«Me sedujiste, Señor, y me dejé seducir»
Por: P. José Manuel Hernández Cruz, mccj
Mi nombre es José Manuel, soy originario de Coatzacoalcos, Veracruz, mis padres son Víctor Hernández León y Aurora Cruz Ventura, los cuales dieron vida a tres hijos; somos una familia católica.
Las oraciones de mi madre nutrieron mi vocación, la cual nació en mi comunidad de fe. Inicié mi servicio como monaguillo en mi parroquia Santa María Reina del Rosario; la amistad con mi párroco, el presbítero José Ayala Madrigal, su cercanía y testimonio me inspiró para conocer la vida sacerdotal. Ingresé al seminario menor de la diócesis de Coatzacoalcos para estudiar la preparatoria en 2007.
Posteriormente en 2010 ingresé al curso propedéutico. Seguí perseverando en la formación y concluí mis estudios filosóficos en 2014; participé de la síntesis filosófica en la Universidad Pontificia de México, donde conocí a monseñor Vittorino Girardi, misionero comboniano, quien dirigió los ejercicios espirituales de ese ciclo escolar en el seminario mayor de Coatzacoalcos. Desde ese encuentro sentí que Dios despertaba la pasión misionera que siempre había estado en mi corazón y había comenzado a encaminar mi vocación hacia el carisma comboniano.
Mi vocación tomó otra dirección
En 2014 ingresé a la facultad de Teología, movido internamente por la pláticas que había tenido con monseñor Girardi y en diálogo con mi director espiritual, oré y discerní la idea de vivir una experiencia misionera; en 2015 inicié mi proceso vocacional con el padre Moisés García, promotor vocacional de los Misioneros Combonianos.

En ese mismo año, al inicio del ciclo 2015-2016, hubo cambio de rector del seminario diocesano; llegó el presbítero Medel Pérez Hernández, amigo y gran hombre, al cual le planteé mi deseo de vivir esta experiencia, me mostró su cercanía, apoyo y acompañamiento en este proceso; tomé la decisión de reconducir mi vocación por el carisma comboniano, dejando la formación diocesana en junio de 2016.
Animado e inquieto, en julio realicé mi preseminario, y en agosto de ese mismo año ingresé al postulantado comboniano, ubicado en San Francisco del Rincón, Guanajuato; ahí viví una etapa de inserción y conocimiento de la vida comboniana durante dos años y tuve la oportunidad de concluir mis estudios teológicos en el seminario conciliar de León.
En agosto de 2018 inicié el noviciado en Xochimilco, Ciudad de México, donde viví una experiencia de encuentro personal con el carisma y espiritualidad combonianas. Realicé mi primera profesión religiosa el 9 de mayo de 2020, y fui destinado al escolasticado de Casavatore, Nápoles, donde realicé mis estudios de Teología Bíblica.
Mi prueba en la fe llegó

En noviembre de 2020, a dos meses de haber dejado mi país, experimenté la muerte de mi madre; una etapa muy difícil que humanamente me destruyó. Cuando la prueba se presenta todo se derrumba, las seguridades se vuelven miedos y dudas, las respuestas se convierten en preguntas, las alegrías en tristezas; pero como hombre de fe, tomé fuerza para continuar la vida y aprender a confiar plenamente en la voluntad de Dios.
Llevamos un gran don en vasijas de barro
Este 2025 ha sido mi año de gracia, pues el 2 de febrero realicé mi profesión perpetua como misionero comboniano; el 8 de ese mismo mes fui ordenado diácono en la arquidiócesis de Monterrey y el 11 de octubre tuve la gracia de recibir el orden del presbiterado en mi diócesis de Coatzacoalcos, Veracruz. No hay palabras para expresar la alegría y el compromiso que representa la experiencia de este estilo de vida en estos tiempos, sobre todo, lo que significa para vivir coherentemente nuestra fe, con la libertad de hijos de Dios.

Animo a los jóvenes a dejarse seducir por el Señor, déjense guiar por el Maestro; les aseguro que Él nos lleva por caminos seguros de vida y verdadera felicidad.
