Archives 2023

Aniversarios sacerdotales en el Oasis

Desde la comunidad del Oasis, en Zapopan, Jalisco, nos llegan estas emotivas fotos de la celebración del 57 Aniversario sacerdotal de los padres Héctor Villalba y Aurelio Cervantes y el 32 aniversario sacerdotal del padre Anastacio Martínez. Nos alegramos con ellos y pedimos a Dios que los siga bendiciendo.

FILIPINAS: Continúan las detenciones de misioneros, religiosas, sacerdotes y laicos acusados de apoyar a grupos armados comunistas

La práctica del “red tagging”, es decir, etiquetar a una persona como “comunista” o “partidaria de grupos comunistas o terroristas armados”, sigue afectando a religiosos, misioneros, cooperantes, personas que se dedican a grupos vulnerables, pobres o indígenas en el centro y sur de Filipinas.

En los últimos días, la policía de la provincia de Sultan Kudarat (en la isla de Mindanao) detuvo a Aileen Manipol Villarosa, de 41 años, trabajadora de una organización afiliada a los “Misioneros Rurales de Filipinas”, acusada de financiar el terrorismo. Los Misioneros Rurales de Filipinas (RMP) son una organización católica nacional, intercongregacional e interdiocesana, de religiosos y religiosas, sacerdotes y laicos, que viven junto a campesinos, agricultores, pescadores y pueblos indígenas. La organización, creada en 1969, es socia de la Asociación de Superiores Religiosos Mayores de Filipinas y actualmente denuncia la continuación de la práctica del “red tagging”: ya en agosto de 2022, el Departamento de Justicia inculpó a 16 personas vinculadas a la organización, entre ellas cinco religiosas, por presunta financiación del terrorismo, acusadas de transferir fondos al Nuevo Ejército del Pueblo, grupo armado de inspiración comunista en conflicto con el Estado. Además, en noviembre de 2022, el reverendo Edwin Egar, sacerdote de la “Iglesia Unida de Cristo en Filipinas”, junto con su esposa, Julieta Egar, fueron acusados de apoyo al terrorismo, junto con otras 71 personas, entre sindicalistas y cooperantes, que niegan todos los cargos.Como afirma el Consejo Nacional de Iglesias de Filipinas (NCCP), el “red-tagging” se produce independientemente de las creencias o afiliaciones políticas y es “una incitación a la represión y la persecución contra quienes critican al gobierno”. Organizaciones de la sociedad civil, misioneros y personal eclesiástico han sufrido amenazas y detenciones, acusados de “encubrir a grupos terroristas comunistas locales”. Leyes como la Ley Antiterrorista de 2020 y la Ley de Prevención y Represión de la Financiación del Terrorismo de 2012 agravan la amenaza de la “red-tagging”.

Miembros de comunidades cristianas como la Iglesia Católica, la Iglesia Unida de Cristo en Filipinas, la Iglesia Filipina Independiente y la Iglesia Metodista Unida de Filipinas han sido objeto de estas acusaciones. Los bienes de los Misioneros Rurales de Filipinas y de la Iglesia Unida de Cristo en el sur y el centro del país fueron congelados en virtud de la Ley de Prevención de la Financiación del Terrorismo.

El sistema de “red tagelling” ha sido utilizado por el gobierno filipino en el contexto de una campaña de contrainsurgencia militarizada que ya se llevó a cabo bajo el gobierno del ex presidente filipino Rodrigo Duterte y continúa bajo la administración del actual presidente filipino Ferdinand Marcos Jr. El resultado es la intensificación de la militarización en las zonas rurales y la creciente coerción de los ciudadanos, señala el Consejo Nacional de Iglesias de Filipinas.”Quienes defienden la tierra, a menudo propiedad ancestral de los pueblos indígenas, frente al desarrollo de minas y presas se enfrentan a los militares filipinos, que utilizan su poder para proteger los intereses de las empresas multinacionales. Los agricultores, que buscan medios de vida justos, decentes y sostenibles para sus familias y comunidades, a menudo son encarcelados o asesinados, mientras que los abogados que intentan representarlos son agredidos o detenidos”, señala el Consejo.

El Consejo ha llevado estas demandas a la reunión del Comité Central del “Consejo Ecuménico de las Iglesias” (CEC) celebrada en Ginebra en los últimos días. El CEC ha condenado las graves violaciones de los derechos humanos cometidas en Filipinas y ha pedido al gobierno de este país que tome medidas para poner fin a estas violaciones.El Consejo Nacional de Iglesias de Filipinas, que trabaja valientemente con y por los pobres, pide al gobierno y a los grupos comunistas que reanuden las negociaciones de paz y aborden las causas profundas del conflicto armado. El organismo ecuménico invita a las comunidades cristianas, de todas las confesiones, a rezar por quienes luchan y sufren por defender la dignidad de toda persona, especialmente los grupos más vulnerables, pidiendo a los fieles que acompañen y apoyen su compromiso evangélico.

Crédito: Agencia Fides 3/7/2023

La Palabra en la periferia

La misionera comboniana Lilia Karina Navarrete Solís nació en San Pedro Tlaquepaque, Jalisco, tierra de alfareros. Cuando la hermana Lilia escucha la cita bíblica de Jeremías que habla del barro en manos del alfarero, recuerda su casa, la dedicación y el amor que emplean los alfareros para crear cada vasija. Del mismo modo que el barro en manos del alfarero, la hermana Lilia se ha dejado moldear y conducir por Dios durante toda su vida. Salió de México para trabajar en Brasil, Mozambique, Italia y España. Vive confiada a la acción del Señor que moldea su vida con manos amorosas. A continuación su testimonio misionero y vocacional.

Publicado en: Mundo Negro

Cuando era pequeña, mi madre y mi tía me llevaban con frecuencia a una capilla salesiana que estaba cerca de nuestra casa, y a una parroquia que estaba poco más lejana. Participaba en el coro, y en una ocasión vino una mujer para hablarnos de un país africano que en aquel momento estaba en guerra. Al escucharla yo pensaba: «A mí me gustaría ir a un lugar así, donde pueda dar sentido a mi vida y por el que valdría la pena dejarlo todo». Ese deseo de ir, estar y sanar las heridas de las personas que sufren se quedó en mi corazón. Al salir de la iglesia, aquella mujer me dio un folleto de las Misioneras Combonianas con una dirección detrás. Era muy pequeña y no tuve valor para preguntarle nada, pero me llevé aquel papel y lo conservé como un tesoro.

El tiempo pasó, comencé a estudiar Enfermería y a trabajar haciendo un poco de todo para colaborar con la economía familiar. Curiosamente, el trabajo me condujo hasta una parroquia donde una persona me entregó otro folleto de las Combonianas. No podía ser casualidad. Lo guardé y contacté con las misioneras. A partir de ese momento, comencé a participar una vez al mes en encuentros vocacionales y al finalizar mis estudios, pedí ingresar al Instituto. Mi madre no aceptaba mi opción de ser misionera, pero como la formación era en Guadalajara y no tenía que salir de Jalisco se conformó. Profundicé mi relación con Jesús y me identifiqué enseguida con los ideales de san Daniel Comboni.

Al terminar esta primera etapa me enviaron a Brasil para continuar mi formación. No era el África soñada, pero sí un primer paso para servir al Señor fuera de mi país. Al cabo de unos años regresé con mi familia y mis amigos para decir «sí» al Señor y consagrar mi vida para la misión. Mi alegría fue aún mayor cuando me destinaron a Mozambique. Y mientras mi corazón rebosaba de alegría, el de mi madre lo hacía de tristeza; a pesar de todo, ella me acompañó con el corazón roto, pero lleno de amor.

Un parto y una sorpresa

Pensaba que estaba preparada para la misión en Mozambique, pero me di cuenta de que la gente tenía que enseñarme a ser misionera. En Magunde, en la provincia de Sofala, tuve un encuentro que marcó mi vida. Una mujer había llegado a la maternidad donde yo prestaba mi servicio como enfermera y como no teníamos médicos la atendí en el parto. Mientras ella descansaba me incliné para examinar al bebé. Ella vio la cruz que llevaba en el pecho, la tomó y me preguntó: «¿Qué es eso?». No recuerdo mi respuesta, pero sí mi sorpresa al descubrir que no conocía a Jesucristo. Estuve junto a ella en el momento de dar a luz y sentí que estaba en el lugar indicado.

Durante la época de lluvias nuestra misión se llenaba de lodo y la circulación de vehículos se hacía casi imposible. A veces se agotaban los víveres y los medicamentos de nuestro centro de salud. En una de esas ocasiones en las que nos faltaba de todo y no teníamos espacio, llamó a nuestra puerta una señora muy enferma que había recorrido 40 kilómetros para llegar a nuestra casa. Recuerdo que cuando le explicamos que no podíamos atenderla porque estábamos sin comida ni medicamentos, me escuchó con mucha atención, y después de una pausa me dijo: «Mamá, vine aquí porque sé que me recibirían con las manos abiertas. Si no tienen nada para poder curarme, por lo menos déjenme morir en su compañía». Me quedé sin palabras. Comprendí que si la gente se acercaba a la misión no era por lo que hablábamos de Dios, sino por lo que éramos y hacíamos como mujeres consagradas al servicio de la gente.

En la comunidad de Jambe aprendí lo que significa adorar a Dios en espíritu y en verdad. Jambe está a tres kilómetros de nuestra misión y cuando podía, me gustaba participar en la celebración dominical de la Palabra. Sólo se podía llegar caminando, atravesando los campos y un pequeño río. Los cristianos se reunían a la sombra de un árbol donde habían colgado una cruz. Nunca había visto tanta sed de la Palabra de Dios. Lo que atraía a los cristianos era el encuentro con Dios, escuchar su Palabra y compartir la fe.

La misión del cuidado

Tuve que dejar Mozambique para continuar mi servicio como enfermera en Italia, acompañan-do a hermanas ancianas y enfer-mas. En la comunidad de Arco, provincia de Trento, también he vivido experiencias que han enriquecido mi vida misionera. Ahí encontré a hermanas que lo habían dejado todo para seguir el ideal misionero y dar su vida durante 50 o 60 años en muchos lugares del mundo. Cada una de ellas se había entregado hasta quedar sin fuerzas y sin salud. Cuando regresaban a Italia lo hacían con la tristeza de dejar la misión, pero con el corazón lleno de Dios, de nombres y de historias de las personas que habían llenado sus vidas.

En Italia, donde tuve que afrontar la pandemia, era la responsable de las enfermas en Arco, y aunque hicimos todo lo posible para evitar que el virus entrase en nuestra casa, se cobró la vida de algunas de nuestras hermanas que, a pesar de todo, hasta el último momento siguieron pensando y rezando por aquellos pueblos en los que vivieron y que no tenían los recursos ni las posibilidades de recibir los cuidados que ellas sí tenían.

Finalmente fui destinada a España para trabajar en la pastoral juvenil y en la animación misionera. Me agrada ver este destino como la continuación de la obra de Dios en mí. Lo que inicié como un simple deseo se ha vuelto una opción que da sentido a mi vida. El «sí» que pronuncié ante el Señor el día que me consagré como misionera comboniana ha valido la pena, porque he recibido más de lo que he podido dar.

A los jóvenes les puedo asegurar que aventurarse e iniciar el camino misionero vale la pena. No se necesitan certezas, ni grandes conocimientos, ni siquiera una fe infinita, pero sí el fuerte deseo de conocer a Dios, de estar con las personas y de compartir con ellas lo que somos. El secreto es dejarse moldear por la realidad, por las culturas y por los misterios de Dios que se esconden en la simplicidad de cada día. En verdad, ¡vale la pena arriesgarse!

Sudán: ¿Sólo una pelea entre dos generales?

Traducido y publicado por: Jpic-jp.org

No seamos ingenuos. “La violencia no es un fenómeno nuevo en Sudán. El régimen militar ha hecho estragos en el país desde la independencia, a pesar de que el pueblo derrocó pacíficamente a los regímenes militares en 1964, 1985 y 2019, y de que juró no volver a permitir más dictaduras”.

Desde la colonización, las zonas periféricas del País -en el sur, el oeste y el este- se han sentido marginadas y han continuamente exigido su parte de riqueza y poder. La represión violenta de las élites del Norte y del Centro ha, cada vez, provocado millones de muertos y desplazados. Lo nuevo es que hoy la periferia está llevando estos enfrentamientos continuos a Jartum. Es la primera vez que hay guerra en la capital desde que los mahdistas conquistaron la ciudad en 1884 contra los británicos y aparte de un ataque del Movimiento Darfur por la Justicia y la Igualdad.

Los enfrentamientos entre el jefe de las FAS (Fuerzas Armadas Sudanesas), el general Abdel Fattah al-Burhan, y su colega, el comandante de las FAR (Fuerzas de Apoyo Rápido), Mohamed Hamdan Dagalo -conocido como Hemedti-, tienen como objetivo controlar la autoproclamada junta militar, el Consejo Supremo de Transición (TSC), pero hunden sus raíces en el pasado.

Incluso hoy, detrás de lo que está sucediendo en la capital, Jartum, hay quejas políticas, sociales y económicas contra las élites del norte y centro de Sudán que todavía están en una posición de poder.

Además, hay las sombras del equilibrio de poder construido por Omar al-Bashir, dictador militar durante treinta años desde 1989 hasta su destitución en 2019. Junto a las FAS, al-Bashir había puesto a las FAR como componentes del mismo ejército sudanés, destinadas a controlarse mutuamente y a proteger al régimen de las reivindicaciones populares para mayor justicia, democracia y reparto de riqueza y poder.

El proceso hacia la democracia iniciado por la revuelta civil de 2019 se vio interrumpido por un nuevo golpe de Estado militar conjunto de las dos ramas del ejército el 25 de octubre de 2021 y por la instalación del TSC, aunque Hemedti afirma haber considerado este golpe de Estado un error y haber tenido la intención de poner el poder totalmente en manos de civiles.

El 5 de diciembre de 2022, el TSC y una cincuentena de partidos políticos, asociaciones y organizaciones de la sociedad civil firmaron un acuerdo para desbloquear la transición hacia la democracia. No toda la sociedad civil sudanesa estuvo de acuerdo, al considerar que la iniciativa legitimaba el golpe de 2021 y el TSC, dominado por el general al-Burhan. No obstante, las negociaciones comenzaron con el objetivo de instalar en dos fases – el 3 y el 11 abril- un gobierno dirigido por civiles. El 15 de abril, en Jartum, comenzaron los combates. El objeto de la disputa, se dijo, era la unificación de las FAS y las FAR bajo un único comando, a la que se oponía Hemedti.

Las fuerzas en juego

Bajo el régimen de al-Bashir, las FAS fueron purgadas de oficiales profesionales y reemplazadas por militares -incluido al-Burhan- leales a la ideología islamista y a la política estatal. Cuando al-Bashir cayó en 2019, el ejército permaneció intacto.

Las FAR, por su parte, son una transformación de la infame milicia yanyauid, creada en 2003 para reprimir la rebelión en Darfur. Formada por pastores árabes pertenecientes a la familia Baggara, establecidos en el oeste de Sudán y el este de Chad, arrasaron pueblos y mataron a agricultores no árabes en Darfur para hacerse con el control de las tierras de pastoreo: entre 200.000 y 450.000 personas murieron y millones fueron desplazadas por los yanyauid. Estos grupos armados estaban financiados por Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos.

Es bien sabido que, transformadas en FAR, las milicias yanyauid combatieron en Yemen, en el 2015, junto a las fuerzas saudíes y emiratíes, ganando mucho dinero y adquiriendo experiencia militar.

Además, en Jartum se dice que Hemedti puede contar con la ayuda de mercenarios rusos y de hecho, la empresa rusa Wagner está presente en Sudán y opera con él en las regiones donde hay minas de oro. La guerra en Yemen y la implicación del grupo Wagner en la extracción de oro, en estrecha colaboración con la FAR, añaden una dimensión regional y mundial al conflicto. La Meroe Gold, la filial minera de Wagner en Sudán, ha sido sancionada por el Consejo de la Unión Europea porque sus actividades ponen en peligro la paz y la seguridad internacionales.

Desbordamientos que hay que temer

Al parecer, Rusia intentó persuadir a las Fuerzas Armadas Sudanesas para que se sentaran a la mesa de negociaciones con las Fuerzas de Apoyo Rápido, pero éstas se negaron, lo que hace temer una lucha a muerte entre al-Burhan y Hemedti, con el riesgo de incendiar toda la región, arrastrando a Egipto en el conflicto. Las FAR han publicado un vídeo en el que aparecían fuerzas egipcias capturadas durante unas maniobras en Sudán: aunque el vídeo fuera falso, avivó las tensiones.

Por otra parte, el flujo de refugiados sudaneses hacia Europa, el Golfo y los Estados africanos vecinos está abriendo puertas a los cleptócratas de toda África, atentos como son a las oportunidades de ventajas gratuitas en Sudán, un país rico en recursos y con una posición estratégica única.

Para empezar, Sudán del Sur, donde el fuego arde bajo las cenizas, comparte un pasado con los conflictos armados y los problemas que dividen a Sudán. Al igual que Sudán, Sudán del Sur tiene dos facciones principales fuertemente armadas, aliadas a numerosas milicias locales su base étnica, que se disputan el control de la riqueza y del Estado desde hace 20 años. Al igual que en Sudán, la corrupción es el sistema mediante el cual se explotan las instituciones estatales para enriquecerse sin tener que dar cuenta a nadie. Al igual que en Sudán, en Sudán del Sur se exhibe suficiente buena voluntad para engañar a la comunidad internacional, luego se socavan los acuerdos de paz y se pisotean las disposiciones del Consejo de Seguridad de la ONU. Sudán es un presagio de lo que le va a pasar a Sudán del Sur.

Sudán lleva mucho tiempo enviando mercenarios al extranjero: hoy se ha convertido en un campo de batalla para combatientes extranjeros, y a los que los apoyan en la sombra, atraídos los unos y los otros por el dinero y el oro: buscadores de fortuna armados que acuden en masa desde toda la región del Sahel, desde Malí, Chad y Níger, en cantidades significativas según el representante especial de la ONU.

Al-Burhan acusa a Hemedti de reclutar mercenarios de Chad, de Níger y de la República Centroafricana. Testigos en Jartum afirman haber oído a soldados de las FAR hablar francés, la lengua del vecino Chad. Washington y Bruselas acusan a las FAR de tener vínculos con el grupo mercenario ruso Wagner, lo que su jefe, Yevgeny Prigozhin, niega. Diplomáticos occidentales informan de que grupos de mercenarios pasan por el aeropuerto y los hoteles de Jartum.

También es bien sabido que la familia Dagalo del general Hemedti controla desde hace tiempo las minas de oro de Darfur y otros lugares de Sudán, que es el tercer productor africano del metal precioso. Según Andreas Krieg, profesor del King’s College de Londres, “el hecho de que Hemedti tenga acceso a una gran cantidad de riqueza aurífera y a los medios para ponerla en el mercado significa que puede pagar los salarios de una forma que nadie, en el África subsahariana o en el Sahel, puede hacer”.

Las dos milicias sudanesas han engrosado a menudo sus filas ofreciendo a los árabes chadianos el acceso a la ciudadanía sudanesa y a las tierras abandonadas por los no árabes desplazados. Si las FAR se sirve de combatientes mercenarios, significa también que reciben armas de Libia.

El dinero y los combatientes son monedas intercambiables en el mercado político sudanés, y según se dice, Hemedti hace comercio de ambas. “Las FAR son un negocio privado de mercenarios transnacionales”, un comercio “de oro y de brazos armados” que Hemedti amplía constantemente.

¿Puede y como acabará este conflicto?

El conflicto sudanés está alimentando otro sector de actividad. Ex soldados profesionales ofrecen a los extranjeros desesperados, que no han podido entrar en las evacuaciones masivas, ayuda para abandonar el país al precio de hasta 20 000-50 000 dólares.

La sombra de que el país caiga en una nueva guerra civil total, la tercera desde la independencia en 1956, planea sobre Sudán porque no se vislumbra una solución pacífica.

Se habló de elevar en el ejército a Hemedti al rango de al-Burhan para calmar los ánimos. Los islamistas, a los que al-Burhan reincorporó tácticamente a su gobierno, se opusieron y, según Foreign Policy, en un decreto publicado recientemente al-Burhan destituyó a Hemedti y le sustituyó por el antiguo líder rebelde, miembro del Consejo Soberano de al-Bachir, Malik Agar.

Por tanto, hay mucha lena en el fogón. A Hemedti se le considera alineado con Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, mientras que a al-Burhan se le considera aliado de Egipto.

Si ganan las FAS, con la ayuda de la aviación egipcia, asistiríamos al regreso con fuerza del antiguo régimen islamista, con en mente planes de venganza. Si ganan las FAR, mejor equipadas y mejor entrenadas para la guerra urbana, que controlan la mayor parte de la capital, que están mejor establecidas entre la población civil y que controlan el comercio del oro, Sudán quedaría a merced de una guerra civil y de una milicia tribal y familiar. Nadie puede predecir el rumbo que tomaría entonces el país, aunque Hemedti afirme que quiere establecer un régimen civil.

Según Nigrizia, la revista comboniana italiana especializada en África, hay tres posibles llaves de lectura de este conflicto: rivalidades personales, intereses geopolíticos y la sociedad civil.

Primero. Al-Burhan y Hemedti: su alianza en octubre de 2021, fue un matrimonio de conveniencia, diseñado para hacer descarrilar la fase de transición y los dos generales representan dos polos económicos contrapuestos: al-Burhan controla unas 250 empresas vitales para la economía sudanesa; Hemedti controla las minas de oro.

Segundo. Los recursos y la posición geográfica: unas riquezas que convierten a Sudán en país estratégico. Rico en minerales, oro, gas natural y hierro, se encuentra en el centro de los conflictos de intereses de la región, bordeado como está por el Mar Rojo, el Sahel y el Cuerno de África, y ocupa una posición privilegiada para el comercio con los países de África Central y del Norte y con los Estados del Golfo. Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos son grandes inversores en Sudán; Israel mantiene estrechas relaciones diplomáticas con Jartum y Egipto es uno de los principales apoyos de las FAS.

Moscú, por el contrario, tiene un pie en dos estribos: negocia con el gobierno la construcción de una base naval en el Mar Rojo, mientras que su grupo paramilitar Wagner ayuda a Hemedti a extraer oro.

Hay por fin la sociedad civil. Es de una amplitud y profundidad considerables, y ha sido la protagonista de la primera revolución anti islamista y democrática en un país que es musulmán en un 90%, dando origen a las manifestaciones que iniciaron el 19 de diciembre de 2018 y condujeron a la caída de la dictadura de Omar al-Béchir el 11 de abril de 2019. Aunque desarmada, está sin embargo bien organizada y compuesta por ciudadanos -profesionales, mujeres, jóvenes- que reclaman un cambio de régimen y un nuevo orden social.

El deseo de democracia y participación del pueblo se ve hoy sofocado en Sudán por la fuerza de las armas, una página de violencia que se suma a las que siguen ensangrentando el mundo. Por miedo, la voz de la sociedad civil ha permanecido en silencio, pero podría representar una salida: los militares están demostrando una vez más su incapacidad para dirigir Sudán como tantos otros países. Una implícita invitación a buscar en otros esperanza y respuestas.

Foto. Desplazados de Juba, capital de Sudán del Sur

P. José Moschetta: 64 años de sacerdocio

Nos llega desde Costa Rica esta hermosa foto del P. José Moschetta, misionero comboniano que pasó casi 30 años en México, casi todos ellos formando jóvenes seminaristas. Ordenado el 28 de junio de 1959, llegó a México en 1960. A pesar de su delicado estado de salud y de su edad, no ha perdido la sonrisa que siempre le caracterizó. Actualmente está en la sede del postulantado comboniano de San José, en Costa Rica. “Tanti auguri”, padre.

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Sanar al sanador herido

Por: Mons. Christian Carlassare, mccj
Obispo de Rumbek (Sudán del Sur)

En Rumbek, vivimos un tiempo de Pascua muy intenso y celebramos la vida que debemos cultivar cada día. Es bueno poder ver siempre la mano del Señor en lo que vivimos, incluso en las experiencias más difíciles o contradictorias. No estamos llamados a una vida cómoda, acomodada y resignada, sino a testimoniar siempre las razones de la esperanza que llevamos dentro, y la visión de una vida reconciliada con nosotros mismos, con nuestras capacidades y posibilidades, con Dios y la llamada personal que nos tiene reservada y que nadie puede tomar en nuestro lugar; y una vida reconciliada con los demás en el camino que sólo se puede realizar juntos. Nadie sobra. Nadie está equivocado. Pero el reto es exigente: el de hacer brotar en cada uno de nosotros esa vida nueva en Cristo que cambia de perspectiva todo lo que oímos, creemos y hacemos.

La semana pasada, sacerdotes y misioneros de la diócesis nos reunimos en un curso de formación permanente. Éramos treinta personas acompañadas por la hermana Elena Balatti, misionera comboniana desde hace más de veinte años en Sudán del Sur y experta en acompañamiento espiritual, especialmente de personas que han sido víctimas de traumas causados por la violencia y la guerra. Hemos dado un nombre al curso: “Sanar al sanador herido”.

No hace falta ocultarlo, la tentación para nosotros, sacerdotes y misioneros, es querer ser perfectos. No hay nada más equivocado que negar nuestra humanidad y fragilidad. Cuando hacemos esto, nos convertimos en presa fácil de la frustración y el desánimo. Ante toda decepción, hay siempre una gran ilusión. El esfuerzo inútil por parecer perfecto produce un peligroso alejamiento del sacerdote/misionero de la realidad de la gente y de la propia misión a la que está llamado.

Por eso fue muy útil vivir este momento de compartir. Algunos recordaron traumas sufridos en el pasado. Son los mismos traumas de los que tantas personas han sido víctimas. En Europa, no somos conscientes de lo frágil e incierta que es la vida en estos contextos. Otros mencionaron experiencias negativas en la diócesis: intimidación, sospechas, miedo. En algunos casos, las víctimas se convirtieron en parte del sistema, y victimizaron a otros. Hablar de ello fue liberador y, al mismo tiempo, reforzó la comunión y el deseo de estar al servicio de la reconciliación.

Recuerdo un hermoso libro escrito por Henry Nouwen: El sanador herido. Quien quiere ponerse al servicio de los demás no puede presentarse como Superman o Wonder Woman, sino que debe apelar a las heridas de su propio corazón. Sólo así podrá acercarse a los demás de verdad, comprenderlos en profundidad y hacer causa común con ellos. En efecto, no se puede levantar a un niño del barro en el que ha caído sin ensuciarse a su vez.

Así, la vida cobra sentido cuando somos conscientes de que nos necesitamos mutuamente. Cuando comprendemos que nuestras heridas no nos convierten en discapacitados, sino en capaces de caminar a través de ellas para tener compasión del otro que está más herido que yo y que busca curación. Desde el curso comprendimos que nuestras heridas son caminos para alcanzar el verdadero sentido de nuestra vida y misión. Sólo reconociendo nuestra propia necesidad podemos reconocer la necesidad del otro y empezar a cuidar de él.

Al final del curso, escribí unos versos que me permiten comprender cómo cada logro tiene un fundamento a menudo oculto que es el resultado de un compromiso humilde y continuo:

Sin humildad, no hay verdad.
Sin verdad, no hay perdón.
Sin perdón, no hay curación interior.
Sin curación, no hay justicia.
Sin justicia, no hay reconciliación.
Sin reconciliación, no hay paz.

Y es por la paz por lo que siempre rezamos, en primer lugar en nuestros corazones, como hacemos en Sudán del Sur. Y os pido que os unáis a nuestra oración para que la comunidad cristiana sea testigo y contribuya a construir una sociedad más fraterna y pacífica.

“Recuperemos y acrecentemos el fervor y la alegría de evangelizar, incluso cuando es necesario sembrar entre lágrimas… Que el mundo de nuestro tiempo reciba la Buena Noticia no de evangelizadores tristes y desanimados, impacientes y ansiosos, sino de servidores del Evangelio cuyas vidas irradian fervor, que han recibido primero en ellas la alegría de Cristo.” (Papa Francisco en Evangelii Gaudium, nº 10)

+ Christian Carlassare, mccj
Obispo de Rumbek (Sudán del Sur)

Rumbek, 22 de junio de 2023