Archives septiembre 2024

Domingo XXV ordinario. Año B

Ser el primero y el más grande es una ambición instintiva, presente en el corazón de cada persona y en todas las culturas, incluso en las comunidades cristianas de antigua o de reciente fundación. Jesús invierte esta lógica humana y mundana. Lo afirma con palabras; más tarde dará testimonio de ello, arrodillándose, como un esclavo, para lavar los pies a sus discípulos. Él, “el Señor y el Maestro” (Jn 13,14) ha escogido el último lugar.
El anuncio entre el camino y la casa

El último de todos y el servidor de todos.
Marcos 9,30-37

La palabra de Dios de este domingo vuelve sobre el tema de la muerte y resurrección de Jesús. Es la segunda vez que Jesús anuncia a sus discípulos el evento trágico de su muerte, que marcará su mesianismo. La primera vez, lo hizo cerca de Cesarea de Filipo, en territorio pagano (8,31). Hoy repite este anuncio mientras atravesaban Galilea (9,31). La tercera vez, lo hará en el camino para subir a Jerusalén (10,32-34). Tres veces para subrayar su importancia.

La reacción de los apóstoles ante este anuncio es, cada vez, de incomprensión: “Pero ellos no entendían estas palabras y tenían miedo de preguntarle”. El evangelista subraya esta incomprensión relatando cada vez un episodio en el que los apóstoles se comportan de manera contraria a lo que Jesús les está diciendo. La primera vez es Pedro quien lo reprende por esta predicción inaudita, provocando una fuerte reacción de Jesús, que lo llama “Satanás”. La segunda vez (hoy) los apóstoles discuten entre ellos sobre quién es el más grande. La tercera vez serán Santiago y Juan, quienes pedirán a Jesús sentarse uno a su derecha y el otro a su izquierda, provocando la indignación de los otros diez. Ante esta incomprensión y terquedad, Jesús responde cada vez con una catequesis: la primera vez sobre la cruz; la segunda (hoy) sobre la pequeñez; la tercera vez sobre el servicio.

¿Cómo se puede explicar tal obstinación? San Marcos no nos presenta una imagen idealizada de los apóstoles. Más bien, subraya sus límites y debilidades. Jesús no eligió personas perfectas, sino personas normales, como nosotros. San Pablo incluso dirá que Dios eligió a los últimos en la escala social para llevar adelante su proyecto: “Considerad, hermanos, vuestra vocación: no hay entre vosotros muchos sabios desde el punto de vista humano, ni muchos poderosos, ni muchos nobles… para que nadie pueda gloriarse ante Dios.” (1 Corintios 1,26-29).

La dificultad de los apóstoles para seguir al Señor nos conforta y nos fortalece en la esperanza de que la gracia de Dios puede realizar en nosotros lo que ha hecho en la vida de los apóstoles.

Puntos para la reflexión

1. Jesús hace los tres anuncios caminando. San Marcos gusta de presentar a Jesús en movimiento, en el camino. Imparta su enseñanza mientras camina. Es un rabino itinerante y viene a nuestro encuentro en los caminos de la vida. Se acerca y camina con nosotros como compañero de viaje, muchas veces sin ser reconocido de inmediato, como en el caso de los dos de Emaús. El signo de su paso es la relectura iluminada de los eventos dolorosos de la vida y el ardor que despierta en nuestro corazón.

2. Jesús “enseñaba a sus discípulos”, revelándoles el proyecto de Dios. “Pero ellos no entendían estas palabras y tenían miedo de preguntarle”. ¿Por qué tenían miedo de preguntarle? ¡Porque no querían entender! A veces también a nosotros nos pasa que no queremos hacerle preguntas sobre ciertas situaciones de nuestra vida, porque tememos la respuesta. Preferimos no entender, porque no estamos listos para actuar en consecuencia.

3. “Quando estuvo en casa, les preguntó…”. Jesús sale de casa para recorrer los caminos y encontrarse con la gente, pero también le gusta volver a casa para disfrutar de la intimidad con los suyos. Allí comentan los hechos del día y los discípulos piden explicaciones sobre lo que no han entendido (esta vez no, sin embargo). La casa de Jesús (que en realidad es la de Pedro) está abierta a cuantos acuden para escucharlo o ser sanados. Jesús se deja molestar y no fija horarios de citas. También le gusta visitar la casa de sus amigos y de aquellos que lo invitan, sean fariseos o publicanos. A veces incluso se invita a sí mismo, como hizo con Zaqueo. Esta costumbre suya se ha mantenido. De hecho, en el Apocalipsis dice: “Mira que estoy a la puerta y llamo. Si alguien escucha mi voz y abre la puerta, entraré a su casa, cenaré con él y él conmigo.” (3,20).

4. “¿De qué discutíais por el camino? Y ellos callaban. Porque en el camino habían discutido entre ellos sobre quién era el más grande”. ¿No sucede algo parecido entre nosotros? Todos buscamos un pequeño lugar al sol del aprecio y la estima de los demás. Todos queremos destacar en algo. Y nuestra psique es realmente ingeniosa para encontrarlo, incluso en situaciones de infelicidad, atrayendo la compasión de los demás. Por eso también nosotros guardamos silencio. Nos avergonzaríamos de decirlo. Pero, ¿por qué no preguntarnos personalmente: ¿dónde busco yo sobresalir? Sería una buena ocasión para desenmascarar la serpiente de nuestra vanagloria.

5. “Se sentó, llamó a los Doce y les dijo…”. El Maestro se sienta en cátedra, los llama y les habla. Esta vez lo hace con calma y paciencia. ¡No como el domingo pasado con el pobre Pedro, cuando parecía haber perdido los estribos! Pues bien, ¿queréis saber quién es el más grande? “¡El último de todos y el servidor de todos!”. Así que, ¡tienes que ir al final de la fila! Y para ser más claro, a la palabra añade un gesto: “Tomó a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: Quien recibe a uno de estos niños en mi nombre, me recibe a mí…”. El niño era el símbolo de la pequeñez, de quien no contaba entre los “grandes” de la casa. Hoy, sin embargo, tal vez Jesús colocaría en medio de nosotros a otra persona. ¿A quién? Tal vez a uno de los que menciona en Mateo 25: “En verdad os digo: todo lo que hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, me lo hicisteis a mí.”

P. Manuel João Pereira Correia, mccj


Servidores humildes y testigos valientes
del Evangelio

Sab  2,12.17-20; Sl  53; Stg  3,16-4,3; Mc  9,30-37

Reflexiones
El Evangelio no es un código de leyes, sino el autorretrato de Jesucristo. En el pasaje del Evangelio de hoy Marcos presenta a Jesús maestro que instruye, repetidamente, a sus discípulos acerca de su identidad de Hijo del hombre que será matado, pero a los tres días resucitará (v. 31). Es una lección que los discípulos no pueden entender, porque están preocupados por los primeros puestos (v. 34). Jesús desarma sus ambiciones  de poder, definiéndose a sí mismo como “el último de todos y el servidor de todos” (v. 35). Es el pequeño, el niño, a quien el Padre ha enviado (v. 37).

Ser el primero y el más grande es una ambición instintiva, presente en el corazón de cada persona y en todas las culturas, incluso en las comunidades cristianas de antigua o de reciente fundación. Jesús invierte esta lógica humana y mundana. Lo afirma con palabras; más tarde dará testimonio de ello, arrodillándose, como un esclavo, para lavar los pies a sus discípulos. Él, “el Señor y el Maestro” (Jn 13,14) ha escogido el último lugar. De esta manera, Jesús tiene autoridad moral para enseñar a cada persona y a todos los pueblos un nuevo estilo de relaciones humanas, espirituales y sociales. La primera relación que toda persona está llamada a vivir es la filiación con Dios, es decir, la relación filial respecto a Dios, Padre-Madre y Creador. Le sigue la relación de fraternidad con sus semejantes: todos somos hijos del mismo Padre y, por tanto, hermanos/hermanas. Cultivar estas relaciones de filiación y fraternidad hace vivir, da serenidad y alienta el corazón de las personas.

En cambio, las relaciones ‘patrón-dependiente’, ‘superior-súbdito’ son posteriores, empobrecedoras y estériles. La mera relación de dependencia a menudo contamina las relaciones humanas y sociales, incluso en el seno de la Iglesia. En efecto, enseña el apóstol Santiago (II lectura) que las “envidias y rivalidades” (v. 16) son pasiones que perturban las relaciones humanas y provocan desorden, guerras, contiendas… Todo lo contrario de la “sabiduría que viene de arriba”, la cual produce frutos de paz, mansedumbre, misericordia, servicio (v. 17). “Dios no se identifica con el héroe sino con el Dios frágil que asume el escándalo del amor. Porque, si la cruz como condenación es injusta y violenta (un acuerdo entre poder político y religioso), su ir hacia la muerte es, en cambio, la consciente y libre adhesión a ese Reino de justicia que es el contenido mismo de su misión. Si los brazos de Jesús son clavados en la cruz por un poder perverso, Él por toda la vida abre los brazos como estilo de su entrega. En este sentido Jesús asume la injusta condena, pero la vive desde dentro como extrema consecuencia de su amor entregado” (Marco Campedelli). (*))

Jesús, que no ha venido para ser servido, sino para servir (Mc 10,45) y ser “el servidor de todos”, hace el gesto muy significativo de acercar a un niño, ponerlo en medio de ellos y abrazarlo, invitando a sus discípulos a hacer lo mismo (v. 35-37). Un gesto que revela un mensaje y un etilo. Lanza un mensaje de atención amorosa a las personas más débiles, indefensas, necesitadas que dependen en todo. El hecho de que Jesús tome y abrace a un niño  -más adelante acariciará y bendecirá a varios niños-  (cfr. Mc 10,13-16) nos confirma que Él era una persona agradable, afable. Aunque los Evangelios nunca dicen que Jesús haya reído o sonreído, el estilo de su relación con los niños nos revela que era una persona amable, acogedora, sonriente. De lo contrario, los niños no se hubieran acercado, sino que se habrían alejado de Él. El llamado de Jesús en favor de los niños tiene plena actualidad, ante los muchos casos de pequeños víctimas de guerras, abusos y faltas de atención. El objetivo de la “Jornada para los Niños de la Calle” (30 de septiembre) está en sintonía con el Evangelio.

Se acerca el octubre misionero y el Sínodo sobre los jóvenes . La conducta transparente y humilde, pero firme, de la persona honesta, que sirve a su Dios y ama al prójimo, provoca a menudo la indignación de los malvados, que la quieren eliminar (I lectura). Esta es la historia, antigua y moderna, de muchos misioneros asesinados porque eran testigos incómodos: o bien porque denunciaban injusticias y abusos (por ejemplo, Juan el Bautista, Óscar Romero…), o bien porque eran un estorbo por su servicio silencioso (Carlos de Foucauld, Pino Puglisi, Annalena Tonelli…). Con afecto y oración recordamos siempre a los anunciadores del Evangelio (misioneros, simples fieles y comunidades cristianas) que dan testimonio y difunden el Reino de Dios en situaciones de persecución, opresión, cárcel, discriminación, tortura, muerte. Pero el que cree y sufre con amor no está nunca solo. Porque está seguro de que “el Señor sostiene mi vida” (Salmo responsorial). Así va creciendo el Reino de Dios.

Palabra del Papa

(*)  “Ponerse al seguimiento de Jesús significa tomar la propia cruz… para acompañarle en su camino, un camino incómodo que no es el del éxito, de la gloria pasajera, sino el que conduce a la verdadera libertad, la que nos libera del egoísmo y del pecado… Jesús nos invita a perder la propia vida por Él, por el Evangelio, para recibirla renovada, realizada y auténtica… Hay jóvenes aquí en la plaza: chicos y chicas. Yo les pregunto: ¿habéis sentido el deseo de seguir a Jesús más de cerca? Piensen. Recen. Y dejen que el Señor les hable”.
Papa Francisco
Angelus, domingo 13 de septiembre de 2015

P. Romeo Ballán, misionero comboniano

Dar a los refugiados esperanza para el futuro

El hermano Erich Fischneller recibe apoyo activo de muchos sectores para su labor de desarrollo en el campo de refugiados de Palorinya, en el norte de Uganda, en la frontera con Sudán. Recuerda con horror los acontecimientos de 2017.

Hermano Erich Fischler
Desde Palorinya, Uganda

Fueron días malos cuando nuestra misión en Lomin (Sudán del Sur) fue atacada. Durante muchos años nos esforzamos mucho en construir una misión próspera allí con una nueva iglesia, talleres y una serie de instituciones sociales. El ataque rebelde nos golpeó como un rayo caído del cielo. Fue más que terrible. Muchos, incluidos algunos de mis amigos y confidentes, fueron asesinados. Proporcioné todos nuestros vehículos para escapar a la cercana Uganda y luego escapé yo mismo. Las cosas se complicaron, pero muchos se salvaron. Desde finales de 2017 hasta principios de 2018, llevamos a personas a un lugar seguro en Uganda. En aquel entonces, evacuamos a la gente de la zona de guerra día y noche en tres coches durante cuatro semanas. Nunca habrían llegado a pie. Hubo que reunirlos desde muchos lugares diferentes y transportarlos en nuestros coches: los ancianos, los que tenían problemas en los pies, las mujeres y los niños no podían quedarse atrás.

Hno. Erich Filehner, en el campo de refugiados de Palorinya, en el norte de Uganda, en la frontera con Sudán.

Escribo estas líneas desde el enorme campo de refugiados de Palorinya, que ahora se ha convertido en hogar para mi pueblo y también para mí. La gente aquí tiene espacio suficiente para construir sus chozas y campos en los que pueden cultivar algunas cosas esenciales. Sin embargo, todavía dependemos de la ayuda exterior. Sigue siendo una batalla constante por la supervivencia. Cada día tengo que asegurarme, junto con otros, de que aquí todo funcione, de que la gente tenga suficiente para comer y, sobre todo, de que esté garantizado el suministro de combustible diésel necesario para el funcionamiento de los generadores. La electricidad que generan la necesitamos principalmente para nuestros distintos talleres.

Hemos comenzado a dar a los jóvenes refugiados una perspectiva de futuro dándoles la oportunidad de recibir formación profesional. Por eso hemos creado varios talleres donde los jóvenes pueden aprender los oficios relevantes de carpintería, metalurgia y panificación. También formamos a electricistas y ofrecemos cursos de informática, y tenemos una granja relativamente grande con ganado, cultivos y hortalizas. Nuestro objetivo a largo plazo es construir algo así como una granja modelo donde los agricultores de los alrededores también puedan aprender cómo pueden mejorar su propia agricultura. Todo esto debería ser una verdadera ayuda para la autopromoción.

Nuestros talleres ya no son sólo empresas de formación, sino que también se han convertido en instalaciones de producción para todo el norte de Uganda. Es impresionante lo que ha ocurrido en los últimos cinco años desde la huida de Sudán. De este modo, el proyecto ya puede mantenerse parcialmente a flote. Sin embargo, todavía dependemos de la contribución de las organizaciones de ayuda, con las que a menudo no podemos contar de forma constante. A menudo todavía tenemos que buscar por nosotros mismos de dónde obtener los fondos. Dado que el gobierno de Uganda ha suspendido la ayuda alimentaria, vuelve a haber hambre en el campo y la gente viene a nosotros todos los días pidiendo ayuda.

El gobierno quiere obligar a la gente a regresar a su antigua patria en Sudán del Sur. Sin embargo, las personas que hacen esto suelen dejar a sus ancianos y niños en los campos.

Las perspectivas de futuro de quienes se aventuran a regresar no son nada buenas. Otros ahora han tomado posesión de las tierras que tuvieron que dejar atrás. Naturalmente, existen grandes discrepancias. Hay muchas discusiones y conflictos. No está claro quién recibe qué tierra y cuánta tierra se otorga a quienes regresan a casa. Medio millón de refugiados del norte de Uganda han regresado ya a su antigua patria.

Aquí en la parroquia vivo con tres hermanos africanos que no reciben donaciones de su tierra natal. Desde que murió repentinamente un hermano de México que trabajaba con nosotros, ya no hemos recibido ninguna ayuda de su provincia de origen. También tenemos que mirar qué recursos financieros podemos utilizar para mantener el trabajo pastoral.

A pesar de los numerosos problemas a los que nos enfrentamos a diario, nuestra gente todavía parece muy motivada. No quieren darse por vencidos. Esto también es alentador para nosotros. Cuando les pregunto cómo están, no se quejan, sino que expresan su gratitud por seguir vivos. Pero si luego haces más preguntas, entonces sale a la luz todo el sufrimiento y la tristeza por la muerte de muchos de sus familiares. Pero todos quieren volver a su antiguo hogar en Sudán del Sur.

Cuando miro hacia atrás en los últimos años, el pensamiento de la ayuda que pude brindar a muchas personas me llena de profunda alegría y gratitud interior. Pude ayudar a miles de personas a escapar y ahora puedo brindarles a muchas un futuro mejor a través de la capacitación que les ofrecemos. Pude experimentar la protección y guía de Dios en todo lo que pude hacer como misionero.

Comboni.org

Mensaje del papa Francisco para la XXXIX Jornada Mundial de la Juventud

En su mensaje para la XXXIX JMJ, que se celebrará el próximo 24 de noviembre, Domingo de Cristo Rey, el Papa habla de las nuevas generaciones, que a menudo pagan el precio más alto por las guerras, la injusticia social, la desigualdad, la pobreza y la explotación del ser humano y de la creación. La invitación, también con vistas al Jubileo, es a superar la apatía y el refugio en las transgresiones: a ponerse en camino, no como meros turistas, sino como peregrinos.
(Foto: Sebastião Roxo / JMJ 2023 Lisboa).

Los que esperan en el Señor caminan sin cansarse (cf. Is 40,31)

Queridos jóvenes:

El año pasado comenzamos a recorrer el camino de la esperanza hacia el gran Jubileo, reflexionando sobre la expresión paulina «alegres en la esperanza» (cf. Rm 12,12). Precisamente para prepararnos a la peregrinación jubilar del 2025, este año nos inspiramos en el profeta Isaías, que afirma: “Los que esperan en el Señor caminan sin cansarse” (cf. Is 40,31). Esta expresión está tomada del llamado Libro de la Consolación (Is 40-55), en el que se anuncia el fin del exilio de Israel en Babilonia y el inicio de una nueva etapa de esperanza y de renovación para el pueblo de Dios, que puede volver a su patria gracias a un nuevo “camino” que, en la historia, el Señor abre para sus hijos (cf. Is 40,3).

También nosotros, hoy vivimos tiempos marcados por situaciones dramáticas que generan desesperación e impiden mirar el futuro con serenidad: la tragedia de la guerra, las injusticias sociales, las desigualdades, el hambre, la explotación del ser humano y de la creación. Frecuentemente los que pagan el precio más alto son ustedes los jóvenes, que perciben la incertidumbre del futuro y no vislumbran posibilidades claras a sus sueños, corriendo así el riesgo de vivir sin esperanza, prisioneros del hastío y de la tristeza, a veces arrastrados por la ilusión de la delincuencia y las conductas destructivas (cf. Bula Spes non confundit, 12). Por ello, queridos jóvenes, me gustaría que, como le sucedió a Israel en Babilonia, también a ustedes llegue el mensaje de esperanza: del mismo modo hoy el Señor abre frente a ustedes un camino y los invita a recorrerlo con gozo y esperanza.

1.La peregrinación de la vida y sus retos

Isaías profetiza un “caminar sin cansarse”. Reflexionemos entonces en estos dos aspectos: el caminar y el cansancio.

Nuestra vida es una peregrinación, un viaje que nos impulsa más allá de nosotros mismos, un camino en búsqueda de la felicidad; y la vida cristiana, en particular, es una peregrinación hacia Dios, nuestra salvación y plenitud de todo bien. Las metas, las conquistas y los éxitos a lo largo del camino, si se quedan sólo en el ámbito material, después de un primer momento de satisfacción nos dejan aún sedientos, deseosos de un sentido más profundo. En efecto, no sacian plenamente nuestra alma porque fuimos creados por Aquel que es infinito y, por esa razón, habita en nosotros el deseo de la trascendencia, la constante inquietud hacia el cumplimiento de las aspiraciones más grandes, hacia “algo mayor”. Por lo tanto, como se los he dicho muchas veces, “ver la vida desde el balcón”, para ustedes, los jóvenes, no puede ser suficiente.

No obstante, es normal que, aunque hayamos iniciado nuestros recorridos con entusiasmo, tarde que temprano comencemos a sentir cansancio. En algunos casos, lo que provoca ansiedad y cansancio interior son las presiones sociales que constriñen a alcanzar ciertos estándares de éxito en los estudios, el trabajo y la vida personal. Esto produce depresión, ya que vivimos en el afán de un activismo vacío que nos lleva a llenar el día con miles de cosas y, a pesar de ello, tener la sensación de nunca hacer lo suficiente y nunca estar a la altura. A este cansancio se une frecuentemente el hastío. Es ese estado de apatía e insatisfacción de quien no se involucra en nada, no se decide, no elige, nunca arriesga y prefiere permanecer en su zona de confort, encerrado en sí mismo, viendo y juzgando el mundo detrás de una pantalla, sin jamás “ensuciarse las manos” con los problemas, con los demás, con la vida. Este tipo de cansancio es como un cemento en el cual están sumergidos nuestros pies, que termina por endurecerse, se vuelve pesado, nos paraliza y nos impide caminar. ¡Prefiero el cansancio de quien está en camino que el hastío de quien permanece detenido y sin deseo de caminar!

La solución al cansancio, paradójicamente, no es detenerse a descansar. Es más bien ponerse en camino y volverse peregrinos de esperanza. Esta es mi exhortación: ¡caminen en la esperanza! La esperanza vence todo cansancio, toda crisis y toda ansiedad, dándonos una fuerte motivación para seguir adelante, porque esta esperanza es un regalo que recibimos de Dios mismo. Él colma de sentido todo nuestro tiempo, nos ilumina en el camino, nos indica la dirección y la meta de nuestra vida. El apóstol san Pablo utilizó la imagen del atleta en el estadio que corre para recibir el premio de la victoria (cf. 1 Co 9,24). Quien de entre ustedes haya participado en una carrera —no como espectador, sino como protagonista— sabe bien la fuerza interior que se necesita para alcanzar la meta. La esperanza es precisamente una fuerza nueva, que Dios infunde en nosotros, que nos permite perseverar en el camino, que nos hace tener una “mirada amplia” que va más allá de las dificultades del momento y nos dirige hacia una meta concreta: la comunión con Dios y la plenitud de la vida eterna. Si hay un objetivo grandioso, si la vida no está dirigida hacia la nada, si nada de cuanto sueño, proyecto y realizo se perderá, entonces vale la pena seguir caminando y sudando, soportando los obstáculos y afrontando los cansancios, porque la recompensa final es maravillosa.

2.Peregrinos en el desierto

En la peregrinación de la vida habrá retos inevitables que afrontar. Antiguamente, en las peregrinaciones más largas, había que enfrentarse a los cambios de las estaciones y el clima; atravesar hermosas praderas y bosques frescos, pero también montes nevados y áridos desiertos. Del mismo modo, para el creyente, el peregrinar de la vida y el camino hacia la meta lejana siguen siendo fatigosos, como lo fue para el pueblo de Israel el viaje por el desierto hacia la Tierra prometida.

Así pasa con ustedes. Incluso para los que han recibido el don de la fe, ha habido momentos felices en los que Dios ha estado presente y lo han sentido cercano, y otros momentos en los que han experimentado la soledad. Puede suceder que al entusiasmo inicial en el estudio o en el trabajo, o ante el impulso de seguir a Cristo —ya sea en el matrimonio, en el sacerdocio o en la vida consagrada— sigan momentos de crisis, que hacen que la vida parezca como una difícil travesía por el desierto. Estos tiempos de crisis, sin embargo, no son perdidos o inútiles, sino que pueden transformarse en ocasiones importantes para crecer. Son periodos de purificación de la esperanza. De hecho, en estas crisis muchas falsas “esperanzas”, que resultan demasiado pequeñas para nuestro corazón, se desvanecen; quedan desenmascaradas y, así, quedamos al desnudo frente a nosotros mismos y ante las cuestiones fundamentales de la vida, lejos de todo espejismo. Y en ese momento, cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿en qué esperanzas fundamento mi vida?, ¿son reales o son ilusorias?

En esos momentos, el Señor no nos abandona; se hace cercano a nosotros mostrándonos su paternidad y nos da siempre el pan que reaviva nuestras fuerzas y nos pone de nuevo en camino. Recordemos que al pueblo en el desierto le dio el maná (cf. Ex 16) y al profeta Elías, cansado y desanimado, le ofreció dos veces pan y agua para que pudiera caminar durante «cuarenta días y cuarenta noches hasta la montaña de Dios, el Horeb» (cf. 1 R 19,3-8). En estos relatos bíblicos, la fe de la Iglesia ha visto prefigurado el don precioso de la Eucaristía, verdadero maná y verdadero viático, que Dios nos da para sostenernos en nuestro camino. Como decía el beato Carlos Acutis, la Eucaristía es la autopista hacia el cielo. Él fue un joven que hizo de la Eucaristía su cita cotidiana más importante. Así, íntimamente unidos al Señor, caminamos sin cansarnos porque Él camina con nosotros (cf. Mt 28, 20). Los invito a redescubrir este gran don de la Eucaristía.

En los inevitables momentos de fatiga que acompañan nuestra peregrinación por este mundo, aprendamos entonces a descansar como Jesús y en Jesús. Él, que aconseja a los discípulos descansar, al volver de su misión (cf. Mc 6,31), reconoce vuestra necesidad de descanso físico, de tiempo de esparcimiento, para disfrutar de la compañía de los amigos, para hacer deporte e incluso para dormir. Pero hay un descanso aún más profundo, el descanso del alma, que muchos buscan y pocos logran, y que sólo se halla en Cristo. Sepan que todo cansancio interior puede encontrar alivio en el Señor, que les dice: «Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los aliviaré» (Mt 11, 28). Cuando el cansancio del camino los agobie, vuélvanse a Jesús, aprendan a descansar en Él y a permanecer en Él, porque “los que esperan en el Señor caminan sin cansarse” (cf. Is 40,31).

3.De turistas a peregrinos

Queridos jóvenes, la invitación que les hago es a ponerse en camino, a descubrir la vida, tras las huellas del amor, en busca del rostro de Dios. Pero les recomiendo esto: no se pongan en camino como simples turistas, sino como peregrinos. Que vuestro caminar no sea simplemente un pasar por los lugares de la vida de forma superficial: sin captar la belleza de lo que van encontrando, sin descubrir el sentido de los caminos recorridos, capturando breves momentos, experiencias fugaces para conservarlas en un selfie. El turista hace esto. El peregrino, en cambio, se sumerge de lleno en los lugares que encuentra, los hace hablar, los convierte en parte de su búsqueda de la felicidad. La peregrinación jubilar, por lo tanto, ha de ser signo del viaje interior que todos estamos llamados a hacer, para llegar al destino final.

Con esta disposición, preparémonos todos para el Año Jubilar. Espero que para muchos de ustedes sea posible venir a Roma en peregrinación para cruzar las Puertas Santas. En todo caso, para todos habrá también la posibilidad de realizar esta peregrinación en las mismas Iglesias particulares, ocasión para redescubrir los numerosos santuarios locales que conservan la fe y la piedad del pueblo santo y fiel de Dios. Y deseo que esta peregrinación jubilar se convierta para cada uno de nosotros en un «encuentro vivo y personal con el Señor Jesús, “puerta” de salvación» (Bula Spes non confundit, 1). Los exhorto a vivirla con tres actitudes fundamentales:el agradecimiento, para que sus corazones se abran a la alabanza por los dones recibidos, ante todo por el don de la vida; la búsqueda, para que el camino exprese el deseo constante de buscar al Señor y de no de apagar la sed del corazón; y, por último, el arrepentimiento, que nos ayuda a mirar dentro de nosotros mismos, a reconocer los pasos y las decisiones equivocadas que a veces tomamos y, así, poder convertirnos al Señor y a la luz de su Evangelio.

4.Peregrinos de esperanza para la misión

Les dejo una imagen más sugestiva para vuestro itinerario. Al llegar a la Basílica de San Pedro, en Roma, se atraviesa la plaza que está rodeada por la columnata diseñada por el famoso arquitecto y escultor Gian Lorenzo Bernini. La columnata, en su conjunto, tiene la forma de un gran abrazo: son los dos brazos abiertos de la Iglesia, nuestra madre, que acoge a todos sus hijos. En este próximo Año Santo de la Esperanza, los invito a todos a experimentar el abrazo del Dios misericordioso, a experimentar su perdón, la remisión de todas nuestras “ofensas interiores”, como era tradición en los jubileos bíblicos. Y así, acogidos por Dios y renacidos en Él, conviértanse también ustedes en brazos abiertos para tantos de sus amigos y coetáneos que necesitan sentir, a través de vuestra acogida, el amor de Dios Padre. Que cada uno de ustedes regale «aunque sea una sonrisa, un gesto de amistad, una mirada fraterna, una escucha sincera, un servicio gratuito, sabiendo que, en el Espíritu de Jesús, esto puede convertirse en una semilla fecunda de esperanza» (ibíd., 18), y se conviertan así en incansables misioneros de la alegría.

Al caminar, alcemos la vista, con la mirada de la fe vuelta hacia los santos que nos han precedido en el camino, que han llegado a la meta y nos dan su testimonio alentador: «He peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que han aguardado con amor su Manifestación» (2 Tm 4,7-8). El ejemplo de los santos y santas nos atrae y nos sostiene.

¡Ánimo! Los llevo a todos en el corazón y confío el camino de cada uno de ustedes a la Virgen María, para que, siguiendo su ejemplo, sepan aguardar con paciencia y confianza lo que esperan, permaneciendo en camino como peregrinos de esperanza y de amor.

Roma, San Juan de Letrán,
29 de agosto de 2024,
Memoria del martirio de san Juan Bautista.

FRANCISCO

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La responsabilidad de formar hermanos misioneros

Por: Hno. Jean Marie Mwamba Kabaya
desde Nairobi (Kenia)

MND

El 18 de octubre de 2023 llegué a Nairobi para comenzar mi servicio como formador en el Centro Internacional de Hermanos, última etapa formativa para aquellos jóvenes misioneros combonianos que deciden consagrarse para la Misión como hermanos y no como sacerdotes. Conozco la capital keniana porque me formé en esta misma comunidad y, además, en 2015 obtuve aquí mi doctorado en Filosofía. Aunque no es la primera vez que la congregación me pide este servicio –ya he sido formador de postulantes en Togo y en mi país, la República Democrática del Congo–, antes de venir amplié mis estudios en este campo en la Universidad Pontificia Salesiana de Roma.

Para este curso, seremos 14 miembros en la comunidad, uno más que el año pasado. En 2024 estamos celebrando los 50 años de la llegada de los primeros misioneros combonianos a Kenia y, por primera vez, tendremos en nuestra comunidad un hermano misionero de este país, lo que consideramos una feliz coincidencia. Además de los siete hermanos misioneros y los dos formadores –el Hno. Christophe Yata, de Togo, y yo–, nuestra comunidad acoge a cinco escolásticos, jóvenes combonianos candidatos al sacerdocio que acaban de llegar a Kenia y están aprendiendo inglés. En total, en la comunidad están representadas ocho nacionalidades. 

Nuestra vida comunitaria está bastante bien estructurada. De lunes a viernes todos estudian. Mientras que los escolásticos avanzan con el idioma, los hermanos siguen sus clases en el Instituto de Ministerialidad Social de la Universidad Tangaza, situada a unos 30 minutos en coche de nuestra casa. Las tardes las dedicamos al trabajo manual, las catequesis y el estudio. No faltan los momentos para el deporte, los encuentros festivos o el ensayo de cantos, todo ello intercalado con los imprescindibles tiempos para la oración. Todos los días tenemos la eucaristía a las siete y media de la mañana, que celebra algún sacerdote de la casa provincial, situada junto a la nuestra.

Tenemos un gallinero, criamos conejos y cultivamos un pequeño huerto. Desde que llegué, nunca hemos comprado legumbres porque las producimos nosotros. Aunque la congregación aporta el 80 % de nuestro presupuesto, con estas actividades y mi pequeño salario de profesor intentamos cubrir el resto. Además de su valor económico, estas tareas ayudan a los hermanos a comprender el valor del trabajo y la necesidad de comprometerse en proyectos de autofinanciación para que luego, cuando sean enviados a la misión, hagan lo propio con la gente.

Los fines de semana están dedicados al apostolado. Nos dividimos en tres grupos. Unos van a la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe, muy cerca de nuestra casa; otros a nuestra parroquia comboniana de Kariobangi; y los últimos a la barriada de Kibera, también próxima a la comunidad. En las dos primeras, los hermanos y los escolásticos acompañan a los grupos infantiles y juveniles, mientras que en Kibera colaboramos con una ONG que distribuye alimentos y otras ayudas de emergencia entre las familias más pobres. Yo suelo acompañar a los chicos a Kibera, donde tantas personas viven hacinadas en condiciones muy difíciles.

Entre mis responsabilidades como formador está la de preparar las catequesis, lo que me obliga a estar siempre en una actitud de búsqueda y de formación permanente. También hago el seguimiento formativo de los jóvenes y al menos una vez al mes me encuentro con cada uno de ellos. Me alegra que abran su corazón y me cuenten sus dificultades, algo que, a la vez, me interpela a ser coherente en mi vida misionera. Soy consciente de la confianza que la congregación ha puesto en mí, por lo que intento responder lo mejor que puedo, a pesar de mis límites personales. Trato de aplicar lo que me enseñó un profesor sobre este proceso: saber cuándo hay que estar próximo a los jóvenes y cuándo distanciarse y dejarlos caminar solos.

Mi mayor alegría como formador y educador es ver que las personas a las que has acompañado tienen éxito en la vida. Llevo muy poco tiempo en Nairobi, pero en mi país he vivido experiencias muy bonitas, como cuando antiguos postulantes que ahora son sacerdotes me impusieron las manos después de su primera misa en señal de bendición. Da mucha alegría ver cómo jóvenes que llegan a las casas de formación con dificultades con la lengua y muy poco conocimiento de lo que significa la vida consagrada y comunitaria, poco a poco van madurando humana y espiritualmente.

Por otro lado, mi mayor sufrimiento como formador es tener que decirle a un joven que regrese a casa. En la Universidad Pontificia Salesiana nos decían que debemos saber tomar decisiones, por duras que sean las circunstancias. Cuesta escribir un informe negativo de alguien, porque cada persona es un misterio y nunca estás seguro al cien por cien de tu parecer. Estoy contento, aunque también un poco preocupado por la disminución de vocaciones misioneras de hermanos en nuestro instituto. Rezo para que el Señor siga enviando vocaciones santas y capaces de hermanos para la Misión.

En la imagen superior, el Hno. Jean Marie, tercero por la izquierda, con un grupo de postulantes combonianos en su graduación en Kisangani (RDC). Fotografía: Hno. Jean Marie Mwamba Kabaya.

Un amor que nos impulsa a conocer y saber amar

Ilaria y Federica, LMC
Desde Carapira, Mozambique

Estamos aquí de nuevo para daros noticias y compartir, con vosotros, este último tiempo. Durante estos meses, desgraciadamente, nos resulta difícil responder a todos vuestros mensajes (que son muchos), debido a acontecimientos imprevistos, pero todo esto forma parte de estar en misión y vivirla plenamente, hasta el último momento de cada día.

La última vez, os contamos la pena de despedirnos del Padre Jaider, el padre comboniano, que partió urgentemente hacia su tierra natal, debido a repetidas enfermedades.

Pues bien, el mismo día, exactamente un mes después de su partida (de nuevo el 5, pero de julio), la comunidad de los Padres Combonianos fue golpeada de nuevo por una terrible noticia. Mientras esperábamos para acoger a un hermano comboniano de vuelta de sus vacaciones en su tierra natal, recibimos la noticia de su muerte durante la noche, el mismo día en que debía reunirse con nosotros.

A día de hoy, la comunidad comboniana sólo está formada por un padre y un estudiante de teología. Han sido meses difíciles, intensos, llenos de obstáculos, pero incluso en este tiempo, la infinita misericordia y bondad de Dios no ha cesado de obrar maravillas y de darnos la fuerza para afrontar este tiempo y seguir mirando hacia un horizonte cada vez más alto junto a estos hermanos y hermanas nuestros. De hecho, ha sido precisamente en este tiempo de fatiga, de fragilidad, cuando el Señor nos ha unido aún más como comunidad con los padres, como familia comboniana, y nunca hemos dejado de sentir que el Señor nos guiaba. Es precisamente en la fragilidad donde al Señor le gusta trabajar, si dejamos siempre todo en sus manos y nos confiamos a su Gracia.  Como dice una mujer sabia que camina con nosotros: «construye con los que quieren construir y avanza siempre con la alegría que viene del Señor»; son palabras verdaderas, porque cuanto más dejamos todo en manos del Señor, más construye Él.

En estos nuestros primeros seis meses en Mozambique, no han faltado las dificultades y los obstáculos, y en algunos casos no han sido fáciles de superar, sobre todo los surgidos de las personas más cercanas a nosotros, pero realmente sólo con la ayuda del Señor, con vuestra presencia, con vuestro haceros oír, y con la ayuda de la gente, hemos conseguido mantener siempre viva en nuestros corazones, la alegría, la paz y la esperanza, para seguir abrazando esta maravillosa tierra, rica en belleza pero al mismo tiempo con muchas contradicciones.

Cada día, la gente de Macua nos enseña y nos da la alegría de compartir nuestras vidas con ellos. Durante este tiempo, también hemos vivido momentos inesperados y enriquecedores, como la visita del consejo general de las hermanas combonianas y, a principios de agosto, también la de los padres del consejo general comboniano. Cuánta Gracia hemos recibido, inesperada y enriquecedora…

Dentro de nuestros corazones, se abren sueños más grandes con horizontes más amplios que parten de la escucha de la realidad en la que estamos insertos; todo esto sabemos con certeza que con nuestras solas fuerzas, no podremos lograrlo.

Durante este tiempo, hemos tratado de permanecer siempre un paso por detrás para observar y tratar de entender cuáles son las principales necesidades de esta tierra y hacerles realmente protagonistas de su historia y de su tierra. Esta es nuestra misión: crear relaciones verdaderas y auténticas, tender puentes, crear una red. 

Somos extraordinariamente felices a pesar de algunas dificultades y alguna malaria que nos azota (las dos estamos a 2), pero la alegría, la esperanza, la pasión y el amor que sentimos por esta tierra es un impulso que nos mueve cada día a seguir sembrando y construyendo. También os seguimos dando las gracias a todos y cada uno de vosotros, porque vuestra presencia, cercanía y ayuda son combustible para seguir ilusionándonos y creciendo, para poder construir un futuro mejor junto a estas personas, y para sentirnos todos peregrinos de la esperanza en un mundo mejor, donde todas las personas tengan derecho a vivir una vida digna.

Todos somos misión y nosotras, con todos vosotros, nos sentimos como en familia.

Un abrazo desde el fondo de nuestros corazones. Seguimos rezando por todos vosotros y vosotras también, seguid rezando por nosotras.

Con amor, profundo aprecio y gratitud.

Ila y Fede, LMC

Asesinado en Honduras Juan Antonio López, defensor del medio ambiente

El defensor del medio ambiente y miembro de la Red Eclesial Mesoamericana, Juan Antonio López, fue asesinado el pasado domingo 14 de septiembre al salir de misa. El hecho ha sido condenado por la Conferencia Episcopal de Honduras y el Consejo Episcopal Latinoamericano. (Foto: ADN-CELAM)

Juan Antonio López era concejal, líder de comunidades eclesiales de base, integrante de la Red Eclesial Mesoamericana y miembro del Consejo Apostólico Nacional de la Compañía de Jesús en Honduras. Su lucha por la defensa del medio ambiente y en contra de los proyectos mineros, así como su defensa de los recursos minerales de Honduras, del río Guapinol y del parque nacional Botaderos Carlos Escaleras Mejía, hicieron que su vida sufriera varias amenazas. El pasado domingo, al salir de la celebración eucarística, fue asesinado a tiros en su carro.

La Conferencia Episcopal de Honduras expresó a través de un comunicado que “como pastores de la Iglesia que peregrina en Honduras, repudiamos enérgicamente este vil asesinato y pedimos a las autoridades que no sólo se hable de justicia, sino que se trabaje diligente y sinceramente en el deber de garantizarla a todos los ciudadanos”.

Por su parte, el Consejo Episcopal Latinoamericano comunicó su repudio ante el suceso, el cual calificó como el “reflejo de una pequeña porción de la sociedad que es intolerante, injusta y que quiere imponer su voluntad por medio de la fuerza”. En este sentido, la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos exigió una investigación pronta e imparcial que permitan sancionar a los responsables del asesinato.