Tag Misioneros Combonianos

La experiencia en el postulantado

A unos meses de terminar el postulantado, Aristóteles, Aarón y Pablo nos cuentan un poco sobre su experiencia durante estos tres años. A continuación, nos comparten su testimonio.

Aristóteles Hegel Ortega Trinidad

Mi nombre es Aristóteles y soy originario de Guerrero. Estoy cursando mi último año en el postulantado comboniano, ubicado en San Francisco del Rincón, Guanajuato. Si tuviera que describir mi experiencia en esta etapa me sería complicado, ya que hay mucho que expresar y muy poco espacio para hacerlo. Es bueno mencionar que cada uno vive esta experiencia como prefiera, ya sea de manera provechosa o no. En mi caso resultó muy provechosa, porque los elementos que te presenta el seminario te sirven para la vida.

Obviamente es muy diferente a lo que se cuenta afuera; estar en un seminario no se refiere a estar encerrado rezando todo el día (una parte sí, pero no todo), puesto que hay diversas actividades: rezos, actividades físicas (como el trabajo y el deporte), socializar con el pueblo, convivencia con los hermanos (como ver películas, salidas en conjunto, noche de juegos, etcétera); también están los estudios, que son parte fundamental de esta etapa; entre otras actividades que nos forman.

En esta casa de formación he podido crecer en todos los ámbitos: espiritual, humano, emocional, intelectual, entre otros. Al pasar por una casa como esta, uno no puede notar los cambios en su persona directamente, y a largo plazo te das cuenta que hay mucha diferencia entre el chico que ingresó y el que está apunto de egresar.

Me ha gustado convivir con muchas personas, ver cómo te abren las puertas de su hogar y de su corazón para conocer más de ellas y de su cultura; diría que esta experiencia te cambia la perspectiva.

Al principio, la meta parecía algo lejana, pero no se siente el paso del tiempo cuando haces lo que te gusta. Como sea, hay que soltar, para avanzar; entonces, dejo esta etapa muy feliz y productiva de mi vida, para pasar a otra; en dónde trataré de disfrutar como lo hice en el postulantado de San Pancho.

Aarón Chávez Hernández

¡Hola!, mi nombre es Aarón y soy de Xochimilco, Ciudad de México. Mi experiencia en el postulantado comboniano de San Francisco del Rincón, ha sido un camino de muchos aprendizajes y diversas confrontaciones.

Al llegar al seminario me encontraba emocionado y con mucha ilusión, pero también existía cierta preocupación porque desconocía algunas cuestiones litúrgicas y pastorales. Sin embargo, poco a poco, empecé a estudiar y tuve la oportunidad de seguir avanzando con ayuda de los formadores.

Gracias a las diferentes actividades apostólicas confronté algunos aspectos que me han impulsado a investigar y enseñar temas que antes desconocía, por lo que ha sido una vivencia enriquecedora que me permite crecer, tanto personal como espiritualmente. Asimismo, los encuentros de promoción vocacional en los que participé fueron de gran ayuda para mi vocación, porque en la convivencia con religiosos y laicos comprometidos me he nutrido de ánimos, y me recuerda que no estoy solo en este camino.

Ha sido un tiempo único, de descubrimiento, aprendizaje y servicio, sobre todo de un discernimiento constante, porque cada día hay algo nuevo que enfrentar. Por eso, me encuentro agradecido por todas las oportunidades que tuve para crecer en la fe y en el compromiso con la misión, así como para prepararme y llevar el amor de Dios al estilo de san Daniel Comboni.

Pablo Beraldi Cavazos

Escribo con mucha alegría, por estar cerca de concluir un «pequeño paso» en el gran camino de la formación comboniana y de la vida. Me gusta pensar en la formación como un sendero, una ruta por la que cada uno, a su ritmo, va recorriendo.

Me agrada la metáfora del camino porque simboliza el hecho de que la vida en general, y por tanto la vocación, es movimiento y dinamismo. Significa dar un paso a la vez; viviendo el presente, pero también mirando al pasado y con esperanza en el futuro. En este tiempo de formación, lo importante para mí ha sido andar. El comienzo fue muy bello, el destino aún lo desconozco, pero estoy dispuesto a avanzar.

Creo que hay una escena del Evangelio en donde se revela algo que nos orienta a todos los jóvenes que buscamos un camino en la vida. En Juan 1,35-42, leemos lo siguiente: «Los dos discípulos oyeron sus palabras y siguieron a Jesús. Él volteó y, al ver que lo seguían, les preguntó: “¿Qué buscan?” Ellos le contestaron: “Rabí (Maestro), ¿dónde vives?”. Él les dijo: “Vengan y lo verán”».

Una actitud clave para mi formación ha sido esta de «ir y ver», es decir, estar dispuesto a explorar, a conocer, a mirar a Jesús y el proyecto de Comboni. Creo que Dios no nos pide ser perfectos, sino que cultivemos una genuina apertura y disposición a aprender. Espero animar a algún lector que esté interesado en ingresar con los misioneros combonianos o a cualquiera otra opción de vida: no se preocupen demasiado por el modo en el que serán las cosas, sólo ven y mira. No existe la perfección, pero sí el camino: podemos permitir que Dios nos vaya moldeando y preparando para vivir plenamente la vocación.

A propósito del camino, una fotografía tomada en la misión de Cochoapa El Grande, Guerrero. Y otra imagen de un bello encuentro en Dolores, Hidalgo, durante Semana Santa.

Como cada uno de ellos, también tú puedes experimentar el llamado de Dios. No dudes en responder a esa invitación para servir al Señor. Si sientes inquietud, levántate y busca ayuda para aclarar tus dudas y se te brinde acompañamiento. ¡No tengas miedo, llámanos!

Doctorado del P. Luis Enrique Ibarra

Por: P. Rafael González Ponce, mccj

La Basílica Mayor del Santísimo Salvador del Mundo, más conocida como Basílica de san Juan de Letrán, es la catedral de la diócesis de Roma y la sede episcopal del Papa. Siendo la más antigua del mundo, recibe el título honorífico de Madre y cabeza de todas las Iglesias de la ciudad de Roma y de toda la tierra”.

Precisamente este escenario alberga la Universidad Pontificia Lateranense donde el P. Luis Enrique Ibarra Hernández, misionero comboniano mexicano, la tarde invernal del 6 de marzo de 2024, ha defendido su Tesis de Doctorado en ambos Derechos con el título “Los Derechos de los Menores como un valor humano universal, tutelados y custodiados por la Iglesia…” teniendo como Moderador al Prof. Giorgio. Giovanelli y Corelatores a los Profs. Davide Cito y Elena Di Bernardo. El resultado obtenido ha sido “suma cm laude”, sobre todo por mostrar como el Estado y la Iglesia deben promover juntos la dignidad de todo ser humano. Además han sido subrayadas su profundidad y claridad, dejando cuestiones abiertas y provocaciones en vistas de un compromiso más exigente y coherente en favor de los más desprotegidos.

Acompañando al P. Luis Enrique, en representación del Instituto Comboniano, estaba el P. David Domingues (vicario general) y una veintena de nosotros sus hermanos de congregación.

Este momento tan significativo corona largos años fatigosos de estudio e investigación, todo con el fin de ofrecer a la Iglesia en su tarea evangelizadora un servicio de mayor calidad y alcance misionero.

Felicidades, Luis Enrique, a nombre de tu familia, congregación y todos los que hemos sido testigos de tus esfuerzos.

700 números de Mundo Negro

La revista misional africana MUNDO NEGRO, editada por los misioneros combonianos en España, llega en este mes de marzo a su número 700, tras 64 años de andadura informando no sólo al pueblo español sino a muchos lectores de habla hispana sobre la realidad del pueblo africano y afroamericano.

Fundada por el P. Enrique Faré -gran impulsor de Esquila Misional, nuestra revista en México- , Mundo Negro vio la luz en enero de 1960, cuando África estaba viviendo el “boom” de las independencias. Tal y como decía su fundador desde el primer momento, “Mundo Negro tiene que ser una revista específicamente africana, eminentemente misionera, moderadamente comboniana y eficazmente formativa”. Esas cuatro características han marcado y sigue marcando su línea editorial y han hecho de ella un referente en la información sobre el continente africano.

Su actual director, el P. Enrique Bayo, presenta así el número 700:
«En los 64 años que hemos tardado en alcanzar esta cifra redonda, hemos ofrecido a nuestros lectores más de 47.000 páginas sobre las realidades africanas y de la afrodescendencia, con textos y fotos firmados por infinidad de personas, africanas muchas de ellas. 700 números después, seguimos creyendo en la importancia de acercar África al público español. El continente sigue siendo muy desconocido –e incluso ignorado– en nuestro país, lo que nos priva de muchas de las riquezas que sus culturas y los ejemplos de vida de sus gentes pueden ofrecernos».

Mis amigos del pueblo Guyi

Por: P. Pedro Pablo Hernández, mccj
Desde Awasa, Etiopía

Los Guyi, el grupo étnico donde he misionado está dividido en tres subtribus: Uraga, Mati y Hokkuu. Es una gran tribu muy bien organizada con una gran lista de tradiciones, normas y leyes que pasan de una generación a otra de manera oral. Dentro de su organismo cada 8 años realizan una asamblea general para hacer el cambio de sus 3 jefes principales, junto con cada uno de sus 8 consejeros quienes tienen tareas muy especificas a nivel administrativo, judicial y moral/espiritual.

El proceso para el cambio de poder de un grupo a otro es largo y dura toda una semana. Se trata de confirmar los candidatos que se ha preparado para este momento, el proclamar las leyes en voz alta para conocerlas y recordarlas… (para luego aplicarlas), y el discutir temas que ellos creen importantes para seguir adelante como grupo homogéneo, tomando en cuenta que el gobierno federal ha tomado en sus manos muchos de los asuntos legislativos que ellos realizaban en el pasado y de que muchos jóvenes tienen actualmente menos conocimiento de sus tradiciones, costumbres y normas.

Ese punto yo lo he notado desde hace tiempo y eso mismo me ha llevado a desear conocer más su cultura, tradiciones y espiritualidad. De hecho, la tesis universitaria que hice en Roma fue sobre el último punto: su espiritualidad. Como misionero es importante y necesario conocer su concepto de Dios y mi presencia aquí es para seguir haciendo más investigación sobre su entendimiento de lo divino y así enriquecerme más de su espiritualidad que es muy rica y está presente en tantos de sus mensajes y costumbres.

En esta foto me encuentro con Waaqo Duube,- a mi derecha-, quien traspasó el poder a Jiilo Ma’dhoo hace 8 años. El viejo (no despectivo) Waaqo me tiene un gran cariño y es común que de vez en cuando me llame “ilmaa kiyyaa”, (mi hijo), cuando conversamos.

Dios bendiga a todos los jefes tradicionales que por centenares de años han llevado adelante sus pueblos a Dios y los han instruido para vida. Así sea.

Ordenación sacerdotal de Roger Alexander en El Salvador

Una parroquia pequeña, e incluso como su nombre lo indica, Santa María Niña, abrió sus puertas a la generosidad y a la alegría de presenciar la Ordenación Sacerdotal de uno de sus hijos, el Diácono Roger Alexander Cerritos Abarca, misionero comboniano, quien nació cerca de ella en 1980.

Por:  P. Juan Diego Calderón Vargas, mccj

Roger recibió el ministerio del sacerdocio de manos de Monseñor José Luis Escobar Alas, Arzobispo de San Salvador. La comunidad se preparó con una semana de animación por parte de los Misioneros Combonianos de la provincia y así pudo conocer más sobre nuestro carisma.

Durante la Eucaristía de ordenación, el sábado 24 de febrero, en una iglesia llena de gente -sacerdotes del clero diocesano y religioso, religiosos y religiosas y numerosos fieles-, monseñor José Luis subrayó que sólo por la gracia de Dios un joven alcanza el sacerdocio, después de un largo camino de oración y formación. El Arzobispo expresó su agradecimiento a todos los Misioneros Combonianos que trabajaron en la archidiócesis, recordando en particular a los que quedaron entre nosotros, los padres Giacomo Piccinelli y Orlando Borghi.

Roger, que durante su formación estuvo en Costa Rica, México y Kenia, expresó su agradecimiento diciendo que nunca se sintió solo, sino siempre acompañado por el Instituto, los Misioneros Combonianos, sus amigos, sus bienhechores y mucha buena voluntad.

Una comunidad que, en su pobreza, envía al mundo un sacerdote misionero es una invitación a los jóvenes a reflexionar sobre el don de la vocación misionera y una invitación a todos a vivir esta ocasión como un don de fe.

La primera misa de Roger se celebró en la parroquia comboniana de San Daniele Comboni: rezamos para que día y noche, sol y lluvia encuentren a nuestro nuevo sacerdote siempre dispuesto a servir a su pueblo, a decir fielmente “sí” a su vocación, don de Dios.

Construyendo la Iglesia del mañana

El misionero comboniano congoleño P. Emmanuel Denima Darama enseña filosofía en el seminario mayor de Juba. Comparte con nosotros sus diez años de docencia. “La filosofía nos ayuda a pensar y dota a nuestros alumnos de un espíritu crítico que les ayuda a liberarse del sentimentalismo”, afirma. (En la imagen, el P. Emmanuel, a la izquierda con un joven sacerdote)

Por: P. Emmanuel Denima, mccj

Mi misión es enseñar filosofía en el Seminario Mayor St. Paul en Juba, una institución que los Misioneros Combonianos ayudaron a fundar. Damos la bienvenida a seminaristas de las siete diócesis de Sudán del Sur y dos de Sudán. Los dos países forman una única conferencia episcopal y este es su único seminario. Aunque durante un tiempo el seminario se trasladó a Jartum debido a la guerra, en 2011, tras la independencia de Sudán del Sur, regresó a Juba, su ubicación original.

Me resultó difícil aceptar este puesto docente, para el que fui designado en 2014. Mi deseo era regresar a algunas de las parroquias sudanesas donde años antes había realizado un gratificante servicio pastoral. La tarea de enseñar no es tan gratificante porque requiere mucha preparación, pero poco a poco fui descubriendo la importancia de lo que hago.

La filosofía nos ayuda a pensar y dota a nuestros alumnos de un espíritu crítico que les ayuda a liberarse del sentimentalismo.

Siento que mi servicio es cien por cien misionero porque trabajo para construir la Iglesia del mañana. No vivo en el seminario sino en la comunidad de Moroyok, donde acompaño a jóvenes aspirantes a misioneros combonianos.

El seminario está ubicado a 13 kilómetros de nuestra casa y voy allí de lunes a viernes para dar las clases. Un equipo de unos ocho sacerdotes diocesanos procedentes de diferentes partes del país gestionan el instituto y el acompañamiento formativo de los seminaristas. Todos son residentes. El año escolar comienza en marzo y termina en diciembre. Este año tenemos alrededor de 150 seminaristas con tres años de filosofía y cuatro de teología.

Uno de los problemas más graves que tenemos es el bajo nivel educativo de los estudiantes y su escaso conocimiento del inglés, que es el idioma que utilizamos para enseñar.

Además, todos nuestros estudiantes han experimentado directa o indirectamente la guerra y, en ocasiones, son un poco violentos. Sin embargo, el desafío fundamental que enfrentamos es el tribalismo, que es mucho más fuerte en Sudán del Sur que, por ejemplo, en mi país, la República Democrática del Congo.

La gente se identifica mucho con su etnia y los dinka, por ejemplo, consideran a los nuer como sus enemigos y viceversa. Desde su llegada al seminario, hemos intentado ayudar a los alumnos a conocerse mejor y mejorar sus relaciones interpersonales. Aunque en los primeros años siempre forman pequeños grupos, conviviendo juntos se dan cuenta de lo falsos que son los prejuicios étnicos y empiezan a hacer amigos. Esto es algo maravilloso de ver.

Otras dificultades a las que nos enfrentamos son los cortes de energía, la mala calidad de nuestra biblioteca, especialmente la de filosofía, o la desesperadamente lenta conexión a Internet. Otro problema que genera preocupación es el elevado número de abandonos escolares en los últimos años de la escuela. Cuando los seminaristas tienen una educación sólida, en lugar de servir a la Iglesia, algunos tienden a buscar trabajo en una ONG u organización internacional que les pague bien. Gracias al apoyo de la Santa Sede y de algunas organizaciones internacionales, el seminario cuenta con buenas instalaciones y todos los estudiantes de teología tienen sus propias habitaciones.

Llevo diez años en Juba, por lo que algunos de mis antiguos alumnos son sacerdotes o diáconos que trabajan en sus diócesis. Esto me da una gran satisfacción porque veo que mis esfuerzos están dando frutos para el bien de la Iglesia.