Archives agosto 2024

Domingo XXII ordinario. Año B

Este pueblo me honra con los labios

Año B – Tiempo Ordinario – 22º domingo
Marcos 7,1-23: Del corazón salen los propósitos de mal

“Los fariseos y algunos maestros de la Ley llegados de Jerusalén se reunieron con Jesús y observaron que algunos de sus discípulos comían los alimentos con las manos impuras, es decir, sin lavárselas. Es que los fariseos, y los judíos en general, no comen sin antes lavarse cuidadosamente las manos, aferrándose a la tradición de los antepasados, ni comen lo que traen del mercado sin antes purificarlo. Y también se aferran por tradición a otras muchas costumbres como la purificación de vasos, jarros y ollas.

Por esto los fariseos y maestros de la Ley preguntaron a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no siguen la tradición de los antepasados y comen los alimentos sin purificarse las manos?” Jesús les respondió: “Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, tal como afirman las Escrituras: Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me dan culto, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos. Dejan de lado el mandamiento de Dios por aferrarse a la tradición de los hombres”.

Escúchenme todos y entiendan. No hay nada afuera del hombre que, al entrar en él, pueda hacerlo impuro; lo que lo hace impuro es lo que sale de él… Porque del interior, del corazón de los hombres, salen las malas intenciones, lujuria, robos, asesinatos, adulterios, codicias, maldades, engaño, desenfreno, envidia, blasfemia, arrogancia, insensatez. Todas esas maldades salen del interior del hombre y lo hacen impuro”. (Marcos 7, 1-8, 14-15, 21-23)

Los escribas y fariseos de Jerusalén eran seguramente considerados los más importantes y los que ocupaban los principales lugares en la comunidad religiosa judía. En contra de ellos Jesús había puesto en evidencia las contradicciones en que vivían y el mal ejemplo que daban. En lugar de ser pastores buenos que guiaran a la comunidad al encuentro con Dios a través de la observancia de la Ley, ellos habían creado toda una serie de normas y de costumbres imposibles de cumplir para poder vivir una verdadera relación con Dios.

El gran reproche de Jesús contra estos grupos encargados del Templo de Jerusalén era la vida doble que habían adoptado dando un mal ejemplo y en muchos casos siendo motivo de escándalo para quienes querían vivir auténticamente su fe.

El malestar que producía el comportamiento de los escribas y fariseos procedía de la incoherencia en que vivían y presentaban su experiencia religiosa. Dicen honrar a Dios con la boca, pero tienen el corazón lejos de él.

Por esta razón, Jesús les echa en cara su hipocresía pues eran muy hábiles, muy listos, para pronunciar bellos discursos y hablar en nombre de Dios, pero luego su estilo de vida no era para nada coherente con lo que predicaban. Siendo los calificados conocedores de la Ley habían acabado sustituyéndola con sus tradiciones. No les importaba cumplir la voluntad de Dios y buscaban sus intereses personales.

En ese contexto, los escribas y fariseos venidos desde Jerusalén pretendían poner a prueba a Jesús y a sus discípulos reprochándoles el no observar las normas de purificación para poder acercarse a las cosas de Dios. Para ellos lo exterior y lo superficial se había convertido en lo principal y prioritario.

El problema era poder marcar los límites entre lo puro y lo impuro, lo permitido y lo prohibido, lo aceptable y lo inaceptable en lo que se refería a la práctica religiosa.

Les importaba establecer claramente sus normas y costumbres y ya no tanto lo que estaba escrito en la Ley que Dios les había dado a través de Moisés.

El culto y sus celebraciones se habían convertido en algo puramente ritual, vacío de contenido en donde lo importante era lo aparente y no lo profundo, lo esencial. Lo importante eran los sacrificios y las ofrendas puestas sobre el altar, sin que eso tuviera un efecto inmediato en sus vidas.

Jesús explica con claridad que lo importante en la relación con Dios no está tanto en lo que se pueda o no hacer o lo que se pueda ofrecer. Lo importante es lo que brota del corazón, lo que lleva a la entrega personal, a la donación de sí mismos.

De nada sirve llegar hasta el altar con bellas ofrendas si el corazón está cargado de experiencias y realidades que manifiestan lejanía del camino propuesto por el Señor.

De nada sirve vivir apostándole a la apariencia, el cumplir con todas las normas, tradiciones y costumbres si el corazón se mantiene alejado del amor verdadero que implica entrega y sacrificio de nosotros mismos.

Jesús recuerda, y nos recuerda también a nosotros, que no hay nada en este mundo que pueda llevarnos a vivir alejados de él. No es lo que nos llega de fuera lo que nos puede bloquear el camino hacia la santidad.

Es lo que sale de nuestro corazón, lo que, por nuestra falta de fe, de entrega, de confianza y de abandono en el Señor dejamos que se convierta en guía para nuestros pasos y acabamos apostándole a lo que nos esclaviza y nos impide vivir en plenitud.

Muchas veces, con cierta facilidad, consideramos que Dios es el autor de los males y del sufrimiento que vemos tan cerca de nosotros y nos preguntamos ¿en dónde está Dios y por qué permite tanto dolor y sufrimiento?

Descargamos fácilmente la responsabilidad que nos corresponde en el mal que provocamos cuando dejamos que de nuestro corazón desordenadamente intenta crear un mundo en donde Dios no está presente o en donde lo queremos ausente y nos negamos la posibilidad de vivir una sana relación con él y con los demás.

Este pequeño texto del Evangelio nos lleva sabiamente a entender mejor que lo importante en nuestras vidas no está en ser impecables observantes de las leyes que nos rigen en la comunidad, sino lo importante está en cultivar dentro de nosotros un corazón en donde brote la bondad, la caridad, la fe y todos los valores que Jesús nos ha enseñado con el ejemplo de su vida.

Se trata de una palabra que nos invita a la coherencia y a la honestidad con nosotros mismos, aceptando vivir haciendo el esfuerzo para que nuestras palabras y nuestras obras correspondan y nos permitan vivir en la verdad.

Es una palabra que nos cuestiona y nos ayuda a entender que no es suficiente vivir nuestra práctica religiosa como algo que cumplimos, por costumbre, porque así hemos hecho toda la vida.

Es una invitación que nos provoca para que no nos quedemos atrapados en nuestras viejas tradiciones y que nos demos cuenta de que la fe es ante todo un compromiso que nos mueve a dar razón de nuestras creencias a través de los ejemplos de vida que podemos dar.

No se trata de rechazar nuestras sanas tradiciones, sino de ubicarnos en ellas recuperando los muchos valores que nos han heredado tantos hermanos nuestros que han vivido como auténticos cristianos llevando una vida fiel al evangelio vivido en los detalles más ordinarios del caminar cotidiano. Pidamos al Señor la gracia de honrarlo más con el corazón y menos con los labios.

P. Enrique Sánchez G., mccj


La ecología del corazón

Después de cinco domingos en los que hemos leído el capítulo sexto del evangelio de San Juan, hoy retomamos el recorrido de San Marcos, desde el capítulo séptimo en adelante. El pasaje del evangelio ha sido un poco fragmentado para hacerlo más breve. Sería conveniente tener en cuenta el texto completo (7,1-23).

Podríamos decir que el tema central que emerge de las lecturas es la Palabra de Dios. Esta Palabra nos ha generado, ha sido plantada en nosotros y, acogida con docilidad, está destinada a dar fruto, dice Santiago en la segunda lectura (St 1). Pero, ¿qué relación hay entre la Palabra y las “leyes y normas” de las que habla Moisés en la primera lectura (Dt 4), y las tradiciones de las que los fariseos y escribas se hacen defensores? Jesús responde a esta cuestión en el pasaje del evangelio de hoy.

Una delegación de fariseos y escribas había sido enviada desde Jerusalén para controlar la ortodoxia de este Jesús Nazareno, que se había hecho famoso y que muchos consideraban un profeta (Mc 6,14-15). Estos ven que algunos de sus discípulos comen con “manos impuras”, es decir, no lavadas, se escandalizan e interrogan a Jesús al respecto. Jesús los reprende llamándolos hipócritas, citando al profeta Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí”. Cuidan lo exterior, pero descuidan lo interior. Sí, tienen las manos puras, pero el corazón impuro. Jesús concluye su denuncia profética afirmando: “Anulan la palabra de Dios con su tradición” (v. 13).

Puntos de reflexión:

1. La conversión de la mirada. La cuestión de la pureza ritual era muy sentida en el tiempo de Jesús. Grupos “puritanos” habían adoptado ciertas normas que solo concernían a los sacerdotes. En sí, la intención era hacer presente a Dios en cada mínima acción cotidiana. Pero, en la raíz de esta mentalidad, había una visión distorsionada de la realidad, dividida entre personas y cosas puras e impuras, entre sagrado y profano, dos mundos incomunicables.
Jesús vino a derribar este muro de separación. Él restaura la mirada de Dios sobre la creación: “Y Dios vio que era bueno” (Gn 1). Esta mentalidad de dividir el mundo en dos no ha desaparecido. Es más, se podría decir que está muy vigente. Se manifiesta en nuestro lenguaje (“nosotros” y “ellos”), en la división entre buenos y malos, en la desconfianza hacia lo diferente, en las barreras que erigimos en nuestras relaciones, en las fronteras entre los pueblos… El Señor nos invita a la conversión de nuestra mirada para reconocer lo bello y lo bueno sembrado en todas partes por su Espíritu.

2. La Palabra viva se encarna en la palabra transitoria. ¿Qué relación hay entre la Palabra de Dios y las “leyes y normas” de las que habla Moisés en la primera lectura, a las que no se debe “añadir ni quitar nada”? Se trata de una cuestión siempre actual: la relación entre Palabra y tradición, entre lo que es esencial y lo que es secundario, entre lo que es perenne y lo que es transitorio. “La Palabra del Señor permanece para siempre” (1P 1,25). La Palabra divina es inmutable, pero también es una realidad viva (Hb 4,12) que se encarna en una palabra humana pasajera. La escritura es un modo de captar la palabra humana, efímera, y darle cierta estabilidad, poniéndola por escrito, para no perderla. Se trata de una operación que en informática se dice “guardar” (to save).
Pero la cultura, la mentalidad, la sensibilidad y el lenguaje cambian, según los tiempos, los espacios y las culturas. Para hacerla accesible, legible y comprensible, es decir, actual, hay que “convertirla” (to convert) en una forma y lenguaje actualizados. ¿Cómo hacerlo y con qué criterios? “La caridad es el único criterio según el cual todo debe hacerse o no hacerse, cambiarse o no cambiarse”, dice el beato Isaac de la Estrella (abad cisterciense del siglo XII).

3. La ecología del corazón. Jesús nos invita a cuidar el corazón, es decir, nuestra interioridad, de donde provienen todas las impurezas. Jesús enumera doce, un número simbólico para indicar la totalidad. Si el corazón está contaminado, deseos, pensamientos, palabras y acciones resultarán contaminados. Hoy somos particularmente sensibles a la contaminación del ambiente y a la polución del planeta. Se necesitaría una atención similar a nuestro “planeta” interior.
La ecología del corazón, es decir, el cuidar de nuestro mundo interior, implica, antes que nada, cultivar la conciencia para reconocer las ideas y emociones tóxicas que pueden contaminar nuestro corazón, como el orgullo, la ira, la envidia, los celos… Sin la debida atención, nuestro corazón puede convertirse en un “vertedero de impurezas”, nuestras y ajenas. El recurso regular al sacramento de la penitencia nos ayuda a liberarnos de estas impurezas. Pero no basta con despejar el corazón. Hay que convertirlo en un jardín. El Jardinero es el Espíritu que, especialmente en la escucha de la Palabra y en la oración, siembra y hace germinar en nosotros las semillas de todo bien. Solo así podemos tener las “manos inocentes y corazón puro” de los que habla el salmista (Sal 24,4).

P. Manuel João Pereira Correia, mccj

Otros comentarios: comboni2000.org

Asamblea Continental de Hermanos Combonianos en África

La Asamblea Continental de los Hermanos Misioneros Combonianos se llevó a cabo en Nairobi, Kenia. La reunión contó con la presencia del Hermano Alberto Lamana, consejero general, y del Padre John Baptist Opargiw, superior provincial de Sudáfrica.

Por: Hno. Raúl Cervantes
Con información de: New People Media Centre

Del 27 al 30 de agosto se celebró en Nairobi, la capital de Kenia, la Asamblea Continental de Hermanos que trabajan en el continente africano. La Asamblea contó con la presencia del Hno. Alberto Lamana, Asistente General de los Misioneros Combonianos y responsable de acompañar el trabajo y el servicio de todos los Hermanos del Instituto.

La formación de los Hermanos, la sostenibilidad del trabajo en la misión, su impacto dentro del Instituto o la especificidad del trabajo profesional que los Hermanos realizan en la misión son algunos de los temas que se trataron. En la Asamblea se encuentran Hermanos que trabajan en diversos campos profesionales, como la sanidad, la formación profesional, el diálogo interreligioso, la formación de jóvenes, Justicia y Paz, etc. Entre ellos están los mexicanos Juan Carlos Salgado, médico, que trabaja en el hospital Saint Michel de Donomanga, en Chad, y el Hno. Andrés Gaspar, enfermero, que trabaja en el hospital de Mapuordit, en Sudán del Sur (Abajo, las dos primeras fotografías).

Los Misioneros Combonianos se encuentran presentes en 17 países del continente africano. Aproximadamente 75 Hermanos de todo el mundo misionan ahí, con excepción de Egipto, Sudán y Eritrea. Aunque no todos, esta semana se han reunido para compartir ideas, proyectos, enfoques y retos que viven día a día en las distintas realidades que tiene África.

El primer día, 27 de agosto, el Hermano Dzinekou Yawovi Jonas, director del Institute for Social Transformation, presentó el «enfoque de innovación social» de la Universidad Tangaza en Nairobi, el cual «ofrece un marco para abordar los desafíos actuales, haciendo hincapié en el diseño de enfoques prácticos a los problemas contemporáneos. Así, ayuda a asegurar que el trabajo de la misión sea relevante y tenga impacto en nuestro mundo en constante evolución». Ese mismo día, el superior provincial de Sudáfrica, el padre John Baptist Opargiw, alentó a los Hermanos a ser personas que aprecien el trabajo en equipo y la colaboración.

El día 28 las actividades giraron en torno a tres puntos: formación de los Hermanos, vida comunitaria e informes de las provincias y delegaciones del África francófona y la anglófona. En este segundo día se continuó con la presentación del Hermano Christophe Yata sobre la sostenibilidad en el trabajo de la misión, sumado a diálogos grupales que tenían como objetivo explorar estrategias prácticas y soluciones para garantizar la viabilidad a largo plazo y el impacto dentro de la familia comboniana.

Finalmente, el 30 de agosto, el Hermano Alberto Lamana, Asistente General,  expuso la situación de los Hermanos en el Instituto y cómo «la disminución en el número puede afectar la dinámica social dentro de nuestra congregación», así como no olvidar que «la misión nunca puede ser usada como un instrumento para hacer la Iglesia más grande, sino para hacer visible el Reino de Dios».

Misioneros Combonianos: el reto de formar a las nuevas generaciones

Por: P. José de Jesús VILLASEÑOR, mccj
Desde: Roma, Italia
Fotos: MISIONEROS COMBONIANO
S

El padre José de Jesús Villaseñor, misionero comboniano mexicano, es actualmente el Secretario General de la Formación del Instituto de los Misioneros Combonianos. Desde Roma nos envía este informe sobre la situación y los retos de la formación de las nuevas generaciones en nuestro Instituto, que está experimentando un auge vocacional, tanto en cantidad como en diversidad.
Votos de novicios combonianos en Chad

San Daniel Comboni consideraba la formación, es decir, la elección (sabia) y preparación de los jóvenes para la misión, como «la primera y más importante misión del instituto», y así lo escribe en las Reglas de 1871. Para Comboni, las Reglas deben inspirar una adhesión libre y generosa, fomentando la capacidad del individuo de «regularse» de manera coherente con los principios, en la diversidad de situaciones en las que se ejerce la actividad misionera.

La Iglesia, con el magisterio del papa Francisco a través de la publicación de la nueva Ratio sobre la formación, ha precisado la importancia de que sea integral y misionera: Ésta, «debe presentarse como única, integral, comunitaria y misionera». La formación debe ser entendida en una visión integral, que tenga en cuenta las cuatro dimensiones propuestas por Pastores dabo vobis que, en conjunto, conforman y estructuran la identidad del comboniano y lo hacen capaz de ese don de sí mismo a la Iglesia.

Los Combonianos consideramos una prioridad el servicio en el campo de la iniciación de nuestros misioneros, esto significa un gran compromiso de personal y recursos económicos. Además, revela la importancia y la consideración que tenemos por la formación, convencidos de que de la educación cualificada de nuestros miembros depende de la renovación de todos los que integramos hoy el Instituto. Y por ello nos comprometemos a asegurar una sólida y eficaz instrucción de los jóvenes que quieren ser misioneros.

Combonianos neoprofesos del continente americano

Hace unos años, para mantener dicha unidad, el Instituto, revisó y actualizó la Ratio Studiorum, un documento que presenta el proyecto global de formación en sus tres etapas: promoción vocacional, iniciación básica y preparación permanente.

El camino recorrido nos ha hecho experimentar los buenos frutos que reconocemos con humildad y gratitud al Señor. Estos signos de vida son expresión de la vitalidad del carisma y del testimonio creíble y silencioso de muchos hermanos nuestros. Entre estas señales de vida podemos mencionar: el aumento de las vocaciones en África y América Latina, la asunción y la implementación del «Modelo Educativo de Integración», el cuidado de la preparación de los formadores en todas las etapas, reconocer y vivir la riqueza de la internacionalidad y la interculturalidad, el compromiso discreto, paciente y generoso de muchos hermanos en este servicio, la misión como punto central que guía la preparación de los jóvenes que acompañamos, la valoración de los encuentros y asambleas de los educadores en los distintos niveles, la disponibilidad de muchos hermanos para llevar a cabo este delicado servicio por el bien de la misión y de la Iglesia, la atención para tener estructuras formativas adecuadas y mejorarlas en vista de responder a las necesidades de los jóvenes y a los desafíos que hoy se nos presentan.

Situación actual

En estos tiempos de cambio, acompañando a nuestros jóvenes con una actitud de escucha activa sin recetas prefabricadas o dando respuestas preconfeccionadas, y liberándonos de esquemas rígidos, descubrimos las maravillas de las que son capaces los jóvenes de hoy. Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Cómo son ellos? ¿En qué contexto sociocultural y teológico evolucionan actualmente?

Una mirada serena y atenta a la sociedad permite conocer e identificar la situación real en la que vive la juventud. Sólo así podremos valorar y alimentar las semillas de bien sembradas en sus corazones, considerados «tierras sagradas», portadores de la semilla de la vida divina y ante los que debemos «descalzarnos» para «poder acercarnos y profundizar en el Misterio» (Christus vivit, 67).

Desde el punto de vista demográfico, en algunos países hay muchos jóvenes. Este hecho explica bien el elevado número de vocaciones, mientras que otras naciones de antigua tradición cristiana tienen una natalidad muy baja y pocas vocaciones. Con esta situación, el Instituto experimenta una nueva geografía vocacional. Estamos llamados a tomar en serio este cambio como una oportunidad de crecimiento y una verdadera expresión de la vitalidad del carisma comboniano.

Votos en Filipinas

Por otro lado, vemos que «muchos jóvenes viven en contextos de guerra y padecen la violencia en una innumerable variedad de formas: secuestros, extorsiones, crimen organizado, trata de seres humanos, esclavitud y explotación sexual, estupros de guerra, etcétera. A causa de su fe, a otros muchachos les cuesta encontrar un lugar en sus sociedades y son víctimas de persecuciones, e incluso la muerte. Son muchos los chicos que, por constricción o falta de alternativas, viven perpetrando delitos y violencias: niños soldados, bandas armadas y criminales, tráfico de droga, terrorismo, etcétera. Esta violencia trunca muchas vidas juveniles. Abusos y adicciones, así como violencia y comportamientos negativos son algunas de las razones que los llevan a la cárcel, con una especial incidencia en algunos grupos étnicos y sociales» (Christus vivit 72).

Muchos jóvenes son ideologizados, utilizados como fuerza para destruir, intimidar o ridiculizar a otros. Y lo peor es que muchos se transforman en sujetos individualistas, enemigos y desconfiados de todos, por lo que se convierten en presa fácil de las propuestas deshumanizadoras y los planes destructivos elaborados por los grupos políticos o los poderes económicos. Más numerosos aún son los que sufren formas de marginación y exclusión social, por motivos religiosos, étnicos o económicos. Recordemos la situación de las adolescentes embarazadas y la «lacra del aborto», así como la propagación del Vih/Sida, las diversas formas de adicción (drogas, juego, pornografía, alcoholismo, etcétera).

Ordenación sacerdotal en Chad

Estas situaciones los hieren y dificultan su camino de formación y conversión a las exigencias de la vida misionera, que consisten en «salir de sí mismos para ir con Cristo hacia el Padre y hacia los demás, abrazando la llamada religiosa, misionera o sacerdotal, comprometiéndose a colaborar con el Espíritu Santo en la realización de la síntesis interior, que consiste en integrar, de forma serena y creativa, las cualidades y los defectos personales, los talentos y las limitaciones, las debilidades y las fortalezas».

Ante esta realidad de fragilidad, el Instituto cree que es necesario un camino de discernimiento. Esto significa utilizar medios como la oración, la reflexión personal y comunitaria y la lectura sapiencial para apreciar, seleccionar y verificar lo que realmente es importante para la vida misionera. Hoy, la vida ofrece enormes posibilidades de acciones y distracciones que el mundo les presenta como luces, y que los llevan a la mundanidad, a resistir al proceso de crecimiento y conversión, a permanecer rígidos y a rechazar todo cambio. Los jóvenes están expuestos a una profunda superficialidad que se manifiesta en un zapping constante. El verdadero discernimiento debe superar las tendencias del momento. El escrutinio es necesario cuando se trata de captar la novedad de Dios que aparece en nuestras vidas o la falsedad de las propuestas del espíritu del mundo (cf Gaudete et Exultate 166-168).

Somos libres, pero esta libertad en Cristo nos llama a examinar lo que hay en nuestro interior: sueños, deseos, ansiedades, miedos, aspiraciones… pero también lo que ocurre a nuestro alrededor para reconocer los caminos de la plena libertad: «examínenlo todo y quédense con lo bueno» (1Tes 5,21). El proceso de formación comboniana se cumple cuando toca el corazón del candidato para transformar sus pensamientos y actitudes de manera que se fortalezca esa parresía para la evangelización (cf Gaudete et Exsultate 132-133).

¿Dónde estamos?
Votos religiosos en Chad

Mirando la realidad de nuestra formación comboniana hoy, descubrimos luces y aspectos significativos que nos dan esperanza para el futuro. Nuestra preparación nos hace experimentar la transición de ser un Instituto puramente europeo a uno más internacional e intercultural. Esta dimensión de internacionalidad a nivel de la formación comboniana se manifiesta en la composición de los equipos formativos, en los escolasticados internacionales. Esta catolicidad e internacionalidad se expresan en la interculturalidad, asumiendo la diferencia y viviéndola no como un obstáculo, sino como una riqueza y un reto adicional para el futuro. El proceso formativo nos lleva a convertirnos en personas comunitarias, a construir una comunidad de encuentro que haga emerger la belleza de la unidad en Cristo Jesús, el Maestro que nos llama, asimismo, fortalece la identidad carismática del comboniano.

Por otra parte, somos conscientes de la nueva geografía de las vocaciones, fruto de la vitalidad carismática y del testimonio de tantos hermanos y de la estima de la Iglesia local. Las vocaciones son dones de Dios para el Instituto, confiados a la responsabilidad de todos. Sentimos la necesidad de cuidar la formación, el acompañamiento y el discernimiento para ofrecer auténticas vocaciones a la misión. El boom vocacional que vivimos hoy en día es una buena oportunidad para hacer una buena selección de candidatos capaces de parresia para la misión del Instituto.

Ordenación diaconal en México

Nos preocupa que la sociedad moderna genera una «frágil generación de jóvenes». Algunos llaman a nuestra puerta y expresan su deseo de ser misioneros. El Instituto los acompaña con sus potencialidades y fragilidades para que puedan hacer un camino de crecimiento, madurez y libertad interior para la misión.

El Instituto está compuesto por sacerdotes y hermanos. Mientras que la formación de los candidatos al sacerdocio es clara y se renueva de vez en cuando por parte de la Iglesia, la preparación de Hermano necesita ser revisada, especialmente los programas de estudio en los Centros Internacionales para Hermanos. Además del Social Transformation, es necesario diversificar sus estudios con el fin de mejorar su profesionalidad y capacitarlos para dar un servicio de calidad a la misión.

Muchas provincias han expresado el deseo de tener pequeñas estructuras formativas con vistas a una educación más insertada en una realidad pastoral significativa. El aumento considerable del número de candidatos, que ya están en el camino de preparación comboniana, requiere una gran inversión en personal y un coste financiero significativo. En la actualidad, muchas provincias tienen dificultad para cubrir los gastos formativos con sus propios recursos.

Por otra parte, la formación permanente es una dimensión importante que tiene que ver con el crecimiento personal. En las comunidades y circunscripciones, la oración personal, los retiros, los consejos comunitarios, el acompañamiento espiritual y los ejercicios espirituales anuales son medios que han ayudado para crecer en fidelidad a la misión. 

El camino sinodal nos permite «cuidar» más de las personas, de los hermanos y de las comunidades en fidelidad a la vocación misionera comboniana. Dicho cuidado implica que cada persona viva en una sincera disponibilidad de «docibilitas» para crecer en su relación con el Señor, consigo mismo, con los demás y con la creación, y sitúa a la comunidad como lugar permanente de camino, fraternidad, anuncio y testimonio.

Ordenación diaconal en México

Por su parte, las especializaciones son un servicio cualificado para la misión de quienes tienen la capacidad, la madurez y la disposición adecuada, con una experiencia válida de misión. Hay que potenciar algunos campos como son: Justicia, Paz e Integridad de la Creación; Nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación; Atención a los mayores, Economía y Administración, el Islam, Derecho Canónico y Civil.

Retos

La vida espiritual es lo que sostiene nuestra vocación misionera. Estamos convencidos de que sin esta experiencia de Dios que ama y transforma, no hay vida religiosa misionera. El encuentro con Jesús y la experiencia comboniana se dan a través de la vida comunitaria en fraternidad, internacionalidad, interculturalidad, respeto y apertura a las diferencias, la vivencia de los consejos evangélicos y la pasión por los más pobres: todo ello enriquece la vida espiritual.

Otro reto es la recualificación de la promoción vocacional, de manera especial a través de la elección y formación de los hermanos llamados a realizar este importante servicio para el futuro del Instituto.

Los medios de comunicación son un área importante en la vida de las personas, especialmente de los jóvenes. Estamos llamados a reflexionar y a encontrar la manera para que estos medios nos ayuden a crecer humana y espiritualmente, a dar a conocer nuestra misión y nuestras actividades, y que éstas no sólo sean un medio de uso personal que nos encierran en nosotros mismos.

La justicia, paz y cuidado de la creación también son retos que deben estar presentes en el proceso formativo, que va más allá de una propuesta de camino de fe.

Hay situaciones en las que, debido al contexto cultural y social, la realidad de los jóvenes presenta aspectos importantes que merecen una atención especial, como los mayores de 35 años que llegan con una profesión y experiencia laboral, y desean ser misioneros.

Las vocaciones son la riqueza y el futuro del Instituto y de la misión. Ahora estamos viviendo una nueva situación, en la que las provincias que tienen muchas vocaciones no pueden soportar los costes de la formación. Sentimos la necesidad de iniciar un proceso de sostenibilidad para asegurar la preparación de sus candidatos.

Por último, se necesita preparar y acompañar a los animadores de la formación permanente, para que estén preparados y realicen su servicio ofreciendo a los hermanos y a las comunidades un plan en sintonía con lo que el Instituto propone, así como promover la «cultura del cuidado» sugerida por el Papa, vinculándola también al cuidado de los hermanos mayores y enfermos, como contribución cualificada que son para todo el Instituto.

Vocaciones según los continentes
SubcontinenteAspirantesPostulantesNoviciosHermanosEscolásticosTotal
África Anglófona y Mozambique15513749982432
África Francófona1317833486332
América/Asia17321812694
Europa2   13
Total30524710014195861
Fuente: MCCJ, Secretariado General de la Formación

La Misión continúa

La vocación se define como servicio a los demás, sobre todo a los más pobres, según el Evangelio de Cristo. La Palabra es el lugar del encuentro con Dios, desde donde Él sigue invitando a los jóvenes a colaborar con el anuncio de su amor misericordioso.

Por: Esc. Yonatan Patiño, mccj

Me encuentro en una etapa formativa en donde Cristo me invita a responder y a vivir con mayor responsabilidad y compromiso mi vocación misionera. Aún como seminarista, sigo enriqueciendo mi formación con experiencias muy valiosas que me han marcado ahora y durante etapas anteriores, y que me preparan para ejercer un ministerio de amor.

Las etapas que ya concluí son: seminario menor, propedéutico, postulantado y noviciado. Además, en cada una ha crecido mi vocación, gracias a la Palabra y al mensaje de Jesús que, en el pasado y presente, han tenido la misma esencia y fundamento: el amor.

Ahora bien, desde mi experiencia, puedo decir que para el joven que vive el amor de Dios, la misión se convierte en un espacio para escuchar a los demás.

Al preguntarme: ¿qué llamado estoy viviendo, el mío o del pueblo? Es claro, el Padre me responde que mi vocación se orienta a la misión de anunciar el amor de Jesús a su pueblo, en especial a «los más pobres y abandonados», como diría nuestro fundador san Daniel Comboni.

Como joven misionero re-conozco cómo Dios me llama a vivir la alegría del amor. En este sentido, las experiencias misioneras se convierten en un espacio de discernimiento para mi vocación, entendida como un proceso de diálogo con el Señor para seguir optando por su estilo de vida. En esta relación personal con Dios voy comprendiendo que Él camina conmigo y me da luces para continuar en la vida religiosa misionera y culminar con la ordenación sacerdotal, por mencionar dos cuestiones elementales en mi llamado.

La realidad, iluminada por el Padre, es la ventana para atender su voluntad desde cualquier estado de vida, desde algún oficio que se desempeñe para llevar el pan a la mesa, hasta alguna otra misión apostólica.

El proyecto de Dios entraña la misión de dar a conocer su amor a cada hombre y mujer, y que pone en el corazón de toda misión al amor y atención al prójimo; así, el servicio se convierte en el medio para escuchar el llamado que nos conduce a experimentar a Dios en la alegría de nuestro corazón.

En pleno siglo XXI, la misión necesita vocaciones que «se jueguen el todo por el todo» por Cristo y que deseen llevar la Buena Nueva a quienes aún no la conocen. Por ello, nuestra Iglesia necesita de manos jóvenes que tengan la inquietud de colaborar y que vivan la alegría del amor. Asimismo, requiere de muchachos que, al optar por la vida consagrada, compartan el mensaje y vida de fe en tierras de misión; ahí donde hay tantos que esperan una palabra de esperanza, una luz que guíe su camino y su vida.
Por tanto, estimado lector, si en tus manos está la idea de ser misionero y sientes que Jesús te invita a ser mensajero del Evangelio, no temas. Sé valiente y responde al llamado que Dios te hace. Recuerda: «la cosecha es abundante, pero los trabajadores son pocos» (cf Mt 9,37) y tú puedes ser uno de ellos. Así podrás continuar su misión aquí en la tierra: dar testimonio del amor que nos dejó, liberando a tantos de toda esclavitud.

Domingo XXI ordinario. Año B

¿También ustedes quieren irse?

Año B – Tiempo Ordinario – 21º domingo
Juan 6,60-69: “¿También ustedes quieren irse?”

“Muchos discípulos de Jesús que lo habían oído decían: “¡Es dura esta enseñanza! ¿Quién puede aceptarla?”. Dándose cuenta de que sus discípulos murmuraban, Jesús les preguntó: “¿Esto los escandaliza? Entonces, ¿qué sucederá cuando vean al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes? El Espíritu es el que da vida la carne de nada ayuda. Las palabras que les he dicho son espíritu y vida. Pero hay algunos entre ustedes que se niegan a creer”. Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y añadió: ”Por esto les he dicho que nadie puede venir a mí si no se lo concede el Padre”.

Desde ese momento, muchos de sus discípulos lo abandonaron y no andaban más con él. Entonces Jesús preguntó a los Doce: “¿También ustedes quieren irse?”. Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién iremos? ¡Tú tienes palabras de vida eterna! Nosotros hemos creído y reconocido que tú eres el Santo de Dios”.

Parece que la historia de nuestra relación con Dios se repite siempre. En el Antiguo Testamento Josue interpeló al pueblo de Israel llamándolo a dar una respuesta a la pregunta si querían estar con el Señor o preferían irse a adorar a los ídolos que iban encontrando en su camino a la tierra prometida.

En aquella ocasión la respuesta fue el reconocimiento de Dios como el Señor de Israel, quien los había sacado de la esclavitud y les había permitido tomar posesión de la tierra que hacía de ellos un pueblo, el pueblo de Dios.

En el texto del Evangelio, muchos discípulos se fueron alejando de Jesús, porque les parecía que su propuesta era demasiado exigente. Era una dura enseñanza que seguramente implicaba un estilo de vida distinto a lo que estaban acostumbrados.

Quienes empezaban a conocer a Jesús de cerca se iban dando cuenta de que su enseñanza no era una simple adaptación de la ley o la atenuación o relajamiento de algunas de las costumbres y tradiciones que se habían consolidado en la experiencia religiosa de su tiempo.

El anuncio de la llegada del Reino, como la novedad traída por Jesús, implicaba un cambio radical de vida en donde lo más importante no era agradar y complacer a Dios, sino vivir de Dios poniéndolo en el centro de la vida.

La enseñanza de Jesús se iba haciendo clara, sobre todo, a través del ejemplo de su vida, de la coherencia entre lo que decía y lo que vivía, del amor por su Padre que se traducía en amor por los hermanos.

Jesús hablaba con su vida y actuaba en fidelidad y consecuencia a cada una de sus palabras.

Jesús era una persona sin doblez en la cual se manifestaba, sin necesidad de muchas explicaciones, la presencia de Dios en él. Y su testimonio se convertía en invitación a seguir sus pasos para compartir con él la vida.

Hoy, esa historia se convierte en nuestra historia y Jesús nos hace la misma pregunta que hizo a sus discípulos. ¿También ustedes quieren irse? ¿También a ustedes les parece demasiado dura esta enseñanza?

Para muchos de nuestros contemporáneos parece que la respuesta es afirmativa.

Vemos a muchas personas que iniciaron su vida como discípulos de Jesús, pero poco a poco se han ido enfriando y han ido dejando que su corazón se apoderara o se llenara de otros intereses.

Jesús empezó a ser incómodo porque nos pide tiempo para estar con él, porque nos invita a organizar nuestra vida poniendo como cimientos los valores del evangelio, porque nos pone el ejemplo con su entrega y dedicación a los más necesitados, porque no se echa para atrás ante el sacrificio y la donación de sí mismo, de su vida, para que otros tengan vida.

Hay muchas personas que se alejan de la Iglesia y de Jesús porque les parece que se les exige vivir una moral y una coherencia de vida que desentona con lo que propone nuestra sociedad actual. Es demasiado y ¿por qué habría que renunciar a la comodidad y al confort que hemos logrado?

Por otra parte, es triste ver cuántos jóvenes hoy, después de haber cumplido con los sacramentos de la iniciación, se quedan a la entrada de su experiencia de fe porque en las universidades les cambiaron el chip y les hicieron creer que la fe es algo que ha quedado en el pasado.

Hay muchos cristianos, y entre ellos seguramente también algunos de nosotros, que en el momento de dar prueba de nuestra confianza en el Señor nos hemos acobardado y preferimos ser discípulos desde la retaguardia, en donde no estemos muy expuestos y en donde no se nos pidan muchos sacrificios.

Preferimos ser los discípulos que aparecen sólo en las grandes ocasiones o que marcar presencia en bodas, quince años o en algunos funerales.

Hay discípulos que están, sin estar verdaderamente, que se han acercado al Señor, pero que no se han atrevido a quedarse porque resulta más confortable acomodarse a un mundo en donde cada uno va creando y respondiendo a sus necesidades.

Son los discípulos que se van sin hacer mucho ruido, porque en realidad nunca han entrado.

¿También ustedes quieren irse? Esta es la pregunta de Jesús a cada uno de nosotros, pero, tal vez, lo que necesitamos interrogarnos es ¿por qué queremos quedarnos?

¿Qué es lo que encontramos en Jesús que nos impide abandonarlo? ¿Qué nos ofrece que no podamos encontrar en otra parte?

Pedro se nos adelantó dando una respuesta que no está cargada de explicaciones ni de grandes motivaciones. Simplemente dejó que su corazón hablara para mostrar que en Jesús había encontrado lo que más profundamente anhelaba.

Deseaba vivir plenamente, deseaba descubrirse como hijo de Dios; soñaba encontrar una palabra que respondiera a la necesidad de otra Palabra, de aquella Palabra que se había hecho carne para ser presencia de Dios entre nosotros.

¿A quién más se podría ir, cuando a través de muchos signos y prodigios, pero sobre todo, a través de una presencia cercana, de una vida compartida, Jesús se  había manifestado como el Mesías, el único capaz de terminar con los miedos y desconfianzas?

Jesús era y sigue siendo la Palabra que nos comunica la vida eterna, que nos hace salir de nuestros mundos estrechos y nos abre al amor verdadero y solidario con todos nuestros hermanos.

¿A quién iremos Señor? Es la pregunta que no deberíamos eludir. ¿A quién iremos si queremos respuestas que nos abran espacios de vida? ¿A quién iremos si buscamos vivir como discípulos tuyos?

¿A quién iremos si sólo tú tienes palabras de vida eterna?

Enrique Sánchez G. Mccj 082524


21º Domingo del Tiempo Ordinario (B)
Juan 6,60-69: “Señor, ¿a quién iremos?”
¡EL DÍA DEL GRAN ESCÁNDALO!

Hemos llegado al final del capítulo 6 del evangelio de Juan, que hemos escuchado durante cinco domingos, interrumpiendo la lectura del evangelio de Marcos, prevista por el calendario litúrgico de este año. El pasaje de hoy nos presenta la reacción de los discípulos de Jesús al discurso que él acababa de concluir en la sinagoga de Cafarnaúm, al día siguiente del milagro de la multiplicación de los cinco panes y dos peces. Ya no se habla de la multitud o de los judíos, sino del grupo de discípulos que toman posición frente a la afirmación de Jesús de ser el Pan/Palabra y el Pan/comida y bebida descendido del cielo.

El pasaje se divide en dos partes. En la primera, encontramos al grupo de sus seguidores que murmura: “¡Este lenguaje es duro! ¿Quién puede escucharlo?”. Estos discípulos se escandalizan y deciden marcharse. En la segunda parte del texto, Jesús interpela al grupo de los Doce, preguntándoles: “¿También vosotros queréis iros?”. San Pedro se convierte en el portavoz del grupo y responde: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros hemos creído y conocido que tú eres el Santo de Dios”.

Este es un momento dramático de crisis en el ministerio de Jesús, que corresponde al de su fracaso en Nazaret, reportado por los tres evangelios sinópticos. Allí Jesús había reaccionado con asombro, aquí con amargura. ¡No creamos que Jesús fuera indiferente o insensible a las reacciones de sus oyentes! Él también experimentó todos nuestros sentimientos. En este caso, podemos pensar que sintió tristeza, frustración y amargura por la cerrazón de corazón de los oyentes.

¿Qué decir de los Doce? Es la primera vez que aparece el grupo en el evangelio de Juan. Quizás ni siquiera ellos entendieron mucho y una mezcla de pensamientos y sentimientos llenó de confusión sus mentes y sus corazones. Pedro habla aquí por primera vez y con su profesión de fe ayuda al grupo a recuperar la cohesión. Pero nada será como antes. Además de la incredulidad y el abandono de muchos, ahora flota sobre el grupo la negra nube del anuncio de una traición.

Puntos de reflexión

1. “¡Elegid hoy a quién servir!” Hay momentos en que estamos obligados a tomar una decisión y a jugar nuestra vida. “¡Elegid hoy a quién servir!”, dice Josué a las doce tribus reunidas en Siquem (Josué 24, primera lectura). “¿También vosotros queréis iros?”, pregunta Jesús a los Doce. Nosotros, lamentablemente, a veces tendemos a posponer nuestras decisiones y a avanzar con un pie en dos zapatos, tratando de mantener abiertas todas las posibilidades. ¡Pero quien quiera salvar su vida, la perderá!

2. “¡Aunque todos te abandonen, yo nunca te abandonaré!” Llama la atención el hecho de que Jesús esté dispuesto a dejar ir incluso al grupo de los Doce y a retomar la misión solo. Solo, pero sólido. En el momento supremo dirá: “Me dejaréis solo; pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Juan 16,32).
En este momento histórico en que la fe cristiana ya no goza del consenso social, cuando se cumple, una vez más, la palabra del evangelio: “Muchos de sus discípulos se volvieron atrás y ya no andaban con él”, necesitamos cristianos sinceros y generosos como Pedro. Dios quiera que, a pesar de la aguda conciencia de nuestra fragilidad, podamos decir como él, en un arranque de confianza simple como la de un niño: “¡Aunque todos se escandalicen de ti, yo nunca me escandalizaré!” (Mateo 26,33).

P. Manuel João Pereira Correia, mccj

Para la reflexión completa: comboni2000.org

Ha muerto el P. Moschetta

Fecha de nacimiento: 02/09/1935
Lugar de nacimiento: Ferra di Soligo (Vi. V.)/I
Votos temporales: 01/05/1959
Votos perpetuos: 10/06/1962
Fecha de ordenación: 28/06/1959
Llegada a México: 1960
Fecha de fallecimiento: 24/08/2024
Lugar de fallecimiento: San José / Costa Rica

El sábado 24 de agosto falleció en San José, la capital de Costa Rica, el P. José Moschetta, misionero comboniano que pasó cerca de 20 años en México y más de 40 en Centroamérica. En total, 65 años de vida misionera en América.

El P. José nació en Ferra di Soligo, en la diócesis italiana de Vittorio Veneto, el 2 de septiembre de 1935. Hizo sus primeros votos el 1 de mayo de 1959 y fue ordenado sacerdote el 28 de junio del mismo año (venía del seminario diocesano) por Mons. Albino Luciani, que más tarde sería elegido Papa (Juan Pablo I). Pocos meses después de su ordenación fue destinado a México, donde pasó casi 20 años. Trabajó varios años en La Paz y luego fue destinado a Xochimilco, a trabajar en la formación de jóvenes seminaristas. Buena parte de los combonianos mexicanos fueron sus formandos.

Cuando la Provincia de México decidió abrir una presencia en Centroamérica, en 1979, concretamente en Costa Rica, el P. José fue uno de los primeros en ser destinado a la nueva misión. Desde entonces, ha permanecido siempre en este país centroamericano, salvo un corto período de tiempo en Guatemala. En 1990 Las comunidades combonianas de Centroamérica pasaron a ser Delegación y, en 2014, Provincia.

El P. José había tenido problemas de salud, concretamente una hemorragia cerebral que mermó mucho su actividad, pero nunca perdió la sonrisa ni la dulce humanidad por la que era muy querido y apreciado por sus hermanos. Gran conocedor de las Escrituras, trabajó comentando la Palabra de Dios en Radio María.

El pasado mes de junio celebró los 65 años de sacerdocio y el 24 de agosto el Señor lo llamó a su Reino, donde podrá descansar de todo el trabajo y el amor dedicado a la misión y a la formación de misioneros. Descansa en Paz, P. José.


En Memoria del P. José Moschetta

Acabábamos de ingresar al Postulantado de los Misioneros Combonianos en Xochimilco, Ciudad de México, era una tarde calurosa de trabajo en los campos, cuando llegó, después de haber trabajado en Baja California Sur, el P. José Moschetta.

Sabíamos que iba a ser nuestro formador, pero no lo conocíamos. Bajó del carro que lo traía del Aeropuerto, dejó su maleta, se quitó la camisa, se amarró un pañuelo en la cabeza, pidió un azadón, y se puso a trabajar con nosotros en el campo.

Fue mi primera impresión e imagen del P. Moschetta. Había dejado una huella en los corazones de los Bajacalifornianos, por su entusiasmo y dedicación a la evangelización.

Pronto descubrimos en el él, a una persona sencilla, franca, y sabia. Fue siempre claro y firme en sus decisiones. Humano, fraterno y sencillo en el trato personal.

No sólo fue el superior de la comunidad, sino también formador y director espiritual.

En la primera Navidad que pasábamos en el Seminario, compró libros religiosos de muchos autores. Y nos dio a escoger uno. Su sapiencia se reflejaba hasta en esos detalles.

Los fines de semana buscaba días misionales dentro y fuera de la ciudad, y no le importaba predicar 10 o 12 misas un domingo y después conducir su WV sedán, de regreso a casa, a veces hasta cinco horas, cuando eran los día misionales en Veracruz o en Michoacán. Siempre rezando el rosario y contando anécdotas de su vida en Baja California.

Tenía un don de gentes y por donde pasaba hacía amigos; sacerdotes o laicos, todos los querían.

Su parecido físico con el entonces Presidente de México, Luis Echeverria, hacía que lo confundieran con él. En una ocasión en una función de Gala de las Damas Combonianas, a su entrada en el cine, le aplaudieron, iba vestido con una guayabera, y él, sin inmutarse, agradeció levantando la mano como lo hacía el presidente. Tenía sentido del humor.

Cuando estábamos en el Noviciado, no dejó de interesarse por nosotros y delante de un problema con el Padre Maestro de Novicios de inmediato intervino para que se arreglaran las cosas.

Estando en el Escolasticado de Paris, nos visitó interesándose en nuestro progreso, en nuestra formación teológica.

Siempre lo recordaré como un amigo, maestro y padre. Humano, sabio y santo.

P. Sergio Valdivia


Carta del Grupo Jornadistas de La Paz, donde el P. Moschetti trabajó varios años

Hace ya un poco más de 50 años, un grupo entusiasta de jóvenes paceñas y paceños, malos para cantar, nos reuníamos en la Parroquia del Sagrado Corazón de Jesús de La Paz, BCS. Tal grupo de desentonados se hacía llamar orgullosamente “Grupo Jornadistas”, en extensión a su pertenencia al Movimiento de Jornadas de Vida Cristiana.

Este montón de juventud  estaba compuesto por Amalia Estrada, Linda Moreno, Pina Hirales, Nacho Campoy y Dora, Sergio Carrillo, Mery Romero, Raúl Mendoza, Renato Mendoza y Marta Arrambidez, Guillermo y Antonieta, Francisco y Lorena, Ana Rosa Luján (Machi),Isabel Padilla, Bachi González, Emma Valle (Titina), Chabelita González, B. Alicia Santiesteban (Babi),Vicky Tamayo, Lupita y Maru Anguiano, Keny Talamantes, Teresita González, Antonita Zempoalteca, Cuquita, Sánchez, Amado Heredia, Miguel Angel Soria, Miguel ngel solís, Alfonso Sánchez, Mario Macías, Norma Mendoza Francisco Mendoza, Ma. Elena González, Lupita Castañeda, Adonai Taylor, Manuel Salvador Armando Higuera, Vicki, Rosalina y Linda Morales,Rosa Ma. Landa, Irma Duarte, Toño Ortiz, Humberto, Carmen y Chayo zumaya, Andrés Jimenez, Chiquis Garciglia, Melucha, Minerva López Cinco, Mery Cruz, Frida Peralta, Luz del Carmen  Guluarte, Alberto Garabita, Socorro López, Juanita Geraldo,Sofía Navarro, Marta de Landa, Fidel Macías, Maria Rico de los Reyes, Lulu Anguiano, Amado Heredia, Daniel Vaqueiro, y el que esto escribe y recuerda. Así como Otros compañeros de Jornadas: Chayito López, Carlos Riva Palacio q.e.p.d., Carlos Sandoval q.e.p.d., Lucila Guluarte, Lupita Moreno, Esperanza Landa, Elvira Jiménez, Carolina (Caro), Conchita González, Santa, ….y tantos y tantos, de todo el Estado, que es difícil recordar.

El Movimiento de Jornadas de Vida Cristiana. Lo organizaban los misioneros combonianos, como los PP, José Moschetta, y Antonio Marrochi, y el Hno. Arsenio Ferrari, entre, otros. Así también colaboraban con ellos un grupo de religiosas perteneciente a diferentes congregaciones.

Sin lugar a dudas estas experiencias tempranas de acercamiento a Dios y lecciones de vida cristiana fueron un hito en la vida de cada uno de nosotros, integrantes afortunados, del Grupo Jornadistas.
Así, sentimos profunda pena al saber que ha muerto el querido P. José Moschetta.

El sábado 24 de agosto falleció en San José, la capital de Costa Rica, nuestro maestro y jovial mentor que pasó cerca de 20 años en México y más de 40 en Centroamérica. En total, 65 años de vida misionera en América.

Sí, vamos extrañar la comunicación epistolar, mantenida por él con nosotros por más de 30 años, cada fin de año recibíamos noticias de su trabajo pastoral y buenos deseos de año nuevo.
Descanse en Paz buen formador de misioneros y ciudadanos, padre José Moschetta, tus alumnos: Grupo Jornadistas de La Paz, BCS no te olvidará.

Desde La Paz: Francisco López Gutiérrez,
“Grupo Jornadistas” de La Paz
Bioeticacotidiana.blogspot.com