Archives noviembre 2023

Esperando contra toda esperanza: una campaña de oración para apoyar la conversión ecológica

La exhortación Laudate Deum es una invitación concreta a promover el multilateralismo como forma de gobierno capaz de establecer e implementar reglas globales y efectivas para la “salvaguardia global” del planeta. Es un espacio democrático e inclusivo donde las voces de la sociedad civil pueden ser escuchadas, donde todos los países tienen un papel que desempeñar, donde la brújula es el bien común y no una “autoridad mundial concentrada en una sola persona o élite con poder excesivo”. (LD 35). [ Foto: © FAO/Giulio Napolitano ]

El Papa Francisco expresa preocupación porque “el mundo se está desmoronando y quizás acercándose a un punto de ruptura” (LD 2), pero no estamos haciendo lo suficiente para cuidar nuestra casa común. Necesitamos planes concretos, muy ambiciosos y viables para lograr los objetivos del Acuerdo de París en la COP28.

La COP28 tiene como objetivo abordar tres desafíos decisivos que son también oportunidades para decisiones compartidas valientes, dignas de la responsabilidad confiada a los líderes y negociadores de los países que se reunirán en Dubai a partir del 30 de noviembre de 2023. Se trata de la transición energética, la justicia climática y la voz de los últimos en las negociaciones. En referencia a este compromiso, la plataforma de la iniciativa Laudato si’ toma posición a partir de las reflexiones expresadas en Laudate Deum. En particular, destaca la necesidad de:

a. Acelerar la transición energética y reducir drásticamente las emisiones que modifican el clima de aquí a 2030, según la evidencia encontrada por el IPCC (cf. Informe de Evaluación 6, 2023). Reconoce la complejidad de llegar a un acuerdo verdaderamente eficaz en este ámbito, pero no se puede perder más tiempo. Todavía es posible evitar las peores consecuencias del calentamiento global y debemos aprovechar esta oportunidad al máximo.

El Laudate Deum nos recuerda que “la necesaria transición hacia las energías limpias (…), abandonando los combustibles fósiles, no avanza con la suficiente rapidez. (…) Debemos superar la lógica de parecer sensibles al problema y al mismo tiempo no tener el coraje de hacer cambios sustanciales” (LD 55-56).

Como se refleja en las conclusiones del diálogo técnico del primer “Balance Mundial”1 , se necesita mucha más ambición al establecer objetivos nacionales de reducción de emisiones, con el fin de reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero en un 43% para 2030 y posteriormente un 60% para 2035 en comparación con los niveles de 2019 y lograr cero emisiones netas de CO2 para 2050 a nivel mundial.

Además, los países deberían acordar un marco de transición justo con un objetivo global establecido para la energía renovable: triplicar la capacidad mundial de energías renovables a 11.000 GW para 2030, logrando al menos 1.500 GW por año.

En resumen, “si hay un interés sincero en garantizar que la COP28 sea histórica, que nos honre y ennoblezca como seres humanos, entonces sólo podemos esperar formas vinculantes de transición energética que tengan tres características: que sean eficientes, que sean vinculantes y fácilmente monitoreables. Esto para iniciar un nuevo proceso que sea drástico, intenso y que cuente con el compromiso de todos” (LD 59).

b. Justicia climática y compromiso financiero: conscientes de que todo está conectado y de que o nos salvamos juntos o nadie se salva, nos enfrentamos al desafío de una transición ecológica que debe ser inclusiva. Dado que el cambio climático amenaza a todos los países, comunidades y personas de todo el mundo, es necesario intensificar las medidas y esfuerzos de adaptación para prevenir, minimizar y abordar las pérdidas y los daños a fin de reducir y responder a los crecientes impactos, en particular para aquellos que están menos preparados para afrontarlos y con menos capacidad de recuperarse de los desastres.

Según el principio de responsabilidad compartida pero diferenciada y el de justicia climática, los países desarrollados tienen el deber de hacer más y ayudar financieramente a los países en desarrollo. Las promesas hechas en el pasado en materia de financiación climática no se han cumplido (100 mil millones de dólares al año). La COP28 está llamada a dar un cambio de ritmo decisivo, no sólo para garantizar los compromisos del pasado que no se han mantenido plenamente, sino también para definir nuevos objetivos de compromisos financieros (GGA2 , NCQG3 , etc.) adecuados a las necesidades reales de los territorios y comunidades locales, que se estiman en más de 2,4 billones de dólares anuales hasta 2030. De crucial importancia será la definición del fondo para pérdidas y daños debido al cambio climático, cuya efectividad dependerá de la facilidad de acceso, la posibilidad de utilizar el fondo para pérdidas tanto económicas como no económicas, con carácter reparador -por tanto, en forma de donaciones y no de préstamos- y basándose en los derechos humanos y el principio de subsidiariedad; y gobernado por una autoridad equitativa que actúa por el bien común.

C. Poner la naturaleza, las personas, las condiciones de vida y los medios de subsistencia en el centro de la acción climática: Los países, las organizaciones de la sociedad civil y los pueblos indígenas han expresado inequívocamente la urgencia de proteger, promover e integrar a las personas y la naturaleza en la acción para responder a los impactos del cambio climático. Es importante que en las negociaciones se tengan en cuenta su visión, prioridades y valores. Como señala la exhortación Querida Amazonia (2020), estos últimos “no son unos interlocutores cualquiera a los que hay que convencer, ni siquiera un invitado más en una mesa de iguales. Ellos son los principales interlocutores, de quienes primero debemos aprender, a quienes debemos escuchar por deber de justicia y a quienes debemos pedir permiso para presentar nuestras propuestas. Su palabra, sus esperanzas, sus miedos deben ser la voz más poderosa en cualquier mesa de diálogo” (QAm 26).

El Papa Francisco se une a la multitud de voces de la sociedad civil y de los pueblos indígenas, subrayando que “buscar sólo un remedio técnico para cada problema ambiental que surge significa aislar cosas que realmente están conectadas y ocultar los verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial. (…) Asumir que todo problema futuro puede resolverse con nuevas intervenciones técnicas es un pragmatismo fatal, destinado a provocar un efecto de avalancha” (LD 57). En línea con esta creencia, nos sentimos obligados a resaltar el peligro de las “falsas soluciones”, como la captura y almacenamiento de carbono (CAC) o el mercado de créditos de carbono, que tienen como función principal distraer la atención de la necesidad de eliminar progresivamente los combustibles fósiles.

Sin embargo, no podemos ignorar el pesimismo que existe en estos momentos sobre la capacidad real de la COP28 para lograr resultados que estén a la altura de las expectativas. Es comprensible, dadas las decepcionantes COP del pasado y los nuevos proyectos para ampliar la extracción y comercialización de combustibles fósiles. Sin embargo, como nos recuerda el Papa Francisco: “Decir que no hay que esperar nada sería contraproducente, porque significaría exponer a toda la humanidad, especialmente a los más pobres, a los peores impactos del cambio climático. Si tenemos fe en la capacidad de los seres humanos de trascender sus pequeños intereses y pensar en grande, no podemos renunciar a que la COP28 conduzca a una aceleración decisiva de la transición energética, con compromisos efectivos que puedan ser monitoreados permanentemente. (LD 53-54)

La crisis ecológica nos llama a poder, por una vez, no desperdiciar una oportunidad histórica de transformación global, como ocurrió en la crisis financiera de 2007-2008 y se repitió en la crisis del Covid-19 (DL 36).

Esperamos que quienes hablen en la COP28 sean estrategas capaces de pensar en el bien común y el futuro de sus hijos, más que en los intereses de algún país, gran empresa o grupo económico. Como espera el Papa Francisco, “podrán así demostrar la nobleza de la política y no su vergüenza. Me atrevo a repetir esta pregunta a los poderosos: “¿Por qué queremos mantener hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario hacerlo?” (DL 60).

En conclusión, somos conscientes de la enormidad de estos desafíos, pero también de la necesidad de que la COP28 haga avances decisivos para mantener el aumento de la temperatura media global dentro de 1,5°C. Por eso lanzamos un llamamiento a los negociadores y líderes políticos para que pidan a todos los países que contribuyan significativamente al éxito de la COP28. Sabemos que si permanecemos en la lógica de buscar soluciones “a través del miserable prisma de los intereses humanos” (Comboni, Scritti 2742, 1871), no habrá auténtico progreso. Pero confiamos en la presencia del Resucitado en la historia, en la obra de su Espíritu que transforma los corazones y las situaciones, incluso cuando todo parece perdido. Por eso estamos comprometidos con una campaña de oración durante toda la COP28, seguros de su fuerza y ​​eficacia. Que el Espíritu Santo acompañe a los negociadores y a los responsables políticos, los ilumine, los inspire y los sostenga en el delicado y decisivo servicio a sus países y a toda la humanidad.

Hno. Alberto Parise, MCCJ
Secretariado General de la Misión


  1. Se trata de la evaluación de la implementación del Acuerdo de París de 2015, que constituye el plan global para combatir el cambio climático. ↩︎
  2. El objetivo de adaptación global: se trata de la suma anual que se pondrá a disposición a nivel mundial para financiar intervenciones de adaptación al cambio climático. ↩︎
  3. El nuevo objetivo colectivo cuantificado sobre la financiación climática: estos son los fondos que se movilizarán para la crisis climática (por lo tanto, no sólo para la adaptación, sino también para intervenciones destinadas a mitigar las emisiones que alteran el clima y para compensar las pérdidas y daños debidos a cambio climático). ↩︎

Las vendedoras de pescado

Por: P. Fernando Cortés Barbosa, Misionero Comboniano

Son siempre mujeres que, bandeja a la cabeza, transportan pescado para su venta, que es obtenido por los pescadores, preferentemente por la noche, de las aguas del río Ubangui, que pasa a un costado de nuestra misión de Mongoumba. Al comienzo de la jornada ellas van por el pescado que consiguen a un determinado precio para después salir a revenderlo.

En horas de la mañana las vendedoras hacen su aparición por la casa. El pescado tempranero es mejor, está más fresco, incluso algunos especímenes llegan aún removiéndose dentro de la bandeja; en cambio, el que llega por la tarde ya ha perdido su frescura, se ve opaco y con los ojos hundidos. A veces viene en estado de descomposición porque seguramente fue atrapado el día anterior, aunque algunas mujeres, muy vivas, lo quieren hacer pasar como fresco todavía.

Yo siempre realizaba la compra de pescado sin hacer uso de la balanza. Me dejaba guiar por las opiniones de los trabajadores de la misión, que siempre favorecían a las vendedoras, pues no pocas veces resultaban ser de la misma familia o cercanos conocidos. Así las cosas, terminaba pagando de más por el pescado. Pero una de las laicas misioneras me advirtió que, haciendo uso de la balanza, por cada kilo de pescado pagara tan solo mil 500 francos, casi tres euros, (un euro son 655 fcfa o francos), porque así evitaría que las vendedoras se aprovecharan de mí.

Cabe comentar que así como el pescado es vendido solamente por mujeres, la carne de cabrito es ofrecido únicamente por hombres. Las mujeres, por sus muchas actividades, cuentan solo con la mañana para ofrecer el pescado en estado fresco; en cambio, los hombres tienen la mayor parte del día para ofrecer la carne de cabrito que tiene más aguante a la descomposición.

Una mañana vino una vendedora a ofrecerme un pescado de apariencia impresionante. Lo cargué en mi mano y calculé su peso en unos diez kilos. Era enorme, bello, de un color negro brillante, y a contra luz adquiría un tono violeta. Hicimos trato directo, sin uso de balanza, contraviniendo la advertencia de la laica. Por él llegué a pagar 35 mil francos, igual a 53 euros. Una vez que el pescado fue limpiado y cortado en trozos se obtuvieron tan solo siete kilos de carne. Es decir que por cada kilo pagué 5 mil francos, o sea, poco más de 7 euros. Y de mil 500 a 5 mil francos hay una diferencia de 3 mil 500, poco más de 5 euros. De haber pagado el pescado a mil 500 francos el kilo, como me indicó la laica, el costo total hubiera sido tan solo de 10 mil 500 francos. Entonces, la vendedora se llevó de más ¡24 mil 500 francos! (37 euros).

Cuando le conté a la laica el abuso del que fui objeto no lo podía creer, y no dudó en reprenderme. Sin duda me lo merecía. Me volvió a insistir que tomara la balanza y pagara por cada kilo el precio fijado. Pues aún así, si bien es cierto que ya no pago tanto, las vendedoras se las arreglan para sacarme un poco más de dinero. Me dicen con voz plañidera que les dé mil o dos mil francos más, que para comprar sus medicinas o porque tienen que pagar la escuela de sus hijos. No falta quien diga que se ha quedado sola y con dos niños que mantener. Otra me dice que tiene que llevar al hospital a su bebé enfermo que carga por la espalda. Miro al bebé, y su carita triste y suplicante me confirma lo que dice su mamá.

Una mañana me hice el fuerte. No cedí ante los lloriqueos de una vendedora. Le dije en tono imperativo que le iba a pagar el pescado kilo por kilo y que si no estaba de acuerdo ya podía irse a buscar otro cliente. En silencio tomó en su mano el dinero que le ofrecí y se lo guardó en su bolso. Luego se inclinó al suelo para llevarse a su cabeza la bandeja vacía. Se incorporó lentamente, despacio dio la media vuelta y dando pasos lentos se marchó. Yo seguía cada uno de sus movimientos, y cuando desapareció de mi vista al salir de la casa, un sentimiento de culpa se apoderó de mí.

Qué cosa tan diferente es cuando los hombres vienen a ofrecerme la carne de cabrito. El animal lo presentan en cinco partes que son las cuatro extremidades más el tronco. Cada pieza oscila alrededor de 4 mil francos, poco más de 6 euros. Entonces, tras breve regateo, se fija el precio sin más ceremonia ni balanza de por medio. En cierta ocasión, habiendo ya obtenido un precio que me parecía bueno sin haber hecho uso de la balanza, quise utilizarla por pura curiosidad, para seguir el consejo de la laica de pagar el kilo de cabrito a 3 mil 500 francos. Se pesó la carne y la balanza terminó por favorecer al vendedor. Tenía que darle 2 mil francos más, igual a 3 euros. Me resultaba mejor haber pagado por pieza que por kilo. No obstante, el vendedor, muy amable, no me exigió nada, me dijo que así estaba bien. Yo le estreché la mano en señal de gratitud, y le dije que la próxima vez le compraría con mucho gusto.

En adelante cuando las mujeres vienen a la casa a ofrecerme pescado, saco la balanza nomás para verificar que no me quiten tanto, porque con sus mil excusas algo de más siempre me han de quitar. Y cuando vienen los hombres a ofrecerme cabrito hago trato directo con ellos, fijando el precio por pieza, que a veces termina por favorecer al vendedor y otras veces al comprador, como un código no escrito que llega a establecerse entre cliente y proveedor.

Misión de Mongoumba, Centroáfrica

16 de noviembre de 2023

“Una comunidad cristiana renacerá en la Navidad de 2023”

Por: Mons. Christian Carlassare, mccj
Obispo de Rumbek en Sudán del Sur

Este año celebraré la Santa Navidad con la comunidad cristiana de Thiet. El nacimiento de esta comunidad se remonta a 1934, tras una primera visita de misioneros seguida de muchas otras. Procedían de Kwajock, a 150 kilómetros de distancia. Sólo en 1949 se instaló una primera comunidad de misioneros combonianos en Mayom, situada a 6 km de la ciudad de Thiet, por la sencilla razón de que la comunidad protestante había cuestionado la posible presencia católica en la ciudad.

La primera comunidad religiosa estuvo formada por dos sacerdotes y un hermano. La misión, que estaba dedicada al Niño Jesús, creció rápidamente. El pueblo cambia el nombre del lugar a Mayom-Abun, reconociendo así que Mayom es Pan-Abun, es decir, la casa de los Padres o misión. La primera comunidad de monjas llegó en 1955. Pero con la independencia de Inglaterra también llegó el conflicto Anya-nya-1 y, en 1964, con la expulsión de todos los misioneros de Sudán del Sur, las estructuras de las misiones quedaron abandonadas y presa del saqueo. Sólo en los años 1980 se produjeron los primeros intentos de reapertura, pero sin éxito debido a la presencia de soldados del gobierno sudanés. Los salesianos se instalan en la cercana Tonj, a unos 50 km de distancia.

En 1994, Mons. Mazzolari envió a Don Benjamín Madol, sacerdote diocesano, para evaluar una posible reapertura. Pero debido a la inseguridad, don Benjamín se desplazó unos 80 kilómetros más al norte, estableciendo la misión de Marial-Lou, a la que luego se unieron el padre Mario Riva y el padre Mattia Bizzarro, misioneros combonianos. El momento de Thiet aún no había llegado. Tras el acuerdo de paz de 2005 y la posterior independencia de Sudán en 2011, la comunidad cristiana de Thiet se ha ido recomponiendo. En los últimos años la comunidad cristiana ha sido acompañada pastoralmente por los Salesianos de Tonj, que la apoyaron en la construcción de una iglesia y una escuela primaria. Las estructuras de la antigua misión Mayom-Abun están en ruinas; imposible rehabilitarlos. Pero la comunidad cristiana está viva gracias a la presencia de catequistas que, a lo largo de los años, han transmitido la fe a las generaciones más jóvenes.

Ya he tenido la oportunidad de visitar esta comunidad cuatro veces. En la Navidad de 2022 envié a un sacerdote diocesano para que se quedara allí y guiara a la comunidad en el camino hacia la erección de la nueva parroquia. Esta vez justo en el pueblo de Thiet. La comunidad eligió como patrón a San Esteban, el primer mártir cristiano. Me dijeron que Santo Stefano habla de su historia: una comunidad apedreada y dispersada por tanta violencia. Pero también una comunidad que renace gracias a la fe de los catequistas y agentes pastorales laicos; una fe que se expresa en su resistencia y testimonio de vida.

Aquí la fiesta de San Esteban cae justo el día después de la Natividad de Jesús, como para recordarnos que la vida de este niño no será todo rosas y flores, sino que también encontrará espinas y cruces. Pero la victoria no pertenece a quienes hacen alarde de ambición, poder y riqueza. Lo que salva al mundo es la belleza de los sencillos, de los humildes, de los pobres. Es el niño Jesús quien devuelve la humanidad al mundo a partir de quienes se reúnen a su alrededor: los pastores, la gente sencilla del pueblo común. Ésta es también la esperanza de esta pequeña comunidad cristiana de Thiet. Se reúnen en torno a Jesús y los acompañamos con oración para que San Esteban inspire los próximos pasos, proteja a los líderes de la comunidad, reúna a todos en unidad y ayude a las personas a tomar decisiones valientes.

Actualmente nuestra intención es concentrar nuestra intervención en la sede parroquial situada en la localidad. Cavamos un pozo. Tendremos que hacer algunas intervenciones en la iglesia. Construir algunos salones parroquiales. En este mes de noviembre también queremos iniciar la construcción de la rectoría: un edificio sencillo capaz de albergar al párroco y a otros dos colaboradores. También hay que vallar el terreno, incluida la escuela primaria. No falta la necesidad de disponer de instalaciones sanitarias. Luego, con el tiempo, desarrollaremos un proyecto para la antigua misión de Mayom-Abun, probablemente un centro de formación que, además de artes y oficios, también pueda transmitir fe y humanidad. El Señor, a través del genio de la comunidad local, indicará los pasos futuros.

Todavía se necesita más de un mes para celebrar la Navidad, pero por supuesto, como ocurre con todas las vidas nuevas que llegan al mundo, se necesita una buena preparación: acoger la vida y apreciarla cada día. Oremos para que la Navidad sea una celebración de la humanidad redescubierta y de la comunión de la familia humana.

Visita de la Dirección General a México

El P. David Costa Domingues, asistente y vicario general del Instituto, y el Hno. Alberto Lamana Cónsola, asistente general, visitaron nuestra provincia del 6 al 27 de octubre pasado y asistieron en nombre del Consejo General de los Combonianos a los actos de clausura del jubileo por los 75 años de nuestra presencia en México.

Durante las casi tres semanas que duró la visita, tuvieron tiempo, de manera maratoniana, para recorrer la geografía mexicana y visitar las comunidades en las que estamos presentes, desde La Paz hasta la montañas de Guerrero o Comalapa, para encontrarse personalmente  con cada uno de los miembros de la Provincia y conocer los diferentes lugares de apostolado en los que los combonianos de México realizamos nuestra labor misionera, nuestras casas de formación y el Oasis San Daniel Comboni, en el que son atendidos nuestros hermanos ancianos y enfermos.

La visita coincidió con las celebraciones de clausura de nuestro jubileo por los 75 años de presencia en México; primero con una Misa solemne de acción de gracias en la Basílica de Guadalupe y después con una jornada festiva en la sede del noviciado continental en La Noria, en la que estuvo presente Mons. Andrés Vargas, obispo de Xochimilco.

Una vez terminada la visita y ya de regreso a Roma, escribieron una carta a la Provincia en la que agradecen la acogida recibida y nos animan a seguir siendo “faros de esperanza para las personas a las que servimos, caminando con ellas y haciendo suyos sus dolores, sus penas y también sus alegrías, como nos enseñó Comboni. Que la conclusión de esta celebración del 75º jubileo -concluye la carta- sea para todos ustedes un nuevo comienzo de renovado entusiasmo y compromiso para servir, dar testimonio y florecer ahí donde Dios los conduzca como Misioneros Combonianos que encuentran en el Corazón de Jesús la fuente inagotable de su fuerza y dinamismo misioneros”.

Mensaje del Papa a los participantes en el Congreso Eucarístico nacional de México

Venerables hermanos en el Episcopado,

queridos hermanos y hermanas:

En estos días se reúnen muchos fieles procedentes de todas las diócesis de México para celebrar el VIII Congreso Eucarístico Nacional, bajo el lema “Jesús Eucaristía, quédate y camina con nosotros con san Juan Diego como guía”. Y precisamente han elegido como sede esa ciudad de Cuautitlán, donde nació y vivió «el confidente de la dulce Señora del Tepeyac», como san Juan Pablo II llamó a san Juan Diego, con ocasión de su segunda visita a México en 1990.

Me ha parecido muy interesante la idea de presentar a san Juan Diego como ejemplo de espiritualidad eucarística. Lo primero que percibo en el evento guadalupano es que su protagonista, Juan Diego, es un hombre en camino, en búsqueda de Dios, de hecho, cuando la Virgen María se le apareció, iba a escuchar las catequesis. Del mismo modo, se cuenta que gustaba de recibir el sacramento y no se amilanaba por tener que andar largo tiempo para saciarse con el Cuerpo de Cristo. Este podría ser nuestro primer rasgo de identificación, sentirnos peregrinos y en búsqueda, necesitados de saciarnos de ese Dios que encontramos en el ministerio de la Iglesia, en la Palabra y en los sacramentos.

El segundo rasgo lo descubro en la Santísima Virgen, que se presenta a nuestro santo encinta, como un sagrario donde Jesús ya está realmente presente. María viste a la usanza del país y habla la lengua de los indígenas, manifestando en ese gesto la grandeza de la encarnación del Hijo de Dios, que se hizo hombre para encontrarnos y comunicarse con nosotros. Además, la Virgen pide a Juan Diego construir un templo, para damos a nosotros también la posibilidad de revivir en la Eucaristla, en la Palabra y en el ministerio de la Iglesia, esta misma experiencia de poder encontrar a Jesús, hablarle, escucharle y sentir su presencia ea nuestras vidas. Juan Diego permanecerá en ese lugar sagrado atendiendo a los peregrinos, transformando su búsqueda en acogida.

El tercer rasgo lo encuentro en los otros dos protagonistas de nuestro relato, Juan Bernardino y el obispo Zumárraga. Ambos son los destinatarios de la gracia de Dios que los sana no sólo de una enfermedad natural o de un recelo comprensible, sino en lo más profundo de sus corazones. Me ha llamado siempre la atención que Juan Diego se quedara con su tío enfermo a pesar de que la Virgen lo esperara, siendo capaz de “dejar a Dios por Dios”, en el pobre y en el enfermo. La Virgen no se lo reprocha, sino que sale a su encuentro y le promete su ayuda. De ese mismo modo, nuestra Iglesia debe estar atenta al dolor profundo de cada hombre, para decirle, como María a Juan Diego: “¿No estoy yo aquí que soy tu madre?”. Otra lección del itinerario de Juan Diego es la necesidad de ser paciente y perseverante, como le pide la Virgen, sin desalentarse por la aridez y frialdad con la que el obispo recibe su anuncio. Y estas son las medicinas que curan la suspicacia del prelado, que se rinde ante el prodigio de la fe de Juan Diego, de su confianza y de su caridad, flores tan o más perfumadas que las que cayeron de su tilma.

Queridos hermanos, revivamos en nosotros esta experiencia desde la Eucaristía, que nuestra Iglesia esté preñada de Jesús, construyamos ese templo que la Virgen pidió, una Iglesia donde el Señor se hace presente para nuestra salvación. Que Santa María de Guadalupe, nuestra dulce Madre, y san Juan Diego acompañen el camino y los buenos frutos de este Congreso Eucarístico.

Fraternalmente,

Francisco

Fallece el P. Arturo García, un gran sacerdote, comboniano de corazón

Con gran tristeza nos llega la noticia del fallecimiento del P. Arturo García Fernández, primer sacerdote diocesano de la diócesis de La Paz. Un buen hombre y gran sacerdote que siempre se sintió comboniano en su corazón. Como homenaje y recuerdo, reproducimos el testimonio que escribió en nuestra revista “Esquila Misional” con motivo de la celebración de los 75 años de la llegada de los Misioneros Combonianos a México y de los 60 de la fundación del seminario de La Paz. La familia comboniana llora su pérdida y se une a la diócesis de La Paz en este momento de dolor. Amigo y hermano Arturo, descansa en paz.

«Un recuerdo con inmensa gratitud»

Por: P. Arturo García, primer sacerdote diocesano de La Paz

Nací el 19 de junio de 1951 en Tlazazalca, Michoacán, de donde son originarios mis padres. Por trabajo, mi padre se trasladó a Baja California Sur en 1955. Estuve internado en el poblado Benito Juárez para cursar el cuarto año de primaria. En ese entonces asistí en dos ocasiones a la misa celebrada en un tejabán por el padre Marcelo Panozzo, mccj. En agosto de 1963 el padre Marcelo nos habló sobre el seminario a un grupo de adolescentes. Yo manifesté inquietud por la vocación sacerdotal y muy amablemente me invitó a la bendición del Seminario Menor del Sagrado Corazón de Jesús el 15 de agosto. En septiembre de ese año ingresé al seminario. Me acompañó desde Ciudad Consitución el padre Constante Ferranti. Éramos un grupo de 17 chamacos procedentes de distintas parroquias de la prefectura apostólica.

Es admirable la actitud y el ejemplo del padre Carlos Pizzioli –Carlitos, como le llamábamos todos– quien a sus 66 años de edad asumió el compromiso formativo por casi diez años, acompañándonos en las distintas actividades, además de enseñarnos canto religioso y griego. Con frecuencia platicaba con nosotros a nivel personal y grupal con entera confianza. En una ocasión le dije que me gustaría ser misionero comboniano y él me contestó inmediatamente: «Oh no, el Señor te quiere para que seas sacerdote en BCS; además, te digo, que si quieres ser un buen sacerdote en esta tierra, tienes que tener corazón misionero». Desde entonces me quedé tranquilo en ese aspecto vocacional. En esa etapa nos impartían clases maestros laicos como Salvador Landa y Vicente González; pero también los padres Iafet, Humberto, Juan Fortuna y Guillermo Bousíguez. ¡A todos recuerdo con inmensa gratitud!

Recuerdo esa etapa de mi formación con mucho gusto, pues sentí que formaba parte de una nueva familia donde los misioneros se preocupaban por apoyarnos y acompañarnos lo mejor posible en un ambiente de sencillez y sobriedad, de sana disciplina y espiritualidad adecuada a nuestra edad. El padre Humberto nos proyectaba filminas de África, vidas de misioneros y santos y otras películas ejemplares, y organizaba concursos para crecer en las virtudes y buenos propósitos con motivo de las fiestas de la Virgen María. Procurábamos celebrar las solemnidades litúrgicas, como el día de san Pedro y san Pablo, recordando y orando por el Papa.

Monseñor Giordani me envió al Seminario Mayor de Mazatlán para iniciar la Filosofía. Luego fui a Durango para la Teología, etapas que me fortalecieron en mi opción vocacional. Doce años después de la apertura de nuestro seminario, fui ordenado sacerdote el 15 de agosto de 1975 en la Catedral de Nuestra Señora de La Paz.

En esos planes inescrutables de Dios, siendo administrador diocesano, junto con el padre Dario Girardi, mccj, estuvimos cercanos a monseñor Juan Giordani en sus últimos momentos de vida en este mundo y en su partida a la Gloria de Dios. Era el 8 de enero de 2001. Está sepultado en la capilla del Santísimo Sacramento en la Catedral de la Paz.

¡El Señor Jesús siga bendiciendo al Instituto de los Misioneros Combonianos del Sagrado Corazón de Jesús con muchas vocaciones misioneras!

¡El Señor Jesús siga bendiciendo nuestra diócesis de La Paz con muchas vocaciones sacerdotales y misioneras!

Esquila Misional, mayo 2023. p. 28


Exequias en Honor al Prebítero Arturo García
Santuario de Guadalupe, La Paz, BCS
11 noviembre de 2023