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¡Levántate! ¡Resucita!

Toda vocación es una resurrección, un levantarse de la mano de Cristo resucitado, para caminar, para seguirle por los caminos de la vida que son los mismos de la misión.

Por: P. Manuel Augusto Lopes Ferreira, mccj

En la serie de reflexiones que viene haciendo durante sus audiencias generales de los miércoles sobre la evangelización, el Papa Francisco ha ido actualizando el vocabulario y la gramática de la misión cristiana en el mundo de hoy. En una de estas primeras reflexiones, el Papa habla del contexto que hace fructificar la misión y se refiere a él como pasión: “La pasión de evangelizar… porque evangelizar es una pasión que lo abarca todo, la mente, el corazón, las manos… toda la persona está implicada en el anuncio del Evangelio, y por eso hablamos de pasión.”

Hay un dinamismo de alternancia que alimenta, como una corriente espiritual, esta pasión: “Jesús -recuerda el Papa- designó a los apóstoles para que estuvieran con él y para enviarlos. Dos cosas: estar con él y enviarlos a predicar… esto puede parecer contradictorio… se podría decir: o una cosa o la otra, o estar con él o enviarlos. Pero no, para Jesús, no hay ser sin ir y no hay ir sin ser”. No hay ir sin ser, porque el anuncio nace del encuentro con el Señor. Por otro lado, no hay ser sin ir, porque “el seguimiento de Cristo no es algo íntimo: sin anuncio, sin servicio, sin misión, la relación con Jesús no crece.”

Al comienzo de este mes de abril, entramos en la Semana Santa y celebramos la Pascua (el 9 de abril). Al renovar las promesas de nuestro Bautismo, la liturgia de la noche de Pascua nos hace entrar en este dinamismo de estar con Jesús y de ser enviados: el encuentro con el Resucitado nos hace salir de nuestras postraciones y de nuestros miedos, nos pone en camino con Cristo que, en el monte de la misión (el mismo monte de su Ascensión, como nos muestra el Evangelio de Mateo) nos envía: “Id por todo el mundo. Yo estoy con vosotros todos los días” (28,16-20).

La celebración de la Pascua nos hace recuperar este dinamismo de estar con Cristo y de ir con Él, y nos ayuda a releer en clave pascual la vocación de los discípulos y nuestra propia llamada. La palabra a subrayar es levantarse, palabra que tiene una fuerte resonancia pascual. Es Dios Padre quien se la dice primero a Jesús, que murió y descendió a nuestra muerte para llevarnos con él al Padre: “¡Levántate, tú eres mi Hijo!”. Esta palabra del Padre, que Jesús escucha en su muerte y guarda en su corazón de Hijo, resucita a Jesús y nos resucita con él. Después, es Jesús quien pronuncia esta palabra en muchos de los signos (milagros) que realiza para poner a la gente en camino, para llamar a sus discípulos y llevarlos con él en este movimiento pascual, de la muerte a la vida, de las tinieblas a la luz, de la cárcel a la libertad, de las frustraciones a la plenitud de vida.

La Iglesia relee estos relatos de la llamada de los primeros apóstoles y discípulos en clave pascual, porque contienen el modelo y el secreto de toda vocación, en todo tiempo y lugar. En estos relatos leemos que los llamados resucitaron inmediatamente y siguieron al Señor: la palabra que aparece (resucitar) es la misma que se utiliza para hablar de la resurrección (el verbo griego egeiro). Es una palabra de Vida que nos hace superar miedos y parálisis, inhibiciones que nos mantienen prisioneros de nosotros mismos y de nuestros fantasmas.

Toda llamada del Señor, toda vocación es una resurrección, un levantarse de la mano de Cristo resucitado, para caminar, para seguirle por los caminos de la vida que son los mismos que los de la misión, porque, como concluye Francisco, tú y yo en esta vida somos una misión. 

Ordenación sacerdotal del comboniano Byron José Valverde Arce en Costa Rica

Lunes, 27 de marzo 2023
La parroquia Patriarca San José, en la provincia de Heredia, Costa Rica, se vio de fiesta con la Ordenación sacerdotal de uno de sus hijos, el diácono Byron José Valverde Arce, este 25 de marzo, en la Solemnidad de la Anunciación. La parroquia se movió a este evento único, en una semana de animación y oración luego también de haber celebrado a su Santo Patrón, San José.

Byron fue ordenado sacerdote por manos de Mons. Vittorino Girardi, misionero comboniano, obispo emérito de la Diócesis de Tilarán-Liberia. Junto a su familia, amigos y bienhechores, los misioneros combonianos de la Provincia de Centro América (PCA) le acompañamos con nuestra presencia física y espiritual. Con la alegría propia de esta celebración, Mons. Vittorino instó a Byron a seguir dando su sí a la misión, a la entrega y al servicio, bajo el ejemplo de María, la esclava del Señor. Nos unimos todos a estas palabras dadas al nuevo sacerdote.

Habiendo ingresado al Postulantado en Sagrada Familia en 2011, Byron José ha transcurrido su formación en su país de origen, en el Noviciado de Xochimilco (México) y el Escolasticado de Nápoles (Italia). Realizó su servicio misionero en la parroquia de San Luis, Petén (Guatemala), donde realizó sus votos perpetuos y diaconado.

Mons. Vittorino Girardi (a la derecha) y P. Byron José (al centro)

La alegría de formarse como misionero

Testimonio de Didier Alonso Bermúdez, novicio comboniano

Cuéntanos de ti

Mi nombre es Didier Alonso Bermúdez Usuga, tengo 29 años, nací en Apartadó, Antioquia, Colombia. Hijo de Pedro Luis Bermúdez Jaramillo, asesinado por los paramilitares y Rosalba Usuga, el menor de 3 hermanos. Hice mis sacramentos en la parroquia de mi barrio San Francisco de Asís, donde crecí frecuentando siempre la santa misa y demás sacramentos, participé de diferentes grupos apostólicos como la infancia misionera, legión de María infantil, grupo juvenil, fui catequista por varios años. Todo ello ayudó a madurar mi fe.

¿Por qué te llamó la atención nuestro instituto misionero?

Conocí los misioneros combonianos gracias a un padre de mi diócesis de Apartadó, el padre Alberto Domicó. Al ver mi entusiasmo misionero me propuso entrar a una comunidad religiosa misionera. El padre Alberto me dio dos números de teléfono para ponerme en contacto con dos comunidades; en la primera que llame no me contestaron y el segundo número era de los misioneros combonianos quienes me contestaron. Allí, empecé mi discernimiento con el padre Martin Bolaños quien me ayudó a conocer a San Daniel Comboni y el instituto.

Cuando visité por primera vez el seminario del postulantado en Medellín, fue de mucho impacto para mí el recibimiento, la acogida, sencillez y apertura del P. Martín Bolaños y del P. Mateo Téllez. Estuve de misión en la Semana Santa del 2018 con los dos padres combonianos junto a otros aspirantes, lo cual me motivó aún más para ingresar. En junio ingresé al seminario comboniano e inicié mis estudios en la CRC (Conferencia de Religiosos de Colombia), conociendo otras comunidades religiosas y la gran riqueza que hay dentro de la Iglesia.

En el año 2019 inicié la filosofía en la Universidad Católica Luis Amigó de esta ciudad donde era el único religioso en las clases de filosofía e inglés. Eso era muy llamativo para los demás y para mí, y el compartir con ellos enriqueció mucho mi vocación.

La pastoral la realicé en la parroquia San Alberto Hurtado de nuestro barrio y el sector la Huerta, donde pude trabajar con alegría y empeño especialmente con los jóvenes. También colaboré en el comedor Emanuel, que le da alimentos todos los días a los habitantes de calle.

¿Cómo es tu vida ahora que estás en el noviciado de México?

El noviciado ha sido una etapa única. El vivir con otros hermanos de distintas nacionalidades, el encontrarme conmigo mismo y con Cristo, el profundizar mi vida de fe y oración, mi confianza en el Señor, el paso de Dios por mi vida ha sido maravilloso, lo cual agradezco todos los días. El conocer y profundizar la vida de San Daniel Comboni, el amor al Instituto, al cual reconozco como mi gran familia misionera, el tener un ritmo de vida dentro del noviciado, con sus espacios para crecer como persona y como cristiano y poder así amar y donarme con alegría a la misión. El padre maestro y su socio son dos grandes amigos que me han ayudado mucho en mi caminar y discernimiento vocacional hacia la vida misionera comboniana.

Algo que también ha marcado mi vida dentro del noviciado han sido las dos experiencias que propone el itinerario formativo. La experiencia de comunidad la hice en el Oasis, lugar de reposo para sacerdotes y hermanos ancianos y enfermos de nuestro Instituto, en Guadalajara, México, donde viví con otros hermanos ya consagrados y ancianos, escuchando sus experiencias vividas que me motivaron mucho a seguir las huellas de Cristo Buen Pastor.

La otra experiencia fue en las montañas de Guerrero, en Metlatónoc, México, entre los mixtecos. Fue un desafío grande aprender algunas palabras en mixteco, además de su cultura, sus tradiciones y su alimentación. Fue una experiencia que me motivó mucho a decir “sí Señor, aquí estoy, envíame a mí”. Creo que la apertura, la alegría y el amor abre toda puerta y derriba toda barrera, y eso permite poder llegar a los niños, jóvenes, familias y ancianos, aunque no te entiendan en español, eso motiva y abre corazones.

El noviciado ha representado para mí un tiempo de gracia y bendición en el cual Dios ha pasado por mi vida y ha hecho grandes cosas. No dejo de reconocer siempre la intercesión y la ayuda de la Santísima Virgen María y la motivación de San Daniel Comboni, que frente a las cruces de cada día sentía el amor de Dios que lo acompañaba en cada momento y circunstancia.

¿Cuáles han sido tus dificultades, logros y desafíos a lo largo de todo este proceso?

Yo no lo llamaría dificultades sino purificaciones; momentos en los cuales Dios me ha hecho más fuerte y valiente en la fe, la perseverancia y la confianza. Un reto y logro ha sido la vida comunitaria. Aquí en el noviciado hay hermanos de diferentes nacionalidades. Ahora somos 16. Es un reto y logro vivir en comunidad reconociendo al otro como mi hermano que me ayuda a crecer.

Mi desafío es seguir respondiendo al Señor con generosidad, entrega, amor y fidelidad, darlo todo en cada momento, con cada persona y vivir con alegría y sencillez el amor de Cristo. Deseo ser un misionero comboniano y promover mucho las vocaciones para el Instituto, en especial en Colombia.

¿Cuál es tu mensaje a los jóvenes?

Los invito a darse esta experiencia, porque estas experiencias con el Señor Jesús es mejor vivirlas y no que nos las cuenten, y si leen y conocen a San Daniel Comboni, se van a enamorar mucho más de Jesús y de la misión. Todo joven que esté pensando y tenga ciertos miedos a responderle al Señor lo invito a que dé una respuesta, que dé pasos firmes a la llamada de Cristo, porque yo no me arrepiento de haberle dicho sí al Señor. Por el contrario, me siento muy contento, feliz y decidido a seguir, porque en la misión encontramos el rostro de Cristo sufriente.

Entrevistó: P. Luis Alfredo Pulido Alvarado. Iglesia sin Fronteras

“El que corre rápido, corre solo”

P. Aldrin Janito, mccj. Desde Manila, Filipinas.

Soy el P. Aldrin Janito, uno de los primeros combonianos filipinos. Fui ordenado sacerdote el 7 de junio de 1999. Después de mi ordenación, fui promotor vocacional desde 1999 hasta 2003. Fui destinado a las misiones de Sololo, diócesis de Marsabit, en Kenia, de 2003 a 2004. Este servicio misionero de dos años marcó mi vida tras ser testigo de la matanza de mi pueblo keniano, que en su mayoría eran líderes religiosos y jóvenes. Fue una experiencia horrible, pero no acabó con mi espíritu misionero. Mi último destino fue Sudáfrica, donde pasé 16 apasionantes años en dos parroquias, Waterval y Acornhoek.
Servir en estas dos parroquias como sacerdote no fue fácil. Algunos de los retos a los que me enfrenté fueron el culto ancestral, los diversos idiomas que se hablan en la zona, el crecimiento espiritual y el compromiso eclesial de los jóvenes durante y después de la pandemia del COVID-19, la deficiente prestación de servicios por parte del gobierno local, el abuso desenfrenado del alcohol y las drogas, la delincuencia, como el robo, los embarazos en la adolescencia, la escasa alfabetización, el VIH/SIDA y el desempleo.
Como parroquia, intentamos abordar estos problemas acuciantes utilizando alternativas, como la catequesis itinerante (llegar a la gente allí donde esté), la educación complementaria y los servicios de tutoría después de la escuela, el grupo de apoyo al VIH/SIDA, la creación de orfanatos y centros de acogida, la promoción del ecumenismo con otras sectas e iglesias locales, la escuela dominical, etcétera.
Como administrador de estas parroquias, aprendí a escuchar y a ejercer la paciencia. Como dice un refrán swahili, “hara haraka haona baraka”, que significa que el que corre rápido corre solo. El espíritu de “Ubuntu”, de trabajar junto con la gente, es esencial. Un misionero que aprende varios idiomas sin conocer la cultura local y las costumbres de la gente corre el riesgo de convertirse en un idiota.
Mi participación en el Año Comboniano en Roma, Italia (2013-2014) fortaleció y renovó mi espíritu misionero en Limone, Italia, hogar de nuestro fundador y padre, San Daniel Comboni.
Volver a casa para servir a Filipinas, en mi delegación de origen como nuevo animador misionero, es divertido y desafiante. Como postulantes, aprendimos este servicio de nuestros anteriores formadores, los Padres Alberto Silva y Victor Dias. Básicamente consiste en compartir la propia experiencia misionera con la gente, para estimular el interés, y levantar su espíritu apoyando y sosteniendo la misión de Cristo, cerca y lejos; y difundir la revista World Mission en todas las parroquias de Manila como instrumento de formación de la conciencia misionera. Lo que me hizo feliz fue encontrar colaboradores y voluntarios misioneros que, desde hace varios años, trabajan con nosotros, compartiendo libremente su tiempo, su talento y sus tesoros.

Mozambique: el P. Leonello Bettini celebra 60 años de vida sacerdotal

El P. Leonello Bettini, Leonel como le llaman en Mozambique, celebró 60 años de sacerdocio el pasado 30 de marzo, en la comunidad comboniana del Postulantado de Matola, cerca de Maputo, la capital del país. En la foto, de izquierda a derecha: Hno. Silvério dos Santos, P. Mateus Jacob Albino, un sacerdote Misionero de la Consolata, P. Leonel, P. Luis de Albuquerque; Esc. Gabriel Panguanito, P. Moisés Zacarias, P. Jeremias Martins y el mexicano P. Juan de Dios Martínez.

Además de los miembros de la comunidad, religiosos y postulantes, estuvieron presentes los hermanos de la comunidad de Maputo y algunos representantes de otros Institutos religiosos de Matola y varios amigos y bienhechores del Postulantado. Fue un momento de alabanza y acción de gracias por las maravillas que Dios obró en la vida de este misionero, un verdadero “viejo luchador”, como se dice en Mozambique.

La celebración tuvo lugar al final del día con la Eucaristía, presidida por él mismo y animada por los postulantes. Con la sencillez que le caracteriza, el P. Leonel compartió algunos aspectos destacados de su vida misionera y sacerdotal. Tenía 30 años cuando llegó a Mozambique en 1967. Fue destinado a la diócesis de Tete, donde los Misioneros Combonianos acababan de iniciar su presencia. Más tarde trabajó también en Beira y Maputo. Actualmente, con 85 años de edad y 52 de trabajo misionero en Mozambique, está en el postulantado de Matola, donde forma a los postulantes combonianos con su testimonio de vida y la sabiduría acumulada durante su vida.

Tuvo que vivir varios momentos de la historia de Mozambique que marcaron profundamente su misión: primero la guerra colonial, después la guerra civil que le llevó a Malawi, país vecino, para acompañar a los mozambiqueños en los campos de refugiados. Fueron años de gran sufrimiento, pero también de gran solidaridad con el pueblo y de gran fraternidad entre los misioneros. En su testimonio, subrayó lo fundamental que era este aspecto de su vida misionera: ser un cenáculo de apóstoles, donde se comparte la fe, la pasión misionera, el trabajo y el ocio. Según él, estos fueron sin duda los mejores años de su vida.

En la base de todo este camino, especialmente en los momentos más difíciles, dijo que siempre fue la Palabra de Dios la que le guió, le animó y le ayudó a permanecer fiel a la misión. Citó con emoción el pasaje del profeta Jeremías en el que dice: “Tú me has seducido, Señor, y yo me he dejado seducir. Fuiste más fuerte que yo y me venciste…” (Jer 20,7). Finalmente, el P. Leonel expresó su profunda felicidad y gratitud a Dios y a todos los que le acompañaron en su viaje.

Después de la Eucaristía, siguió un momento de agradable convivencia, durante el cual fue claramente visible la alegría del P. Leonel al verse rodeado de tanta gente amiga, algunos de los cuales fueron sus compañeros de viaje durante mucho tiempo.

Morir para vivir

Morir para vivir. Reflexión para la Semana Santa

El misterio de la muerte y resurrección de Jesús no ha acabado todavía. La pasión de Cristo se sigue renovando cada día en la vida de las mujeres y hombres que sufren: los enfermos solitarios, los niños abandonados, los ancianos incomprendidos, los trabajadores desempleados, las mujeres explotadas, los jóvenes desorientados, las familias destrozadas, las personas sin ilusiones, los que se suicidan, los aplastados por la injusticia y los vicios y la violencia y la corrupción, las víctimas de la guerra, nuestra tierra envenenada, todo a causa de la indiferencia y del egoísmo. Cada día hay gente subiendo a millones de calvarios.

A nivel personal también llevamos los signos pascuales: en nuestros dolores sufre Cristo. Nuestra existencia de muchas formas está herida y los límites de nuestra humanidad nos regalan cotidianamente su dosis de sufrimiento. Ninguna de las angustias de nuestros semejantes nos es extraña. Por eso, optar por Cristo es comprometerse a luchar por amor para la transformación del mundo conforme al Plan de Dios. No al estilo de los fariseos, los estoicos o los masoquistas; sino en unión con Jesús, llenos de esperanzas, para vencer al pecado y la muerte. Se trata de abrazar una cruz florecida, de un sufrir que fructifica en liberación de las esclavitudes. Se trata de ser una buena noticia de resurrección.

Si la cruz de Cristo es la rebeldía mayor contra la injusticia y el dolor absurdos, su resurrección es la reconstrucción del amor y la vuelta a la fraternidad original. Nos unimos al Crucificado para vencer finalmente todo lo que produce muertes. Morimos en la cruz para suprimir la cruz. La resurrección celebra el triunfo de la vida en contra de todas las fuerzas que se oponen a ella. El hombre y mujer de fe no muere; nace dos veces. El gozo de la resurrección sirve precisamente para derribar las rocas que taponean nuestras tumbas. Es la efusión del Espíritu Santo que nos ha dejado Jesucristo para transformar la realidad.

A las mujeres les encarga: “Vayan y díganles a mis hermanos…”. A los apóstoles: “Yo les envío…”. Y a todos sus seguidores: “Vayan a todos los pueblos y háganles discípulos míos”. Hemos recibido las primicias del Reino de Dios, el shalom (paz) de su misericordia, ahora debemos contagiar al mundo entero de amor, justicia, solidaridad, verdad, libertad y alegría. No vamos solos/as, llevamos al Espíritu Santo para guiarnos y hacernos capaces de entregarnos al servicio desinteresado de nuestros hermanos/as. Con la Pascua inicia una nueva creación. Ya no hay escusas… Y no hay quejas que valgan…

P. Rafael González Ponce MCCJ