Parroquia peregrina y misionera

Al 65 km de la capital gallega, en el llamado Camino francés de Santiago de Compostela, se encuentra la parroquia de San Tirso que los misioneros combonianos gestionan desde 2014.

Texto y fotografías: P. Francisco Javier Ochoa Gracián, mccj
Desde Palas de Rei, España

La parroquia de San Tirso es una unidad pastoral que aglutina 25 parroquias. Está situada en la localidad de Palas de Rei, en la provincia gallega de Lugo. El templo parroquial, de estilo románico, tiene un pórtico medieval y en su interior se equilibran la austeridad y el neoclasicismo.

La comunidad está formada por cuatro sacerdotes misioneros combonianos: dos españoles, un polaco y un mexicano. Todos han trabajado en diferentes países del continente africano e intentan transmitir un espíritu misionero y de esperanza a los feligreses y peregrinos que pasan cada día por la parroquia, sobre todo para participar en la “misa del peregrino”.

La mayoría de los feligreses de esta unidad pastoral son personas mayores. Hay una ausencia muy marcada de jóvenes y niños en las celebraciones eucarísticas. Solo aparecen en fiestas como San Tirso, el 28 de enero; San Cristóbal, en julio y Ecce Homo, en septiembre.

También los días de catequesis de primera comunión y confirmación. Las aldeas se van vaciando poco a poco y no siempre es fácil llevar adelante un programa de evangelización que refuerce la fe y el entusiasmo en Cristo.

En este contexto, el sacerdote mexicano Francisco Javier Ochoa Gracián ha querido compartir con nosotros una anécdota sobre su experiencia personal de misión, trabajando en esta parroquia peregrina de San Tirso.

«Hace algunos meses, un grupo de jóvenes provenientes del pueblo mexicano donde viví y crecí, me hicieron la invitación de hacer la experiencia del Camino de Santiago, a través del “camino portugués”. Mi tarea fue animarlos en la parte espiritual con charlas diarias misas en campo abierto, el rezo del rosario misionero, confesiones y, el último día, con una adoración al Santísimo en agradecimiento a Dios por los días vividos juntos. Fueron días de mucha lluvia, viento, subidas y bajadas, cansancio, paisajes increíbles y encuentros significativos. Esta experiencia única, me ayudó bastante para entender un poco más el espíritu de muchos peregrinos que pasan por nuestra parroquia en búsqueda de algo valioso para sus vidas».