Archives septiembre 2024

Domingo XXIII ordinario. Año B

Jesús sana nuestra comunicación

23ª Domingo del Tiempo Ordinario (B)
Marcos 7,31-37: “¡Hace oír a los sordos y hablar a los mudos!”
JESÚS SANA NUESTRA COMUNICACIÓN

El episodio de la curación del sordomudo narrado en el evangelio de hoy se encuentra solo en San Marcos. Está situado fuera de los límites de Palestina, en la Decápolis, en territorio pagano. La anotación geográfica es un poco extraña porque Jesús, para descender hacia el lago de Genesaret, primero se desplaza hacia el norte (de Tiro a Sidón, en el actual Líbano) y luego desciende por la vertiente oriental del Jordán, en territorio de la Decápolis (en la actual Jordania). Jesús es un “traspasador de fronteras” y a menudo no sigue el camino recto, porque quiere alcanzar a todos en nuestros caminos tortuosos y llevar el evangelio a los vastos territorios paganos de nuestra vida.

El texto dice que el sordomudo fue “llevado” a Jesús por otras personas que “le rogaron que le impusiera las manos”. Encontramos otros casos en los evangelios en los que la iniciativa para pedir la curación de alguien es tomada por otros. Esto ocurre especialmente cuando el enfermo está imposibilitado de acudir a Jesús (véase el paralítico de Cafarnaúm: Marcos 2,1-12; y el ciego de Betsaida: Marcos 8,22-26). Pero todos necesitamos ser “llevados” por los hermanos y la comunidad. Jesús entonces “lo toma aparte, lejos de la multitud”, no solo para evitar la publicidad, sino para favorecer un encuentro personal con este hombre.

La modalidad de curación es bastante inusual: Jesús “le puso los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua; luego, mirando al cielo, suspiró y le dijo: ‘Effatá’, es decir: ‘¡Ábrete!'”. Por lo general, basta un gesto o una palabra de Jesús para operar la curación. Aquí el evangelista quizá quiera subrayar nuestra resistencia, por un lado, y el involucramiento de Jesús en nuestra situación, por otro. Este relato nos recuerda la curación del ciego de Betsaida, en territorio de Galilea, que ocurrirá más tarde (Marcos 8,22-26). Paganos o creyentes, todos necesitamos ser sanados en nuestros sentidos espirituales para tener una relación nueva con Dios y con los hermanos. Así se cumple lo que Isaías había profetizado en la primera lectura: “Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se destaparán los oídos de los sordos. Entonces el cojo saltará como un ciervo, gritará de alegría la lengua del mudo”.

Puntos de reflexión

1. Todo comienza con la escucha.

En la Sagrada Escritura, el sentido privilegiado en la relación con Dios es el oído. Encontramos 1.159 veces el verbo escuchar en el Primer Testamento, a menudo teniendo a Dios como sujeto (biblista F. Armellini). Por eso el primer mandamiento es Shemá Israel, Escucha Israel (Dt 6,4). Ser sordo era una patología grave, un castigo (véase Juan 9,2), porque imposibilitaba la escucha de la Torá. Por eso los profetas anunciaban para los tiempos mesiánicos: “Oirán en aquel día los sordos las palabras del libro” (Isaías 29,18). En realidad, el camino del creyente es una apertura progresiva y una sensibilidad hacia la escucha: “Cada mañana hace atento mi oído para que escuche como los discípulos. El Señor Dios me ha abierto el oído y yo no he opuesto resistencia” (Isaías 50,4-5).

Vivimos en una sociedad acústicamente contaminada, con el riesgo de una “otosclerosis”, el endurecimiento de nuestro oído, por habituación o por defensa. Esta “sordera física” puede repercutirse en la esfera espiritual. La voz de Dios se convierte en una entre tantas y, incluso, superada por otras voces amplificadas por los medios. El creyente tiene una extrema necesidad de ser continuamente sanado de la sordera del corazón.

2. De la escucha nace la palabra.

De la escucha nace la palabra verdadera, la comunicación auténtica. La sanación de la lengua es consecuente a la del oído: “Se le abrieron los oídos, se desató el nudo de su lengua y hablaba correctamente”.

En un mundo hiperconectado crece la Babel de la incomunicabilidad, que se manifiesta en el lenguaje falso y manipulador, en el acoso y la opresión. La palabra se banaliza, se mortifica y se vuelve insignificante, generando un bloqueo comunicativo, la soledad y el mutismo. Esta situación se refleja tanto en el ámbito familiar y en las relaciones interpersonales como en la sociedad y en la Iglesia.

Debería preocuparnos especialmente la afonía de la Iglesia y del cristiano. Un cristiano afónico difícilmente puede comunicar la buena nueva del evangelio. La afonía de la Iglesia corroe la dimensión profética de la fe, con el riesgo de hacerla cómplice de la injusticia que se propaga en el mundo.

¿Qué hacer para “hablar correctamente” como el hombre del evangelio? ¿Cómo recuperar la voz profética de “quien clama en el desierto”, para hacer resonar la Palabra en los numerosos desiertos del mundo de hoy?

Tal vez nos falte esa media hora de silencio de la que habla el Apocalipsis: “Cuando el Cordero abrió el séptimo sello, hubo silencio en el cielo como por media hora.” (8,1). Tal vez en la Iglesia estamos demasiado acostumbrados a subir a la cátedra y menos a callar y hacer silencio. Sin silencio: no hay discernimiento para captar la “gravedad” del momento que vivimos; no hay sensibilidad para abrirse al asombro de la intervención divina; no hay palabra iluminada para leer el presente. Como el profeta Elías, necesitamos frecuentar el Horeb de nuestra fe, la cruz de Cristo, para captar la nueva modalidad de la presencia de Dios en la “voz del silencio” (1 Reyes 19,12).

Tal vez nos falta la higiene matutina del alma. Todos los días lavamos cuidadosamente los oídos y la boca, pero a menudo descuidamos el lavado de los oídos y de la boca del corazón. Habría que recordar, cada mañana, el evento de nuestro bautismo y, sumergiendo en esas aguas nuestras manos, repetir interiormente, en oración, el Effatá bautismal: “¡El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, me conceda escuchar hoy su palabra y profesar mi fe, para alabanza y gloria de Dios Padre!”

P. Manuel João Pereira Correia, mccj


¡Effatá! ¡Ábrete!

“Jesús dejó el territorio de Tiro, pasó por Sidón y se dirigió de nuevo al lago de Galilea atravesando la Decápolis. Le llevaron a un hombre sordo y tartamudo y le suplicaban que impusiera sobre él la mano. Jesús lo apartó de la multitud y, a solas con él, le metió los dedos en los oídos y con su saliva le tocó la lengua. Luego, mirando al cielo, suspiró y dijo: “¡Effatá!”, que quiere decir: “¡Ábrete!”. Al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de su lengua y comenzó a hablar sin ninguna dificultad. Jesús les ordenó que no lo dijeran a nadie, pero cuanto más él insistía, más lo divulgaban ellos. Y llenos de asombre comentaban: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos”. (Marcos 7, 31-37)

La historia del evangelio de hoy seguramente traía muchos recuerdos a quienes veían actuar a Jesús con tanto poder y autoridad. El profeta Isaías había anunciado que el Dios de Israel “despegaría los ojos de los ciegos y los oídos de los sordos se abrirán. Entonces el lisiado saltará como un ciervo y la lengua del mudo cantará”. (Isaías 35, 4-6) Esos serían los signos que manifestarían la presencia de Dios en medio de su pueblo.

Jesús pasa incansablemente en medio de toda la gente de su pueblo y en todas partes va haciendo obras extraordinarias que manifiestan la llegada del Reino de Dios, la llegada de los tiempos nuevos en los cuales él aparece como el Mesías, el Salvador en quien se cumplen todas las promesas de los profetas.

El Señor acercándose a ese hombre sordo y tartamudo, lo invita a entrar en su corazón, lo lleva a parte y se ocupa de él. Como se ocupará siempre de todas las personas que tienen necesidad, de todos aquellos que no logran escuchar y entender su palabra.

Hay, en este pequeño texto, algunas palabras que son muy importantes para entender el mensaje que se nos quiere compartir. Oír, hablar, tocar, abrir, anunciar, reconocer.

El hombre que le llevan a Jesús está sordo, no oye y, por lo tanto, seguramente tampoco entiende en profundidad lo que le dicen. La sordera es algo que lo encierra en su mundo y lo aísla de los demás, negándole una posibilidad de vida plena. Se le niega hacer la experiencia de las relaciones necesarias para vivir como persona.

 No oye y eso crea en él una dependencia, una incapacidad que obliga a los demás a intervenir para poder ponerlo en contacto con Jesús. Este es un detalle importante que nos recuerda que siempre tendremos necesidad de mediaciones para acercarnos al Señor y que no vamos solos en el camino de la fe.

Era sordo y tartamudo y con ello aparece también su incapacidad de comunicarse tranquila y confiadamente. No puede compartir la riqueza que lleva dentro.

Tal vez no le faltaban las palabras, pero no lograba transmitir adecuadamente la riqueza de su vida. Todos llevamos dones magníficos en nosotros mismo cuyos destinatarios son los demás, pero muchas veces somos torpes en nuestra manera de compartirlos, tartamudeamos.

Pero aquel hombre tuvo la fortuna de que Jesús apareciera en su camino y se acercara para sacarlo de su sufrimiento. Jesús lo toca y su mano se convierte en instrumento que reintegra a la vida. Lo toca con su mano y con el gesto de la saliva le hace el don de su propia vida.

Y el milagro se lleva a cabo cuando, con autoridad Jesús le dice “ábrete”. Jesús lo libera de su incapacidad, lo sana abriéndolo a una experiencia nueva que le permite reconocerlo y aceptarlo en su vida como salvador. Empezó a hablar sin dificultad, volvió a ser la persona que tenía que ser siempre y se convierte en testigo del Señor.

En nuestras vidas se repite la misma historia y muchas veces nos damos cuenta de que no oímos lo que el Señor nos está diciendo. No entendemos por qué nos toca pasar por algunas experiencias que nos roban el aliento y la vida.

Estamos sordos a la voz del Señor que nos habla a través de su palabra, pero también a través de tantos acontecimientos sencillos que la vida va poniendo ante nosotros.

Atrapados en las preocupaciones de todos los días, no sabemos decir a los demás lo bello que Dios va haciendo en nosotros. Nuestras palabras parecen inadecuadas y nos cuesta compartir lo bueno que llevamos en nuestro interior. Dejamos que el silencio nos gane y nos aislamos de los demás, dejamos que el egoísmo nos gane y vivimos preocupados de nosotros mismos.

En lugar de cantar alegremente las maravillas del Señor, nos contentamos con tartamudear aquello que nos aflige y nos roba las ganas de vivir.

Pero el evangelio nos trae la buena noticia. Jesús está en camino hacia nosotros y no le importa dar una gran vuelta hasta encontrarnos. Como lo hizo yendo de Tiro hasta Galilea.

Jesús llega para poner su mano sobre nosotros, de manera que podamos sentir la bendición, el alivio y la curación que se nos otorga a través de él.

Aquí lo importante es estar dispuestos a dejarse tocar por él, dejar que su presencia cubra todo nuestro ser, que sus manos toquen nuestras sorderas y su saliva se convierta en medicina que nos sane de todas nuestras mediocridades.

¡Ábrete! Es invitación y orden. Abrirnos a su presencia y a su palabra es la oportunidad que se nos brinda a diario para salir de lo que nos tiene atrapados en vidas vividas a mitad.

Abrirse significa, creer, confiar, esperar. Es capacidad de apostarle a lo positivo, a lo que entusiasma y a lo que genera alegría en nuestra vida. Abrirse, quiere decir capacidad de reconocer la presencia bondadosa de Dios a cada instante y en cada situación que nos toca afrontar. Es poder decir: aquí está Dios y está haciendo lo mejor por mí.

¿Cuántas veces tendremos que oír con fuerza esa invitación de la parte del Señor? ¿A cuántas cosas tendremos que abrirnos para caer en la cuenta de que él nos lleva por caminos seguros y que podemos confiar en su palabra como garantía de felicidad?

Aquí está Jesús y todo lo está haciendo bien para que nada me falte y para que con sencillez pueda convertirme en testigo de su presencia en mí.

Aquí está Jesús y siento su mano que toca mi corazón y me convierte en testigo de su amor.

Aquí está Jesús hoy, en medio de nosotros, y reconociendo su presencia seguramente iremos como misioneros a llevarlo al corazón de tantas personas que lo necesitan, porque son los sordos y los tartamudos de nuestro tiempo.

Como aquella gente que encontró a Jesús, también nosotros estamos invitados a ir y compartir la experiencia que hemos hecho de él, pues reconocemos con asombro y gratitud todo lo que está haciendo en nosotros.

Que su mano toque nuestros oídos para entenderlo y nuestras bocas para anunciarlo.

P. Enrique Sánchez G. mccj


Otros comentarios

Nuevo obispo comboniano en Centroáfrica

Esta mañana se hizo público el nombramiento por parte del papa Francisco del P. Víctor Hugo Castillo Matarrita, misionero comboniano, como nuevo obispo de Kaga-Bandoro, en la República Centroafricana. El P. Víctor Hugo era hasta ahora el Superior de la Delegación de los Combonianos en Centroáfrica.

El P. Víctor Hugo nació el 19 de marzo de 1963 en Mansión, en la diócesis de Tiarán, Costa Rica. Ingresó en la Congregación de los Misioneros Combonianos del Corazón de Jesús en su país natal e hizo su primera profesión religiosa el 7 de mayo de 1988 en el entonces noviciado de Sahuayo, México. Realizó sus estudios teológicos en el escolasticado internacional que entonces los Misioneros Combonianos tenían en París y fue ordenado sacerdote el 8 de agosto de 1992 en Costa Rica.

Su primer trabajo como misionero lo desempeñó en la República Centroafricana, como párroco en Grimari, entre 1993 y 1998. De 1998 a 2001 fue formador y superior en el postulantado de los Combonianos en Bangui, la capital del país. En 2002 fue elegido Superior Provincial de los Combonianos en Centroáfrica y presidente de la Conferencia de Superiores Mayores del país.

En 2008 regresó a Costa Rica para ser formador de postulantes en San José. En 2013 fue elegido Superior Provincial de los Combonianos en Centroamérica, cargo que ejerció hasta el 2020, en que fue nombrado responsable de la comunidad de estudiantes de los Combonianos en Roma. El 1 de enero de 2023 fue elegido nuevamente Superior de la Delegación de los Combonianos en Centroáfrica, cargo que ejercía hasta su nombramiento como obispo de Kaga-Bandoro el 5 de septiembre de 2024.

Fiesta Parroquial en San José de Comalapa

El pasado domingo, 1 de septiembre, la parroquia San José de Comalapa, en la que trabajan los Misioneros Combonianos desde hace casi diez años, celebró el XXXII aniversario de su erección. Participaron en la fiesta los numerosos grupos y movimientos de la parroquia, así como las 47 comunidades parroquiales que dan vida y sentido a la comunidad en la vivencia de la fe.

El P. Rodrigo Ariza Catarino, misionero comboniano y párroco de San José de Comalapa, afirmó al periódico diocesano Buena Noticia que se sentía contento de llevar la Palabra de Dios a esta zona. “Me siento feliz porque es ahí donde Dios nos ha puesto y es a donde anunciamos a Jesucristo, tanto como personas con el ministerio sacerdotal y, vocación misionera ya que intentamos vivir ahí nuestro carisma que es: ir a los más pobres y abandonados que, esa zona no es que estén pobres y abandonados pero sí en necesidad de fortalecer la iglesia… para nosotros esa es la Misión”.

Viaje del Papa a Asia y Oceanía

En estos días, y hasta el 13 de este mes, el papa Francisco está realizando uno de los viajes más largos de su pontificado. Visitará cuatro países de Asia y Oceanía: Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur. Foto: Vatican Media.

Victor Gaetan
Agencia Fides

Roma (Agencia Fides) – La audaz peregrinación de Papa Francisco por cuatro países, del 2 al 13 de septiembre, estará marcado por una serie de encuentros diversos y significativos. Las naciones anfitrionas, Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Timor Oriental y Singapur, recibirán al Pontífice con entusiasmo, mientras él, a su vez, buscará inspirar a las personas y líderes de cada región. Las prioridades diplomáticas del Papa, y también los efectos conseguidos, se pondrán de manifiesto a lo largo del viaje, empezando por su compromiso en favor del diálogo interreligioso, uno de los temas centrales de su pontificado.

Una forma de ver esta misión en su amplitud es contemplarla y considerarla a través de los cuatro principios para la convivencia social que el Papa Francisco delineó en la Evangelii Gaudium (parágrafos 217-237): la unidad prevalece sobre el conflicto, el todo es superior a la parte, el tiempo es superior al espacio y la realidad es superior a las ideas. En la misma exhortación apostólica (Evangelii Gaudium, 238-258), el Papa Francisco identifica tres áreas de diálogo cruciales para la búsqueda del bien común: el diálogo con los Estados, con la sociedad y con aquellos que no comparten la fe católica. Su itinerario es un claro reflejo de estas prioridades.

Indonesia: unidad y conflicto

En una entrevista concedida a la Agencia Fides (véase Fides 23/8/2024), el cardenal indonesio Ignatius Suharyo Hardjoatmodjo explicó que la armonía religiosa es un objetivo asociado a la independencia misma del país de los Países Bajos, lograda en 1945. “Nuestras relaciones con la comunidad islámica son realmente buenas. Y esta relación armoniosa se mantiene desde el origen de la nación”, afirmó el cardenal Ignatius Suharyo. Es una forma de valorar la unidad social por encima de la división. Por ejemplo, el primer líder de Indonesia, el Presidente Sukarno, impulsó la construcción de una mezquita en Yakarta en el emplazamiento de un castillo holandés, para simbolizar la superación del colonialismo, y frente a la catedral católica en 1900, para expresar la amistad entre las dos tradiciones religiosas. Recientemente se ha añadido un túnel subterráneo que conecta ambas estructuras. El Papa Francisco visitará tanto la catedral como la mezquita Istiqlal, la mayor mezquita del sudeste asiático, para celebrar un encuentro interreligioso y expresar su “aprecio por el pueblo indonesio, especialmente en el sentido de la libertad de religión y de la convivencia interreligiosa y la armonía entre las comunidades de fe”, según explicó el cardenal Suharyo. Según el Ministerio de Asuntos Religiosos indonesio, la población está formada por unos 242 millones de musulmanes y 29 millones de cristianos, de los cuales 8,5 millones son católicos, una cifra que va en aumento. El Papa Francisco sigue construyendo cada vez mejores relaciones con el islam suní, una prioridad diplomática perseguida desde 2013, cuando heredó un panorama de relaciones fracturadas con gran parte del islam. Como escribió el Papa Francisco en Evangelii gaudium, “la diversidad es bella cuando acepta entrar constantemente en un proceso de reconciliación” (§ 230).

Papúa Nueva Guinea: el todo y las partes

De los 10 millones de habitantes de Papúa Nueva Guinea, más del 95% son cristianos. La mayoría pertenece a diversas denominaciones protestantes, mientras que la Iglesia católica está considerada la comunidad religiosa más numerosa, con cerca del 30% de los creyentes del país. Sin embargo, el cristianismo se ha combinado con las prácticas indígenas locales, dando lugar a una Iglesia culturalmente muy variada. Los Misioneros del Sagrado Corazón (MSC) son la Orden religiosa que dio inicio a la presencia de la Iglesia en 1881. El cardenal John Ribat es un sacerdote MSC y el primer cardenal de la nación, creado en 2016 por el Papa Francisco. Los líderes de la Iglesia local están muy atentos a las cuestiones medioambientales y, desde la publicación de Laudato Si’, han dado especial prioridad a la protección del medio ambiente, oponiéndose a la explotación minera y a la deforestación llevadas a cabo por empresas comerciales. Esta actividad proteccionista es un excelente ejemplo de cómo reconocer que el todo es mayor que sus partes individuales. En la Evangelii Gaudium, el Papa utiliza una analogía con la naturaleza para describir este principio: “Siempre hay que ampliar la mirada para reconocer un bien mayor que nos beneficiará a todos. Pero hay que hacerlo sin evadirse, sin desarraigos. Es necesario hundir las raíces en la tierra fértil y en la historia del propio lugar, que es un don de Dios” (§ 235).

Timor Oriental: el tiempo y el espacio

Es bien sabido que Timor Oriental, tras lograr la independencia en 2002, es actualmente la nación con mayor porcentaje de católicos del mundo. Colonia portuguesa hasta 1975, estuvo controlada por Indonesia hasta 1999. Diversos estudios demuestran que más de 170.000 personas murieron durante la ocupación militar indonesia a causa de ejecuciones arbitrarias, desapariciones y hambruna. Cuando el Papa Juan Pablo II visitó Timor Oriental en 1989, mientras el país aún estaba bajo ocupación indonesia, se sembraron las semillas de la identidad nacional. A pesar de las tensiones, la Iglesia se opuso firmemente a la violencia. A través de la protección de los ciudadanos perseguidos y el cuidado de la comunidad, la fe se fortaleció gradualmente. En 1975, alrededor del 20% de la población era católica, cifra que ascendió al 95% en 1998. Esto se debió también a que la Iglesia era cercana a las aspiraciones nacionales. El proceso por el que Timor Oriental alcanzó la independencia es una excelente aplicación del principio expuesto por el Papa Francisco de que el tiempo es superior al espacio. El Espíritu Santo puede entrar en el espacio creado en el tiempo; el tiempo permite que la confianza crezca y que las soluciones maduren sobre el terreno. Como escribe el Papa Francisco en Evangelii Gaudium “Este principio permite trabajar a largo plazo, sin obsesionarse por resultados inmediatos. Ayuda a soportar con paciencia situaciones difíciles y adversas, o los cambios de planes que impone el dinamismo de la realidad”. La visita del Papa al primer nuevo país del siglo XXI, donde el primer cardenal de la nación, Virgílio do Carmo da Silva, SDB, creado por el Papa Francisco en 2022, es arzobispo de Dili, será sin duda una visita llena de alegría.

Singapur: la realidad y las ideas

La prosperidad económica y la integración mundial hacen de Singapur la nación más desarrollada que visitará el Papa. Su mensaje sobre el medio ambiente cobra de nuevo relevancia, al igual que su llamamiento a la regulación de la inteligencia artificial [3]. Francisco se unirá a otro arzobispo que creó cardenal en 2022 (el primero en la historia de Singapur), el cardenal William Goh Seng Chye, que forma parte del Consejo Presidencial para la Armonía Religiosa de Singapur y trabaja en estrecha colaboración con la comunidad budista, la mayor comunidad religiosa del país. El Papa Francisco admira el compromiso explícito de las autoridades de Singapur de garantizar la libertad religiosa y cooperar con todas las confesiones. Como explicó el cardenal Goh a EWTN Vaticano: “El Estado nos ve como socios. Somos colaboradores del gobierno porque es por el bien común de la gente. Nos ocupamos de las necesidades espirituales, ayudamos al Gobierno a gobernar con justicia, expresamos nuestras opiniones y el Gobierno nos está muy agradecido”. El Papa también admira la política exterior de Singapur, que evita depender de cualquier potencia mundial, lo que corresponde a su visión de un mundo multipolar que respeta la autonomía de las culturas. A menudo describe esta visión de la globalización recurriendo metafóricamente a la imagen del poliedro o del fútbol: todas las culturas, como las caras de un poliedro, deben coexistir y poder florecer, sin que prevalezca el dominio homologador de ningún Estado. El principio es que la realidad es superior a las ideas. Como explica la Evangelii Gaudium, “es peligroso vivir en el reino de la sola palabra, de la imagen, del sofisma” (§ 231).

El Papa Francisco se adentrará en la realidad con su viaje apostólico a Asia y Oceanía esta semana. Millones de cristianos, musulmanes, budistas y personas que no confiesan ninguna fe serán testigos gozosos y recibirán las bendiciones del Sucesor de Pedro. Que Dios siga bendiciendo su ministerio en el mundo.