Fecha de nacimiento: 03/09/1946
Lugar de nacimiento: Benevento/I
Votos temporales: 12/05/1973
Votos perpetuos: 23/04/1977
Llegada a México: 1975
Fecha de fallecimiento: 18/12/2023
Lugar de fallecimiento: Brescia/I

Visitando al Hno. Carlos en el hospital, estos días pasados, viéndolo apagarse poco a poco, como una vela, pensaba en su encuentro con su Señor a quien ha amado y por quien ha dado la vida como misionero comboniano. Las palabras que escuchamos, las que la liturgia nos ofrece en este día que preceden la Navidad, nos iluminan y nos ayudan a dar gracias por el Hno. Carlos.

Un hombre simple, un buen napolitano, podríamos decir, que ha sentido la presencia de Dios en su camino y ha dicho sí, como María, para que aquel Jesús que se formaba en él en la cotidianidad de la experiencia pudiese convertirse en un don para los demás, para todos aquellos que encontró en sus 77 años de vida. Humildemente al servicio del Reino, sin hacer ruidon tan sólo con su sonrisa rica de amistad y fraternidad.

Recuerdo una entrevista que, hace ya algún tiempo, el Hno. Carlos concedió al P. Mario Fugazza. En ella hablaba de sus “dos Navidades”. las primera, la de su nacimiento, comenzó en Benevento, el 3 de septiembre de 1946. Estaba orgulloso de ser conciudadano de San Genaro, que consideraba como su santo patrón. Su papá era ferroviario. Cuando Carlos tenía tres años, la familia se trasladó a Milán. En aquellos años la vida no era fácil, y mucha gente del sur de Italia emigraba al norte en busca de trabajo y de futuro.

En la entrevista dice que su vocación nació en él cuando era aún muy pequeño. Tenía una tía que trabajaba en el servicio de Teléfonos y gracias a ellas pudo tener la dirección de los Misioneros Combonianos de Verona, a quienes se aventura a escribir para suscribirse a la revista Nigrizia. La suscripción es sustituida por otra a Piccolo Missionario, vista su edad. Recibe la revista durante dos años y luego el entusiasmo misionero desaparece, dejando espacio a la vida de cada día, a la escuela, el trabajo, los amigos…

Ya siendo joven, realiza el servicio militar en la aeronáutica y colabora con el capellán militar del cuartel. Ciertamente es una oportunidad para continuar a vivir de forma un poco más intensa su vida de fe, lo que le hace bien. inicia el noviazgo con una chica y una tarde, saliendo de la discoteca, encuentra en eun muro un manifiesto en el que está escrito “Dios te ama”. Esa frase no lo deja indiferente, piensa y vuelve a pensar en ella hasta que, dos meses más tarde, toma la decisión de seguir al Señor. Nunca olvidará la fecha de aquel día: 19 de julio de 1969. Carlos define ese día como su “segunda Navidad”, un nuevo nacimiento hacia un futuro dedicado al Señor.

Deja a su novia, recupera la dirección de los Misioneros Combonianos de Milán y va para solicitar entrar en el Instituto. Es acompañado por el P. Claudio Crimi y P. Giampiero Baresi. En octubre de 1969 entra en el postulantado comboniano de Pordenone.

Iniciar un nuevo camino no es fácil, pero con la ayuda de buenos formadores Carlos va adelante. Inicia el noviciado en Venegono Superiore el 5 de octubre de 1971 y hace su primera profesión religiosa el 12 de mayo de 1973. Cumplió 50 años de profesión religiosa en este 2023.

En mayo pasado (2023) habíamos dado juntos gracias a Dios por el don de la vida dada a la misión, por aquel “sí”, como el de María, renovado cada día en los momentos bellos y difíciles de la vida. Todo ello es fruto de su “segunda Navidad” en la cual, dice, “he visto la fidelidad de Dios incluso ante mi infidelidad”.

Tras la profesión regresa a Pordenone por dos años, completando su preparación profesional y comprometiéndose en la animación misionera en las parroquias de la zona.

En septiembre de 1975 llega el momento de partir y es destinado a México. Su vida misionera se alterna entre América Latina e Italia. Pasa un primer período de cinco años en México (1975-1980), un segundo período de siete años en Perú (1985-1992) y un tercer período de 17 años en Ecuador (de 1996 a 2006 y de 2008 a 2013). En Italia trabajó en varias comunidades: Roma, Messina, Nápoles Troia, Brescia. La experiencia más larga fue en Nápoles, en dos etapas. Su especialidad, si se le puede llamar así, es la animación misionera y la promoción vocacional. No le faltan palabras para predicar, encontrarse con las personas y dialogar. Al mismo tiempo, en las comunidades donde ha estado, ha prestado un servicio como ecónomo local y se ha dedicado a mantener el buen orden de la vida cotidiana de la casa.

Según dice él mismo, la misión lo ha transformado: “No he ido a evangelizar a la gente, la gente me ha evangelizado a mí. Ha cambiado mi visión de lo que es ser misionero: para mí, misión es intercambio de dones del Espíritu. Ser misionero es ver, escuchar, acoger. Así he hecho con todos, sobre todo con los últimos, los pobres, la gente de la cárcel, ya sea en América Latina o en los barrios de Nápoles. Aquella fecha de mi segunda Navidad es para mí la memoria del día en que me dejé seducir por Dios”.

Podríamos decir: Nada de extraordinario, uno de los santos de la puerta de al lado, como dice el Papa Francisco, que a través de las cosas sencillas de cada día han contribuido a hacer que el don de Jesús pueda convertirse en don para los demás.

Carlos era un hermano misionero contento de su vocación. Decía: “La palabra ‘Hermano’ siempre la he visto a nivel del corazón, de visión, de humanidad. He sido y soy hermano al servicio de los hermanos”.

Era feliz de haber realizado su vocación en el continente americano. Lo repetía con frecuencia: “El Señor ha sido bueno conmigo enviándome a América”. Durante el noviciado había vivido algunos meses en París, con el francés tenía dificultades y con las lenguas locales de África habría tenido las mismas o mayores dificultades. Por eso estaba contento de haber sido enviado a América.

En estos últimos años en Brescia, cuando ya su salud declinaba lentamente, el Hno. Carlos seguía teniendo una gran atención a los acontecimientos de América Latina. Gracias a su vieja computadora leía los diarios, seguía las noticias de los países en los que había vivido. Se informaba de la vida de la Iglesia, de su Nápoles, que llevaba siempre en el corazón. Repetía constantemente: “Estoy contento incluso de la situación actual, con el sufrimiento de mi edad que avanza. También el sufrimiento es don de Dios y le doy las gracias”.

No esperábamos un final tan acelerado. Ciertamente el Señor quería al Hno. Carlos consigo para celebrar juntos… la “tercera Navidad”, el “dies natalis” de la vida plena, la Navidad definitiva del encuentro con el Dios que viene para siempre.

¡Feliz Navidad, Hermano Carlos!

P. Girolamo Miante, mccj
MCCJ Bulletin, supl. In Memoriam, nº 298, enero 2024, pp. 220-222