicional y de bendición para continuar reavivando la fe. Los vecinos participan para recordar a sus seres queridos, con la certeza de que, si estuvieran vivos, por ninguna razón faltarían a la fiesta del Santo Cristo de Acebes.

Hoy se da el pan, queso y cebolla a las personas que participan de la misa o que llegan a la fiesta. Al estar repartiendo esos alimentos, la gente nos dice: «deme para mi mamá que no pudo venir porque hoy no está bien de salud. Me dijo: “ve a la fiesta, haz oración por mí y si hay pan, queso y cebolla tráemelos porque son del Santo Cristo y están benditos, los comeré y me harán bien”».Dios escuche nuestras oraciones y nuestras plegarias por cada persona de cualquier parte del mundo que nos pide rezar por ellas, por sus necesidades materiales y espirituales.Doy gracias a Dios por cada testimonio de fe que he visto y veo en esta gente. Es una bendición de Dios, y da gran alegría conocer la religiosidad y las tradiciones populares de los pueblos que integran la milenaria diócesis de Palencia.

Me despido de los bienhechores, amigos y familiares, y les pido sus oraciones para continuar el trabajo misionero que se nos ha encomendado en esta diócesis.

La única universidad católica de Sudán reinicia su actividad formativa a pesar de la guerra

El pasado 20 de abril, los alumnos del Comboni College of Science and Technology (CCST), única universidad católica de Sudán, pudieron realizar los exámenes finales correspondientes al segundo semestre del curso 2022/2023, que había quedado interrumpido por el estallido de la guerra el 15 de abril del año pasado. La sede del CCST de Jartum fue abandonada y la inmensa mayoría de sus alumnos y profesores se dispersaron por todo Sudán y varios países. Contra toda lógica, el tesón del equipo directivo de la universidad, liderado por su rector, el misionero comboniano español P. Jorge Naranjo, ha conseguido el milagro de relanzar los estudios cuando el país sufre todavía la guerra y el número de personas desplazadas supera ya los nueve millones. En la imagen, un grupo de alumnos realiza los exámenes de fin de curso en un aula de la Universidad Católica de Yuba (Sudán del Sur. Fotografía: CCST

Por: P. Enrique Bayo, mccj
Mundo Negro Digital

El pasado 15 de octubre, el Ministerio de Educación sudanés autorizó reiniciar las clases allí donde fuera posible. Antes de esa fecha, el equipo directivo del Comboni College of Science and Technology (CCST) ya había empezado a intentar contactar con los 768 alumnos y alumnas matriculados. Unos 300 alumnos y 25 profesores pudieron ser localizados y la inmensa mayoría manifestaron su deseo de seguir la formación en los diferentes programas que ofrece la universidad. Se abrió la matriculación online y se aprovechó la plataforma de aprendizaje Moodle para impartir las clases. Dada la baja conectividad de la mayoría de los estudiantes y la carencia de ordenadores, todo fue pensado para seguir los cursos a través del teléfono móvil, con herramientas fundamentalmente asíncronas apoyadas por aplicaciones de mensajería instantánea como Whatsapp o Telegram.

Gracias al esfuerzo de muchas personas y la perseverancia de alumnos y profesores, un total de 206 alumnos pudieron hacer los exámenes finales el 20 de abril en tres sedes físicas: la sede provisional del CCST en Port Sudan (Sudán), la Universidad Católica de Yuba (Sudán del Sur) y la Escuela de la Sagrada Familia de Helwan (Egipto). Otros  estudiantes se examinaron a través de sus dispositivos móviles desde múltiples localizaciones gracias a cuestionarios adaptados a ese medio y un protocolo de supervisión para garantizar la legalidad de las pruebas.

El 14 de mayo, 23 estudiantes de Enfermería iniciaron sus prácticas en el Prince Osman Digna Hospital de Port Sudan. Continúan las clases teóricas online de Informática, Tecnología de la Información, Inglés, Literatura, Italiano y el curso de Cuidados Paliativos. 

El Corazón de Cristo como fuente de un amor apostólico radical

Por: Fr. Louis Okot, mccj

En la mañana de mi partida de mi pueblo en julio de 1997 a Kenia y luego a Perú, mi primera misión, mi abuela, Tafeng Amafile, me tomó en su regazo, puso su mano sobre mi pecho (corazón) y me bendijo con estas palabras, “que tu corazón sea pacífico y bondadoso… (isiarah taji nohoi he liha – lengua lopit)” y luego molió carbón con sus dientes y escupió sobre mi cabeza y pecho (corazón) diciéndome “ve en paz y trabaja bien en tu misión”. Supe y comprendí que estas bendiciones salían del corazón de una mujer que gasta su vida por el bien de los demás.

El Sagrado Corazón de Jesús está bien demostrado en lo que Jesús dice y hace. Es un Corazón que pone las cosas patas arriba, y esto causó escándalo tanto a los de fuera como a sus seguidores. Declaró una tierra nueva para los pobres y desfavorecidos. Dichosos vosotros los pobres: vuestro es el Reino de Dios (Lc 6, 20.21.24.25; Mt 5, 3.6). Dichosos los misericordiosos, los limpios de corazón, los pacíficos: serán llamados hijos de Dios. El que quiera hacerse grande entre vosotros debe ser vuestro servidor. Ama a tu enemigo y reza por los que te persiguen (Mt 20, 25-26; 23, 29-36; 5, 5.9.38-44; 23, 4; Lc 10, 29-37).

¿Y qué hace Jesús? Para Jesús no hay nada más importante que estar presente donde hay un paralítico para rehabilitarlo, un leproso para reintegrarlo en la sociedad, un sordo o un ciego para curarlo (Mt 8, 1-17; Mc 5, 23.36). Parece que no tiene nada que hacer. Estaba tan inmerso con los pobres hasta el punto de que se lo reprocharon. “Está mal de la cabeza”, le decían (Mc 3,21; Jn 10,20). De hecho, ni siquiera tuvo tiempo de comer (Mc 6,31; 3,20). Más que predicar con palabras, Jesús nos revela con su comportamiento cómo es el reino de Dios (Lc 24,19). Dios seca personalmente las lágrimas de los que sufren (Lc 7,13), destruye las causas del llanto, se queja, devuelve la vida a los muertos y nos invita a unirnos a esta tarea (Lc 8,50; 12,13-15; 7,14; 8,54; 9,57-62 Jn 11,33-34).

P. Okot Ochermoi Louis Tony, en Chorillos (Perú). P. Okot es un misionero comboniano de Sudán del Sur. Hoy presta servicio en la parroquia St. Lucy en Newark, Nueva Jersey (EE.UU.).

A partir de aquí, presento algunos de los cambios fundamentales en la escala de valores: Aspirar siempre a una justicia superior y no justificarse (Mt 5,20). Los bienes materiales tienen valor si sirven a la humanidad (Lc 12, 15). Y trabajar por la civilización de “nosotros”. La tierra nueva hacia la que Jesús nos pide caminar, no debe ser la civilización del “yo”, sino una civilización del “nosotros” (Mt 6, 9-13). Y, por último, una jerarquía no de dominio, sino de servidores (Mt 9,36; 20,25; Lc 22,25; Mc 10,43-44).

Todo esto me ayuda a comprender que el Sagrado Corazón de Jesús es la fuente excesiva de la vocación misionera y evangelizadora de San Daniel Comboni. Este Sagrado Corazón de Jesús suscitó en muchos santos una profunda experiencia de “permanecer en” Jesús (Jn 15,4) y de ser enviados por Él al servicio de los pobres y de los más abandonados (Jn 20,21; 21,6.15-17.19; Mt 4,18-22).

Comboni, poco a poco, se fue centrando en Jesús. Alimentó su vocación misionera a través de los que permanecieron en Jesús y de su visita a Tierra Santa; Santa Margarita María Alacoque fue una de las principales. Durante su beatificación se inspiró para escribir su “Plan de la Regeneración de África”. Creía firmemente que este Corazón también latía por África. Por eso, para él, ser misionero es predicar a Cristo y el amor incondicional de Dios por la humanidad, especialmente por los más abandonados. Este Corazón apasionado es el centro de su pasión apostólica de construir la “tierra nueva” – “Reino de Dios”. Comboni, en vida y ahora, invita a sus seguidores a fijar la mirada en Jesucristo amándolo tiernamente. Podemos comprender por qué el Sagrado Corazón de Jesús es importante para todo misionero comboniano. De este Corazón sacamos la energía y el espíritu del profetismo radical, haciendo causa común con los más abandonados, defendiendo y trabajando por el cuidado de la casa común y la pasión por la misión por la que vivimos y trabajamos.

Primavera vocacional: Esperanza y reto para nuestro instituto

A pesar de las dificultades, muchos jóvenes siguen respondiendo a la llamada del Señor. El pasado mes de mayo medio centenar de novicios consagraron su vida a las misiones en el Instituto de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús. De ellos 42 proceden del continente africano, siete de América y dos de Asia. Es una cifra que supera a la del año pasado, que alienta nuestra esperanza y que supone un gran reto para nuestro instituto (en la foto, profesión religiosa en el noviciado de Namugongo, Uganda, el pasado 11 de mayo).

Si el año pasado hablábamos de cifra récord al ser 50 novicios lo que habían hecho sus primeros votos, este año hemos superado esa cifra. Este 2024 han sido 51 los jóvenes que se han consagrado a la misión en el seno de nuestro Instituto. De ellos, la gran mayoría proceden del continente africano, que se confirma año tras año como el continente que más vocaciones está dando a la vida religiosa.

Las primeras profesiones tuvieron lugar el sábado 4 de mayo en Manila, Filipinas, sede del noviciado de Asia. Allí los jóvenes Hoang Van Viet Phap Joseph y Tran Dinh Phuc Joseph, ambos vietnamitas, hicieron sus primeros votos. El sábado siguiente, 11 de mayo, fue el turno de los novicios de Namugongo, en Uganda, y de Xochimilco, en México. En el noviciado ugandés profesaron en total 23 novicios, siendo el grupo más numeroso este año. De ellos, cinco son ugandeses, cinco de Malaui, cuatro de Kenia, tres de Etiopía, otros tres de Sudán del Sur, uno de Zambia y uno de Sudán. En México profesaron ese mismo día cinco novicios mexicanos, uno de Perú y uno de Colombia.

Los siete novicios que profesaron el pasado 11 de mayo en Xochimilco, México.

Al día siguiente, domingo 12 de mayo, profesaron los novicios de Isiro, en República Democrática del Congo. Fueron un total de 14: cinco de Togo, cinco de la República Democrática del Congo, dos de Benín, uno de Ghana y uno de la República Centroafricana. Y finalmente, el 25 de mayo, hicieron sus votos los cinco novicios de Nampula, en Mozambique; todos ellos mozambiqueños.

Estas cifras, que superan en uno las del año anterior, suponen un gran reto para nuestro instituto, no sólo por la cantidad, sino también por la necesidad de ofrecer una formación teológica y religiosa de calidad. De los 51 neoprofesos, 46 son candidatos al sacerdocio y cinco candidatos a hermanos. Todos ellos continuarán su formación en los diferentes centros internacionales que los Misioneros Combonianos tienen distribuidos por todo el mundo.

El próximo mes de julio se reunirán en Roma unos sesenta misioneros combonianos implicados en la formación de base a todos los niveles, desde la promoción vocacional a los escolaticados y centros internacionales de hermanos, pasando por los postulantados y noviciados. Con motivo de esta Asamblea General de la Formación, el P. José de Jesús Villaseñor Gálvez, Secretario general de la formación, ha escrito una carta en la que invita a todo el Instituto -y no sólo a las provincias que tienen vocaciones- a «un discernimiento serio y profundo en el acompañamiento de los jóvenes para que la Misión sea el sentido de su vida en vista de una consagración ad vitam». Es necesario contar con promotores vocacionales y formadores disponibles y preparados para este servicio tan delicado, porque en ello nos estamos jugando nuestro futuro.


Oración por las misiones y las vocaciones

¡Oh Padre!, tú quieres que todos los pueblos alcancen la salvación; despierta, pues, en todo creyente un nuevo fervor misionero, para que Cristo sea testimoniado y anunciado a los que aún no le conocen.
Por intercesión de San Daniel Comboni sostén y alienta a los misioneros en su obra evangelizadora y sigue suscitando nuevas vocaciones para las misiones.
Virgen María, Reina de los Apóstoles, que has ofrecido el Verbo encarnado al mundo, dirige la humanidad hacia Aquel que es la luz verdadera que ilumina a todo viviente, y haz de nosotros unos fervientes colaboradores suyos.
Por Cristo nuestro Señor. Amen.