San Daniel Comboni enseñó a sus misioneros a llevar siempre juntos el anuncio de la Buena Noticia de Jesucristo y las acciones de promoción humana, de manera que las personas puedan crecer en su fe y vivir con dignidad en solidaridad fraterna.
Por: P. Rafael González Ponce
Dentro del paisaje sud-californiano pronto resultó familiar ver a los misioneros recorriendo, a caballo o en camionetas de segunda mano, los caminos polvorientos hasta las rancherías más remotas. No había tiempo que perder para organizar el catecismo de niños y adultos, la preparación a los sacramentos, los grupos de oración con instrucción bíblica, las misiones populares, la Legión de María, los Adoradores, los Cursillistas, los jóvenes de Acción Católica, etcétera. En particular, las visitas a las familias para escuchar sus muchas necesidades y dejarles una palabra de aliento.
A medida que se avanzaba, las obras sociales fueron brotando con el empeño de las mismas comunidades cristianas: el asilo de ancianos, el hospital y dispensarios médicos, colegios, escuelas de artes y oficios (mecánica, carpintería, electricidad, herrería, mecanografía, academia de secretarias…), taller para niquelar, fábrica de escobas, salones para proyectar películas y presentación de obras de teatro, publicación de boletines y revistas («Adelante», «Por Dios y por la Patria», «El Noticiero», «Anáhuac»…), Boy Scouts y los primeros equipos de futbol, beisbol y otros deportes (organizados por el hermano Arsenio Ferrari que a sus 101 años aún vive entre nosotros).
La Ciudad de los Niños y las Niñas, orgullo de Baja California Sur, fue iniciada por el padre Zelindo Marigo en 1954 y continuada por el padre Carlos Toncini y otros. Fue en dicho orfanato donde surgió en 1958 «La Imprenta» (escuela-taller), que contribuyó enormemente al desarrollo cultural del territorio, gracias al hermano José Menegotto (actualmente en nuestra comunidad de Guadalajara). A su vez, el padre Bernardo Becchio construyó en 1964 la primera cámara de fotomecánica en el lugar.
Mención especial merece el seminario diocesano, que este año está cumpliendo 60 años de fundación; éste ha sido el anhelo más profundo de monseñor Juan Giordani y la piedra angular de la consolidación de la actual Iglesia local.
Existen por doquier templos, capillas, ermitas, imágenes y cruces que nos recuerdan el paso evangelizador de estos misioneros. Ello da testimonio de sus dos grandes amores: «Dios y los pobres», en realidad dos caras de una misma moneda.