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Para despertar la conciencia de ser misioneros de paz en la sociedad

Desde siempre el ser humano ha convivido con «escuelas de violencia». En todas las culturas y en todos las épocas la humanidad se ha preparado para atacar al otro que se ve como rival, como peligro o como amenaza; de hecho, los ejércitos, los centros de adiestramiento… son escuelas donde las personas aprenden distintas técnicas para defenderse, atacar matar a sus semejantes.

Por: Hno. Joel Cruz, mccj

Y ¿qué decir del ambiente que nos rodea? Los medios de comunicación resaltan los hechos de violencia y de muerte, las relaciones interpersonales, familiares, institucionales, laborales… marcadas por la violencia en diverso grado… las mismas sociedades en las que crecemos son escuelas de violencia.
Esto hace que nos acostumbremos y la aceptemos como normal. ¿Qué podemos decir, cuando nuestras sociedades hechas de bautizados, son las más violentas? ¿Qué podemos decir cuando vemos a diario que cristianos agreden y matan a otros cristianos? Es una evidente contradicción con la fe que profesamos.

Desde la experiencia de nuestra convivencia cotidiana, podríamos decir que nuestras comunidades cristianas (parroquias, grupos, movimientos apostólicos, seminarios, escuelas católicas…) deberían ser los lugares donde las personas se encuentran con Dios, y por lo mismo, ser espacios donde se desaprende la violencia. Espacios donde la creatividad del cristiano desarrolla una verdadera cultura de paz, pero la realidad nos dice que no siempre es así.

Creer en la palabra de Dios, implica para todo cristiano, hacerse promotor de una alternativa a la violencia. Todo cristiano debería buscar la manera de que cada ser humano transforme sus armas en instrumentos y fuerza de trabajo para el bienestar de todos. Si eso no lo hacemos nosotros que nos decimos seguidores del «Príncipe de la paz», ¿quién debería hacerlo?

De alguna manera los cristianos somos la presencia de Jesús en esta tierra, en nuestras sociedades. Cada uno de nosotros cree que Jesús es la luz del mundo (Jn 8,12). Ciertamente esta luz puede estar prendida e iluminar en la medida en que nosotros, que somos su cuerpo, la tenemos encendida.

Esto significa que nos corresponde proponer y practicar el Evangelio de la paz, con la conciencia de que se trata de un compromiso exigente que requiere pasión, estudio, dedicación y disponibilidad para dedicar tiempo a esta misión que Jesús nos encomendó realizar en donde vivimos y convivimos.

Para comenzar a sensibilizar y despertar la conciencia de esta misión en los cristianos, te comparto una guía para realizar un taller, retiro o convivencia, ya sea con tu grupo, con los agentes de pastoral de tu parroquia o movimiento religioso, también lo puedes hacer para toda la gente que participa en las misas y actividades de tu parroquia.

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El padre Saverio Paolillo, misionero comboniano, recibe la medalla por los Derechos Humanos en Brasil

El padre Saverio Paolillo, misionero comboniano italiano, recibió la medalla “José Gomes da Silva” de los Derechos Humanos, el pasado 7 de diciembre, en Brasil. El honor le fue otorgado por la Asociación de Abogados de Brasil (OAB/PB), en reconocimiento a su compromiso y actividad en la promoción y defensa de los derechos humanos de niños y adolescentes.

Desde hace muchos años el Padre Saverio se dedica a la labor misionera de promoción y defensa de los derechos humanos, especialmente de los niños y adolescentes, y también al servicio de la pastoral penitenciaria. El padre Saverio dedicó esta medalla a todo el grupo que trabaja con él en este servicio misionero, en el Centro de Derechos Humanos Dom Óscar Romero (CEDHOR) y en la Pastoral de Menores (PAMEN) de la Arquidiócesis de Paraíba.

Ayer, 10 de diciembre de 2023, la Declaración Universal de Derechos Humanos celebró su 75º aniversario. Sin embargo, la protección y promoción de los Derechos Humanos sigue siendo una prioridad actual y urgente. Siguiendo el ejemplo de San Daniel Comboni, los Misioneros Combonianos están también comprometidos en la promoción y defensa de los derechos individuales y de los pueblos. La Provincia de los Misioneros Combonianos de Brasil se alegra por este reconocimiento y agradece al Padre Saverio por todo su compromiso misionero en la defensa de la vida y los derechos de los más vulnerables. 

Fallece el P. Marcello Trotta

Fecha de nacimiento: 18/02/1939
Lugar de nacimiento: Montefalcone Valfortore/I
Votos temporales: 09/09/1957
Votos Perpetuos: 09/09/1963
Fecha de ordenación: 28/06/1964
Llegada a México: 1968
Fecha de fallecimiento: 10/12/2023
Lugar de fallecimiento: Verona / I

Hoy, 10 de diciembre, falleció en Verona el P. Marcello Trotta, misionero comboniano italiano que trabajó por varios años en México.

Por: P. Manuel João Pereira

Nuestro hermano P. Marcello Trotta, de la comunidad de Castel d’Azzano, nos dejó el pasado 10 de diciembre en el hospital Borgo Roma de Verona, hacia las 19 horas. El P. Marcello había sido hospitalizado recientemente debido a diversas complicaciones y a las numerosas patologías que ya padecía (insuficiencia renal, problemas cardíacos, diabetes…) con altibajos en su estado de salud. Finalmente se produjo una hemorragia gastrointestinal que le provocó la muerte a las pocas horas.
P. Marcello nació el 18 de febrero de 1939 en Montefalcone Valfortore y tenía, por tanto, 84 años. Hizo el noviciado en Gozzano (55-57) y la primera profesión el 9 de septiembre de 1957. Estudió filosofía y teología en Verona (57-60) y Venegono (60-64); sus votos perpetuos el 9 de septiembre de 1963 y su ordenación el 28 de junio de 1964. El P. Marcello ejerció su ministerio misionero entre Italia (aproximadamente 41 años) y México (aproximadamente 17 años).
El funeral del P. Marcello fue celebrado el miércoles 13 de diciembre, en nuestra comunidad de Castel d’Azzano, presidido por el P. Renzo Piazza, superior de la comunidad. Estuvieron presentes el superior provincial, P. Fabio Baldan, y algunos hermanos de la comunidad de nuestra casa madre en Verona. Posteriormente el cuerpo fue trasladado a su ciudad natal, donde en la mañana del 14 de diciembre, se realizó la celebración fúnebre. Que este hermano nuestro descanse dichoso en la casa del Padre, después de sus labores apostólicas y de sus numerosos sufrimientos físicos.
A continuación se muestra la homilía del P. Renzo.


Funeral del P. Marcello Trotta

13 de diciembre de 2023

La noche después de la muerte del P. Marcello, tuve un sueño. Buscaba un mensaje de texto para enviar a la familia para consolarlos en su momento de duelo. Tenía un texto ante mis ojos, pero no podía leerlo porque los caracteres eran demasiado pequeños. Con la computadora quería copiar y pegar, pero las palabras no se copiaban. Había un libro pero era difícil abrirlo… La palabra siempre permanecía ilegible y esquiva. Cuando desperté, mis pensamientos se aclararon. El texto que buscaba era el Salmo 6 que había leído y meditado unos días antes y que hoy puede servir de espejo de lo que el P. Marcello ha vivido en los últimos días. Se define como el salmo de un enfermo. Nos habla de la situación de un enfermo y del repentino cambio de situación que se produce en él. Es un enfermo que suplica y luego, de repente, estalla en un grito de salvación.

Señor, no me castigues en tu ira,
no me castigues en tu furor.
Ten piedad de mí, Señor: me desmayo;
sáname, Señor: mis huesos tiemblan.
Mi alma está completamente trastornada,
pero tú, Señor, hasta ¿cuándo…?
Vuélvete, Señor, a librarme,
sálvame por tu misericordia.
Nadie entre los los muertos se acuerdan de ti.

El Señor agradece mi oración.
El Señor oye mi súplica,el Señor oye la voz de mi clamor.
Aléjense de mí, todos los que hacen el mal,
Envejezco entre tantos de mis opresores.
Mis ojos son consumidos por el dolor,
¿Quién en el inframundo canta tus alabanzas? (…)

El protagonista de este salmo habla de cómo vive la enfermedad en su mente y cómo vive su fragilidad. Pero esta experiencia se vive delante de Dios, con la claridad de que todo esto forma parte de un plan divino cuyos contornos, sin embargo, no están del todo claros.

“Señor, no me castigues en tu ira, no me castigues en tu furor, ten piedad de mí, Señor… sáname, Señor… vuélvete, Señor, a liberarme”.

Se afirma que la enfermedad es de alguna manera una anticipación de la muerte, una imagen de la muerte. En segundo lugar, que Dios puede liberar, por lo que existe la certeza de que incluso una vida degradada está en manos de un Dios poderoso.

Me parece que este salmo dice mucho de la historia humana y espiritual del P. Marcello, sobre todo en los últimos años ya que la diálisis fue la fiel compañera de sus días y con el paso de los días vio que su cuerpo se volvía más frágil, su falta de autonomía y su necesidad de ayuda crecía. Las transiciones del minibús a la ambulancia, de la total autonomía al uso del andador, del andador a la silla de ruedas y al ingreso hospitalario no son indoloras. ¿Dónde podemos encontrar alegría cuando vemos que una lenta mejora es reemplazada por una nueva crisis, una nueva dificultad, una nueva disminución?

No nos cuesta imaginar que el P. Marcello hiciera suya esta oración: “Pero tú, Señor, ¿hasta cuándo…? Vuélvete, Señor, a liberarme, sálvame por tu misericordia.”

Tuvimos que apretar los dientes, empezar de nuevo, vivir la vida cotidiana como si la enfermedad no existiera y nuestra fuerza tuviera la capacidad de regenerarse continuamente como el agua de un manantial. Pero no fue así.

El hombre Marcello, el cristiano Marcello y el sacerdote Marcello tuvieron que sacar sus garras para resistir, para no dejarse desanimar, para demostrar que la vida, sin embargo, continúa y la esperanza en Dios no puede ser defraudada. Fuimos testigos de la serenidad subyacente con la que el P. Marcello afrontó la prueba y caminó basándose en la fidelidad de Dios.

Podemos aplicarle lo que está escrito en el libro del Deuteronomio: en este momento difícil, “tu traje no  se ha desgastado y tu pie no se ha hinchado durante estos años”.

Las lecturas que acompañan el camino de la Iglesia en este miércoles de Adviento iluminan también la historia del padre Marcello hoy.

El profeta Isaías, en el libro de consolación que ya hemos escuchado el domingo y el martes y que hoy retomamos, ofrece una respuesta a la pregunta que muchos se han hecho observando la serenidad del P. Marcello en su enfermedad. ¿Pero dónde encontró su fuerza? ¿Quién le dio el valor para recuperarse y continuar su camino, a pesar de las debilidades y las recaídas? La respuesta es simple. “El Señor da fuerzas al cansado y multiplica las fuerzas al agotado. Incluso los jóvenes luchan y se cansan, los adultos tropiezan y caen, pero los que esperan en el Señor recuperan fuerzas, les crecen alas como las de las águilas, corren sin cansarse, caminan sin cansarse”.

Y el Evangelio de Mateo nos muestra la fuente de energía que se ofrece a los que están cansados ​​y debilitados: “Venid a mí todos los que estáis cansados ​​y agobiados, y yo os haré descansar. Aprende de mí y encontrarás descanso para tu vida”, dice Jesús.

La fe nos dice que la tierra prometida, el lugar de descanso, es estar con Jesús resucitado. Estar con él es el deseo del discípulo cuando vive y la recompensa que Dios le da después de su muerte. En Cristo probado, doblegado por el sufrimiento asumido por amor, fiel al Padre hasta la muerte… el discípulo encuentra a su Maestro y Señor. Estar con él es su deseo y su recompensa. Y queremos imaginar hoy a Jesús resucitado junto al P. Marcello que le dice: “Señor, es hermoso para mí quedarme aquí, vivir en tu casa todos los días de mi vida para contemplarte a ti y al rostro del Padre”. quien os amó y os envió al mundo”.

Algunas notas finales. Podrían ser los contrastes del P. Marcello.

El P. Marcello partió de este mundo el domingo 10 de diciembre, cuando la Iglesia recordó a la Virgen de Loreto. Unos minutos antes de fallecer, Fr. Lucho y yo lo encontramos en la unidad de cuidados intensivos del hospital y oramos por él, invocando a la Virgen María: “Ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte”. Estamos seguros que la Virgen María se unió a nuestra oración, haciéndola suya y presentándola a su Hijo bendito, para que lo acoja entre sus fieles servidores.

La última conversación con él tuvo lugar el día de la Inmaculada Concepción: estaba en el hospital y se encontraba bien. Hablamos de esto y aquello. En cierto momento dijo: “Tengo que disculparme porque siempre me he quejado de mis superiores, pero ahora veo que es hora de dejar esta costumbre…”. Le respondí: “Pero nunca te he oído quejarte de mí…” Y él puntualmente: “No, no, tú también fuiste parte de los que critiqué, pero te pido disculpas…”

El P. Marcello vino a ver las noticias y al final, en silla de ruedas, se dirigió a su habitación. Pero el pasillo era largo y más de una vez lo empujé hacia la habitación. Hacia el final del viaje me dijo: “Gracias. Ya es suficiente, tu día está lleno, tienes tantas cosas que hacer. Ahora puedo hacerlo por mi cuenta… ¡Gracias por tu ayuda!”

En otra ocasión, casi distraídamente, le dije: “Pero Marcello, no podemos olvidarnos de ti…” Al cabo de un par de meses me dijo: “¡Gracias por esas palabras! Me hicieron bien y me dieron mucho coraje”.

Quiero agradecer a las comunidades de Troia y de Bari que han mantenido constantemente su atención hacia el P. Marcello, viniendo a visitarlo y preocupándose siempre por su inclusión en la comunidad de Castel d’Azzano y por su estado de salud. Mañana les encomendamos la tarea de acompañar al padre Marcello en el último tramo del camino.

Padre Marcello, no he compartido con usted los esfuerzos del apostolado ni de la misión, sino sólo los últimos meses de su vida terrena. Me gustaría decirte a ti y a todos que amarte no fue difícil.

¡Gracias Marcelo! Recuérdanos.

P. Renzo Piazza

Misioneros con espíritu

Por: P. Enrique Sánchez G., mccj

«Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que oran y trabajan. Desde el punto de vista de la evangelización, no sirven ni las propuestas místicas sin un fuerte compromiso social y misionero, ni los discursos y praxis sociales o pastorales sin una espiritualidad que transforme el corazón» (Evangelii gaudium 262).

Comento aquí esta frase del magisterio del papa Francisco que nos invita a vivir nuestro compromiso cristiano con especial sensibilidad misionera. Detenernos sobre esas palabras nos ayuda a ir un poquito más lejos en nuestro deseo de responder al mandato de Jesús de ir por todo el mundo como discípulos y misioneros suyos.

Entendemos que la misión evangelizadora de la Iglesia no es simple estrategia para ganar adeptos, sino una experiencia de vida que exige entrar al mundo de Jesús para constatar que su misión es única, y que es una bendición que nos la comparta y que nos involucre en ella.

La misión nos obliga a asumir un estilo de vida en donde nuestro corazón está inquieto por anunciar lo que nosotros mismos hemos visto y oído, como bien decía san Juan (1Jn 1,3) y eso nos convierte más en testigos que en predicadores. La misión, como compromiso personal con Jesús, se convierte en experiencia espiritual. Es donde nos encontramos con el Señor, y en donde nos descubrimos instrumentos y colaboradores con el proyecto de Dios, que quiere que todas las personas lo conozcan y tengan vida eterna en Jesucristo (Jn 6,40). Es una experiencia que no podemos guardar para nosotros mismos y que estamos llamados a compartir con quienes están más alejados y necesitados. Pues la misión es algo urgente: ¡Ay de mí si no evangelizo! (1Cor 9,16-19.22-23).

El Papa nos dice que tenemos que ser evangelizadores con Espíritu, que viven su compromiso fundados en la oración y en el trabajo. Una misión que no esté fundada en un encuentro continuo, en oración y en amistad profunda con el Señor, es muy fácil que se convierta en actividad vacía.

La misión es tarea que se cumple desde el corazón y sólo llegaremos a ser auténticos misioneros en la medida en que nos sintamos amados, perdonados y enviados a ser mensajeros de la alegría del Evangelio y de la misericordia infinita de nuestro Padre Dios. Seremos misioneros contentos en la medida en que nos dejemos invadir por la fuerza del Espíritu, que seguirá siendo siempre el protagonista de la misión.

El Papa pide “desmasculinizar” la Iglesia

En la audiencia a los miembros de la Comisión Teológica Internacional, el Pontífice les entregó el discurso debido a su estado de salud, que no le permitió leerlo él mismo. Sin embargo, les dirigió una palabras improvisadas en las que les pidió con insistencia “desmasculinizar” la Iglesia. Estas fueron sus palabras (Foto: Vatican News).

«Gracias por esta visita. Y gracias por su trabajo. Aquí hay un bonito discurso con cosas teológicas, pero como yo estoy, mejor no leerlo. Se lo dejo a ustedes.

Les agradezco lo que hacen. La teología, la reflexión teológica, es muy importante. Pero hay algo que no me gusta de ustedes, perdonen mi sinceridad. Una, dos, tres, cuatro mujeres: ¡pobrecitas! ¡Están solas! Ah, perdón, cinco. ¡En esto debemos avanzar! Las mujeres tienen una capacidad de reflexión teológica diferente a la que tenemos los hombres. Debe ser porque he estudiado mucho la teología de una mujer. Me ayudó una excelente alemana, Hanna-Barbara Gerl, sobre Guardini. Ella había estudiado esa historia y la teología de esa mujer no es tan profunda, pero es hermosa, es creativa. Y ahora, en la próxima reunión de los nueve cardenales, tendremos una reflexión sobre la dimensión femenina de la Iglesia.

La Iglesia es mujer. Y si no entendemos lo que es una mujer, lo que es la teología de una mujer, nunca entenderemos lo que es la Iglesia. Uno de los grandes pecados que hemos cometido es “masculinizar” la Iglesia. Y esto no se resuelve por la vía ministerial, esto es otra cosa. Se resuelve por la vía mística, por la vía real. A mí me ha dado mucha luz el pensamiento de Balthasar: principio petrino y principio mariano. Esto se puede debatir, pero los dos principios están ahí. El mariano es más importante que el petrino, porque existe la Iglesia esposa, la Iglesia mujer, sin masculinizarla.

Y os preguntaréis: ¿a dónde lleva este discurso? No sólo para deciros que haya más mujeres aquí -que también-, sino para ayudar a reflexionar. La Iglesia mujer, la Iglesia esposa. Y esta es una tarea que os pido, por favor. Desmasculinizad la Iglesia.

Y gracias por lo que hacéis. Perdonadme, he hablado demasiado y me siento mal, pero ahora, sentados como estamos, podemos rezar juntos un Padrenuestro, cada uno en su lengua, y luego daré la bendición.

Y rezad por mí. Rezad a mi favor, no contra mí, porque este trabajo no es fácil. Gracias».

Laicos de Costa Rica: “A paso firme y despacio que precisa…”


El domingo 26 de noviembre, se llevó a cabo en las instalaciones del Postulantado Comboniano Mártires de Uganda en San José, Costa Rica, el primer encuentro formativo como parte de la etapa de discernimiento del actual grupo de candidatos a Laicos Misioneros Combonianos (LMC).

Por: Alex Menjívar, candidato LMC

El Hno. Jesús Pérez, misionero comboniano de origen español y radicado actualmente en el país, acompañó el encuentro formativo bajo el tema: “Mi historia personal como historia de salvación”, el objetivo busca dar un acompañamiento a los candidatos en el descubrimiento de su vocación dentro de un proceso de identificación con la misión y el carisma comboniano, tratando de que cada candidato pueda releer la propia vida aprendiendo a conocerse y a valorarse como persona en todas sus dimensiones.

Antes de dar inicio al encuentro formativo, se tuvo la visita virtual de Alberto de la Portilla (coordinador del Comité Central) y Beatriz Maldonado (coordinadora del comité Americano) de los Laicos Misioneros Combonianos, como una forma de dar la bienvenida al nuevo grupo de candidatos a LMC – Costa Rica y animarlos a seguir perseverando en este bello camino de formación, oración y servicio misionero hasta los confines del mundo para poder hacer causa común con otros pueblos donde muchos hermanos y hermanas esperan de misioneros santos y capaces.

El encuentro formativo sin duda fue un espacio de mucha importancia y reflexión a nivel personal para cada uno de los candidatos, no solo a nivel humano, también a nivel espiritual. Animamos a los nuevos candidatos de Costa Rica, a seguir perseverando en la llamada de nuestro Señor Jesucristo, bajo el estilo y carisma de San Daniel Comboni.