Blog

25 años de los LMC en Mongoumba, República Centroafricana

Por: P. Fernando Cortés Barbosa, mccj

Mons. Jesús Ruiz Molina, misionero comboniano, de nacionalidad española y obispo de la diócesis de Mbaïki, a donde pertenece nuestra misión de Mongoumba, luego de agradecer a los Laicos Misioneros Combonianos (LMC) su labor misionera, a quienes nombró uno por uno -un total de 18 durante todo este tiempo- resaltó algunas de sus características:

Primera: Una misión de laicos con impronta femenina.

Sucede que a la misión de Mongoumba han venido más laicas que laicos. 15 mujeres por 3 varones. Esta misión por parte de los laicos lleva impronta femenina desde su comienzo, pues fue una misionera laica italiana, Marisa Caira, quien abrió esta misión para los laicos, habiéndole dedicado más de 20 años de su vida. Esta presencia femenina contrasta con una iglesia local, como la centroafricana, cuyos movimientos y fraternidades, donde la mayoría son mujeres, son dirigidos por hombres.

Segunda: La internacionalidad.

La misión no es de una sola nacionalidad, sino católica, es decir, universal. Y los LMC han dado testimonio que se puede vivir la fraternidad, aún con las diferencias culturales, bajo la guía de una misma fe. Aquello que nos hace diferentes, lejos de ser un obstáculo, llega a ser una oportunidad para el enriquecimiento mutuo y el crecimiento como misioneros, pues la misión nos impulsa no a encerrarnos, sino a abrirnos a lo novedoso y a asumir los retos que implica vivir con personas de otras nacionalidades.

Tercera: Una misión específica.

Sin dejar de estar abiertos al servicio de todos, los LMC han encontrado algunos campos de acción donde realizar su misión específica: la educación, la salud, y el pueblo Aka o pigmeos. Esto comporta una adecuada preparación en el terreno profesional y una atenta sensibilidad para el trato con un sector de la misión como los Aka, históricamente marginado y discriminado en el contexto nacional.

Mons. Jesús Ruíz, animó a los LMC a no desfallecer frente a las pruebas que continuamente como misioneros nos vemos sometidos. Es por ello que les recordó la experiencia de los discípulos de Emaús para dejarse acompañar por el Señor que con su palabra y la eucaristía nos abre los ojos para reconocerlo vivo y sentirlo que camina entre nosotros. “Si olvidamos la eucaristía, fuente y culmen de nuestro ser cristiano, -señaló Mons. Jesús Ruíz- nuestra misión se reduce a una labor humanitaria o filantrópica, pero no la de los testigos del Resucitado que contagian vida nueva”.

Cristina Souza, LMC, de Portugal, acompañada de las laicas Elia, también de Portugal, Cristina de Brasil y Anna de Polonia, en nombre de los laicos que han llevado acabo su servicio misionero en Mongoumba, agradeció a todos el apoyo y la confianza recibidos, así como la paciencia para acercarse y entender a la gente de la misión. Hizo mención de los compromisos adquiridos por los laicos en la educación, la salud, caritas y el pueblo Aka que no hubieran sido posible sin el acompañamiento de todos.

El padre delegado de Misioneros Combonianos en Centroáfrica, Víctor Hugo Castillo, reconoció la labor de los LMC para una misión donde no basta un interés personal, sino la fe bien puesta en el Señor Jesús que los ha llamado y enviado. Invitó a la gente a reflexionar sobre el testimonio de los laicos que han dejado su país, su gente y su cultura para insertarse en una realidad muy diferente sorteando no pocas veces las dificultades que esto comporta, así como el de vivir la fraternidad con personas de otras nacionalidades. Animó a los jóvenes de la misión a decidirse a servir como laicos misioneros en otros países, dado que ellos también desde su cultura tienen riquezas por compartir en otras latitudes. Y finalmente alentó a los LMC a no ver este año jubilar como un punto de llegada, sino de partida, para continuar la obra del Señor que no deja de invitar a sus elegidos a darle continuidad.

Domund 2023: Corazones que ardieron por la Misión

Cuando nos fijamos en la figura de los misioneros, especialmente la de aquellos que fueron pioneros y abrieron caminos a la evangelización en los rincones más remotos del mundo, nos viene un sentimiento de admiración por todo lo que hicieron, casi siempre en unas condiciones muy difíciles y con medios muy precarios. Los primeros combonianos que llegaron a Baja California Sur no disponían ni de la telefonía móvil, ni de internet, ni tampoco de los medios de transporte o infraestructuras que tenemos hoy. ¿Qué fue entonces lo que les movió a dejarlo todo para aventurarse a un lugar en el que no conocían la lengua ni la cultura, con unas condiciones climáticas, sociales y políticas que no eran para nada favorables?

El lema del DOMUND de este año, que celebramos este fin de semana, es: «Corazones ardientes, pies en camino», en alusión a los discípulos de Emaús, que tras el encuentro con Jesús resucitado sintieron «arder sus corazones» y rápidamente «se pusieron en camino» para anunciar a los demás discípulos lo que acababan de vivir. El papa Francisco afirma en su mensaje de este año que «este ir de prisa, para compartir con los demás la alegría del encuentro con el Señor, manifiesta que la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús».

Ahí puede estar la respuesta a nuestra pregunta. El entusiasmo misionero provocado por su encuentro con Jesús fue sin duda el principal argumento en que se apoyaron aquellos combonianos para llevar adelante el arduo trabajo de anunciar el Evangelio a una población abandonada espiritualmente durante décadas.

Cuando nuestro corazón arde de entusiasmo por algo, nuestros pies se ponen en camino sin pensar en las dificultades que podamos encontrar y somos capaces de cualquier sacrificio para lograrlo. Los pies de aquellos primeros combonianos recorrieron cientos de kilómetros por caminos polvorientos y pedregosos para cumplir la misión que se les había encomendado. Lo hicieron porque su «corazón ardía» por la misión, porque no podían permitir que la población de la Baja California se viera privada de la alegría de conocer a Jesús y de tener mejores condiciones de vida. Fruto de aquel ardor misionero fueron las capillas, dispensarios, residencias de ancianos, la Ciudad de los Niños o la imprenta que sigue hoy en funcionamiento. Y no sólo eso, muchos jóvenes mexicanos y mexicanas se contagiaron del mismo ardor y hoy, siguiendo su ejemplo, llevan esa alegría del Evangelio lejos de sus fronteras.

25 años de consagración a Dios para la Misión Comboniana

Soy Luigina Coccia, Misionera Comboniana. Nací hace 54 años en Italia y soy comboniana desde hace 25 años. Este año es una fecha especial, celebro un jubileo importante: 25 años de consagración misionera comboniana.

He pasado estos años principalmente en el continente africano: primero en Camerún y después en la República Democrática del Congo; y algunos años en Italia donde completé mi formación profesional y realicé servicios para la Congregación.
Este tiempo fue un viaje misionero ininterrumpido; 25 años pasaron rápidamente porque los viví plena e intensamente. Un tiempo lleno de vida, tuve muchas experiencias que me enriquecieron humana y espiritualmente: conocí diversos pueblos y culturas, aprendí nuevos idiomas, realicé diversos ministerios y enfrenté desafíos que me fortalecieron como mujer y enriquecieron mi vida de fe. A través de todo ello, Dios se ha revelado en mi vida, me ha mostrado su Rostro que es Amor, ternura y cuidado de todos.
La celebración de los 25 años de Consagración Comboniana marca para mi vida un punto de llegada y sobre todo un nuevo punto de partida. Hace apenas un año terminé mis servicios generales a la congregación y pregunté a la Superiora General si podía ser destinada a la misión de Haití, porque me parece una de las más necesitadas. Un pueblo que no sólo ha sufrido graves catástrofes naturales, como el terremoto de 2010 que causó más de 230,000 muertos, sino también de una inestabilidad política que sigue sin permitir las condiciones necesarias para que una nación viva dignamente.
Haití, un pedazo de África deportado a la fuerza al Caribe durante el triste periodo de la esclavitud, sigue sufriendo las consecuencias de este violento abuso. Durante demasiado tiempo ha sufrido en soledad, con una sensación de abandono por parte del resto del mundo, que cada vez interviene en grandes emergencias, pero sin la voluntad de abordar las causas de tanta miseria.
Comienzo ahora una nueva etapa de mi vida misionera, en un nuevo continente, América, donde nunca he vivido como misionera. Tuve la gracia y la profunda alegría de celebrar mis 25 años en la Basílica de Nuestra Madre de Guadalupe: fue un momento fuerte de acción de gracias por todo lo que el Señor me ha dado en estos años, y sobre todo un momento para encomendarme a Ella, la Madre y Patrona de América Latina, para que me acompañe en el inicio de esta nueva etapa y con su cuidado de Madre proteja la vida y el futuro del pueblo haitiano.
Me siento privilegiada como comboniana y como hija de la Iglesia, porque Dios me ofrece la posibilidad de estar cerca de un pueblo que sufre. El Papa Francisco en su Magisterio insiste mucho en la necesidad de hacernos prójimos de los que sufren, siguiendo el ejemplo del Buen Samaritano. Es la única manera de vivir nuestra Misión Comboniana y cristiana. Espero ser presencia de una Iglesia que, como una madre, está cerca de los más vulnerables. Ciertamente soy consciente de encontrarme con una realidad marcada por la inseguridad y la violencia. Y esto desde ahora me pide estar dispuesta a vivir y trabajar en la incertidumbre y la provisionalidad. Pero la esperanza prevalece sobre el miedo. El Papa en su mensaje para la Jornada Mundial de este año, partiendo del relato evangélico de los discípulos de Emaús, llama nuestra atención sobre dos dimensiones fundamentales para ser misión hoy en la Iglesia y en el mundo: tener el corazón y los pies encendidos en el camino, porque es necesario ponerse en camino también físicamente para hacernos cercanos a quienes experimentan la soledad y el abandono. Que la presencia de Jesús resucitado nos caliente el corazón y nos ponga en camino para llegar a los que están demasiado lejos de nuestra vida.

Centenario de los Misioneros Combonianos en Sudáfrica

El pasado 14 de octubre tuvo lugar una alegre celebración en Maria Trost, Lydenburg, con motivo del inicio del jubileo por el centenario de la presencia comboniana en Sudáfrica (1924-2024).
(En la foto: P. Juan Bautista Opargiw, el obispo Xolelo Kumalo, el p. Fabio Baldán y Mons. Dario Paviša cortando la tarta del centenario comboniano en Maria Trost).

Por: P. Efrem Tresoldi, mccj

Al evento participaron unas 250 personas, entre ellos sacerdotes diocesanos de la diócesis de Witbank y hermanas de diversas congregaciones. Entre los distinguidos invitados estuvieron Mons. Xolelo Thaddaeus Kumalo, obispo de la diócesis de Witbank y mons. Dario Paviša, Encargado de Negocios de la Nunciatura Apostólica de Pretoria.

El Padre John Baptist Keraryo Opargiw, Superior Provincial de Sudáfrica, en su discurso de apertura agradeció a Dios por los cohermanos que nos precedieron y entregaron sus vidas al servicio de Dios y de su pueblo en la zona. También expresó su gratitud por la población local que acogió a nuestros hermanos en el pasado y continúa acogiéndonos hoy. El Padre Fabio Baldan, Superior Provincial de Italia, en su presentación en power point esbozó la historia personal de muchos misioneros combonianos pioneros con su particular contribución al crecimiento de la Iglesia local. El padre John Maneschg, invitado de la DSP que trabajó en Sudáfrica durante más de treinta años, destacó en particular el papel de Mons. Johann Riegler, el primer obispo comboniano de la diócesis de Witbank, quien, adelantado a su tiempo, vio la inculturación como parte integral de la evangelización. En otra presentación en power point, el Padre Efrem Tresoldi mostró cómo se estableció la Iglesia local, a través de fotografías de iglesias parroquiales, de cohermanos y su trabajo en educación, atención médica y desarrollo, a menudo en colaboración con hermanas religiosas.

Luego, los participantes fueron invitados a orar en el cementerio cercano donde descansan muchos de nuestros cohermanos que trabajaron en la diócesis. El padre Chico de Medeiros evocó el recuerdo de algunos de ellos por su dedicación en la obra de evangelización.

La misa al aire libre, animada por el canto del coro de la parroquia del Sagrado Corazón de Mashishing (Lydenburg), fue presidida por Mons. Xolelo Thaddaeus Kumalo y concelebrada por sacerdotes diocesanos y Misioneros Combonianos de la Provincia de Sudáfrica.

En su homilía, el Obispo agradeció a nuestros misioneros que habían dejado sus países de origen para llevar la fe cristiana a la población local que no había oído hablar de ella antes. Animó a nuestra congregación a continuar apoyando a la Iglesia local.

Al final de la celebración eucarística, una señora nonagenaria de la parroquia del Sagrado Corazón habló en isiZulu y elogió a los Misioneros Combonianos que le dieron la posibilidad de ir a la escuela y ser maestra, en tiempos en que la educación era negada a los negros.

Las celebraciones del centenario continuarán durante todo el año 2024. Se llevarán a cabo en las diócesis donde estamos presentes: en la Arquidiócesis de Pretoria el 17 de febrero; en la Arquidiócesis de Durban el 12 de mayo y la celebración de clausura será en la Arquidiócesis de Johannesburgo el 12 de octubre.

(comboni.org)

Llamamiento del Papa por la Paz en Tierra Santa

Al final de su catequesis de hoy, en la que hizo referencia a Carlos de Foucauld, Francisco hizo un llamamiento a todos para que se detenga la guerra en Oriente Medio y convocó una jornada de ayuno y oración el próximo 27 de octubre. Este es el texto completo:

«También hoy el pensamiento va a Israel y Palestina. Las víctimas aumentan y la situación en Gaza es desesperada. ¡Se haga, por favor, todo lo posible para evitar una catástrofe humanitaria!

Preocupa la posible prolongación del conflicto, mientras en el mundo ya hay muchos frentes de guerra abiertos. ¡Callen las armas! ¡Se escuche el grito de paz de los pueblos, de la gente, de los niños! Hermanos y hermanas, la guerra no resuelve ningún problema, sólo siembra muerte y destrucción, aumenta el odio y multiplica la venganza. La guerra cancela el futuro. Exhorto a los creyentes a tomar en este conflicto una sola parte: la de la paz; pero no de palabra, con la oración, con la dedicación total.

Pensando en esto, he decidido convocar, el viernes 27 de octubre, una jornada de ayuno y oración, de penitencia, a la cual invito a unirse, de la forma que consideren oportuno, a las hermanas y los hermanos de las varias confesiones cristianas, los pertenecientes a otras religiones y a cuantos tienen en el corazón la causa de la paz en el mundo. Esa tarde a las 18.00 en San Pedro viviremos, en espíritu de penitencia, una hora de oración para implorar sobre nuestros días la paz, la paz en este mundo. Pido a todas las Iglesias particulares que participen, preparando iniciativas similares que involucren al Pueblo de Dios.»

Foto: vaticannews

De la gratitud al compromiso

Celebraciones del 75 aniversario de la presencia de los combonianos en México
El sábado 14 de octubre los Misioneros Combonianos celebramos una misa de acción de gracias en la Basílica de Guadalupe por los 75 años de nuestra presencia en México. El domingo 15 nos congregamos todos en Xochimilco, sede de nuestro noviciado y de la casa provincial, para clausurar de manera festiva este hermoso acontecimiento.

Por: P. Rafael González Ponce, mccj

San Daniel Comboni visitó a nuestra Madre de Guadalupe, esa frase podría resumir lo que hemos vivido el sábado 14 de octubre en la Basílica del Tepeyac. Era la culminación de un año jubilar por los 75 años de presencia evangelizadora de los misioneros combonianos en México. Numerosos grupos se empezaron a concentrar en el atrio mariano, muchos con sus banderas y camisetas coloreadas de símbolos alusivos a la ocasión, venidos de todas nuestras comunidades esparcidas a lo largo y ancho del país.

La solemne celebración litúrgica nos hizo experimentar un gozo orante lleno de fe y esperanza. Mons. Jaime Rodríguez Salazar, primer obispo comboniano mexicano, presidió a la Eucaristía, mientras que el P. Rafael Güitrón Torres, superior provincial, nos fortaleció con su homilía: “Somos conscientes que nuestro agradecimiento no es sólo un hacer memoria del pasado sino sobre todo un compromiso para el presente y el futuro…” para concluir rezando a la Morenita: “Que no tengamos otra pasión sino anunciar el Evangelio y caminar al lado del pueblo que sufre para contagiarles Vida. Bendice, Madre, esta nueva etapa de los misioneros combonianos que hoy iniciamos en el nombre de tu Hijo Jesús

Al día siguiente, verdaderamente en un ambiente festivo, continuó la celebración en el cerrito del noviciado de Xochimilco. Alrededor de dos mil asistentes entonamos, al ritmo de mandolinas y flautas, los cantos a Comboni y el himno de los 75 años, compuesto por el P. Jesús Lobato. El señor obispo de Xochimilco, Mons. Andrés Vargas Peña, con gran amistad, tuvo a bien acompañarnos. Cabe destacar la presencia de dos miembros del Consejo General, el P. David Costa Domíngues y el Hno. Alberto Lamana Cónsola. Nuestras provincias hermanas de Centroamérica y de Estados Unidos estuvieron representadas, la primera por su provincial el P. Juan Diego Calderón Vargas y la segunda por nuestra querido P. Enrique Sánchez González.

Al final del día, recorriendo los puestos de taquitos, tamales, elotes, perros calientes, horchata y ricos postres…o entretenidos en la tómbola… todo era gratitud hacia los organizadores y los seminaristas. Un trío amenizaba con sus románticas baladas y del otro lado no se cansaban de interpretar la tradicional danza de los viejitos. Los motores de los autobuses empezaron a calentar pues a muchos les esperaba un largo viaje para regresar a sus lugares de origen, mientras los abrazos y mutuas bendiciones nos llenaban el corazón de alegría y paz. Es hermoso pertenecer a esta familia misionera que hoy vuelve a soñar grandes horizontes.


VIDEOS